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El Superhombre y el arte 4a parte

Warren Orbaugh
03 de mayo, 2021

En mis entregas anteriores describí como ese concepto de ‘evolución moral’ de Friedrich Nietzsche, que en su libro Así habló Zarathustra, denominó el Superhombre (Übermensch), y que ejemplifica su celebración de la razón, como algunos pensadores de la ilustración, y de la pasión, como algunos de los románticos, fue acogido por jóvenes intelectuales alemanes a quienes llamó para ayudar a hacerlo realidad. Hermann Hoffmann, uno de los jóvenes que acudió al llamado de Nietzsche, creó el grupo excursionista ‘Wandervogel’, y siguiendo las palabras de Zarathustra, para ser libre, él y sus compañeros excursionistas rompieron con las convenciones existentes, redescubrieron la belleza física del paisaje y, naturalmente, del cuerpo humano, rompiendo así el tabú establecido por la moral victoriana. Heinrich Pudor con su concepto ‘Nacktkultur’ (cultura nudista) describió las virtudes de la helioterapia, sistema de sanación por medio la exposición del cuerpo desnudo a la luz solar y el aire fresco, justificando la confianza de los alemanes en la importancia de estar en buena forma física y en volver a la naturaleza. La ‘Nacktkultur’ se presentó consistentemente como un signo de modernidad y declaraba la desnudez como signo de salud, fuerza y belleza, como afirmación de una nueva sana moral, implicando que la gente que carecía de estas tres cualidades no ‘desvelaba’ su desnudez al mundo.

Bailarinas de la escuela de Ida Herion en Stuttgart, Mary Wigman, discípula de Rudolf Laban – probablemente el mejor profesor de movimiento corporal del siglo XX –, Anita Berber, Grete Wiesenthal, Claire Bauroff, Gertrud Leistikow y Olga Desmond también acudieron al llamado de Zarathustra y crearon el‘Nacktballet’o danza moderna con desnudez, donde el ‘desvelarse completamente’ permitiéndonos ver todo, establecía la autenticidad del cuerpo moderno, que afirmaba que el modernismo era una progresión hacia la autenticidad del ser y persuadía de que la liberación dependía de alcanzar dicha autenticidad. El cuerpo desnudo expresaba el ser en sí, era el ser en sí, lo necesario, lo metafísico.

Asimismo, los pintores del grupo ‘Brücke’ (Puente) presentaron al humano desnudo, a manera de cuerpo consciente y volitivo, como hecho metafísico, como esencia del ser en sí, a diferencia de las cosas contingentes y externas al cuerpo como la moda, las máquinas y similares que podrían ser de otra manera de como son. 

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Del mismo modo, escultores como Georg Kolbe, con sus esculturas de monumentales desnudos atléticos presentando la belleza que la salud confiere al hombre y Arno Breker, con sus desnudos que expresaban “la voluntad de poder”, con sus proporciones heroicas, y el tratamiento colorista de sus superficies acentuando un fuerte contraste entre los acentos claros y oscuros, y la melodramática tensión de sus musculaturas, abrazaron este concepto de percepción de la identidad moderna como condición de la desnudez, del desvelarse, de la completa transparencia y valiente objetividad.

La reforma de la danza y la aceptación del cuerpo desnudo como entidad metafísica, considerada como equivalente a una reforma moral, tuvo su expresión también en el cine, con películas como el filme de Nicholas Kaufmann y Wilhelm Prager, Wege zu Kaft und Schönheit (Camino hacia la fuerza y belleza) de 1925, Olympia, producida en 1938 por Leni Riefenstahl, que documenta las Olimpiadas de 1936 que se celebraron en el Estadio Olímpico de Berlín, y la monumental cinta de ciencia ficción de Fritz Lang, escrita por Thea von Harbou, Metropolis, de 1927. 

Hoy relataré como los arquitectos sintieron que el llamado iba dirigido especialmente a ellos. Zarathustra dice:

«Yo amo a quienes trabajan e inventan para construir al superhombre su morada.»

Y en Transvaloración de todos los valores, Nietzsche dice:

«Mirémonos a la cara. Nosotros somos hiperbóreos, – sabemos muy bien cuán aparte vivimos…Más allá del norte, del hielo, de la muerte- nuestra vida, nuestra felicidad… Nosotros hemos descubierto la felicidad, nosotros sabemos el camino, nosotros encontramos la salida de milenios enteros de laberinto. ¡Preferible vivir en medio del hielo que entre virtudes modernas y otros vientos del sur!»

