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Del egoísmo o amor propio, 5ª Parte

La necesidad de ser moral está determinada por la vida misma, nos dice el escolarca. Solo para el ser vivo es que las cosas pueden ser buenas o malas. Lo que produce placer es bueno, lo que produce dolor es malo.

Busto del filósofo griego Epicuro
Warren Orbaugh |
15 de abril, 2024

Continuando con nuestra indagación sobre lo que distintos filósofos han dicho sobre el egoísmo, consideremos ahora lo que escribió Epicuro, el filósofo de Samos del siglo IV a.C., en su Carta a Meneceo, recogida por Diógenes Laercio.

El propósito de la moral

Para el filósofo de Samos, el propósito de la moral es descubrir aquellas virtudes o hábitos o costumbres adecuadas para conseguir y conservar las cualidades de carácter que le permitan al individuo alcanzar el valor último que consiste en la vida placentera. Este fin, a todas luces egoísta, nos dice Epicuro, es posible en un universo determinista gracias a que el hombre posee libre albedrío.

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Hedonismo racional

La necesidad de ser moral está determinada por la vida misma, nos dice el escolarca. Solo para el ser vivo es que las cosas pueden ser buenas o malas. Lo que produce placer es bueno, lo que produce dolor es malo.

El hombre tiene pues, necesidad de actuar para remover el dolor y buscar el placer. Para el que ya murió no hay nada bueno ni nada malo pues ya no existe y, por tanto, no puede sentir ni dolor ni placer. Y para un ser indestructible no hay ni dolor ni placer pues no tiene ni problemas ni necesidad alguna de actuar para cambiar su situación.

 Lo que conduce a la vida placentera debe ser elegido guiado por la recta razón y no por caprichos ni antojos:

«Y por eso decimos que el placer es el punto de partida y la meta de vivir bienaventuradamente. Porque reconocimos esto como nuestro primer bien innato y este es nuestro punto de partida para cada elección y evitación; y llegamos a esto juzgando todo bien por el criterio de la sensación. Y es solo porque este es el primer bien innato que no elegimos todos los placeres; pero a veces dejamos pasar muchos placeres cuando obtenemos una mayor cantidad de lo que no es agradable de ellos. Creemos que muchos dolores son mejores que los placeres, cuando el placer mayor sigue durante mucho tiempo si soportamos los dolores.

Por lo tanto, todo placer es algo bueno, ya que tiene una naturaleza agradable para nosotros, pero no todo placer debe ser elegido. Así como todo dolor también es algo malo, pero no todo es tal que siempre se evite. Sin embargo, es conveniente tomar todas estas decisiones mediante la medición comparativa y el examen de las ventajas y desventajas. […] Por lo tanto, cuando decimos que el placer es la meta, no nos referimos a los placeres del libertino o a los placeres del consumo, como algunos creen, ya sea por ignorancia y desacuerdo o por deliberada mala interpretación, sino más bien la falta de dolor en el cuerpo y perturbación en el alma. Porque no se trata de borracheras y fiestas continuas y de disfrutar de muchachos y mujeres, o consumiendo pescado y demás delicadezas de una mesa extravagante, lo que producen la vida placentera, sino un cálculo sobrio que busca las razones de cada elección y la evitación y expulsa las opiniones que son la fuente de la mayor confusión para las almas de los hombres».

La prudencia es la virtud del egoísmo

«La prudencia es el principio de todas estas cosas y es el mayor bien. Por eso la prudencia es algo más valioso que la filosofía. Porque la prudencia es la fuente de todas las demás virtudes, enseñando que es imposible vivir placenteramente sin vivir prudentemente, honorable y justamente e imposible vivir prudentemente, honorable y justamente sin vivir placenteramente. Porque las virtudes son complementos naturales de la vida placentera, y la vida placentera es inseparable de ellas».

Continuará.

Del egoísmo o amor propio, 5ª Parte

La necesidad de ser moral está determinada por la vida misma, nos dice el escolarca. Solo para el ser vivo es que las cosas pueden ser buenas o malas. Lo que produce placer es bueno, lo que produce dolor es malo.

Warren Orbaugh |
15 de abril, 2024
Busto del filósofo griego Epicuro

Continuando con nuestra indagación sobre lo que distintos filósofos han dicho sobre el egoísmo, consideremos ahora lo que escribió Epicuro, el filósofo de Samos del siglo IV a.C., en su Carta a Meneceo, recogida por Diógenes Laercio.

El propósito de la moral

Para el filósofo de Samos, el propósito de la moral es descubrir aquellas virtudes o hábitos o costumbres adecuadas para conseguir y conservar las cualidades de carácter que le permitan al individuo alcanzar el valor último que consiste en la vida placentera. Este fin, a todas luces egoísta, nos dice Epicuro, es posible en un universo determinista gracias a que el hombre posee libre albedrío.

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La necesidad de ser moral está determinada por la vida misma, nos dice el escolarca. Solo para el ser vivo es que las cosas pueden ser buenas o malas. Lo que produce placer es bueno, lo que produce dolor es malo.

El hombre tiene pues, necesidad de actuar para remover el dolor y buscar el placer. Para el que ya murió no hay nada bueno ni nada malo pues ya no existe y, por tanto, no puede sentir ni dolor ni placer. Y para un ser indestructible no hay ni dolor ni placer pues no tiene ni problemas ni necesidad alguna de actuar para cambiar su situación.

 Lo que conduce a la vida placentera debe ser elegido guiado por la recta razón y no por caprichos ni antojos:

«Y por eso decimos que el placer es el punto de partida y la meta de vivir bienaventuradamente. Porque reconocimos esto como nuestro primer bien innato y este es nuestro punto de partida para cada elección y evitación; y llegamos a esto juzgando todo bien por el criterio de la sensación. Y es solo porque este es el primer bien innato que no elegimos todos los placeres; pero a veces dejamos pasar muchos placeres cuando obtenemos una mayor cantidad de lo que no es agradable de ellos. Creemos que muchos dolores son mejores que los placeres, cuando el placer mayor sigue durante mucho tiempo si soportamos los dolores.

Por lo tanto, todo placer es algo bueno, ya que tiene una naturaleza agradable para nosotros, pero no todo placer debe ser elegido. Así como todo dolor también es algo malo, pero no todo es tal que siempre se evite. Sin embargo, es conveniente tomar todas estas decisiones mediante la medición comparativa y el examen de las ventajas y desventajas. […] Por lo tanto, cuando decimos que el placer es la meta, no nos referimos a los placeres del libertino o a los placeres del consumo, como algunos creen, ya sea por ignorancia y desacuerdo o por deliberada mala interpretación, sino más bien la falta de dolor en el cuerpo y perturbación en el alma. Porque no se trata de borracheras y fiestas continuas y de disfrutar de muchachos y mujeres, o consumiendo pescado y demás delicadezas de una mesa extravagante, lo que producen la vida placentera, sino un cálculo sobrio que busca las razones de cada elección y la evitación y expulsa las opiniones que son la fuente de la mayor confusión para las almas de los hombres».

La prudencia es la virtud del egoísmo

«La prudencia es el principio de todas estas cosas y es el mayor bien. Por eso la prudencia es algo más valioso que la filosofía. Porque la prudencia es la fuente de todas las demás virtudes, enseñando que es imposible vivir placenteramente sin vivir prudentemente, honorable y justamente e imposible vivir prudentemente, honorable y justamente sin vivir placenteramente. Porque las virtudes son complementos naturales de la vida placentera, y la vida placentera es inseparable de ellas».

Continuará.