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Mayor competitividad = mayor desarrollo humano

Así de claro: a mayor competitividad, mayor desarrollo humano, y viceversa. Ambos temas no son mutuamente excluyentes, más bien están fuertemente correlacionados

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Salvador Paiz |
22 de febrero, 2024

Así de claro: a mayor competitividad, mayor desarrollo humano, y viceversa. Ambos temas no son mutuamente excluyentes, más bien están fuertemente correlacionados. Para comprender más sobre la conexión entre estas dos variables, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y la Fundación para el Desarrollo de Guatemala (Fundesa), recientemente presentaron un informe muy completo que explica por qué es importante relacionar estos temas, cómo está nuestro país al respecto y, principalmente, qué hacer para mejorar.

Primero lo primero, el desarrollo humano se genera a lo largo de la vida desde el nacimiento. Es producto de la inversión que se hace en cada individuo, incluyendo en su educación y su salud. Tiene que ver con las libertades, capacidades y oportunidades de una persona a lo largo de su vida, y cómo esta persona llega a ser realizada (o no). Para poder medirlo, se creó el Índice de Desarrollo Humano. Este indicador mide, de manera estadística, tres dimensiones básicas de bienestar: salud, educación y nivel de ingresos. Con ello busca establecer si un país tiene las condiciones óptimas para que sus habitantes se desarrollen plenamente y tengan un nivel de vida digno.

Justamente a la par de desarrollo humano, está la competitividad. ¿Qué significa ser competitivo? Un país competitivo será aquel que atraiga inversiones, genere empleo, mantenga un ecosistema económico favorable, y fomente la educación. El Foro Económico Mundial define competitividad como “el conjunto de instituciones, políticas y factores que determinan el nivel de productividad de un país”. Por tanto, a mayor competitividad, mayor productividad. Dicha productividad nos permite progresar como nación. Existen formas de medir la competitividad, tanto a nivel nacional como a nivel municipal (Índice de Competitividad Global e índice de Competitividad Local, respectivamente).

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¿Y cómo está nuestro país en estos temas?

Lamentablemente, Guatemala no ha tenido avances significativos en temas de desarrollo humano. Según la última medición de Global de Desarrollo Humano en 2019, Guatemala se encontraba por debajo del promedio latinoamericano, ocupando el puesto 129 de 189 países evaluados. Nuestro país experimentó un mejor desempeño en desarrollo humano a partir de la firma de los Acuerdos de Paz, tras el impulso de políticas sociales y educativas. Pero, a partir de 2015, nos hemos ido para abajo. Esto se explica por el estancamiento de nuestra educación (Baja cobertura y bajos niveles de escolaridad), deterioro del sistema de salud y niveles de ingresos per cápita que avanzan lentamente.

Este retroceso en desarrollo humano implica que nuestros niveles de competitividad tampoco van bien. La realidad es que vivimos en una Guatemala fragmentada en cuartas partes. Las condiciones en cada una de ellas contrastan, y nos muestran las realidades tan distintas que vive nuestra población. 

La primer Guatemala consta de 23 municipios que abarcan el 10 por ciento de nuestro territorio y albergan al 10 por ciento de la población. Allí se concentra el 4 por ciento del PIB, lo que pondera un PIB per cápita de US$2,482 anuales. Esto significa que estas personas viven en condiciones similares a países como Congo, uno de los países en el mundo con la peor calidad de vida y altísimos niveles de pobreza.

En la segunda Guatemala, el escenario no mejora mucho. Allí se reúnen 284 municipios, que resguardan a 65 por ciento de la población y 88 por ciento del territorio. Ellos son responsables del 44 por ciento del PIB, que equivale a un PIB per cápita de US$3,904 anuales. Similar a la situación de países como Marruecos o Túnez, países ubicados en el continente de África con baja calidad de vida y altas tasas de pobreza.

En la tercer Guatemala la situación es bastante distinta. Allí se agrupan 32 municipios con un PIB per cápita de US$8,698. Ello significa que esta porción de la población vive en condiciones similares a las que viven los brasileños, o incluso mejor que las personas en Paraguay, Colombia o Sudáfrica. Finalmente, la cuarta Guatemala se refiere a la ciudad capital, cuyo PIB per cápita llega a los US$20,209 anuales. Lo que implica que las personas viven en condiciones similares o mucho más favorables que las que se viven en Uruguay, Panamá, Chile o Polonia.

