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El nuevo deal

¿Para quién está haciendo política Arévalo, para los yankees o para los guatemaltecos? Porque si hay prioridades, parece que nuevo deal va torcido.

La vicepresidenta de EE. UU., Kamala Harris, estrecha la mano del presidente guatemalteco Bernardo Arévalo durante una reunión en el Edificio Ejecutivo Eisenhower en Washington, DC, el 25 de marzo de 2024. (Foto de Jim WATSON / AFP).
Marimaite Rayo |
18 de abril, 2024

En los primeros meses del gobierno encabezado por Bernardo Arévalo hemos observado cómo varios funcionarios estadounidenses, de diferentes ámbitos, han realizado visitas al país. Desde representantes de agencias para el desarrollo, como USAID; delegados especializados en el sector económico, junto con el subsecretario de Crecimiento Económico, Energía y Medio Ambiente; hasta miembros especializados en seguridad y defensa, Los yankees han inundado las instituciones guatemaltecas. De igual forma, desde el inicio de su gestión, Arévalo ha tenido varios encuentros con funcionarios norteamericanos. Es más, se ha observado cómo Arévalo ha priorizado reuniones con funcionarios extranjeros, sobre eventos oficiales con autoridades nacionales.

Ahora bien, al comparar estas visitas con la agenda política, económica y social del país, es evidente que estos encuentros bilaterales tienen una finalidad clara: la alineación de objetivos estratégicos entre ambas naciones.

En otras palabras, el gobierno yankee ha negociado un nuevo deal con Guatemala para aprovechar la afinidad ideológica entre las dos administraciones y así diseñar políticas que le permitan, por un lado, mantener la influencia norteamericana en suelo centroamericano, y, por otro lado, tener un aliado fuerte que financie “la nueva primavera”.

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Una carrera contra el reloj

La administración de Biden sabe que tiene los días contados y con las últimas encuestas que posicionan a Trump como el ganador en las próximas elecciones, reconocen que deben jugar bien sus últimas piezas del tablero centroamericano. Asimismo, Arévalo es consciente que debe cerrar los tratos antes de la elección, ya que, si el candidato republicano llega a la presidencia, no recibirá el mismo trato.

Así pues, tomando en cuenta que el interés por temas como el clima; la expansión del Estado de bienestar, particularmente en la salud; la igualdad de género y racial; y la asimilación de la migración son compartidos, han incrementado las oportunidades de cooperación.

Esta situación es especialmente evidente en el tema migratorio, dado que es una oportunidad para que ambos gobiernos dejen una buena imagen frente a su población. Por ejemplo, mientras las autoridades guatemaltecas sean capaces de parar una que otra caravana de migrantes, “la nueva primavera” quedará como un gobierno con autoridad en la defensa nacional. Por su lado, los vecinos del norte, al no tener que lidiar con el problema en sus fronteras, no quedarán como “los malos de la película”.

Por lo tanto, es de especial relevancia el mantenimiento de focos de apoyo que le permitan proyectar políticas de influencia. Así pues, lo que le interesa a EE. UU. no es la democracia, sino que Guatemala sea obediente. 

En este momento, esta relación de dependencia se encuentra en una situación favorable para ambos presidentes, sin embargo, es una bomba que en menos de siete meses puede explotar.

Amarrados al patio de la vecindad

Tradicionalmente, EE. UU. había logrado mantener su “patio trasero” bajo control mediante la “colaboración estratégica”, también conocida como poder blando, con el objetivo de sostener la posición hegemónica de los yankees. No obstante, en los últimos años, otras potencias, principalmente China, le ha ganado mucho terreno en lo que en algún momento había sido su principal área de influencia.

Por lo tanto, es de especial relevancia el mantenimiento de focos de apoyo que le permitan proyectar políticas de influencia. Así pues, lo que le interesa a EE. UU. no es la democracia, sino que Guatemala sea obediente.  

Ahora bien, si este modelo de “colaboración estratégica” se mantiene durante los próximos cuatro años, merece la pena preguntarse: ¿Para quién está haciendo política Arévalo, para los yankees o para los guatemaltecos? Porque si hay prioridades, parece que nuevo deal va torcido.

