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Pero todavía no

Algunos políticos prefieren ignorar el problema de gastar más de lo que ingresamos porque no estarán presentes para afrontar las futuras consecuencias económicas.

Jose Azel |
22 de marzo, 2022

José Azel

Joeazel@me.com

Antes de convertirse al cristianismo, Agustín de Hipona vivió una vida de pecado. Como nos cuenta en sus Confesiones, disfrutaba tanto de sus pecados, que, de joven, con referencia al sexo, rezaba: “Señor, hazme puro… ¡pero todavía no!” La frase “pero todavía no” de la oración de San Agustín es un recordatorio irónico de la postura poco sincera de nuestros políticos cuando predican a favor de la prudencia fiscal, “pero todavía no”.

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En el año fiscal 2020, el déficit del presupuesto federal ascendió a 3,1 billones. Tres billones es un 3 con 12 ceros y se ve así: 3,000,000,000,000. Esto es más del triple del déficit registrado en el año fiscal 2019. El déficit presupuestario de 2020 representó el 14,9% del producto interior bruto (PIB) de la nación, frente al 4,6% y el 3,8% de 2019 y 2018, respectivamente. Como porcentaje del PIB, este fue el mayor déficit presupuestario federal desde 1945. Cierto, parte de esta cantidad fue el resultado de los efectos económicos del coronavirus y de la respuesta legislativa a esa pandemia. Pero también es cierto que este déficit impondrá dificultades económicas en los próximos años. ¿Cómo vamos a pagarlo? Deberíamos estar preocupados, pero, aparentemente, “todavía no”.

Una breve columna periodística no es el foro ideal para una soporífera discusión económica, pero pudieran ser útiles un par de definiciones. El déficit presupuestario federal es la diferencia acumulada entre los ingresos que recibe el gobierno, principalmente a través de los impuestos, y lo que gasta. Es decir, el déficit representa la deuda total del gobierno. El dinero se le debe tanto a inversores nacionales como extranjeros. Cada dólar que el gobierno gasta por encima de lo que ingresa, se suma a la deuda federal.

A la hora de pensar en el futuro impacto económico y social de nuestro déficit presupuestario, tal vez nos sirva de consuelo la afirmación de San Agustín de que el futuro no existe, “el futuro no está aquí todavía, y si no está aquí no existe”. Era un argumento contra las brujas y los nigromantes, pero San Agustín tenia también un buen sentido del humor. Ante la pregunta ¿qué hacía Dios antes de crear el mundo? Agustín afirmó que otra persona, no él, había contestado que Dios estaba “preparando el infierno para la gente que hace preguntas difíciles”. Supongo personas como este escritor.

Como individuos, gastar más que nuestros ingresos acabará por llevarnos a la quiebra. Pero ¿es esto igualmente cierto para el gobierno de los Estados Unidos? Algunos políticos prefieren ignorar el problema de gastar más de lo que ingresamos porque no estarán presentes para afrontar las futuras consecuencias económicas. Además, gastar es divertido si no hay que preocuparse por el reintegro.

La idea de que la deuda pública no importa, es contraria a nuestra intuición, porque como individuos nos preocupamos por cuánto debemos. Sin embargo, nadie sabe realmente a qué nivel la deuda pública acumulada podría comenzar a perjudicar la economía. Algunos economistas argumentan que el nivel de deuda acumulada no importa. La Teoría Monetaria Moderna (TMM) sostiene que, dado que el gobierno de Estados Unidos siempre puede crear dinero para devolver los préstamos, no existe ninguna limitación real para el endeudamiento. Es decir, en un entorno de intereses bajos, como el actual, no hay que preocuparse por la cantidad de préstamos que pide el gobierno ni por el tamaño de la deuda nacional acumulada.

Esta idea del “almuerzo gratis” es muy atractiva. El asunto de la deuda pública ha desaparecido de los titulares y no se discute como una cuestión política clave. ¿Cuándo fue la última vez que usted escuchó a un político defender con fuerza la reducción de nuestra deuda nacional? Sin embargo, existe un escenario de pesadilla: a medida que nuestra deuda crece, los inversores extranjeros que han prestado dinero a EE. UU. pueden inquietarse por nuestra capacidad de pago y pedir el rembolso.

Aun así, muchos elaboradores de la política a seguir no consideran que el gasto deficitario sea un problema que requiera atención. Para ellos, la deuda puede llegar a ser un problema algún día “pero todavía no”.