E insiste:

«Y quien busca el conocimiento debe aprender a edificar con montañas. Yo elevo una cadena de montañas cada vez más santa […] Valorar es crear. ¡Oídlo, creadores! Cambio de los valores, cambio de los creadores. Siempre aniquila el que ha de ser creador.»

Y así habló Zarathustra. Y los jóvenes arquitectos alemanes escucharon. Y crearon una nueva arquitectura: la Arquitectura Expresionista. Propusieron el uso de nuevos materiales, como estructuras de concreto y acero vistas, y en especial, superficies de tabiques de vidrio, una arquitectura transparente, minimalista, y futurista, que al no ocultar nada, haría hombres morales, en edificios como montañas de cristal o formas rocosas, mucho más minerales y elementales que su inmediato predecesor, el florido y orgánico y aún contemporáneo, Art Nouveau. 

Bruno Taut (4 de mayo de 1880 – 24 de diciembre de 1938) publicó una visión utópica que llamó “Arquitectura Alpina”, que comprendía una serie de edificios de vidrio, entre éstos una catedral de Cristal. Así mismo, hizo un pabellón de la Industria del Acero, “El Monumento al Hierro”, en acero y vidrio, en Leipzig en 1913. Paul Scheerbart, quien se hacía llamar “Glass” (vidrio), colaboró con Taut, componiendo poemas sobre el vidrio para su “Pabellón de Cristal” en la Exposición de la Deutscher Werkbund (Asociación Alemana del Trabajo) de 1914 en Colonia.

Ludwig Mies van der Rohe (27 de marzo de 1886 – 17 de agosto de 1969) exploró las posibilidades de la arquitectura de vidrio, donde los reflejos adquirían la importancia otrora otorgada a las sombras, en sus rascacielos de vidrio de forma triangular y los de superficies alabeadas, proyectos de 1919 y 1920 respectivamente.

Otro expresionista, Walter Gropius (18 de mayo de 1883 – 5 de julio de 1969) quien usaba el seudónimo “Mass” (medida) fundó la Bauhaus (Casa de la Construcción) en Weimar en 1919, una escuela que integró las artesanías, las artes y la arquitectura con la industrialización. Allí estructuró el estudio como teoría del trabajo de taller y como teoría de la forma. Los estudiantes, quienes leían ceremoniosamente Así Habló Zarathustra, diseñaron desde alfabetos, muebles, utensilios domésticos, alfombras, hasta residencias y edificios, bajo el lema “Arte y técnica – una nueva unidad” para un mundo nuevo y un “hombre nuevo”.

Al llamado de Nietzsche acudió también el arquitecto suizo-francés Le Corbusier (6 de octubre de 1887 – 27 de agosto de 1965) quien no sólo quiso hacer la morada para el superhombre, sino que tomó muy en serio las palabras de Zarathustra: «Creo que he visualizado algunas de las características en el espíritu del superhombre; tal vez cualquiera que lo descifre deba perecer; sin embargo, quien lo haya visto debe ayudar a hacerlo a él posible.» De tal manera que Le Corbusier se dio a la tarea de ayudar a crear al superhombre ordenando su espacio vital por medio de un nuevo urbanismo y una nueva arquitectura. Así lo declaró en sus numerosas publicaciones:

«Yo creo que estamos viviendo un equívoco profundo y en una hipocresía deprimente. El contrato social actual no es más que un residuo. Su moral es cruel, pérfida, mentirosa; es inmoral. El dogma bíblico que empieza por definir pecado al acto de hacer el amor, que es la ley de la naturaleza fundamental, ha podrido nuestros corazones, ha acabado por resultar, en este siglo veinte, unas nociones de honor y de honestidad que son sólo unas fachadas que recubren muchas veces, mentiras y crímenes…Tengo inclinación por querer hacer superhombres. Adoptamos nuevas costumbres, aspiramos a una nueva ética, buscamos una nueva estética, y a todo esto, ¿qué forma de autoridad? El hombre con su razón y sus pasiones. […] El ser vivo no es otra cosa, desde el punto de vista físico, que un ‘transformador de energía solar’, según fórmula feliz del doctor Pierre Winter y, de entre todas las múltiples formas de esta energía, la luz, desde la infrarroja a la ultravioleta, constituye su indispensable alimentación. La absorbe directamente a través de la piel, a través de millones de papilas, adaptadas a las vibraciones luminosas como pequeños resonadores de precisión…La oscuridad, la luz enferma de las ciudades, destrozada por humos y polvo, supone la tuberculosis, el raquitismo, le neurastenia potencial… […] Los ‘placeres esenciales’ son: El sol, el espacio, la vegetación. Son las determinantes milenarias que moldean nuestro cuerpo y nuestro espíritu. Todo organismo muere cuando se arranca de su medio natural. La ciudad ‘radiante’ (radiosa) donde el hombre volverá a encontrar las condiciones de la naturaleza…el alojamiento moderno (sol, espacio, vegetación) … las prolongaciones del alojamiento (guarderías, jardines de infancia, escuelas y círculos de juventud; el deporte al pie de las casas). […] Las cuatro funciones de la ciudad: Habitar, trabajar, cultivarse (cultivar el cuerpo y el espíritu), circular.» 

