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Ecologismo: la religión suicida del siglo XXI

Pero los campesinos, agricultores y ganaderos parecen no haberse contaminado con esa educación y están reaccionando. Contraatacan.

Ecologismo
Warren Orbaugh |
11 de julio, 2022

Hace poco se difundió la noticia de la misteriosa explosión que destruyó las “Piedras de Guía de Georgia” (Giorgia Guidestone),un monumento al globalismo de izquierda. Esta estructuramandada a construir por R. C. Christian (un seudónimo) en 1980y donada al Estado, estaba conformada por seis losas de granitode seis metros de alto cada una, alineadas según criterios astronómicos. Cada losa, tal tabla de Moisés, contiene diez mandamientos, cada una en un idioma distinto, del globalismo considerados como manual político de la socialdemocracia y del “nuevo orden mundial”. Entre sus mandatos están el mantener la población mundial menor a 500 millones de personas, y como hoy es de aproximadamente 7000 millones, pide eliminar al 93% de la humanidad, el aborto, el ecologismo, balancear los derechos personales con las obligaciones sociales y evitar que los hombres sean el cáncer en la tierra dejándole espacio a la naturaleza.

Esta emulación y alusión del significado para del evento bíblico no es casualidad. Es un suceso claramente religioso. Si bien es cierto que la religión se inventó para que el hombre primitivo, de alguna manera, superara el desasosiego que la incertidumbre le produce, proveyéndole algún tipo de explicación, sobre el mundo y los acontecimientos, que lo confortara y le sirviera de guía moral (una manipulación de la conducta por medio de premios y castigos) para conducir su vida, pronto se descubrió su utilidad política. Y esta función hizo a la religión un instrumento valiosísimo para todo aquel que quiso utilizar a las masas como medios para alcanzar sus propósitos. Estos dictadores se vendieron a sí mismos como sacerdotes y reyes o sacerdotes-reyes, quienes eran una forma de dioses y que imitaban las acciones de los dioses que, según sus mitos, habían creado el orden.

Los sacerdotes y/o reyes manejaban lo que decían dios había hecho. Inventaron una organización social como la “había hecho dios” y que debiera operarse así por perpetuidad. El sacerdote-rey era el que conocía las convenciones, es decir, como eran las cosas y como serían siempre. Eran los guardianes de las convenciones. También afirmaron saber lo que los dioses querían y conocían los rituales secretos que les habían enseñado los dioses. Esos rituales incluían entre otros la inmolación y antropofagia de niños, jóvenes varones y hembras, y enemigos cautivos. El propósito declarado de los rituales era quedar bien con dios y conseguir sus favores; el no declarado siempre ha sido controlar completamente la voluntad de los fieles, ya sea para usarlos en guerras santas, jihads, persecución y eliminación de infieles, yenriquecerse a sus costillas.

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¿Y qué sucede cuando el hombre no obedece lo que el dios manda por medio de sus sacerdotes-reyes? La amenaza apocalíptica de la destrucción de la humanidad.

El mito del diluvio, narrada primero por los sumerios en la Epopeya de Gilgamesh, nos da una idea. Dice que hubo una época en que Enlil, el más poderoso de los dioses, estaba descontento con la humanidad y decidió enviar un diluvio al que no podría sobrevivir ningún ser viviente. Pero el veredicto le pareció muy severo a Ea, un dios colega, quien en un sueño advirtió a su mortal favorito, Utnapishtim. Éste construyó una nave para sí mismo y la cargó con su familia y “la semilla de todas las criaturas vivientes … la caza del campo y todos los artesanos”. La nave capeó el temporal durante seis días y seis noches. Al séptimo día, al ir bajando las aguas, desembarcó y despidió a sus pasajeros, hombre y bestia.

¿Y cuál es el pecado por excelencia, tan grave, que requiere como castigo la aniquilación de todo?

Una pista nos la da el relato bíblico de la creación del hombre. Yahweh le dio este mandato al hombre: «de todos los árboles del paraíso puedes comer, pero del árbol de la ciencia del bien y del mal no comas, porque el día que de él comieres, ciertamente morirás».  [Eloíno Nácar y Alberto Colugna, traducción directa de las lenguas originales. Sagrada biblia. “Génesis 2”. (Madrid, EDICA, 1976).]

El pecado es la búsqueda del conocimiento científico y el esfuerzo del hombre por domeñar a la naturaleza para alcanzar una vida mejor. Y el castigo es por su razonamiento independiente. El mensaje es: si viven como bestias, obedientes animales irracionales, adaptándose al medio ambiente, está bien; si viven como hombres independientes que razonan y modifican el medio ambiente para su beneficio, está mal y serán destruidos.

