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Como cualquiera

.
Francisco Beltranena |
26 de marzo, 2024

Estos tiempos, en los que las redes sociales permiten el acceso a hacer comentarios y exponer opiniones a cualquier persona, son especialmente difíciles para el manejo de la vida pública de funcionarios de Estado.

Cuando el estado no tiene los recursos suficientes para tener aviones ejecutivos de transporte, no queda otra a los funcionarios de estado de hacer uso de las aerolíneas comerciales para tal propósito.

Vivimos en Guatemala un periodo de gobierno marcado por la promesa de campaña de luchar contra la corrupción. Una de esas acciones se dirigen a evitar el despilfarro de los recursos públicos y viajar es una de las acciones que pueden ser consideradas despilfarro por la opinión pública, especialmente si quien dirige los destinos del país como presidente es hijo del autor de la obra Viajar es vivir.

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Resulta que en un viaje familiar me ha tocado el difícil tránsito en que se han convertido los procesos de viaje. Dependiendo de la hora de salida de tu vuelo, así es la calidad de desvelo que te produce si sales por la mañana. Nos tocó madrugón para estar a las 4 de la mañana.

Haber pre chequeado en la mañana anterior me facilitó la vida a tal punto que solamente hubimos de dejar las maletas en el mostrador y dirigirnos al chequeo de seguridad y migración. Salvo lo incómodo de quitarse hasta los zapatos, ambos chequeos fueron relativamente rápidos.

Ya en el área internacional pasamos por un café y nos dirigimos a la puerta de embarque, donde para entrar había dos largas filas de pasajeros. Resulta que es un chequeo de seguridad que hace la aerolínea para cumplir los requerimientos de EE. UU., los que aparentemente no cumple el sistema del aeropuerto.

Ya casi llegando al final de nuestra fila para entrar a la puerta de abordaje y al control de seguridad, mi esposa me dice: mira allí viene el Presidente. Volteo a ver y, efectivamente, era él, acompañado por una comitiva de seguridad.  Les atendió alguien de la aerolínea y les entretuvo un par de minutos hasta indicarles a pasar. Al entrar a la sala de abordaje, le indicaron que la seguridad ya no podía acompañanarle y le dirigieron a una mesa de chequeo. Allí, el Presidente de la República le fue solicitado su maletín café claro para ser inspeccionado. Para mi, como atento observador, me pareció exagerado, pero él lo entregó sin más. El agente de seguridad urgó en su contenido, lo cerró y se lo entregó.

Nos tocó a nosotros el paso por seguridad para luego pasar al muelle de abordaje y entrar al avión. Caminamos por primera clase y al llegar a económica estaba Bernardo, ya con sacó quitado tratando de encontrar donde guardarlo. Cuando me vió, me dijo Pancho, tiempo sin verte. Presidente que gusto, le contesté, y me senté quedándome él al lado pasillo de por medio.

Dejamos que los últimos pasajeros pasaran e intercambiamos además de saludos y buenos deseos. Mi esposa aprovechó y le dijo: "presidente, ¿puedo tomarme una foto con usted?" Por supuesto, respondió. Nos paramos y en el pasillo nos la tomamos, algo que desencadenó un pequeño relajo porque otros pasajeros aprovecharon para pedirle tomarse un selfie, lo que puso en aprietos a la tripulación.

Soy un fiel creyente de que las autoridades mientras más normales sean mejor les va. Me tocó presenciar un registro de seguridad al presidente, que me pareció inapropiado y exagerado. Verle despedirse de nosotros en el aeropuerto de llegada, acompañado del Servicio Secreto y la policía de la ciudad fue tema aparte. Pero insisto, ser tratado como cualquiera no es el tratamiento que en el chequeo de seguridad se merecía el señor Presidente de la República.

¡Hasta la próxima!

Como cualquiera

Francisco Beltranena |
26 de marzo, 2024
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Estos tiempos, en los que las redes sociales permiten el acceso a hacer comentarios y exponer opiniones a cualquier persona, son especialmente difíciles para el manejo de la vida pública de funcionarios de Estado.

Cuando el estado no tiene los recursos suficientes para tener aviones ejecutivos de transporte, no queda otra a los funcionarios de estado de hacer uso de las aerolíneas comerciales para tal propósito.

Vivimos en Guatemala un periodo de gobierno marcado por la promesa de campaña de luchar contra la corrupción. Una de esas acciones se dirigen a evitar el despilfarro de los recursos públicos y viajar es una de las acciones que pueden ser consideradas despilfarro por la opinión pública, especialmente si quien dirige los destinos del país como presidente es hijo del autor de la obra Viajar es vivir.

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Resulta que en un viaje familiar me ha tocado el difícil tránsito en que se han convertido los procesos de viaje. Dependiendo de la hora de salida de tu vuelo, así es la calidad de desvelo que te produce si sales por la mañana. Nos tocó madrugón para estar a las 4 de la mañana.

Haber pre chequeado en la mañana anterior me facilitó la vida a tal punto que solamente hubimos de dejar las maletas en el mostrador y dirigirnos al chequeo de seguridad y migración. Salvo lo incómodo de quitarse hasta los zapatos, ambos chequeos fueron relativamente rápidos.

Ya en el área internacional pasamos por un café y nos dirigimos a la puerta de embarque, donde para entrar había dos largas filas de pasajeros. Resulta que es un chequeo de seguridad que hace la aerolínea para cumplir los requerimientos de EE. UU., los que aparentemente no cumple el sistema del aeropuerto.

Ya casi llegando al final de nuestra fila para entrar a la puerta de abordaje y al control de seguridad, mi esposa me dice: mira allí viene el Presidente. Volteo a ver y, efectivamente, era él, acompañado por una comitiva de seguridad.  Les atendió alguien de la aerolínea y les entretuvo un par de minutos hasta indicarles a pasar. Al entrar a la sala de abordaje, le indicaron que la seguridad ya no podía acompañanarle y le dirigieron a una mesa de chequeo. Allí, el Presidente de la República le fue solicitado su maletín café claro para ser inspeccionado. Para mi, como atento observador, me pareció exagerado, pero él lo entregó sin más. El agente de seguridad urgó en su contenido, lo cerró y se lo entregó.

Nos tocó a nosotros el paso por seguridad para luego pasar al muelle de abordaje y entrar al avión. Caminamos por primera clase y al llegar a económica estaba Bernardo, ya con sacó quitado tratando de encontrar donde guardarlo. Cuando me vió, me dijo Pancho, tiempo sin verte. Presidente que gusto, le contesté, y me senté quedándome él al lado pasillo de por medio.

Dejamos que los últimos pasajeros pasaran e intercambiamos además de saludos y buenos deseos. Mi esposa aprovechó y le dijo: "presidente, ¿puedo tomarme una foto con usted?" Por supuesto, respondió. Nos paramos y en el pasillo nos la tomamos, algo que desencadenó un pequeño relajo porque otros pasajeros aprovecharon para pedirle tomarse un selfie, lo que puso en aprietos a la tripulación.

Soy un fiel creyente de que las autoridades mientras más normales sean mejor les va. Me tocó presenciar un registro de seguridad al presidente, que me pareció inapropiado y exagerado. Verle despedirse de nosotros en el aeropuerto de llegada, acompañado del Servicio Secreto y la policía de la ciudad fue tema aparte. Pero insisto, ser tratado como cualquiera no es el tratamiento que en el chequeo de seguridad se merecía el señor Presidente de la República.

¡Hasta la próxima!