Propuso la ciudad radiante (soleada) para reemplazar el hacinamiento urbano, de aire contaminado, sin luz, de los barrios industriales de la época. Diseñó Le Corbusier las Unidades de Habitación, como la de Marsella, edificios de 50 metros de altura, distantes entre 150 a 200 metros entre sí, implantados en función al sol en un parque verde, sobre pies derechos para liberar el suelo, que comprendían las funciones de un barrio, con viviendas abiertas al sol con sus balcones, un nivel comercial a la mitad del edificio, una terraza jardín con guardería, club, piscina, espacio para ejercitarse, y para la helio e hidroterapia. Propuso que las áreas verdes se usaran para la recreación y el deporte, el que al fin estaría al pie de las viviendas: 

«Las prolongaciones de la vivienda son: los medios de deporte cotidiano para cada cual, para todas las edades (paseos y carrera, natación, todos los juegos de pelota, helio e hidroterapia); la organización de los cursos de cultura física; la explotación de un servicio de sanidad; la organización del abastecimiento y la del servicio doméstico a domicilio.»

A pocos minutos, la fábrica verde, las oficinas y el área comercial. Todo organizado en un sector de 1200 por 800 metros.

El mundo en el que vivimos no sería el mismo de no ser por la influencia que tuvo Nietzsche en nuestra cultura, influencia que describe bien las palabras de Le Corbusier:

«La fin d´un monde. Deliverance.»

El Superhombre y el arte 4a parte

Warren Orbaugh
03 de mayo, 2021

En mis entregas anteriores describí como ese concepto de ‘evolución moral’ de Friedrich Nietzsche, que en su libro Así habló Zarathustra, denominó el Superhombre (Übermensch), y que ejemplifica su celebración de la razón, como algunos pensadores de la ilustración, y de la pasión, como algunos de los románticos, fue acogido por jóvenes intelectuales alemanes a quienes llamó para ayudar a hacerlo realidad. Hermann Hoffmann, uno de los jóvenes que acudió al llamado de Nietzsche, creó el grupo excursionista ‘Wandervogel’, y siguiendo las palabras de Zarathustra, para ser libre, él y sus compañeros excursionistas rompieron con las convenciones existentes, redescubrieron la belleza física del paisaje y, naturalmente, del cuerpo humano, rompiendo así el tabú establecido por la moral victoriana. Heinrich Pudor con su concepto ‘Nacktkultur’ (cultura nudista) describió las virtudes de la helioterapia, sistema de sanación por medio la exposición del cuerpo desnudo a la luz solar y el aire fresco, justificando la confianza de los alemanes en la importancia de estar en buena forma física y en volver a la naturaleza. La ‘Nacktkultur’ se presentó consistentemente como un signo de modernidad y declaraba la desnudez como signo de salud, fuerza y belleza, como afirmación de una nueva sana moral, implicando que la gente que carecía de estas tres cualidades no ‘desvelaba’ su desnudez al mundo.

Bailarinas de la escuela de Ida Herion en Stuttgart, Mary Wigman, discípula de Rudolf Laban – probablemente el mejor profesor de movimiento corporal del siglo XX –, Anita Berber, Grete Wiesenthal, Claire Bauroff, Gertrud Leistikow y Olga Desmond también acudieron al llamado de Zarathustra y crearon el‘Nacktballet’o danza moderna con desnudez, donde el ‘desvelarse completamente’ permitiéndonos ver todo, establecía la autenticidad del cuerpo moderno, que afirmaba que el modernismo era una progresión hacia la autenticidad del ser y persuadía de que la liberación dependía de alcanzar dicha autenticidad. El cuerpo desnudo expresaba el ser en sí, era el ser en sí, lo necesario, lo metafísico.

