La competencia real
Los japoneses consideran la economía como una rama de la geopolítica. El Gobierno demócrata de Biden les da la razón: ha asignado US$20,000M en subvenciones y préstamos a Intel, su campeón nacional para la producción de chips avanzados —un sector estratégico—. Hasta ahora, dos players han dominado el mercado global: la taiwanesa TSMC y la coreana Samsung. Está claro que la competencia real es a escala de bloques regionales, alineados geopolíticamente. Y es feroz.
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La competencia ideológica
Por desgracia, en Guatemala no andamos pensando cómo conectarnos a estas cadenas de valor globales. La conversación sobre nuestra estrategia de desarrollo económico la monopoliza —es irónico— una teoría económica neoliberal desfasada. La competencia perfecta: pequeñas firmas indiferenciadas luchando por sobrevivir a fin de mes, sin beneficios que reinvertir en innovación. Se trata de un universo estático, sin gigantes creativos como Microsoft y Apple. Mas la historia revela que la economía no es estática, sino dinámica; estas dos grandes compañías destronaron a IBM y a Kodak (el iPhone revolucionó la fotografía amateur), y a su vez serán destronadas.
Preferencias reveladas
Lo cierto es que la competencia perfecta solo existe en los libros de texto. Quienes la invocan como panacea del desarrollo económico lo saben, pero da lo mismo. Actúan desde el resentimiento ideológico, la distinción amigo-enemigo Schmittiana y el cálculo político de redistribuir hacia su electorado. La competencia perfecta resulta una artimaña ideológica para desmantelar el naciente tejido industrial, con el que Guatemala puede salir a competir en la región y hacia el mundo. Un tejido que, dicho sea de paso, es el más eficiente, el más productivo y, por tanto, el que paga una parte sustancial de los ingresos tributarios del Estado y los salarios más competitivos. Pero eso queda para otro día.
La competencia real
Los japoneses consideran la economía como una rama de la geopolítica. El Gobierno demócrata de Biden les da la razón: ha asignado US$20,000M en subvenciones y préstamos a Intel, su campeón nacional para la producción de chips avanzados —un sector estratégico—. Hasta ahora, dos players han dominado el mercado global: la taiwanesa TSMC y la coreana Samsung. Está claro que la competencia real es a escala de bloques regionales, alineados geopolíticamente. Y es feroz.
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La competencia ideológica
Por desgracia, en Guatemala no andamos pensando cómo conectarnos a estas cadenas de valor globales. La conversación sobre nuestra estrategia de desarrollo económico la monopoliza —es irónico— una teoría económica neoliberal desfasada. La competencia perfecta: pequeñas firmas indiferenciadas luchando por sobrevivir a fin de mes, sin beneficios que reinvertir en innovación. Se trata de un universo estático, sin gigantes creativos como Microsoft y Apple. Mas la historia revela que la economía no es estática, sino dinámica; estas dos grandes compañías destronaron a IBM y a Kodak (el iPhone revolucionó la fotografía amateur), y a su vez serán destronadas.
Preferencias reveladas
Lo cierto es que la competencia perfecta solo existe en los libros de texto. Quienes la invocan como panacea del desarrollo económico lo saben, pero da lo mismo. Actúan desde el resentimiento ideológico, la distinción amigo-enemigo Schmittiana y el cálculo político de redistribuir hacia su electorado. La competencia perfecta resulta una artimaña ideológica para desmantelar el naciente tejido industrial, con el que Guatemala puede salir a competir en la región y hacia el mundo. Un tejido que, dicho sea de paso, es el más eficiente, el más productivo y, por tanto, el que paga una parte sustancial de los ingresos tributarios del Estado y los salarios más competitivos. Pero eso queda para otro día.