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No, usted no tiene derecho a opinar

Como cualquiera puede editar Wikipedia, entonces cualquiera puede editar la verdad y, si suficientes personas concuerdan con una edición, se convierte en una nueva verdad consensuada.

Libertad de expresión
Jose Azel |
28 de noviembre, 2022

“Usted no tiene derecho a opinar” es un inicio desatinado de una columna en una página de opinión, pero quería provocar su atención.

Nuestras convicciones democráticas y de libertad de expresión nos llevan a proclamar que tenemos un indiscutible derecho a opinar. Sin embargo, esa expresión encarna una falacia lógica con la cual se desacredita cualquier oposición reclamando un derecho. Cuando afirmamos la existencia de un derecho a opinar, no necesitamos tener que ofrecer alguna justificación por nuestra opinión. Tenemos derecho; punto. Eso es todo; no hay que discutir más. Peor aun, si tengo derecho, es irrelevante si lo que digo es cierto o falso.

Las opiniones tienen un alto grado de subjetividad e incertidumbre y, según los filósofos, no tenemos derecho a opinar; solamente tenemos derecho a expresar lo que podemos defender. Tenemos derecho a elaborar y defender un argumento. Ofrecer una opinión nos impone una enorme responsabilidad de cuestionar nuestros procesos de ideas, y de quedar abiertos a la posibilidad de estar equivocados. Esos elementos a menudo escasean en muchas opiniones, incluyendo algunas presentadas en páginas de opinión.

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Para ser claro, no hablo de opiniones sobre preferencias, gustos, o apreciaciones basadas en algún conocimiento técnico. No necesitamos discutir la preferencia por helado de vainilla o chocolate; y dada mi ignorancia en el tema, no discutiré sobre física nuclear. Me refiero básicamente a opiniones sociopolíticas cuando pretendemos saber lo que no sabemos.

Si por “todo el mundo tiene derecho a su propia opinión” expresamos solamente que las personas pueden decir lo que deseen, la frase es una evidente y aburrida declaración, al menos en un entorno democrático. Sin embargo, si con ese señalamiento significamos, como se hace a menudo, que las opiniones de cada persona deben considerarse como iguales contendientes por la verdad, entonces el señalamiento es claramente falso. La verdad no es relativa; no es cuestión de opinión. Algo no puede ser cierto para una persona e incierto para otra.

Tendemos a confundir nuestro derecho democrático a tener opiniones con la idea de que todas las opiniones tienen igual valor. No es así. Algunas soluciones son mejores que otras. El hecho de que alguien crea algo no lo convierte en verdad. Una creencia no puede ser su propia justificación. No podemos hacer las creencias inmunes a la investigación crítica declarándolas un derecho.  Alguien tiene que estar equivocado.

Los nazis no tenían derecho a su opinión de que los judíos eran subhumanos y debían ser exterminados. Es responsabilidad nuestra buscar y adquirir creencias verdaderas y rechazar las falsas, y negar el indolente relativismo moral de que todas las opiniones tienen el mismo valor.

Nuestras opiniones deben basarse en evidencias o en buenos argumentos que buscan la verdad. No estamos obligados a aceptar las mentiras de alguien bajo el criterio de que “es cierto para el/ella”, lo que se deriva del precepto de “cada uno tienen derecho a su opinión”. El término “verdadizar” (truthiness) establecido por el comediante Stephen Colbert captura los defectos en la idea de “cada uno tiene derecho a su opinión”. Verdadizar se refiere a la verdad que alguien conoce intuitivamente porque la siente correcta. Verdadizar desprecia evidencia, lógica, examen, o hechos. Lamentablemente, muchos de nuestros reclamos de conocimiento sociopolítico caen en la categoría de “verdadizar”.

Devenimos también víctimas de “Wikilidad” (Wikiality), otro término de Colbert, donde si suficientes personas coinciden con una opinión, esa opinión se convierte en verdad. “Wikilidad”, que mezcla las palabras Wikipedia y realidad, moldea la verdad por consenso o relativismo cultural.

Exposiciones en el popular sitio enciclopédico Wikipedia se diseñan para ser aceptadas por voto mayoritario. Como cualquiera puede editar Wikipedia, entonces cualquiera puede editar la verdad y, si suficientes personas concuerdan con una edición, se convierte en una nueva verdad consensuada.

Más que cotorrear indiscriminadamente que tenemos derecho a nuestras opiniones, quizás deberíamos, al estilo Colbert, reajustar la frase a “todo el mundo tiene derecho a ignorar nuestras opiniones”. Quizás entonces comenzaremos a tomar seriamente nuestras responsabilidades filosóficas y ofrecer opiniones más razonadas.

 

El contenido en la sección de Opinión es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la postura o la línea editorial de República.