Asimismo, los pintores del grupo ‘Brücke’ (Puente) presentaron al humano desnudo, a manera de cuerpo consciente y volitivo, como hecho metafísico, como esencia del ser en sí, a diferencia de las cosas contingentes y externas al cuerpo como la moda, las máquinas y similares que podrían ser de otra manera de como son. 

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Del mismo modo, escultores como Georg Kolbe, con sus esculturas de monumentales desnudos atléticos presentando la belleza que la salud confiere al hombre y Arno Breker, con sus desnudos que expresaban “la voluntad de poder”, con sus proporciones heroicas, y el tratamiento colorista de sus superficies acentuando un fuerte contraste entre los acentos claros y oscuros, y la melodramática tensión de sus musculaturas, abrazaron este concepto de percepción de la identidad moderna como condición de la desnudez, del desvelarse, de la completa transparencia y valiente objetividad.

La reforma de la danza y la aceptación del cuerpo desnudo como entidad metafísica, considerada como equivalente a una reforma moral, tuvo su expresión también en el cine, con películas como el filme de Nicholas Kaufmann y Wilhelm Prager, Wege zu Kaft und Schönheit (Camino hacia la fuerza y belleza) de 1925, Olympia, producida en 1938 por Leni Riefenstahl, que documenta las Olimpiadas de 1936 que se celebraron en el Estadio Olímpico de Berlín, y la monumental cinta de ciencia ficción de Fritz Lang, escrita por Thea von Harbou, Metropolis, de 1927. 

Hoy relataré como los arquitectos sintieron que el llamado iba dirigido especialmente a ellos. Zarathustra dice:

«Yo amo a quienes trabajan e inventan para construir al superhombre su morada.»

Y en Transvaloración de todos los valores, Nietzsche dice:

«Mirémonos a la cara. Nosotros somos hiperbóreos, – sabemos muy bien cuán aparte vivimos…Más allá del norte, del hielo, de la muerte- nuestra vida, nuestra felicidad… Nosotros hemos descubierto la felicidad, nosotros sabemos el camino, nosotros encontramos la salida de milenios enteros de laberinto. ¡Preferible vivir en medio del hielo que entre virtudes modernas y otros vientos del sur!»

E insiste:

«Y quien busca el conocimiento debe aprender a edificar con montañas. Yo elevo una cadena de montañas cada vez más santa […] Valorar es crear. ¡Oídlo, creadores! Cambio de los valores, cambio de los creadores. Siempre aniquila el que ha de ser creador.»

Y así habló Zarathustra. Y los jóvenes arquitectos alemanes escucharon. Y crearon una nueva arquitectura: la Arquitectura Expresionista. Propusieron el uso de nuevos materiales, como estructuras de concreto y acero vistas, y en especial, superficies de tabiques de vidrio, una arquitectura transparente, minimalista, y futurista, que al no ocultar nada, haría hombres morales, en edificios como montañas de cristal o formas rocosas, mucho más minerales y elementales que su inmediato predecesor, el florido y orgánico y aún contemporáneo, Art Nouveau. 

Bruno Taut (4 de mayo de 1880 – 24 de diciembre de 1938) publicó una visión utópica que llamó “Arquitectura Alpina”, que comprendía una serie de edificios de vidrio, entre éstos una catedral de Cristal. Así mismo, hizo un pabellón de la Industria del Acero, “El Monumento al Hierro”, en acero y vidrio, en Leipzig en 1913. Paul Scheerbart, quien se hacía llamar “Glass” (vidrio), colaboró con Taut, componiendo poemas sobre el vidrio para su “Pabellón de Cristal” en la Exposición de la Deutscher Werkbund (Asociación Alemana del Trabajo) de 1914 en Colonia.

Ludwig Mies van der Rohe (27 de marzo de 1886 – 17 de agosto de 1969) exploró las posibilidades de la arquitectura de vidrio, donde los reflejos adquirían la importancia otrora otorgada a las sombras, en sus rascacielos de vidrio de forma triangular y los de superficies alabeadas, proyectos de 1919 y 1920 respectivamente.

