Política
Política
Empresa
Empresa
Investigación y Análisis
Investigación y Análisis
Internacional
Internacional
Opinión
Opinión
Inmobiliaria
Inmobiliaria
Agenda Empresarial
Agenda Empresarial

El trabajo personal como pilar de liderazgo consciente

Si desde pequeños nos hubieran inculcado la importancia de desarrollar la capacidad de ser CONSCIENTES de nosotros mismos, de valorarnos por quien realmente somos, nuestras vidas reflejarían una realidad mucho más congruente, exitosa, íntegra, feliz y próspera.

Liderazgo
María Cristina Quiñonez
24 de octubre, 2022

Lastimosamente, aún vivimos en una sociedad en donde se nos enseña, desde el momento en que entramos al mundo, que el valor de lo que somos viene dado por nuestros logros externos (en la infancia por nuestras destrezas, en la etapa escolar por las calificaciones y en toda nuestra adultez por nuestra posición profesional, situación económica  o estabilidad relacional).

Por supuesto que comprendo y valido que nuestros logros son profundamente importantes en el desarrollo de quien somos; nuestra capacidad creativa y ejecutiva nos permite aprender y enseñar a otros, abrir caminos y oportunidades en donde antes no los habían, nos permiten emprender, generar empleos y crear prosperidad para nosotros mismos, nuestras familias y nuestra comunidad.

Sin embargo, el dilema surge cuando nuestra definición de quien somos y nuestro valor personal viene dado únicamente por nuestra capacidad de alcanzar resultados.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER DE EMPRESA

Si permitimos que nuestros logros, puestos o roles nos definan como personas, le estamos otorgando al mundo externo demasiado poder sobre nuestras vidas y, consecuentemente, nos volvemos esclavos de las exigencias que otros puedan poner sobre nosotros.

Para ser verdaderos líderes conscientes, actuar desde la integridad, ser capaces de inspirar, guiar y transformar la vida de muchos, necesitamos hacer el trabajo que pocos priorizamos en la vida: necesitamos ir hacia adentro y tomar plena consciencia de quienes realmente somos, con nuestras luces y sombras.

La gran mayoría de nosotros, lo sepamos o no, hemos pasado buena parte de nuestras vidas tratando de venderle al mundo una imagen de quien “debemos ser”, basada en miedos y creencias primitivas que generamos en nuestra infancia.

Ello nos lleva a construir una “falsa imagen” de quien realmente somos y nos obliga a esconder -de los demás y de nosotros mismos- aquellas partes que nos avergüenzan. Carl Jung lo definió claramente cuando expresó “todos manejamos una sombra y entre menos es integrada a la consciencia del ser humano, lo más oscura y negra que se torna”.

En la medida en que la persona resiste o reprime partes de su ser, genera un desgaste de energía, tiempo y recursos tratando de probar y vender su falsa identidad sin darse cuenta que sus aspectos resistidos siguen controlando su vida.

Por mi consultorio de coaching han desfilado sinfín de increíbles hombres y mujeres, grandes líderes y agentes de cambio cuyo gran reto en la vida es “¿cómo me convierto en la persona que otros creen que soy?”. Y el sólo hecho que esa sea la pregunta, nos alerta de una epidemia social que nos está ocasionando mucho más daño del que hemos sido capaces de medir tangiblemente: nuestros liderazgos se están viendo mermados y afectados por una necesidad de alcanzar una perfección que nunca podremos lograr.

Como sociedad, nos hemos caracterizado por vender imágenes de perfección poco realistas en todos los ámbitos: cuerpos esculturales que nunca envejecen, líderes que pareciera que todo lo pueden y logran, hombres y mujeres que logran balacear sus vidas profesionales y personales de manera impecable, etc.

Pero, realísticamente, lo que vemos y lo que sucede en la realidad es muy diferente. Cuando nos vemos frente a estas imágenes de perfección, no podemos evitar el compararnos y auto-juzgarnos; nos sentimos poco suficientes o incapaces porque “no importando cuanto me esfuerzo, nunca logro alcanzar la perfección, éxito y realización que veo en otros”. Esto, inevitablemente, erosiona nuestra confianza y estima personal.

En la medida en que sigamos comparándonos a esas figuras sublimes que vemos externamente,  sin entender que, detrás de cada ser humano, hay una historia escondida de miedo, de inseguridad, de juicio o de inmensos retos personales, nunca seremos capaces de hacer nuestro propio trabajo de sanación y transformación.

Es mucho más realista y pragmático entender que todas aquellas personas que solemos idealizar -y frente a las cuales nos sentimos inferiores o no suficientes- han seguido uno de estos dos caminos: o están poniendo una fachada a su verdadera identidad o han trabajado exhaustivamente en sí mismos, en conocer, sanar y conquistar sus propias limitaciones y en conocer, aceptar e integrar aquellos aspectos de sí mismos que antes juzgaban, escondían y resistían.

El trabajo de pararnos frente a la vida con total transparencia, con profunda aceptación de todo lo que somos, incluso con aquellos aspectos que escodemos y reprimimos por miedo o vergüenza, es el único camino que nos puede llevar a convertirnos en las personas de luz, de inspiración, de guía que todos llevamos dentro y en catalizadores de profundo crecimiento y transformación para nuestra comunidad.

