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Sobre el Índice de calidad de elites

Antes de criticar excesivamente al Índice de calidad de elites, habría que recordar lo que pasa con los índices internacionales que pretenden medir distintos ámbitos de desempeño a nivel global. A veces importa mucho la calidad democrática, y a veces no.

.
Nicholas Virzi |
11 de enero, 2024
El contenido en la sección de Opinión es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la postura o la línea editorial de República.
 

Recientemente salió el Índice de calidad de elites (EQx), publicado en colaboración con St. Gallen University.

Algunas conclusiones del informe sorprenden de entrada. Por ejemplo, China tiene alta calidad de élites, Cuba tiene élites de calidad, y Guatemala tiene élites de calidad media. ¿Cómo es posible llegar a estas conclusiones? Conviene profundizar.

¿Qué es el Índice de Calidad de elites?

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Según EQx, el Índice de calidad de elites (EQx) es un índice de economía política que pretende medir la capacidad de los modelos de negocios de élite en un país –en conjunto– para crear valor, en lugar de extraerlo.

EQx es un índice de economía política que mide y clasifica a los países según su calidad de élite. La calidad de élite se entiende como el impacto agregado de los modelos de negocio de élite en las esferas política y económica de la sociedad. Ese impacto podría ser la creación de valor (positivo) o la extracción de valor/búsqueda de rentas (negativo). Las elites de alta calidad dan más a la sociedad de lo que reciben y, por lo tanto, maximizan el desarrollo económico y humano inclusivo de un país en el largo plazo.

Entre las razones por la cual Cuba recibe una mejor calificación que Guatemala es por apreciaciones como la siguiente:

“más de dos tercios de los guatemaltecos viven debajo la línea de pobreza nacional. Falta de oportunidades económicas, y altos niveles de criminalidad, violencia, y la corrupción han sido factores que han empujado a más de 200,000 guatemaltecos emigrar ilegalmente a América del Norte en los últimos años.” (página 72)

Es de poco consuelo aclarar que no es cierto que dos tercios de los guatemaltecos viven debajo de la línea de pobreza nacional, o que la tasa de homicidios reportada para Guatemala para 2023 es más baja que la de Costa Rica. Asimismo, la explosión en la emigración tanto de guatemaltecos como ciudadanos de otros países se debe más al deliberado descontrol fronterizo ejecutado por el gobierno de EEUU que a cualquier otro factor comúnmente citado. La explosión en la migración irregular se debe puntualmente a la decisión del gobierno de EEUU de suspender la aplicación de cualquier control fronterizo. Cualquier referencia a la emigración irregular debería de mencionar este factor.

En el Índice de calidad de elites Guatemala recibe un ranking global de 125 (de 151 países), Cuba obtiene 61, y China 22 (China está a tan sola una posición atrás de EEUU!).

¿Cómo es posible que Guatemala esté tan atrás de países como Cuba y China en su calidad de élites?

Para empezar, no sorprende la mala calificación. Como regla general, se puede decir que si el índice es internacional, Guatemala va salir no solo mal, sino con la peor calificación que se le pueda dar. Esto no es para negar los serios desafíos que afronta Guatemala para encaminarse en una senda de expansión industrial, crecimiento económico y desarrollo, como los son la pobreza, y la falta de servicios básicos de salud y educación. Sin embargo, la narrativa internacional que se cuenta sobre Guatemala obliga a las organizaciones internacionales a calificar a Guatemala de la peor manera y, en particular, a sus elites.

Guatemala siempre sale peor calificada de lo que merece en evaluaciones internacionales. Estas evaluaciones se presentan como basadas en datos objetivos, pero siempre incluyen un componente cualitativo, una apreciación subjetiva que se reporta como dato cuantitativo. En realidad, el “dato” suele ser nada más que una codificación numérica de apreciaciones cualitativas de un grupo de personas cuidadosamente seleccionadas para dar sus apreciaciones previamente alineadas.

Es en el componente cualitativo donde fallan las organizaciones internacionales, que se repiten entre ellas mismas las mismas narrativas. Estas narrativas suelen obedecer agendas políticas de países poderosos. Resisten actualización y contestación, y simplemente se repiten al mejor estilo copy-paste. Solo basta leerlas todas y compararlas con las prioridades de política exterior de los países de donde viene el financiamiento de estas organizaciones internacionales “no gubernamentales”. No hay mayor discrepancia.

Antes de criticar excesivamente al Índice de calidad de elites, habría que recordar lo que pasa con los índices internacionales que pretenden medir distintos ámbitos de desempeño a nivel global. A veces importa mucho la calidad democrática, y a veces no.

