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Cómo va la cosa, hasta ahora

Yo no simpatizo con Semilla y menos con sus ideas, pero por el bien del país y de sus habitantes, no quiero que la suya sea una gestión fracasada

PIERRE-PHILIPPE MARCOU
Alejandro Palmieri |
05 de marzo, 2024

De los 49 días que lleva –hasta hoy– Arévalo como presidente, pasó de viaje 10. Más allá de las relaciones que estrechó o de los logros que pudo haber obtenido, fue un viaje inoportuno. Lo calificaron así –y más duro– hasta sus simpatizantes. En fin, lo hecho, hecho está, pero ya que el presidente y sus ministros le ponen tanta atención y preocupación a lo que cualquiera les dice o reclama en redes, debieran tomar nota y no volver una costumbre el viajar. Menos mal que no Arévalo Jr. no juega golf, porque si no, podría caen en lo que tanto se criticó de Trump durante su presidencia o lo que ahora le recriminan a Biden; eso sí, él no juega golf, sino come helado y saluda a niñas por doquier.

De por sí, las expectativas que se tienen de su gobierno son demasiado altas. Es su culpa, porque en campaña se vendieron como algo que simplemente no son y prometieron lo que no pueden cumplir. Para muestra: sus promesas de hacer pública su declaración patrimonial y el rebajarse el sueldo “desde el primero día”. Nanai. Ni lo uno, ni lo otro. Cuando menos con eso, quedó como el expresidente Portillo: como mentiroso.

Pero no todo está mal. Hasta ahora, ha tenido un approach bastante mesurado. Despacio se llega lejos, parece que piensa. Sin abandonar sus postulados e intenciones de dignificar la función pública –tan embadurnada de porquería por la administración de Giammattei– y de mejorar la vida para la mayoría de los guatemaltecos, no ha sido descuidado sino mesurado.

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No se puede decir lo mismo de su bancada y aliados. En el Legislativo, la cosa es más dramática. Las pugnas entre la oposición y el oficialismo están a un paso de llegar a las manos. No sería nada nuevo en el hemiciclo chapín, tampoco. Los diputados elegidos por Semilla –ahora independientes– parecen no asimilar que ya no son activistas sino dignatarios de la nación. Peor aún, no sé si por razón de edad o de falta de seriedad, sufren de complejo de influencers o de tiktokeros; está bien comunicar sus acciones, pero como se dice coloquialmente: que le bajen dos rayitas. El Legislativo tiene un canal de TV, además de todo un estamento dedicado a comunicar la actividad de los legisladores. Institucionalidad, que le dicen.

Pero si en algo se parecen en ambición y discurso, el Ejecutivo y el Legislativo oficialista es en que quieren fuera a la Fiscal General. ¡Cómo no! si ha encausado a diputados de Semilla y al propio presidente Arévalo. Si risa y risa no es la cosa. Siendo honestos, ¿quién no quisiera fuera a quien lo persigue a uno?, sobre todo si no se han esclarecido los señalamientos. El asunto es que cualquier acción del oficialismo o del Presidente en ese sentido es, claramente, un conflicto de interés y/o abuso de poder. Cámbiele usted “Arévalo” por “Morales” y “Porras” por “Aldana” y seguro entiende el clavo.

Vale decir que el actuar del MP en más de un caso no ha sido el más afortunado. Su empecinamiento por subvertir los resultados electorales es, cuando menos, oprobioso.

Vivimos la pura maldición china: vivimos en tiempos “interesantes”. Mientras tanto, hay una gran parte de la población –que votó por un cambio– que no está recibiendo por lo que votó. ¿Muy temprano? Posiblemente, pero el tiempo pasa rápido.

Yo no simpatizo con Semilla y menos con sus ideas, pero por el bien del país y de sus habitantes, no quiero que la suya sea una gestión fracasada.

Un –otro– gobierno fracasado nos arrojaría, casi ciertamente, a los brazos de un populista bobalicón con posibles nexos con el narco. Usted, querido lector, sabe bien de quién hablo, seguramente. Si cree que las ideologías nos han hecho mucho daño, no le quiero contar el daño que nos haría alguien sin ideología.