Si nos aferramos a las máscaras que, naturalmente nuestros egos dañados utilizan para escondernos de los demás (y muchas veces de nosotros mismos), seguimos vibrando desde la resistencia y vergüenza de quien realmente somos. Gastamos enormes cantidades de tiempo y energía probándole al mundo externo que somos alguien distinto a quien realmente creemos ser.

Lo he visto una y otra vez, empezando por mí misma: no trabajar en la consciencia de quien somos, aferrarnos a nuestras máscaras y negar las partes internas que desearíamos no tener, solo trae resistencia, limitaciones y mecanismos del ego que en el mediano y largo plazo nos acarrean profundas limitaciones y problemas. Al no ser capaces de vernos a nosotros mismos tal y como somos, con nuestras fortalezas y nuestras debilidades, nos estamos vedando la auto-estima y energía necesarias para enfrentar la vida desde la aceptación, libres de miedo y listos para tomar riesgos y crear una mejor versión de quien somos. Como decía C Jung, “no podemos cambiar nada en nuestras vidas hasta que no lo aceptemos”. Y para aceptar, primero necesitamos conocer.

La única manera de validarnos, amarnos y sentirnos orgullosos de todo lo que somos, es tomándonos el tiempo de adquirir consciencia de todo lo que inconscientemente hemos negado. Haciendo la revolución interna de conocer y aceptar todo lo que soy, logramos dejar que nuestra luz y esencia  salgan a relucir de la manera única en que cada uno puede lograrlo.

Todos estamos en el mismo barco de fragilidad humana en donde nos corresponde hacer el trabajo de ir hacia adentro, de adquirir la consciencia de nuestra totalidad para poder presentarnos frente al mundo con profunda vulnerabilidad y autenticidad. Las generaciones anteriores no contaban con las herramientas, material literario, cursos y procesos que hoy tenemos para adquirir consciencia propia. El desafío está en dejar atrás los viejos paradigmas de que “solo las personas débiles o con severos problemas necesitan trabajar en sí mismas”.

El mundo empresarial hoy comprende, con más claridad y certeza que nunca, la importancia de que las personas trabajen en sí mismas. Solo haciendo el trabajo de consciencia personal, nos aseguramos convertirnos en líderes de inspiración en donde nuestro mensaje lejos de ser una pantalla que ocasiona expectativas falsas en los demás, es uno de esperanza y fe que comunica que, a pesar de nuestras limitaciones, todos somos capaces de brillar.

 

María Cristina Quiñonez

 

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER DE EMPRESA

El trabajo personal como pilar de liderazgo consciente

Si desde pequeños nos hubieran inculcado la importancia de desarrollar la capacidad de ser CONSCIENTES de nosotros mismos, de valorarnos por quien realmente somos, nuestras vidas reflejarían una realidad mucho más congruente, exitosa, íntegra, feliz y próspera.

Liderazgo
María Cristina Quiñonez
24 de octubre, 2022

Lastimosamente, aún vivimos en una sociedad en donde se nos enseña, desde el momento en que entramos al mundo, que el valor de lo que somos viene dado por nuestros logros externos (en la infancia por nuestras destrezas, en la etapa escolar por las calificaciones y en toda nuestra adultez por nuestra posición profesional, situación económica  o estabilidad relacional).

Por supuesto que comprendo y valido que nuestros logros son profundamente importantes en el desarrollo de quien somos; nuestra capacidad creativa y ejecutiva nos permite aprender y enseñar a otros, abrir caminos y oportunidades en donde antes no los habían, nos permiten emprender, generar empleos y crear prosperidad para nosotros mismos, nuestras familias y nuestra comunidad.

Sin embargo, el dilema surge cuando nuestra definición de quien somos y nuestro valor personal viene dado únicamente por nuestra capacidad de alcanzar resultados.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER DE EMPRESA

Si permitimos que nuestros logros, puestos o roles nos definan como personas, le estamos otorgando al mundo externo demasiado poder sobre nuestras vidas y, consecuentemente, nos volvemos esclavos de las exigencias que otros puedan poner sobre nosotros.

Para ser verdaderos líderes conscientes, actuar desde la integridad, ser capaces de inspirar, guiar y transformar la vida de muchos, necesitamos hacer el trabajo que pocos priorizamos en la vida: necesitamos ir hacia adentro y tomar plena consciencia de quienes realmente somos, con nuestras luces y sombras.

La gran mayoría de nosotros, lo sepamos o no, hemos pasado buena parte de nuestras vidas tratando de venderle al mundo una imagen de quien “debemos ser”, basada en miedos y creencias primitivas que generamos en nuestra infancia.

Ello nos lleva a construir una “falsa imagen” de quien realmente somos y nos obliga a esconder -de los demás y de nosotros mismos- aquellas partes que nos avergüenzan. Carl Jung lo definió claramente cuando expresó “todos manejamos una sombra y entre menos es integrada a la consciencia del ser humano, lo más oscura y negra que se torna”.