Existen ciertas variables que nos ayudan a definir cómo está cada municipio. Entre ellas están el agua y saneamiento, los cuales tienen una fuerte relación con el eje de salud del IDH. En aquellos municipios en donde hay un buen acceso a servicios de agua, saneamiento e higiene, la población es más saludable y hay un mejor desarrollo infantil. También está la tasa de electrificación, lo que implica un mejor desarrollo humano y mayores oportunidades. Gozan de educación secundaria, lo cual implica un avance en el desarrollo de las personas, ya que sobrepasan la educación primaria y media. Hay otras variables importantes como la dependencia de remesas, déficit de vivienda, desnutrición crónica, carga tributaria y sistema financiero. Todo esto tiene que ver con cómo son las condiciones de vida de las personas.

Tanto a nivel global, como a nivel municipal, hay una fuerte correlación entre desarrollo humano y competitividad. Según cálculos del estudio de Fundesa y PNUD, el factor de correlación es de 90 por ciento. Esto significa que ambas variables claramente están interrelacionadas entre sí. Podemos y debemos aspirar a que ambas variables mejoren en simultáneo generando un círculo virtuoso. En otras palabras, entre ambas hay un impacto directo e indirecto en mejorar los niveles de desarrollo humano y las condiciones de competitividad.

Tenemos que analizar ¿cuáles son esas inversiones de desarrollo humano que debemos priorizar como país para generar esa igualdad de oportunidades? Claro que saneamiento, agua potable, educación, y demás son temas que debemos priorizar, particularmente en esos municipios más rezagados. Al final, como nos muestra este análisis, todo esta interconectado. En materia de competitividad hay prioridades muy claras que deben de ser atendidas tales como la infraestructura vial y la certeza jurídica.

Fundesa y PNUD también hicieron énfasis en que, aquellos municipios que mejor abordan la agenda de competitividad, son los que logran una mejor calidad de vida en su población. Además, es posible ver que los gobiernos locales que se enfocan en implementar estrategias que respondan a tal agenda, son los que logran un mayor desarrollo humano. 

El análisis evidencia a todas luces que es crucial atender las condiciones territoriales, especialmente las vinculadas con la competitividad, para mejorar directamente las condiciones de vida de la población. La inversión en la competitividad no solo busca beneficiar a la generación actual, sino también asegurar la sostenibilidad del desarrollo humano a lo largo del tiempo.

Vale la pena resaltar algunas de las propuestas que presenta el análisis. Debemos implementar de inmediato estrategias y esfuerzos para transformar la realidad de numerosas comunidades. En mi opinión, una de las más valiosas es habilitar esos espacios de diálogo y análisis profundos que permitan identificar intervenciones costo-efectivas. También debemos diseñar estrategias específicas para abordar las necesidades de las comunidades rezagadas. Sin embargo, es fundamental impulsar una agenda de investigación que genere propuestas respaldadas por evidencia sólida. Esta acción es urgente. No podemos permitir que la brecha siga ampliándose y que más guatemaltecos se queden rezagados.

Guatemala tiene un largo camino por recorrer. Es crucial reconocer que no todos los problemas pueden resolverse simultáneamente, y aunque existen consensos sobre intervenciones impactantes, se debe considerar su complementariedad y el orden de implementación. A nivel territorial, la inversión no solo depende de los municipios, sino también del esfuerzo coordinado con el Gobierno Central, la sociedad civil, la academia, el sector empresarial y organismos multilaterales para mejorar el desarrollo humano y la competitividad.