El nuevo deal

¿Para quién está haciendo política Arévalo, para los yankees o para los guatemaltecos? Porque si hay prioridades, parece que nuevo deal va torcido.

Marimaite Rayo |
18 de abril, 2024
La vicepresidenta de EE. UU., Kamala Harris, estrecha la mano del presidente guatemalteco Bernardo Arévalo durante una reunión en el Edificio Ejecutivo Eisenhower en Washington, DC, el 25 de marzo de 2024. (Foto de Jim WATSON / AFP).

En los primeros meses del gobierno encabezado por Bernardo Arévalo hemos observado cómo varios funcionarios estadounidenses, de diferentes ámbitos, han realizado visitas al país. Desde representantes de agencias para el desarrollo, como USAID; delegados especializados en el sector económico, junto con el subsecretario de Crecimiento Económico, Energía y Medio Ambiente; hasta miembros especializados en seguridad y defensa, Los yankees han inundado las instituciones guatemaltecas. De igual forma, desde el inicio de su gestión, Arévalo ha tenido varios encuentros con funcionarios norteamericanos. Es más, se ha observado cómo Arévalo ha priorizado reuniones con funcionarios extranjeros, sobre eventos oficiales con autoridades nacionales.

Ahora bien, al comparar estas visitas con la agenda política, económica y social del país, es evidente que estos encuentros bilaterales tienen una finalidad clara: la alineación de objetivos estratégicos entre ambas naciones.

En otras palabras, el gobierno yankee ha negociado un nuevo deal con Guatemala para aprovechar la afinidad ideológica entre las dos administraciones y así diseñar políticas que le permitan, por un lado, mantener la influencia norteamericana en suelo centroamericano, y, por otro lado, tener un aliado fuerte que financie “la nueva primavera”.

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Una carrera contra el reloj

La administración de Biden sabe que tiene los días contados y con las últimas encuestas que posicionan a Trump como el ganador en las próximas elecciones, reconocen que deben jugar bien sus últimas piezas del tablero centroamericano. Asimismo, Arévalo es consciente que debe cerrar los tratos antes de la elección, ya que, si el candidato republicano llega a la presidencia, no recibirá el mismo trato.

Así pues, tomando en cuenta que el interés por temas como el clima; la expansión del Estado de bienestar, particularmente en la salud; la igualdad de género y racial; y la asimilación de la migración son compartidos, han incrementado las oportunidades de cooperación.

Esta situación es especialmente evidente en el tema migratorio, dado que es una oportunidad para que ambos gobiernos dejen una buena imagen frente a su población. Por ejemplo, mientras las autoridades guatemaltecas sean capaces de parar una que otra caravana de migrantes, “la nueva primavera” quedará como un gobierno con autoridad en la defensa nacional. Por su lado, los vecinos del norte, al no tener que lidiar con el problema en sus fronteras, no quedarán como “los malos de la película”.

Por lo tanto, es de especial relevancia el mantenimiento de focos de apoyo que le permitan proyectar políticas de influencia. Así pues, lo que le interesa a EE. UU. no es la democracia, sino que Guatemala sea obediente. 

En este momento, esta relación de dependencia se encuentra en una situación favorable para ambos presidentes, sin embargo, es una bomba que en menos de siete meses puede explotar.

Amarrados al patio de la vecindad

Tradicionalmente, EE. UU. había logrado mantener su “patio trasero” bajo control mediante la “colaboración estratégica”, también conocida como poder blando, con el objetivo de sostener la posición hegemónica de los yankees. No obstante, en los últimos años, otras potencias, principalmente China, le ha ganado mucho terreno en lo que en algún momento había sido su principal área de influencia.

Por lo tanto, es de especial relevancia el mantenimiento de focos de apoyo que le permitan proyectar políticas de influencia. Así pues, lo que le interesa a EE. UU. no es la democracia, sino que Guatemala sea obediente.  

Ahora bien, si este modelo de “colaboración estratégica” se mantiene durante los próximos cuatro años, merece la pena preguntarse: ¿Para quién está haciendo política Arévalo, para los yankees o para los guatemaltecos? Porque si hay prioridades, parece que nuevo deal va torcido.