En la medida en que la persona resiste o reprime partes de su ser, genera un desgaste de energía, tiempo y recursos tratando de probar y vender su falsa identidad sin darse cuenta que sus aspectos resistidos siguen controlando su vida.

Por mi consultorio de coaching han desfilado sinfín de increíbles hombres y mujeres, grandes líderes y agentes de cambio cuyo gran reto en la vida es “¿cómo me convierto en la persona que otros creen que soy?”. Y el sólo hecho que esa sea la pregunta, nos alerta de una epidemia social que nos está ocasionando mucho más daño del que hemos sido capaces de medir tangiblemente: nuestros liderazgos se están viendo mermados y afectados por una necesidad de alcanzar una perfección que nunca podremos lograr.

Como sociedad, nos hemos caracterizado por vender imágenes de perfección poco realistas en todos los ámbitos: cuerpos esculturales que nunca envejecen, líderes que pareciera que todo lo pueden y logran, hombres y mujeres que logran balacear sus vidas profesionales y personales de manera impecable, etc.

Pero, realísticamente, lo que vemos y lo que sucede en la realidad es muy diferente. Cuando nos vemos frente a estas imágenes de perfección, no podemos evitar el compararnos y auto-juzgarnos; nos sentimos poco suficientes o incapaces porque “no importando cuanto me esfuerzo, nunca logro alcanzar la perfección, éxito y realización que veo en otros”. Esto, inevitablemente, erosiona nuestra confianza y estima personal.

En la medida en que sigamos comparándonos a esas figuras sublimes que vemos externamente,  sin entender que, detrás de cada ser humano, hay una historia escondida de miedo, de inseguridad, de juicio o de inmensos retos personales, nunca seremos capaces de hacer nuestro propio trabajo de sanación y transformación.

Es mucho más realista y pragmático entender que todas aquellas personas que solemos idealizar -y frente a las cuales nos sentimos inferiores o no suficientes- han seguido uno de estos dos caminos: o están poniendo una fachada a su verdadera identidad o han trabajado exhaustivamente en sí mismos, en conocer, sanar y conquistar sus propias limitaciones y en conocer, aceptar e integrar aquellos aspectos de sí mismos que antes juzgaban, escondían y resistían.

El trabajo de pararnos frente a la vida con total transparencia, con profunda aceptación de todo lo que somos, incluso con aquellos aspectos que escodemos y reprimimos por miedo o vergüenza, es el único camino que nos puede llevar a convertirnos en las personas de luz, de inspiración, de guía que todos llevamos dentro y en catalizadores de profundo crecimiento y transformación para nuestra comunidad.

Si nos aferramos a las máscaras que, naturalmente nuestros egos dañados utilizan para escondernos de los demás (y muchas veces de nosotros mismos), seguimos vibrando desde la resistencia y vergüenza de quien realmente somos. Gastamos enormes cantidades de tiempo y energía probándole al mundo externo que somos alguien distinto a quien realmente creemos ser.

Lo he visto una y otra vez, empezando por mí misma: no trabajar en la consciencia de quien somos, aferrarnos a nuestras máscaras y negar las partes internas que desearíamos no tener, solo trae resistencia, limitaciones y mecanismos del ego que en el mediano y largo plazo nos acarrean profundas limitaciones y problemas. Al no ser capaces de vernos a nosotros mismos tal y como somos, con nuestras fortalezas y nuestras debilidades, nos estamos vedando la auto-estima y energía necesarias para enfrentar la vida desde la aceptación, libres de miedo y listos para tomar riesgos y crear una mejor versión de quien somos. Como decía C Jung, “no podemos cambiar nada en nuestras vidas hasta que no lo aceptemos”. Y para aceptar, primero necesitamos conocer.

La única manera de validarnos, amarnos y sentirnos orgullosos de todo lo que somos, es tomándonos el tiempo de adquirir consciencia de todo lo que inconscientemente hemos negado. Haciendo la revolución interna de conocer y aceptar todo lo que soy, logramos dejar que nuestra luz y esencia  salgan a relucir de la manera única en que cada uno puede lograrlo.

Todos estamos en el mismo barco de fragilidad humana en donde nos corresponde hacer el trabajo de ir hacia adentro, de adquirir la consciencia de nuestra totalidad para poder presentarnos frente al mundo con profunda vulnerabilidad y autenticidad. Las generaciones anteriores no contaban con las herramientas, material literario, cursos y procesos que hoy tenemos para adquirir consciencia propia. El desafío está en dejar atrás los viejos paradigmas de que “solo las personas débiles o con severos problemas necesitan trabajar en sí mismas”.

El mundo empresarial hoy comprende, con más claridad y certeza que nunca, la importancia de que las personas trabajen en sí mismas. Solo haciendo el trabajo de consciencia personal, nos aseguramos convertirnos en líderes de inspiración en donde nuestro mensaje lejos de ser una pantalla que ocasiona expectativas falsas en los demás, es uno de esperanza y fe que comunica que, a pesar de nuestras limitaciones, todos somos capaces de brillar.

 

María Cristina Quiñonez