No, usted no tiene derecho a opinar

Como cualquiera puede editar Wikipedia, entonces cualquiera puede editar la verdad y, si suficientes personas concuerdan con una edición, se convierte en una nueva verdad consensuada.

Jose Azel |
28 de noviembre, 2022
Libertad de expresión

“Usted no tiene derecho a opinar” es un inicio desatinado de una columna en una página de opinión, pero quería provocar su atención.

Nuestras convicciones democráticas y de libertad de expresión nos llevan a proclamar que tenemos un indiscutible derecho a opinar. Sin embargo, esa expresión encarna una falacia lógica con la cual se desacredita cualquier oposición reclamando un derecho. Cuando afirmamos la existencia de un derecho a opinar, no necesitamos tener que ofrecer alguna justificación por nuestra opinión. Tenemos derecho; punto. Eso es todo; no hay que discutir más. Peor aun, si tengo derecho, es irrelevante si lo que digo es cierto o falso.

Las opiniones tienen un alto grado de subjetividad e incertidumbre y, según los filósofos, no tenemos derecho a opinar; solamente tenemos derecho a expresar lo que podemos defender. Tenemos derecho a elaborar y defender un argumento. Ofrecer una opinión nos impone una enorme responsabilidad de cuestionar nuestros procesos de ideas, y de quedar abiertos a la posibilidad de estar equivocados. Esos elementos a menudo escasean en muchas opiniones, incluyendo algunas presentadas en páginas de opinión.

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Para ser claro, no hablo de opiniones sobre preferencias, gustos, o apreciaciones basadas en algún conocimiento técnico. No necesitamos discutir la preferencia por helado de vainilla o chocolate; y dada mi ignorancia en el tema, no discutiré sobre física nuclear. Me refiero básicamente a opiniones sociopolíticas cuando pretendemos saber lo que no sabemos.

Si por “todo el mundo tiene derecho a su propia opinión” expresamos solamente que las personas pueden decir lo que deseen, la frase es una evidente y aburrida declaración, al menos en un entorno democrático. Sin embargo, si con ese señalamiento significamos, como se hace a menudo, que las opiniones de cada persona deben considerarse como iguales contendientes por la verdad, entonces el señalamiento es claramente falso. La verdad no es relativa; no es cuestión de opinión. Algo no puede ser cierto para una persona e incierto para otra.

Tendemos a confundir nuestro derecho democrático a tener opiniones con la idea de que todas las opiniones tienen igual valor. No es así. Algunas soluciones son mejores que otras. El hecho de que alguien crea algo no lo convierte en verdad. Una creencia no puede ser su propia justificación. No podemos hacer las creencias inmunes a la investigación crítica declarándolas un derecho.  Alguien tiene que estar equivocado.

Los nazis no tenían derecho a su opinión de que los judíos eran subhumanos y debían ser exterminados. Es responsabilidad nuestra buscar y adquirir creencias verdaderas y rechazar las falsas, y negar el indolente relativismo moral de que todas las opiniones tienen el mismo valor.

Nuestras opiniones deben basarse en evidencias o en buenos argumentos que buscan la verdad. No estamos obligados a aceptar las mentiras de alguien bajo el criterio de que “es cierto para el/ella”, lo que se deriva del precepto de “cada uno tienen derecho a su opinión”. El término “verdadizar” (truthiness) establecido por el comediante Stephen Colbert captura los defectos en la idea de “cada uno tiene derecho a su opinión”. Verdadizar se refiere a la verdad que alguien conoce intuitivamente porque la siente correcta. Verdadizar desprecia evidencia, lógica, examen, o hechos. Lamentablemente, muchos de nuestros reclamos de conocimiento sociopolítico caen en la categoría de “verdadizar”.

Devenimos también víctimas de “Wikilidad” (Wikiality), otro término de Colbert, donde si suficientes personas coinciden con una opinión, esa opinión se convierte en verdad. “Wikilidad”, que mezcla las palabras Wikipedia y realidad, moldea la verdad por consenso o relativismo cultural.

Exposiciones en el popular sitio enciclopédico Wikipedia se diseñan para ser aceptadas por voto mayoritario. Como cualquiera puede editar Wikipedia, entonces cualquiera puede editar la verdad y, si suficientes personas concuerdan con una edición, se convierte en una nueva verdad consensuada.

Más que cotorrear indiscriminadamente que tenemos derecho a nuestras opiniones, quizás deberíamos, al estilo Colbert, reajustar la frase a “todo el mundo tiene derecho a ignorar nuestras opiniones”. Quizás entonces comenzaremos a tomar seriamente nuestras responsabilidades filosóficas y ofrecer opiniones más razonadas.

 

El contenido en la sección de Opinión es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la postura o la línea editorial de República.