El último libro del Dr. Azel es Libertad para principiantes

Pero todavía no

Algunos políticos prefieren ignorar el problema de gastar más de lo que ingresamos porque no estarán presentes para afrontar las futuras consecuencias económicas.

Jose Azel |
22 de marzo, 2022

José Azel

Joeazel@me.com

Antes de convertirse al cristianismo, Agustín de Hipona vivió una vida de pecado. Como nos cuenta en sus Confesiones, disfrutaba tanto de sus pecados, que, de joven, con referencia al sexo, rezaba: “Señor, hazme puro… ¡pero todavía no!” La frase “pero todavía no” de la oración de San Agustín es un recordatorio irónico de la postura poco sincera de nuestros políticos cuando predican a favor de la prudencia fiscal, “pero todavía no”.

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En el año fiscal 2020, el déficit del presupuesto federal ascendió a 3,1 billones. Tres billones es un 3 con 12 ceros y se ve así: 3,000,000,000,000. Esto es más del triple del déficit registrado en el año fiscal 2019. El déficit presupuestario de 2020 representó el 14,9% del producto interior bruto (PIB) de la nación, frente al 4,6% y el 3,8% de 2019 y 2018, respectivamente. Como porcentaje del PIB, este fue el mayor déficit presupuestario federal desde 1945. Cierto, parte de esta cantidad fue el resultado de los efectos económicos del coronavirus y de la respuesta legislativa a esa pandemia. Pero también es cierto que este déficit impondrá dificultades económicas en los próximos años. ¿Cómo vamos a pagarlo? Deberíamos estar preocupados, pero, aparentemente, “todavía no”.

Una breve columna periodística no es el foro ideal para una soporífera discusión económica, pero pudieran ser útiles un par de definiciones. El déficit presupuestario federal es la diferencia acumulada entre los ingresos que recibe el gobierno, principalmente a través de los impuestos, y lo que gasta. Es decir, el déficit representa la deuda total del gobierno. El dinero se le debe tanto a inversores nacionales como extranjeros. Cada dólar que el gobierno gasta por encima de lo que ingresa, se suma a la deuda federal.

A la hora de pensar en el futuro impacto económico y social de nuestro déficit presupuestario, tal vez nos sirva de consuelo la afirmación de San Agustín de que el futuro no existe, “el futuro no está aquí todavía, y si no está aquí no existe”. Era un argumento contra las brujas y los nigromantes, pero San Agustín tenia también un buen sentido del humor. Ante la pregunta ¿qué hacía Dios antes de crear el mundo? Agustín afirmó que otra persona, no él, había contestado que Dios estaba “preparando el infierno para la gente que hace preguntas difíciles”. Supongo personas como este escritor.

Como individuos, gastar más que nuestros ingresos acabará por llevarnos a la quiebra. Pero ¿es esto igualmente cierto para el gobierno de los Estados Unidos? Algunos políticos prefieren ignorar el problema de gastar más de lo que ingresamos porque no estarán presentes para afrontar las futuras consecuencias económicas. Además, gastar es divertido si no hay que preocuparse por el reintegro.

La idea de que la deuda pública no importa, es contraria a nuestra intuición, porque como individuos nos preocupamos por cuánto debemos. Sin embargo, nadie sabe realmente a qué nivel la deuda pública acumulada podría comenzar a perjudicar la economía. Algunos economistas argumentan que el nivel de deuda acumulada no importa. La Teoría Monetaria Moderna (TMM) sostiene que, dado que el gobierno de Estados Unidos siempre puede crear dinero para devolver los préstamos, no existe ninguna limitación real para el endeudamiento. Es decir, en un entorno de intereses bajos, como el actual, no hay que preocuparse por la cantidad de préstamos que pide el gobierno ni por el tamaño de la deuda nacional acumulada.

Esta idea del “almuerzo gratis” es muy atractiva. El asunto de la deuda pública ha desaparecido de los titulares y no se discute como una cuestión política clave. ¿Cuándo fue la última vez que usted escuchó a un político defender con fuerza la reducción de nuestra deuda nacional? Sin embargo, existe un escenario de pesadilla: a medida que nuestra deuda crece, los inversores extranjeros que han prestado dinero a EE. UU. pueden inquietarse por nuestra capacidad de pago y pedir el rembolso.

Aun así, muchos elaboradores de la política a seguir no consideran que el gasto deficitario sea un problema que requiera atención. Para ellos, la deuda puede llegar a ser un problema algún día “pero todavía no”.

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