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Los perros guardianes de la Democracia

El reto del nuevo gobierno es enfrentar con valentía los errores y los desaciertos, comunicar acertadamente y no descalificar a los periodistas que hacen su trabajo contra viento y marea.

Banderas de la Unión vuelan cerca de una estatua de bronce del primer ministro británico durante la guerra, Winston Churchill, obra del escultor Ivor Roberts-Jones, en la Plaza del Parlamento en Londres el 11 de mayo de 2021. (Foto de JUSTIN TALLIS / AFP)
Rodrigo Fernández Ordóñez |
12 de abril, 2024

Leyendo en los últimos días la monumental biografía que Andrew Roberts le dedica a Sir Winston Churchill, me reencontré con la fascinante vida de este líder político incomparable; en mi opinión el más grande estadista del siglo XX. Como hombre, tuvo sus luces y sus sombras, pero como líder político demostró tener una capacidad de liderazgo a toda prueba, sobre todo durante los largos meses entre septiembre de 1939 y diciembre de 1941, cuando virtualmente solo se enfrentó al avasallador avance de los nazis por toda Europa y África. Fueron los tiempos que él llamó, en un discurso, “la hora más oscura de la humanidad”.

Me llamó la atención que, en medio del salvaje Blitz en contra de Londres (ese bombardeo sistemático de la fuerza aérea alemana que, noche tras noche, lanzó oleadas de bombarderos en contra de la capital inglesa, con la improbable esperanza de quebrar el espíritu combativo británico), durante una reunión con su gabinete de guerra, alguien sugirió que para el esfuerzo bélico podría ser útil decretar una mordaza para la prensa, para que las malas noticias no afectaran la moral del pueblo de las islas.

La respuesta de Churchill fue contundente: “El pueblo británico puede con todas las desgracias que le sobrevengan, siempre y cuando se le hable con la verdad”. En su acostumbrado tono de perorata se largó con un extenso discurso sobre la libertad de prensa, terminándolo con una afirmación resonante: “Los periodistas son los perros guardianes de la democracia”.

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El reto del nuevo gobierno es enfrentar con valentía los errores y los desaciertos, comunicar acertadamente y no descalificar a los periodistas que hacen su trabajo contra viento y marea.

Traigo a cuenta esto porque, tras el breve y explosivo escándalo de la doctora Iturbide, que terminó con su destitución a la cabeza del MARN, surgió una ola de críticas hacia la prensa que denunció el asunto y que le dio seguimiento, acusándolos de estar haciéndole el juego a los golpistas y demás trasnochados discursos que, ya a cuatro meses y medio de gobierno, va tornándose rancio y anacrónico.

La cuestión es simple, en términos churchilleanos: si el gobierno no quiere enfrentar las denuncias de la prensa y de la oposición, la tarea más importante consiste en hacer bien las cosas; actuar con sabiduría y conocimiento de causa; ser coherentes entre el discurso y la acción, y, sobre todo, comprender que una vez se está haciendo gobierno, hay que enfrentar las más delicadas situaciones con madurez política.

La conseja popular dice que es de humanos errar, pero de seres divinos el saber reconocerlo. El reto del nuevo gobierno es enfrentar con valentía los errores y los desaciertos, comunicar acertadamente y no descalificar a los periodistas que hacen su trabajo contra viento y marea. A muchos les pareció injusta la destitución de la doctora Iturbide y resaltaron sus altas capacidades profesionales, que no tenemos derecho a poner en duda.

Pero, ante un error como el cometido, no nos enojemos ni desvirtuemos al mensajero, pues quienes conocemos a los periodistas que la denunciaron públicamente, sabemos que son de los pocos que se patean las calles haciendo su trabajo con seriedad y profesionalismo y que se jugaron la piel denunciando estridentemente los casos de corrupción del gobierno anterior, publicando incluso dos libros con los casos investigados. No les pidamos, entonces, que suspendan su buen trabajo. Al contrario, felicitémoslos y agradezcámosles que sean de esos pocos perros guardianes de la democracia que ladran y que ladran fuerte.