El gran objetivo es que nuestra economía ofrezca oportunidades de manera equitativa, el lograr un desarrollo incluyente, y generar condiciones para que todos los guatemaltecos puedan prosperar. Conforme invirtamos tanto en desarrollo humano como en competitividad, se generará ese ciclo virtuoso que se reafirma mutuamente y, en última instancia, mejora ambas variables.

www.salvadorpaiz.com

Mayor competitividad = mayor desarrollo humano

Así de claro: a mayor competitividad, mayor desarrollo humano, y viceversa. Ambos temas no son mutuamente excluyentes, más bien están fuertemente correlacionados

Salvador Paiz |
22 de febrero, 2024
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Así de claro: a mayor competitividad, mayor desarrollo humano, y viceversa. Ambos temas no son mutuamente excluyentes, más bien están fuertemente correlacionados. Para comprender más sobre la conexión entre estas dos variables, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y la Fundación para el Desarrollo de Guatemala (Fundesa), recientemente presentaron un informe muy completo que explica por qué es importante relacionar estos temas, cómo está nuestro país al respecto y, principalmente, qué hacer para mejorar.

Primero lo primero, el desarrollo humano se genera a lo largo de la vida desde el nacimiento. Es producto de la inversión que se hace en cada individuo, incluyendo en su educación y su salud. Tiene que ver con las libertades, capacidades y oportunidades de una persona a lo largo de su vida, y cómo esta persona llega a ser realizada (o no). Para poder medirlo, se creó el Índice de Desarrollo Humano. Este indicador mide, de manera estadística, tres dimensiones básicas de bienestar: salud, educación y nivel de ingresos. Con ello busca establecer si un país tiene las condiciones óptimas para que sus habitantes se desarrollen plenamente y tengan un nivel de vida digno.

Justamente a la par de desarrollo humano, está la competitividad. ¿Qué significa ser competitivo? Un país competitivo será aquel que atraiga inversiones, genere empleo, mantenga un ecosistema económico favorable, y fomente la educación. El Foro Económico Mundial define competitividad como “el conjunto de instituciones, políticas y factores que determinan el nivel de productividad de un país”. Por tanto, a mayor competitividad, mayor productividad. Dicha productividad nos permite progresar como nación. Existen formas de medir la competitividad, tanto a nivel nacional como a nivel municipal (Índice de Competitividad Global e índice de Competitividad Local, respectivamente).

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¿Y cómo está nuestro país en estos temas?

Lamentablemente, Guatemala no ha tenido avances significativos en temas de desarrollo humano. Según la última medición de Global de Desarrollo Humano en 2019, Guatemala se encontraba por debajo del promedio latinoamericano, ocupando el puesto 129 de 189 países evaluados. Nuestro país experimentó un mejor desempeño en desarrollo humano a partir de la firma de los Acuerdos de Paz, tras el impulso de políticas sociales y educativas. Pero, a partir de 2015, nos hemos ido para abajo. Esto se explica por el estancamiento de nuestra educación (Baja cobertura y bajos niveles de escolaridad), deterioro del sistema de salud y niveles de ingresos per cápita que avanzan lentamente.

Este retroceso en desarrollo humano implica que nuestros niveles de competitividad tampoco van bien. La realidad es que vivimos en una Guatemala fragmentada en cuartas partes. Las condiciones en cada una de ellas contrastan, y nos muestran las realidades tan distintas que vive nuestra población. 

La primer Guatemala consta de 23 municipios que abarcan el 10 por ciento de nuestro territorio y albergan al 10 por ciento de la población. Allí se concentra el 4 por ciento del PIB, lo que pondera un PIB per cápita de US$2,482 anuales. Esto significa que estas personas viven en condiciones similares a países como Congo, uno de los países en el mundo con la peor calidad de vida y altísimos niveles de pobreza.

En la segunda Guatemala, el escenario no mejora mucho. Allí se reúnen 284 municipios, que resguardan a 65 por ciento de la población y 88 por ciento del territorio. Ellos son responsables del 44 por ciento del PIB, que equivale a un PIB per cápita de US$3,904 anuales. Similar a la situación de países como Marruecos o Túnez, países ubicados en el continente de África con baja calidad de vida y altas tasas de pobreza.

En la tercer Guatemala la situación es bastante distinta. Allí se agrupan 32 municipios con un PIB per cápita de US$8,698. Ello significa que esta porción de la población vive en condiciones similares a las que viven los brasileños, o incluso mejor que las personas en Paraguay, Colombia o Sudáfrica. Finalmente, la cuarta Guatemala se refiere a la ciudad capital, cuyo PIB per cápita llega a los US$20,209 anuales. Lo que implica que las personas viven en condiciones similares o mucho más favorables que las que se viven en Uruguay, Panamá, Chile o Polonia.