Cómo va la cosa, hasta ahora

Yo no simpatizo con Semilla y menos con sus ideas, pero por el bien del país y de sus habitantes, no quiero que la suya sea una gestión fracasada

Alejandro Palmieri |
05 de marzo, 2024
PIERRE-PHILIPPE MARCOU

De los 49 días que lleva –hasta hoy– Arévalo como presidente, pasó de viaje 10. Más allá de las relaciones que estrechó o de los logros que pudo haber obtenido, fue un viaje inoportuno. Lo calificaron así –y más duro– hasta sus simpatizantes. En fin, lo hecho, hecho está, pero ya que el presidente y sus ministros le ponen tanta atención y preocupación a lo que cualquiera les dice o reclama en redes, debieran tomar nota y no volver una costumbre el viajar. Menos mal que no Arévalo Jr. no juega golf, porque si no, podría caen en lo que tanto se criticó de Trump durante su presidencia o lo que ahora le recriminan a Biden; eso sí, él no juega golf, sino come helado y saluda a niñas por doquier.

De por sí, las expectativas que se tienen de su gobierno son demasiado altas. Es su culpa, porque en campaña se vendieron como algo que simplemente no son y prometieron lo que no pueden cumplir. Para muestra: sus promesas de hacer pública su declaración patrimonial y el rebajarse el sueldo “desde el primero día”. Nanai. Ni lo uno, ni lo otro. Cuando menos con eso, quedó como el expresidente Portillo: como mentiroso.

Pero no todo está mal. Hasta ahora, ha tenido un approach bastante mesurado. Despacio se llega lejos, parece que piensa. Sin abandonar sus postulados e intenciones de dignificar la función pública –tan embadurnada de porquería por la administración de Giammattei– y de mejorar la vida para la mayoría de los guatemaltecos, no ha sido descuidado sino mesurado.

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No se puede decir lo mismo de su bancada y aliados. En el Legislativo, la cosa es más dramática. Las pugnas entre la oposición y el oficialismo están a un paso de llegar a las manos. No sería nada nuevo en el hemiciclo chapín, tampoco. Los diputados elegidos por Semilla –ahora independientes– parecen no asimilar que ya no son activistas sino dignatarios de la nación. Peor aún, no sé si por razón de edad o de falta de seriedad, sufren de complejo de influencers o de tiktokeros; está bien comunicar sus acciones, pero como se dice coloquialmente: que le bajen dos rayitas. El Legislativo tiene un canal de TV, además de todo un estamento dedicado a comunicar la actividad de los legisladores. Institucionalidad, que le dicen.

Pero si en algo se parecen en ambición y discurso, el Ejecutivo y el Legislativo oficialista es en que quieren fuera a la Fiscal General. ¡Cómo no! si ha encausado a diputados de Semilla y al propio presidente Arévalo. Si risa y risa no es la cosa. Siendo honestos, ¿quién no quisiera fuera a quien lo persigue a uno?, sobre todo si no se han esclarecido los señalamientos. El asunto es que cualquier acción del oficialismo o del Presidente en ese sentido es, claramente, un conflicto de interés y/o abuso de poder. Cámbiele usted “Arévalo” por “Morales” y “Porras” por “Aldana” y seguro entiende el clavo.

Vale decir que el actuar del MP en más de un caso no ha sido el más afortunado. Su empecinamiento por subvertir los resultados electorales es, cuando menos, oprobioso.

Vivimos la pura maldición china: vivimos en tiempos “interesantes”. Mientras tanto, hay una gran parte de la población –que votó por un cambio– que no está recibiendo por lo que votó. ¿Muy temprano? Posiblemente, pero el tiempo pasa rápido.

Yo no simpatizo con Semilla y menos con sus ideas, pero por el bien del país y de sus habitantes, no quiero que la suya sea una gestión fracasada.

Un –otro– gobierno fracasado nos arrojaría, casi ciertamente, a los brazos de un populista bobalicón con posibles nexos con el narco. Usted, querido lector, sabe bien de quién hablo, seguramente. Si cree que las ideologías nos han hecho mucho daño, no le quiero contar el daño que nos haría alguien sin ideología.