El abuso sexual constituye un problema de salud pública y de derechos humanos. Para algunas organizaciones en países como Guatemala, este tipo de violencia constituye un problema de proporciones incalculables.
“Las consecuencias a corto y largo plazo afectan la salud física y mental de las víctimas”.
Así lo explicó Andrea Gramajo, psicóloga de la entidad Refugio de la Niñez.
Según la experta, un abuso sexual trastorna gravemente la vida de los niños y adolescentes. Gramajo comentó que las menores de 14 años que sufren un abuso, pueden llegar a padecer: culpa, depresión, ansiedad, alteración del sueño, de la alimentación entre otros problemas.
“Las consecuencias dependen en gran medida del tipo de abuso y sus circunstancias. Estudios estiman que un alto porcentaje de las víctimas de violencia o abuso sexual presentan secuelas”.
Indicó la psicologa.
Abuso familiar, un trauma mayor
Las consecuencias suelen ser mayores mientras más cercanas afectivamente sea quien agredió. Es decir, mientras más violencia haya existido, mientras más tiempo haya sucedido y mientras menos se haya creído o apoyado a la víctima.
En la adolescencia es común ver a mujeres y hombres con una conducta sexual inadecuada, poco protegida, riesgosa. Según Andrea Gramajo, los traumas de una menor abusada sexualmente por un familiar muchas veces son irreparables.
Aislamiento, represión emocional
En Guatemala, es común la violencia sexual a menores por parte de hermanos, primos, padres, tíos e incluso abuelos y luego ver como la misma familia aísla a las víctimas por temor al que dirán.
Por ello, para la psicóloga Andrea Gramajo, en lugar de juzgar a una persona por su conducta, es indispensable tratar de comprender qué le sucede.
“Es muy importante que también comprendamos que estos efectos se desvanecen o minimizan con una adecuada terapia sexual. Es importante la comunicación familiar, pero es aún más importante denunciar el abuso sexual”.
Andrea Gramajo, psicologa del Refugio de la Niñez.
¿Cómo se manifiestan estos traumas?
El abuso sexual constituye un problema de salud pública y de derechos humanos. Para algunas organizaciones en países como Guatemala, este tipo de violencia constituye un problema de proporciones incalculables.
“Las consecuencias a corto y largo plazo afectan la salud física y mental de las víctimas”.
Así lo explicó Andrea Gramajo, psicóloga de la entidad Refugio de la Niñez.
Según la experta, un abuso sexual trastorna gravemente la vida de los niños y adolescentes. Gramajo comentó que las menores de 14 años que sufren un abuso, pueden llegar a padecer: culpa, depresión, ansiedad, alteración del sueño, de la alimentación entre otros problemas.
“Las consecuencias dependen en gran medida del tipo de abuso y sus circunstancias. Estudios estiman que un alto porcentaje de las víctimas de violencia o abuso sexual presentan secuelas”.
Indicó la psicologa.
Abuso familiar, un trauma mayor
Las consecuencias suelen ser mayores mientras más cercanas afectivamente sea quien agredió. Es decir, mientras más violencia haya existido, mientras más tiempo haya sucedido y mientras menos se haya creído o apoyado a la víctima.
En la adolescencia es común ver a mujeres y hombres con una conducta sexual inadecuada, poco protegida, riesgosa. Según Andrea Gramajo, los traumas de una menor abusada sexualmente por un familiar muchas veces son irreparables.
Aislamiento, represión emocional
En Guatemala, es común la violencia sexual a menores por parte de hermanos, primos, padres, tíos e incluso abuelos y luego ver como la misma familia aísla a las víctimas por temor al que dirán.
Por ello, para la psicóloga Andrea Gramajo, en lugar de juzgar a una persona por su conducta, es indispensable tratar de comprender qué le sucede.
“Es muy importante que también comprendamos que estos efectos se desvanecen o minimizan con una adecuada terapia sexual. Es importante la comunicación familiar, pero es aún más importante denunciar el abuso sexual”.
Andrea Gramajo, psicologa del Refugio de la Niñez.