Las Naciones Unidas califica a Guatemala peor en su Índice de Desarrollo Humano (ranking 135 de 191 países) que a países que clasifican en su categoría de Alto Desarrollo Humano, como a China (79) y Cuba (83). Lo mismo pasa con su Índice de desarrollo con enfoque de género. El Banco Mundial, en sus indicadores globales de gobernanza, califica a Guatemala con una nota de 12 sobre 100 en el rubro Control de corrupción. Guatemala tiene graves problemas de corrupción, como lo viene advirtiendo el sector privado desde el comienzo de la transición democrática. Sin embargo, la nota de Guatemala en materia de corrupción es peor que la de China (58), Cuba (55), y Afganistán (12.5), incluso peor que Cisjordania y Gaza (25).

Regresando al Índice de calidad de elites de EQx, en el pilar Captura estatal, el ranking de Guatemala es 131, peor que Cuba (79) y China (61). Guatemala también recibe peores rankings que ambos países en Dominancia de coalición, Dominancia empresarial, Destrucción creativa, Entrega de ingresos, Valor de capital y Valor de trabajo.  Guatemala recibe peor ranking que Cuba en el Valor del productor (ranking de 84 para Guatemala versus 65 para Cuba), y peor que China en la Quita de ingresos (142 versus 11 en el mundo para China).

Tanto China como Cuba son clasificados como países básicamente no libres por organizaciones como Freedom House, V-Dem, The Economist Intelligence Unit. Por eso sorprende que las elites guatemaltecas se consideran más “rapaces” (cita textual del informe) que las de dos dictaduras infames, donde la coalición dominante no cambia y su captura estatal es permanente.

Algo no cuadra. A las organizaciones internacionales que hacen estos índices e informes, habría que recordarles que ellas son la mera elite internacional. Habría que preguntarles si contribuyen o extraen valor al proceso de desarrollo de los países con sus evaluaciones y métricas que pretenden imponer a los países en desarrollo. A final de cuentas, ningún país desarrollado tuvo que lidiar con estas organizaciones en su proceso de avance. Ahí hay una posible lección.

 

El autor de esta columna es Nicholas Virzi.

Sobre el Índice de calidad de elites

Antes de criticar excesivamente al Índice de calidad de elites, habría que recordar lo que pasa con los índices internacionales que pretenden medir distintos ámbitos de desempeño a nivel global. A veces importa mucho la calidad democrática, y a veces no.

Nicholas Virzi |
11 de enero, 2024
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El contenido en la sección de Opinión es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la postura o la línea editorial de República.
 

Recientemente salió el Índice de calidad de elites (EQx), publicado en colaboración con St. Gallen University.

Algunas conclusiones del informe sorprenden de entrada. Por ejemplo, China tiene alta calidad de élites, Cuba tiene élites de calidad, y Guatemala tiene élites de calidad media. ¿Cómo es posible llegar a estas conclusiones? Conviene profundizar.

¿Qué es el Índice de Calidad de elites?

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Según EQx, el Índice de calidad de elites (EQx) es un índice de economía política que pretende medir la capacidad de los modelos de negocios de élite en un país –en conjunto– para crear valor, en lugar de extraerlo.

EQx es un índice de economía política que mide y clasifica a los países según su calidad de élite. La calidad de élite se entiende como el impacto agregado de los modelos de negocio de élite en las esferas política y económica de la sociedad. Ese impacto podría ser la creación de valor (positivo) o la extracción de valor/búsqueda de rentas (negativo). Las elites de alta calidad dan más a la sociedad de lo que reciben y, por lo tanto, maximizan el desarrollo económico y humano inclusivo de un país en el largo plazo.

Entre las razones por la cual Cuba recibe una mejor calificación que Guatemala es por apreciaciones como la siguiente:

“más de dos tercios de los guatemaltecos viven debajo la línea de pobreza nacional. Falta de oportunidades económicas, y altos niveles de criminalidad, violencia, y la corrupción han sido factores que han empujado a más de 200,000 guatemaltecos emigrar ilegalmente a América del Norte en los últimos años.” (página 72)

Es de poco consuelo aclarar que no es cierto que dos tercios de los guatemaltecos viven debajo de la línea de pobreza nacional, o que la tasa de homicidios reportada para Guatemala para 2023 es más baja que la de Costa Rica. Asimismo, la explosión en la emigración tanto de guatemaltecos como ciudadanos de otros países se debe más al deliberado descontrol fronterizo ejecutado por el gobierno de EEUU que a cualquier otro factor comúnmente citado. La explosión en la migración irregular se debe puntualmente a la decisión del gobierno de EEUU de suspender la aplicación de cualquier control fronterizo. Cualquier referencia a la emigración irregular debería de mencionar este factor.