Pero en la Ilustración, estos aspirantes a dictadores perdieron este valiosísimo instrumento pues se estableció la separación entre iglesia y estado. Los liberales clásicos consiguieron que la religión quedara como asunto privado sin posibilidad de injerencia política, tan sólo como el derecho de libertad de culto, pero tolerando el mismo derecho en los demás. Sin embargo, estos pretendientes de dictadores que anhelan dictar a los demás como deben vivir sus vidas, reaccionaron inventando el socialismo. Uno de ellos, Augusto Comte, lo inventó bajo el término positivismo culminando con su nueva “Religión de la Humanidad” y su ética que bautizó como “altruismo”. El altruismo no reconoce los derechos individuales y pretende considerar a los humanos como cosas, que deben sacrificarse en beneficio de los demás, recobrando así las antiguas costumbres religiosas: 

“La idea de derecho debe desaparecer de lo político, así como la idea de causa del dominio de la filosofía. …El positivismo nunca admite nada más que deberes, de todos para con todos. Para su persistente punto de vista social no puede tolerar lanoción de derecho, basada constantemente en el individualismo. Nacemos cargados de obligaciones de todo tipo, para con nuestros predecesores, nuestros sucesores, y nuestros contemporáneos. Posteriormente estas obligaciones sólo crecen o se acumulan antes de que podamos repagar algún servicio. ¿En qué fundamento humano podría entonces apoyarse la idea de derecho, cuando razonablemente debería implicar algún rendimiento previo? Cualesquiera que sean nuestros esfuerzos, la vida más larga, bien empleada, jamás nos permitiría pagar sino una parte imperceptible de todo lo que hemos recibido…Todo derecho humano es tan absurdo, como inmoral.”  

[Auguste Comte, El Catecismo de la Religión Positivista, Conversación XI, “Vida Pública”.] 

Una de sus ramas contemporáneas es el ecologismo con su mito del “calentamiento global” esgrimido por los progres y Demócratas socialistas. Y el pecado con que nos condenan sigue siendo el mismo. Desde los años 70, los eco-histéricos socialistas vienen anunciando el fin espantoso del mundo debido a las acciones del hombre. Afirmaban desde entonces que nos quedaban diez años. Y cada década repetían lo mismo. Cincuenta años después, Alexandria Ocasio-Cortés, la representante Demócrata de la cámara baja, nos avisó que nos quedan doce años. Recientemente, el Demócrata John Forbes Kerry, el Enviado Especial de los Estados Unidos para el Clima, nos advirtió que nos quedan tan sólo siete años para el desastre final. 

En lo único que difiere el mito moderno del antiguo es que ahora el hombre es culpable del desastre climático, no como castigo de un dios descontento por el razonamiento independiente del humano que lo lleva a buscar los medios para disfrutar una mejor vida, sino como agente directo. Alarmados, estos progres nos chillan que vivimos una crisis sin precedente en la historia humana. Tratan de convencernos de que los humanos somos los culpables de la totalidad de la crisis. De nada sirve tratar de razonar con estos apasionados defensores de sus creencias religiosas. Estos fanáticos son irrazonables y, al igual que sus predecesores del oscurantismo no toleran ideas que difieran de las suyas y agreden a quienes disientan con ellos y tratan de destruirles sus vidas. Consideran que ahora el hombre tiene el poder de dios para cambiar el clima a voluntad y estos humanistas o progres no dudan en sacrificar a las personas para alcanzar sus fines. Nos urgen a abandonar la era de energía fósil y nuclear, y a abandonar el consumo de carne y vegetales mejorados. Y como han llegado al poder en distintos países no han dudado en forzar su religión por medio de la legislación a los demás.

Estos fanáticos, con su fatal arrogancia (ellos saben lo que es mejor para cada uno, pero no entienden de economía, ciencia, ni agricultura) y su altruismo (que legitima a sacrificar a unos para beneficiar a otros, por lo que la vida de los demás poco les importa), siguiendo los preceptos de sus tablas guías, sus piedras sagradas, impusieron mandatos en Sri Lanka, en Holanda, en Bélgica, en Alemania, en Italia, en Estados Unidos y pretenden seguir con Canadá y otros países.