Otro expresionista, Walter Gropius (18 de mayo de 1883 – 5 de julio de 1969) quien usaba el seudónimo “Mass” (medida) fundó la Bauhaus (Casa de la Construcción) en Weimar en 1919, una escuela que integró las artesanías, las artes y la arquitectura con la industrialización. Allí estructuró el estudio como teoría del trabajo de taller y como teoría de la forma. Los estudiantes, quienes leían ceremoniosamente Así Habló Zarathustra, diseñaron desde alfabetos, muebles, utensilios domésticos, alfombras, hasta residencias y edificios, bajo el lema “Arte y técnica – una nueva unidad” para un mundo nuevo y un “hombre nuevo”.

Al llamado de Nietzsche acudió también el arquitecto suizo-francés Le Corbusier (6 de octubre de 1887 – 27 de agosto de 1965) quien no sólo quiso hacer la morada para el superhombre, sino que tomó muy en serio las palabras de Zarathustra: «Creo que he visualizado algunas de las características en el espíritu del superhombre; tal vez cualquiera que lo descifre deba perecer; sin embargo, quien lo haya visto debe ayudar a hacerlo a él posible.» De tal manera que Le Corbusier se dio a la tarea de ayudar a crear al superhombre ordenando su espacio vital por medio de un nuevo urbanismo y una nueva arquitectura. Así lo declaró en sus numerosas publicaciones:

«Yo creo que estamos viviendo un equívoco profundo y en una hipocresía deprimente. El contrato social actual no es más que un residuo. Su moral es cruel, pérfida, mentirosa; es inmoral. El dogma bíblico que empieza por definir pecado al acto de hacer el amor, que es la ley de la naturaleza fundamental, ha podrido nuestros corazones, ha acabado por resultar, en este siglo veinte, unas nociones de honor y de honestidad que son sólo unas fachadas que recubren muchas veces, mentiras y crímenes…Tengo inclinación por querer hacer superhombres. Adoptamos nuevas costumbres, aspiramos a una nueva ética, buscamos una nueva estética, y a todo esto, ¿qué forma de autoridad? El hombre con su razón y sus pasiones. […] El ser vivo no es otra cosa, desde el punto de vista físico, que un ‘transformador de energía solar’, según fórmula feliz del doctor Pierre Winter y, de entre todas las múltiples formas de esta energía, la luz, desde la infrarroja a la ultravioleta, constituye su indispensable alimentación. La absorbe directamente a través de la piel, a través de millones de papilas, adaptadas a las vibraciones luminosas como pequeños resonadores de precisión…La oscuridad, la luz enferma de las ciudades, destrozada por humos y polvo, supone la tuberculosis, el raquitismo, le neurastenia potencial… […] Los ‘placeres esenciales’ son: El sol, el espacio, la vegetación. Son las determinantes milenarias que moldean nuestro cuerpo y nuestro espíritu. Todo organismo muere cuando se arranca de su medio natural. La ciudad ‘radiante’ (radiosa) donde el hombre volverá a encontrar las condiciones de la naturaleza…el alojamiento moderno (sol, espacio, vegetación) … las prolongaciones del alojamiento (guarderías, jardines de infancia, escuelas y círculos de juventud; el deporte al pie de las casas). […] Las cuatro funciones de la ciudad: Habitar, trabajar, cultivarse (cultivar el cuerpo y el espíritu), circular.» 

Propuso la ciudad radiante (soleada) para reemplazar el hacinamiento urbano, de aire contaminado, sin luz, de los barrios industriales de la época. Diseñó Le Corbusier las Unidades de Habitación, como la de Marsella, edificios de 50 metros de altura, distantes entre 150 a 200 metros entre sí, implantados en función al sol en un parque verde, sobre pies derechos para liberar el suelo, que comprendían las funciones de un barrio, con viviendas abiertas al sol con sus balcones, un nivel comercial a la mitad del edificio, una terraza jardín con guardería, club, piscina, espacio para ejercitarse, y para la helio e hidroterapia. Propuso que las áreas verdes se usaran para la recreación y el deporte, el que al fin estaría al pie de las viviendas: 

«Las prolongaciones de la vivienda son: los medios de deporte cotidiano para cada cual, para todas las edades (paseos y carrera, natación, todos los juegos de pelota, helio e hidroterapia); la organización de los cursos de cultura física; la explotación de un servicio de sanidad; la organización del abastecimiento y la del servicio doméstico a domicilio.»

A pocos minutos, la fábrica verde, las oficinas y el área comercial. Todo organizado en un sector de 1200 por 800 metros.

El mundo en el que vivimos no sería el mismo de no ser por la influencia que tuvo Nietzsche en nuestra cultura, influencia que describe bien las palabras de Le Corbusier:

«La fin d´un monde. Deliverance.»