En el Índice de calidad de elites Guatemala recibe un ranking global de 125 (de 151 países), Cuba obtiene 61, y China 22 (China está a tan sola una posición atrás de EEUU!).

¿Cómo es posible que Guatemala esté tan atrás de países como Cuba y China en su calidad de élites?

Para empezar, no sorprende la mala calificación. Como regla general, se puede decir que si el índice es internacional, Guatemala va salir no solo mal, sino con la peor calificación que se le pueda dar. Esto no es para negar los serios desafíos que afronta Guatemala para encaminarse en una senda de expansión industrial, crecimiento económico y desarrollo, como los son la pobreza, y la falta de servicios básicos de salud y educación. Sin embargo, la narrativa internacional que se cuenta sobre Guatemala obliga a las organizaciones internacionales a calificar a Guatemala de la peor manera y, en particular, a sus elites.

Guatemala siempre sale peor calificada de lo que merece en evaluaciones internacionales. Estas evaluaciones se presentan como basadas en datos objetivos, pero siempre incluyen un componente cualitativo, una apreciación subjetiva que se reporta como dato cuantitativo. En realidad, el “dato” suele ser nada más que una codificación numérica de apreciaciones cualitativas de un grupo de personas cuidadosamente seleccionadas para dar sus apreciaciones previamente alineadas.

Es en el componente cualitativo donde fallan las organizaciones internacionales, que se repiten entre ellas mismas las mismas narrativas. Estas narrativas suelen obedecer agendas políticas de países poderosos. Resisten actualización y contestación, y simplemente se repiten al mejor estilo copy-paste. Solo basta leerlas todas y compararlas con las prioridades de política exterior de los países de donde viene el financiamiento de estas organizaciones internacionales “no gubernamentales”. No hay mayor discrepancia.

Antes de criticar excesivamente al Índice de calidad de elites, habría que recordar lo que pasa con los índices internacionales que pretenden medir distintos ámbitos de desempeño a nivel global. A veces importa mucho la calidad democrática, y a veces no.

Las Naciones Unidas califica a Guatemala peor en su Índice de Desarrollo Humano (ranking 135 de 191 países) que a países que clasifican en su categoría de Alto Desarrollo Humano, como a China (79) y Cuba (83). Lo mismo pasa con su Índice de desarrollo con enfoque de género. El Banco Mundial, en sus indicadores globales de gobernanza, califica a Guatemala con una nota de 12 sobre 100 en el rubro Control de corrupción. Guatemala tiene graves problemas de corrupción, como lo viene advirtiendo el sector privado desde el comienzo de la transición democrática. Sin embargo, la nota de Guatemala en materia de corrupción es peor que la de China (58), Cuba (55), y Afganistán (12.5), incluso peor que Cisjordania y Gaza (25).

Regresando al Índice de calidad de elites de EQx, en el pilar Captura estatal, el ranking de Guatemala es 131, peor que Cuba (79) y China (61). Guatemala también recibe peores rankings que ambos países en Dominancia de coalición, Dominancia empresarial, Destrucción creativa, Entrega de ingresos, Valor de capital y Valor de trabajo.  Guatemala recibe peor ranking que Cuba en el Valor del productor (ranking de 84 para Guatemala versus 65 para Cuba), y peor que China en la Quita de ingresos (142 versus 11 en el mundo para China).

Tanto China como Cuba son clasificados como países básicamente no libres por organizaciones como Freedom House, V-Dem, The Economist Intelligence Unit. Por eso sorprende que las elites guatemaltecas se consideran más “rapaces” (cita textual del informe) que las de dos dictaduras infames, donde la coalición dominante no cambia y su captura estatal es permanente.

Algo no cuadra. A las organizaciones internacionales que hacen estos índices e informes, habría que recordarles que ellas son la mera elite internacional. Habría que preguntarles si contribuyen o extraen valor al proceso de desarrollo de los países con sus evaluaciones y métricas que pretenden imponer a los países en desarrollo. A final de cuentas, ningún país desarrollado tuvo que lidiar con estas organizaciones en su proceso de avance. Ahí hay una posible lección.

 

El autor de esta columna es Nicholas Virzi.