En Sri Lanka, el gobierno socialista de Gotabaya Rajapaksa, que quiso ser el alumno preferido de los sueños ecológicos de la Unión Europea, erradicó toda práctica agrícola que no fuera ecológica forzando su política de agricultura orgánica en el 2020, imponiendo una prohibición a la importación y uso de fertilizantes sintéticos y pesticidas y ordenando a los dos millones de campesinos cultivar orgánicamente. El resultado ha sido brutal. La producción disminuyó un 20% en los primeros meses y habiendo sido autosuficientes en la producción de arroz, se vieron forzados a importar arroz por $450 millones de dólares. La regulación también destrozó los cultivos de té, hule y coco. Llevaron al país a la quiebra total y a padecer de hambre. Los campesinos y el pueblo se levantaron en contra del gobierno y el presidente comunista Rajapaska tuvo que salir huyendo.

Y con el mayor desprecio por la vida de las personas el gobierno holandés requiere que los granjeros usen menos fertilizante, que reduzcan su ganado, y está forzando a los agricultores a vender sus fincas para cumplir con las metas climáticas. En Bélgica están implementando un impuesto ambiental al consumo de carne. En Alemania ya no hay combustible ni fertilizantes. En Canadá, Justin Trudeau ha impuesto un límite a la emisión de nitrógeno que diezmará las granjas canadienses. Y los habitantes de Estados Unidos están sufriendo la falta de combustible porque su gobierno les ha prohibido producirlo para así acelerar la transición al nuevo orden mundial, cuya meta la definió La Unión Europea prohibiendo vehículos nuevos diésel y de gasolina a partir del 2035. Todo a pesar del problema que significa la guerra en Ucrania. ¡Putin no podría estar más feliz!

¡Qué les importa a estos petulantes presuntuosos sacrificar a millones! Han aprendido de sus antecesores: Lenin, Stalin, Pol Pot, Castro, etc. Su religión requiere sufrimiento, padecimiento, inmolaciones. Lo saben muy bien pues son intelectuales socialistas. ¡Han visto la verdad que les ha sido revelada en las aulas universitarias!

Pero los campesinos, agricultores y ganaderos parecen no haberse contaminado con esa educación y están reaccionando. Contraatacan. Están protestando contra sus respectivos gobiernos, paralizando la producción y distribución de comestibles. Hoy los supermercados holandeses están desabastecidos. 

¿Esperan los gobernantes fanáticos de esta nueva religión del siglo XXI correr la misma suerte de Rajapaska? Donde sea que han implementado las ideas socialistas han producido miseria. Pero los fanáticos son incapaces de ver los hechos, sólo creen en lo que dice en sus piedras guía.

Ciertamente el ecologísmo es una religión sucida.

Ecologismo: la religión suicida del siglo XXI

Pero los campesinos, agricultores y ganaderos parecen no haberse contaminado con esa educación y están reaccionando. Contraatacan.

Warren Orbaugh |
11 de julio, 2022
Ecologismo

Hace poco se difundió la noticia de la misteriosa explosión que destruyó las “Piedras de Guía de Georgia” (Giorgia Guidestone),un monumento al globalismo de izquierda. Esta estructuramandada a construir por R. C. Christian (un seudónimo) en 1980y donada al Estado, estaba conformada por seis losas de granitode seis metros de alto cada una, alineadas según criterios astronómicos. Cada losa, tal tabla de Moisés, contiene diez mandamientos, cada una en un idioma distinto, del globalismo considerados como manual político de la socialdemocracia y del “nuevo orden mundial”. Entre sus mandatos están el mantener la población mundial menor a 500 millones de personas, y como hoy es de aproximadamente 7000 millones, pide eliminar al 93% de la humanidad, el aborto, el ecologismo, balancear los derechos personales con las obligaciones sociales y evitar que los hombres sean el cáncer en la tierra dejándole espacio a la naturaleza.

Esta emulación y alusión del significado para del evento bíblico no es casualidad. Es un suceso claramente religioso. Si bien es cierto que la religión se inventó para que el hombre primitivo, de alguna manera, superara el desasosiego que la incertidumbre le produce, proveyéndole algún tipo de explicación, sobre el mundo y los acontecimientos, que lo confortara y le sirviera de guía moral (una manipulación de la conducta por medio de premios y castigos) para conducir su vida, pronto se descubrió su utilidad política. Y esta función hizo a la religión un instrumento valiosísimo para todo aquel que quiso utilizar a las masas como medios para alcanzar sus propósitos. Estos dictadores se vendieron a sí mismos como sacerdotes y reyes o sacerdotes-reyes, quienes eran una forma de dioses y que imitaban las acciones de los dioses que, según sus mitos, habían creado el orden.