Los perros guardianes de la Democracia

El reto del nuevo gobierno es enfrentar con valentía los errores y los desaciertos, comunicar acertadamente y no descalificar a los periodistas que hacen su trabajo contra viento y marea.

Rodrigo Fernández Ordóñez |
12 de abril, 2024
Banderas de la Unión vuelan cerca de una estatua de bronce del primer ministro británico durante la guerra, Winston Churchill, obra del escultor Ivor Roberts-Jones, en la Plaza del Parlamento en Londres el 11 de mayo de 2021. (Foto de JUSTIN TALLIS / AFP)

Leyendo en los últimos días la monumental biografía que Andrew Roberts le dedica a Sir Winston Churchill, me reencontré con la fascinante vida de este líder político incomparable; en mi opinión el más grande estadista del siglo XX. Como hombre, tuvo sus luces y sus sombras, pero como líder político demostró tener una capacidad de liderazgo a toda prueba, sobre todo durante los largos meses entre septiembre de 1939 y diciembre de 1941, cuando virtualmente solo se enfrentó al avasallador avance de los nazis por toda Europa y África. Fueron los tiempos que él llamó, en un discurso, “la hora más oscura de la humanidad”.

Me llamó la atención que, en medio del salvaje Blitz en contra de Londres (ese bombardeo sistemático de la fuerza aérea alemana que, noche tras noche, lanzó oleadas de bombarderos en contra de la capital inglesa, con la improbable esperanza de quebrar el espíritu combativo británico), durante una reunión con su gabinete de guerra, alguien sugirió que para el esfuerzo bélico podría ser útil decretar una mordaza para la prensa, para que las malas noticias no afectaran la moral del pueblo de las islas.

La respuesta de Churchill fue contundente: “El pueblo británico puede con todas las desgracias que le sobrevengan, siempre y cuando se le hable con la verdad”. En su acostumbrado tono de perorata se largó con un extenso discurso sobre la libertad de prensa, terminándolo con una afirmación resonante: “Los periodistas son los perros guardianes de la democracia”.

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El reto del nuevo gobierno es enfrentar con valentía los errores y los desaciertos, comunicar acertadamente y no descalificar a los periodistas que hacen su trabajo contra viento y marea.

Traigo a cuenta esto porque, tras el breve y explosivo escándalo de la doctora Iturbide, que terminó con su destitución a la cabeza del MARN, surgió una ola de críticas hacia la prensa que denunció el asunto y que le dio seguimiento, acusándolos de estar haciéndole el juego a los golpistas y demás trasnochados discursos que, ya a cuatro meses y medio de gobierno, va tornándose rancio y anacrónico.

La cuestión es simple, en términos churchilleanos: si el gobierno no quiere enfrentar las denuncias de la prensa y de la oposición, la tarea más importante consiste en hacer bien las cosas; actuar con sabiduría y conocimiento de causa; ser coherentes entre el discurso y la acción, y, sobre todo, comprender que una vez se está haciendo gobierno, hay que enfrentar las más delicadas situaciones con madurez política.

La conseja popular dice que es de humanos errar, pero de seres divinos el saber reconocerlo. El reto del nuevo gobierno es enfrentar con valentía los errores y los desaciertos, comunicar acertadamente y no descalificar a los periodistas que hacen su trabajo contra viento y marea. A muchos les pareció injusta la destitución de la doctora Iturbide y resaltaron sus altas capacidades profesionales, que no tenemos derecho a poner en duda.

Pero, ante un error como el cometido, no nos enojemos ni desvirtuemos al mensajero, pues quienes conocemos a los periodistas que la denunciaron públicamente, sabemos que son de los pocos que se patean las calles haciendo su trabajo con seriedad y profesionalismo y que se jugaron la piel denunciando estridentemente los casos de corrupción del gobierno anterior, publicando incluso dos libros con los casos investigados. No les pidamos, entonces, que suspendan su buen trabajo. Al contrario, felicitémoslos y agradezcámosles que sean de esos pocos perros guardianes de la democracia que ladran y que ladran fuerte.