Existen ciertas variables que nos ayudan a definir cómo está cada municipio. Entre ellas están el agua y saneamiento, los cuales tienen una fuerte relación con el eje de salud del IDH. En aquellos municipios en donde hay un buen acceso a servicios de agua, saneamiento e higiene, la población es más saludable y hay un mejor desarrollo infantil. También está la tasa de electrificación, lo que implica un mejor desarrollo humano y mayores oportunidades. Gozan de educación secundaria, lo cual implica un avance en el desarrollo de las personas, ya que sobrepasan la educación primaria y media. Hay otras variables importantes como la dependencia de remesas, déficit de vivienda, desnutrición crónica, carga tributaria y sistema financiero. Todo esto tiene que ver con cómo son las condiciones de vida de las personas.

Tanto a nivel global, como a nivel municipal, hay una fuerte correlación entre desarrollo humano y competitividad. Según cálculos del estudio de Fundesa y PNUD, el factor de correlación es de 90 por ciento. Esto significa que ambas variables claramente están interrelacionadas entre sí. Podemos y debemos aspirar a que ambas variables mejoren en simultáneo generando un círculo virtuoso. En otras palabras, entre ambas hay un impacto directo e indirecto en mejorar los niveles de desarrollo humano y las condiciones de competitividad.

Tenemos que analizar ¿cuáles son esas inversiones de desarrollo humano que debemos priorizar como país para generar esa igualdad de oportunidades? Claro que saneamiento, agua potable, educación, y demás son temas que debemos priorizar, particularmente en esos municipios más rezagados. Al final, como nos muestra este análisis, todo esta interconectado. En materia de competitividad hay prioridades muy claras que deben de ser atendidas tales como la infraestructura vial y la certeza jurídica.

Fundesa y PNUD también hicieron énfasis en que, aquellos municipios que mejor abordan la agenda de competitividad, son los que logran una mejor calidad de vida en su población. Además, es posible ver que los gobiernos locales que se enfocan en implementar estrategias que respondan a tal agenda, son los que logran un mayor desarrollo humano. 

El análisis evidencia a todas luces que es crucial atender las condiciones territoriales, especialmente las vinculadas con la competitividad, para mejorar directamente las condiciones de vida de la población. La inversión en la competitividad no solo busca beneficiar a la generación actual, sino también asegurar la sostenibilidad del desarrollo humano a lo largo del tiempo.

Vale la pena resaltar algunas de las propuestas que presenta el análisis. Debemos implementar de inmediato estrategias y esfuerzos para transformar la realidad de numerosas comunidades. En mi opinión, una de las más valiosas es habilitar esos espacios de diálogo y análisis profundos que permitan identificar intervenciones costo-efectivas. También debemos diseñar estrategias específicas para abordar las necesidades de las comunidades rezagadas. Sin embargo, es fundamental impulsar una agenda de investigación que genere propuestas respaldadas por evidencia sólida. Esta acción es urgente. No podemos permitir que la brecha siga ampliándose y que más guatemaltecos se queden rezagados.

Guatemala tiene un largo camino por recorrer. Es crucial reconocer que no todos los problemas pueden resolverse simultáneamente, y aunque existen consensos sobre intervenciones impactantes, se debe considerar su complementariedad y el orden de implementación. A nivel territorial, la inversión no solo depende de los municipios, sino también del esfuerzo coordinado con el Gobierno Central, la sociedad civil, la academia, el sector empresarial y organismos multilaterales para mejorar el desarrollo humano y la competitividad.

El gran objetivo es que nuestra economía ofrezca oportunidades de manera equitativa, el lograr un desarrollo incluyente, y generar condiciones para que todos los guatemaltecos puedan prosperar. Conforme invirtamos tanto en desarrollo humano como en competitividad, se generará ese ciclo virtuoso que se reafirma mutuamente y, en última instancia, mejora ambas variables.

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