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Desean una república ¿Cuál quieren?

Cuando se piden repúblicas, no se quiere hacer una Roma nueva, se quiere hacer nueva a Roma.

Bandera de la república de Venecia
Reynaldo Rodríguez |
17 de abril, 2024

El problema del hombre moderno se basa en la exégesis, o interpretación, de los textos clásicos. Aquello que le dice el texto clásico, Píndaro, Homero o Aristóteles, al hombre moderno es poco inteligible, pues la distancia histórica es tan grande y la liquidez de la historia del pensamiento tanta, que este se encuentra en un vacío existencial. El hombre moderno que habla sobre la república y se refiere a Roma y a Grecia, a Florencia y a Venecia, se refiere a un phantasma, una aparición que solo está presente en la percepción.

Para hacer una verdadera exégesis de los clásicos es necesario entender los cambios sustanciales en la constitución de lo político. El hombre moderno solo puede conocer su situación adentrándose en la situación del pasado, pues conociendo el pasado se conoce a sí mismo. Así, se da cuenta que el pasado es diferente a él, pues, para saber eso, ¡tiene que saber cómo es él mismo! El hombre moderno debe conocerse a él mismo y, para ello, debe adentrarse en las formas políticas que le precedieron.

Las repúblicas clásicas eran pequeñas y su derecho está establecido por la costumbre. A diferencia de ello, las repúblicas modernas tienden a homogeneizar el derecho y desligarlo de las particularidades de las poblaciones masivas y heterogéneas, execrando lo comunitario por la creación de lo nacional. Las diferencias fundamentales, entonces, particularmente referentes al origen de la emanación de lo jurídico se divide en dos. La diferencia primera es que el derecho emana de la costumbre, la cual es un orden espontáneo nacido de las relaciones intersubjetivas de las personas de una comunidad. La diferencia segunda es que el derecho como resolución de conflictos se basa en la particularidad de las comunidades desde su tradición legal.

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Si se piden derechos, ¿cuáles se desean? Si se pide libertad, ¿se pide la antigua? Si se pide república, ¿cuál se desea?

La creación de los Estados, no como ente gubernamental y administrativo, sino que como entes formados por individuos, no es un ente orgánico. Así como los amigos, el grupo básico de la polis o el Estado griego, son uniones radicalmente libres, las comunidades formadas por familias igual. Los Estados modernos las unen a través de la fuerza, adquiriendo terrenos como juego geopolítico.

A estos dos estados les llamamos repúblicas. ¿Cuál desean ustedes?

Cuando se piden repúblicas, no se quiere hacer una Roma nueva, se quiere hacer nueva a Roma. El problema de la filosofía política moderna es querer conjugar estas dos tradiciones. Sin embargo, una se creó bajo un umbral de libertad diferente al del hombre moderno. Por ello, nosotros somos humanos en crisis. Estamos alienados de nuestro tiempo, hablando sobre lo reaccionario y actuando como progresistas. Se habla sobre Atenas mientras nos alejamos de ella.

Por esta condición existencial, es necesario que nosotros, hombres modernos, nos veamos al espejo momentáneamente y pensemos en lo que deseamos. El mundo contemporáneo es un mundo de contradicciones histórico-filosóficas. Un mundo que trata de abrazarse a sí mismo sin posibilidad de ello. Un mundo que corre fuera de sí para regresar a sí mismo.

Si se piden derechos, ¿cuáles se desean? Si se pide libertad, ¿se pide la antigua? Si se pide república, ¿cuál se desea?

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Cuando se piden repúblicas, no se quiere hacer una Roma nueva, se quiere hacer nueva a Roma.

Reynaldo Rodríguez |
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Bandera de la república de Venecia

El problema del hombre moderno se basa en la exégesis, o interpretación, de los textos clásicos. Aquello que le dice el texto clásico, Píndaro, Homero o Aristóteles, al hombre moderno es poco inteligible, pues la distancia histórica es tan grande y la liquidez de la historia del pensamiento tanta, que este se encuentra en un vacío existencial. El hombre moderno que habla sobre la república y se refiere a Roma y a Grecia, a Florencia y a Venecia, se refiere a un phantasma, una aparición que solo está presente en la percepción.

Para hacer una verdadera exégesis de los clásicos es necesario entender los cambios sustanciales en la constitución de lo político. El hombre moderno solo puede conocer su situación adentrándose en la situación del pasado, pues conociendo el pasado se conoce a sí mismo. Así, se da cuenta que el pasado es diferente a él, pues, para saber eso, ¡tiene que saber cómo es él mismo! El hombre moderno debe conocerse a él mismo y, para ello, debe adentrarse en las formas políticas que le precedieron.

Las repúblicas clásicas eran pequeñas y su derecho está establecido por la costumbre. A diferencia de ello, las repúblicas modernas tienden a homogeneizar el derecho y desligarlo de las particularidades de las poblaciones masivas y heterogéneas, execrando lo comunitario por la creación de lo nacional. Las diferencias fundamentales, entonces, particularmente referentes al origen de la emanación de lo jurídico se divide en dos. La diferencia primera es que el derecho emana de la costumbre, la cual es un orden espontáneo nacido de las relaciones intersubjetivas de las personas de una comunidad. La diferencia segunda es que el derecho como resolución de conflictos se basa en la particularidad de las comunidades desde su tradición legal.

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La creación de los Estados, no como ente gubernamental y administrativo, sino que como entes formados por individuos, no es un ente orgánico. Así como los amigos, el grupo básico de la polis o el Estado griego, son uniones radicalmente libres, las comunidades formadas por familias igual. Los Estados modernos las unen a través de la fuerza, adquiriendo terrenos como juego geopolítico.

A estos dos estados les llamamos repúblicas. ¿Cuál desean ustedes?

Cuando se piden repúblicas, no se quiere hacer una Roma nueva, se quiere hacer nueva a Roma. El problema de la filosofía política moderna es querer conjugar estas dos tradiciones. Sin embargo, una se creó bajo un umbral de libertad diferente al del hombre moderno. Por ello, nosotros somos humanos en crisis. Estamos alienados de nuestro tiempo, hablando sobre lo reaccionario y actuando como progresistas. Se habla sobre Atenas mientras nos alejamos de ella.

Por esta condición existencial, es necesario que nosotros, hombres modernos, nos veamos al espejo momentáneamente y pensemos en lo que deseamos. El mundo contemporáneo es un mundo de contradicciones histórico-filosóficas. Un mundo que trata de abrazarse a sí mismo sin posibilidad de ello. Un mundo que corre fuera de sí para regresar a sí mismo.

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