Los sacerdotes y/o reyes manejaban lo que decían dios había hecho. Inventaron una organización social como la “había hecho dios” y que debiera operarse así por perpetuidad. El sacerdote-rey era el que conocía las convenciones, es decir, como eran las cosas y como serían siempre. Eran los guardianes de las convenciones. También afirmaron saber lo que los dioses querían y conocían los rituales secretos que les habían enseñado los dioses. Esos rituales incluían entre otros la inmolación y antropofagia de niños, jóvenes varones y hembras, y enemigos cautivos. El propósito declarado de los rituales era quedar bien con dios y conseguir sus favores; el no declarado siempre ha sido controlar completamente la voluntad de los fieles, ya sea para usarlos en guerras santas, jihads, persecución y eliminación de infieles, yenriquecerse a sus costillas.

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¿Y qué sucede cuando el hombre no obedece lo que el dios manda por medio de sus sacerdotes-reyes? La amenaza apocalíptica de la destrucción de la humanidad.

El mito del diluvio, narrada primero por los sumerios en la Epopeya de Gilgamesh, nos da una idea. Dice que hubo una época en que Enlil, el más poderoso de los dioses, estaba descontento con la humanidad y decidió enviar un diluvio al que no podría sobrevivir ningún ser viviente. Pero el veredicto le pareció muy severo a Ea, un dios colega, quien en un sueño advirtió a su mortal favorito, Utnapishtim. Éste construyó una nave para sí mismo y la cargó con su familia y “la semilla de todas las criaturas vivientes … la caza del campo y todos los artesanos”. La nave capeó el temporal durante seis días y seis noches. Al séptimo día, al ir bajando las aguas, desembarcó y despidió a sus pasajeros, hombre y bestia.

¿Y cuál es el pecado por excelencia, tan grave, que requiere como castigo la aniquilación de todo?

Una pista nos la da el relato bíblico de la creación del hombre. Yahweh le dio este mandato al hombre: «de todos los árboles del paraíso puedes comer, pero del árbol de la ciencia del bien y del mal no comas, porque el día que de él comieres, ciertamente morirás».  [Eloíno Nácar y Alberto Colugna, traducción directa de las lenguas originales. Sagrada biblia. “Génesis 2”. (Madrid, EDICA, 1976).]

El pecado es la búsqueda del conocimiento científico y el esfuerzo del hombre por domeñar a la naturaleza para alcanzar una vida mejor. Y el castigo es por su razonamiento independiente. El mensaje es: si viven como bestias, obedientes animales irracionales, adaptándose al medio ambiente, está bien; si viven como hombres independientes que razonan y modifican el medio ambiente para su beneficio, está mal y serán destruidos.

Pero en la Ilustración, estos aspirantes a dictadores perdieron este valiosísimo instrumento pues se estableció la separación entre iglesia y estado. Los liberales clásicos consiguieron que la religión quedara como asunto privado sin posibilidad de injerencia política, tan sólo como el derecho de libertad de culto, pero tolerando el mismo derecho en los demás. Sin embargo, estos pretendientes de dictadores que anhelan dictar a los demás como deben vivir sus vidas, reaccionaron inventando el socialismo. Uno de ellos, Augusto Comte, lo inventó bajo el término positivismo culminando con su nueva “Religión de la Humanidad” y su ética que bautizó como “altruismo”. El altruismo no reconoce los derechos individuales y pretende considerar a los humanos como cosas, que deben sacrificarse en beneficio de los demás, recobrando así las antiguas costumbres religiosas: 

“La idea de derecho debe desaparecer de lo político, así como la idea de causa del dominio de la filosofía. …El positivismo nunca admite nada más que deberes, de todos para con todos. Para su persistente punto de vista social no puede tolerar lanoción de derecho, basada constantemente en el individualismo. Nacemos cargados de obligaciones de todo tipo, para con nuestros predecesores, nuestros sucesores, y nuestros contemporáneos. Posteriormente estas obligaciones sólo crecen o se acumulan antes de que podamos repagar algún servicio. ¿En qué fundamento humano podría entonces apoyarse la idea de derecho, cuando razonablemente debería implicar algún rendimiento previo? Cualesquiera que sean nuestros esfuerzos, la vida más larga, bien empleada, jamás nos permitiría pagar sino una parte imperceptible de todo lo que hemos recibido…Todo derecho humano es tan absurdo, como inmoral.”  

[Auguste Comte, El Catecismo de la Religión Positivista, Conversación XI, “Vida Pública”.] 

Una de sus ramas contemporáneas es el ecologismo con su mito del “calentamiento global” esgrimido por los progres y Demócratas socialistas. Y el pecado con que nos condenan sigue siendo el mismo. Desde los años 70, los eco-histéricos socialistas vienen anunciando el fin espantoso del mundo debido a las acciones del hombre. Afirmaban desde entonces que nos quedaban diez años. Y cada década repetían lo mismo. Cincuenta años después, Alexandria Ocasio-Cortés, la representante Demócrata de la cámara baja, nos avisó que nos quedan doce años. Recientemente, el Demócrata John Forbes Kerry, el Enviado Especial de los Estados Unidos para el Clima, nos advirtió que nos quedan tan sólo siete años para el desastre final. 

