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Documental especial

Las mujeres del sur de Guatemala reivindican el verdadero feminismo a través del trabajo

Historias de superación contadas en el documental "La hora de las mujeres".

De los 700.000 habitantes del departamento de Escuintla, al sur de Guatemala, la mitad son mujeres. A pesar del machismo ancestral y de que el desarrollo avance lentamente, cada vez son más las mujeres que se incorporan al mercado laboral como trabajadoras y emprendedoras. El 40 por ciento de ellas viven en zonas rurales, según el Instituto Nacional de Estadística.

Aún así, en el documental “La hora de las mujeres”, producido por Naranja Media y República, se puede ver que esto tampoco es un obstáculo para que muchas mujeres estén accediendo al mercado laboral o emprendiendo negocios con el objetivo de aportar a la economía familiar pero también para desarrollarse como personas y mejorar su autoestima.

Historias de empoderamiento a través del tiempo

Irma Argueta es una de esas valientes que se ha enfrentado a una realidad dominada por los hombres y que encontró en el trabajo la manera de desarrollarse como ser humano. Cada día, a las 7.00 de la mañana, la actividad de Irma como repostera ya está en pleno rendimiento. Esta emprendedora de aldea El Tránsito, en Santa Lucía Cotzumalguapa, se negó a aceptar el machismo imperante: “Cuando nace un bebé, si es varón, está el dicho de “se merece el caldo de gallina”. Si es mujer, pues no, es simplemente una mujer.

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Pero si nos damos cuenta la importancia de que nosotras como mujeres somos las que damos vida”. Irma llevaba mucho tiempo con la idea de montar su negocio de venta de pasteles y su esposo aceptó aunque puso muchas pegas. Finalmente, el marido se quedó sin trabajo en la pandemia y gracias al negocio de Irma toda la familia pudo seguir adelante. Ahora, orgullosa, anima a otras mujeres a imitarla. “Siempre he dicho que el límite nos lo ponemos nosotras. El límite somos nosotras y nuestra mente, cuando decimos no puedo más. Pero si nos damos cuenta, cada día hay nuevos retos en nuestra vida y les insto a que puedan salir de ese miedo, que puedan salir de ese temor”, afirma.

A las 8.00 de la mañana, Angélica Cárcamo, otra mujer empoderada, ya ha vendido decenas de tortillas de las que muchos trabajadores de aldea La Chacona, en Chiquimulilla, darán cuenta en el almuerzo. Gracias a su negocio, Angélica ha conseguido que su hijo mayor se gradúe. Ahora sueña con ampliar su emprendimiento y además de tortillas, vender otro tipo de comida. Angélica reconoce que hubo gente que le recriminó que trabajara fuera de la casa: “Me decían, usted tiene un esposo, ¿por qué trabaja? Pero yo yo no lo veo así. Yo lo veo que si nosotros tenemos la oportunidad de luchar y ayudar al esposo, lo podemos hacer”.

A las 9.00 am, Norma Reyes, en Aldea El Terrero, abre su tienda en la que venden artículos escolares y ropa. Su jornada apenas acaba de empezar. Norma venció muchas barreras, entre ellas, una depresión. “Mi madre un día antes de morir me dijo, “la quiero fuerte, ya me llegó la hora y yo no quiero que llore cuando me vaya. Quiero que esa mujer valiente que ha sabido tener un hogar y unos hijos no vuelva a caer”. Y la depresión no me va a vencer. Yo la voy a vencer a ella por mí y por mi familia”.

Mary Carmen Mayorga, en Aldea Pinula, y Glendy López, en Aldea Champas Pinula, han encontrado en la peluquería y el maquillaje una forma de dar sentido completo a su vida. Mary Carmen se publicita a través de su página de Facebook y recibe clientes en la casa pero cuando es necesario maneja su moto y se lleva a su bebé para atender a domicilio. Se siente feliz de ayudar a sus vecinas a sentirse bonitas. “Tengo una amiga que decía que su cabello no le gustaba. Y le dije, ven a verme, te voy a arreglar para que te sientas hermosa, solo dime qué idea tienes. Ella quería el cabello liso. Se lo arreglé y ahora su pelo está suelto y hermoso. Entonces me sentí tan feliz que ella haya cambiado su visión de sí misma”, recuerda Mary Carmen.

Glendy vive con su esposo, su hija, casa con casa con su madre. Dos generaciones de mujeres con una manera diferente de afrontar su destino. La primera diferencia el número de hijos que decidieron tener. Su madre tuvo 16 y ella de momento se conforma con su hija. Glendy respeta a su madre pero afirma que los tiempos han cambiado: “Ahorita el dinero no alcanza también sólo con lo que el hombre gana, no alcanza. Tiene que ver una cómo generar dinero también para poder salir adelante”.

A mediodía, Mildred Grajeda ya tuvo tiempo de entrenarse en un simulador y está preparada para seguir con su trabajo como conductora de una cosechadora en la zafra de la caña de azúcar, un empleo en el que hace poco era impensable ver a una mujer. Mildred trabaja en el Ingenio La Unión. “Tengo un bebé de ocho años, soy madre y padre para él y él en casa está diciendo mi mami maneja cosechadora, mi mami maneja tractor, o sea, para él yo siento que soy un orgullo y ahora que yo tengo esta oportunidad, voy con esa visión que mi madre depositó en mí de que yo quiero que él también llegue a ser un profesional en un futuro”, asegura orgullosa

A punto de caer la tarde en Aldea Las Playas en Santa Lucía, y después de un duro día de trabajo, Delmy Recinos, que se dedica a la venta de ropa y perfumes a domicilio, aun tiene tiempo de visitar a algunos vecinos de su aldea que tienen problemas económicos y necesitan ayuda. Les lleva comida y pasteles elaborados por ella misma. Es una luchadora y quiere que su ejemplo de mujer que no le tiene miedo ni al trabajo ni a los hombres le llegue a otras mujeres. “Les pido que abran los ojos, que ahorita ya es tiempo de que nosotras las mujeres podamos demostrar que sí podemos hacer el trabajo de los hombres también. Mujer, tú puedes hacerlo, levántate, levántate tú misma y echa para adelante, porque la vida está dura y tus hijos te necesitan”, afirma Delmy.

Irma, Angélica, Norma, Mary Carmen, Glendy, Mildred, Delmy, las mujeres protagonista de “La hora de las mujeres” son solo algunos ejemplos de que las cosas aunque lentamente están cambiando en Guatemala. Estas mujeres con una sonrisa pero con mano firme se reivindican y animan a las demás de cualquier rincón del país a dar un paso adelante. Mildred, subida a su cosechadora, envía este mensaje a las mujeres guatemaltecas: “Lo primero, lo más importante, es creer en una misma y tener esa visión de que sí somos capaces, porque sí lo somos, todas vamos a tener miedos, adversidades y lo que tenemos que hacer es vencerlos”.