En lo único que difiere el mito moderno del antiguo es que ahora el hombre es culpable del desastre climático, no como castigo de un dios descontento por el razonamiento independiente del humano que lo lleva a buscar los medios para disfrutar una mejor vida, sino como agente directo. Alarmados, estos progres nos chillan que vivimos una crisis sin precedente en la historia humana. Tratan de convencernos de que los humanos somos los culpables de la totalidad de la crisis. De nada sirve tratar de razonar con estos apasionados defensores de sus creencias religiosas. Estos fanáticos son irrazonables y, al igual que sus predecesores del oscurantismo no toleran ideas que difieran de las suyas y agreden a quienes disientan con ellos y tratan de destruirles sus vidas. Consideran que ahora el hombre tiene el poder de dios para cambiar el clima a voluntad y estos humanistas o progres no dudan en sacrificar a las personas para alcanzar sus fines. Nos urgen a abandonar la era de energía fósil y nuclear, y a abandonar el consumo de carne y vegetales mejorados. Y como han llegado al poder en distintos países no han dudado en forzar su religión por medio de la legislación a los demás.

Estos fanáticos, con su fatal arrogancia (ellos saben lo que es mejor para cada uno, pero no entienden de economía, ciencia, ni agricultura) y su altruismo (que legitima a sacrificar a unos para beneficiar a otros, por lo que la vida de los demás poco les importa), siguiendo los preceptos de sus tablas guías, sus piedras sagradas, impusieron mandatos en Sri Lanka, en Holanda, en Bélgica, en Alemania, en Italia, en Estados Unidos y pretenden seguir con Canadá y otros países.

En Sri Lanka, el gobierno socialista de Gotabaya Rajapaksa, que quiso ser el alumno preferido de los sueños ecológicos de la Unión Europea, erradicó toda práctica agrícola que no fuera ecológica forzando su política de agricultura orgánica en el 2020, imponiendo una prohibición a la importación y uso de fertilizantes sintéticos y pesticidas y ordenando a los dos millones de campesinos cultivar orgánicamente. El resultado ha sido brutal. La producción disminuyó un 20% en los primeros meses y habiendo sido autosuficientes en la producción de arroz, se vieron forzados a importar arroz por $450 millones de dólares. La regulación también destrozó los cultivos de té, hule y coco. Llevaron al país a la quiebra total y a padecer de hambre. Los campesinos y el pueblo se levantaron en contra del gobierno y el presidente comunista Rajapaska tuvo que salir huyendo.

Y con el mayor desprecio por la vida de las personas el gobierno holandés requiere que los granjeros usen menos fertilizante, que reduzcan su ganado, y está forzando a los agricultores a vender sus fincas para cumplir con las metas climáticas. En Bélgica están implementando un impuesto ambiental al consumo de carne. En Alemania ya no hay combustible ni fertilizantes. En Canadá, Justin Trudeau ha impuesto un límite a la emisión de nitrógeno que diezmará las granjas canadienses. Y los habitantes de Estados Unidos están sufriendo la falta de combustible porque su gobierno les ha prohibido producirlo para así acelerar la transición al nuevo orden mundial, cuya meta la definió La Unión Europea prohibiendo vehículos nuevos diésel y de gasolina a partir del 2035. Todo a pesar del problema que significa la guerra en Ucrania. ¡Putin no podría estar más feliz!

¡Qué les importa a estos petulantes presuntuosos sacrificar a millones! Han aprendido de sus antecesores: Lenin, Stalin, Pol Pot, Castro, etc. Su religión requiere sufrimiento, padecimiento, inmolaciones. Lo saben muy bien pues son intelectuales socialistas. ¡Han visto la verdad que les ha sido revelada en las aulas universitarias!

Pero los campesinos, agricultores y ganaderos parecen no haberse contaminado con esa educación y están reaccionando. Contraatacan. Están protestando contra sus respectivos gobiernos, paralizando la producción y distribución de comestibles. Hoy los supermercados holandeses están desabastecidos. 

¿Esperan los gobernantes fanáticos de esta nueva religión del siglo XXI correr la misma suerte de Rajapaska? Donde sea que han implementado las ideas socialistas han producido miseria. Pero los fanáticos son incapaces de ver los hechos, sólo creen en lo que dice en sus piedras guía.

Ciertamente el ecologísmo es una religión sucida.