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Caminando por la Ciudad: Chema el carnicero

Chema, un cuarentón promedio, de baja estatura, cuerpo rechoncho, bigotes largos y espesos como de brocha gorda de pintor de casas o puentes, con el pelo muy liso, brilloso y envaselinado.

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Invitado
13 de noviembre, 2022
Chema el carnicero.  Caminando por la Ciudad es el blog de Ángel Álvarez, quien narra historias y situaciones de los habitantes de la capital y otras ciudades.

Enamorado, regala onzas de más y les dice piropos a todas las compradoras sin importar su edad o situación sentimental. Así es Chema, un cuarentón promedio, de baja estatura, cuerpo rechoncho, bigotes largos y espesos como de brocha gorda de pintor de casas o puentes, con el pelo muy liso, brilloso y envaselinado. Cubre su vestuario formal con una gran gabacha de piel que lo protege de las salpicaduras de sangre de las piezas de carne al destazarlas, o al cortarlas con el hacha, sobre el tronco de madera que le sirve de base. Siempre anda con su lapicero en la oreja para hacer sus apuntes del total a pagar de la clientela.

Los vecinos comentan que nunca se casó porque se mantenía muy ocupado haciendo crecer su negocio. Las dos veces que lo atraparon se separó porque decía ser un alma libre, aunque se sabe que fue porque lo sorprendieron con otra dama. Él se declara un picaflor, aunque las vecinas dicen que es un viejo verde, y eso no le afecta, más bien dice sentirse un carnicero guapo.

Es normal escucharle frases como ahí está su carne mamita y ahí le va una onza de cortesía si me regala una sonrisa, o le dejo unos menudos extras de gratis, así enamora a todas las clientas. Algunas se emocionan, otras se ofenden y varias no llegan a comprar solas, sólo acompañadas por si a Chema se le van los ojos de más y la palabrería o la «labia», como el mismo dice, se sale de los límites.

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Se le ve todos los días lavando los largos mostradores donde coloca las piezas de carne cruda. También cuida los tubos de metal de donde cuelgan los chorizos, longanizas, tumacas y alguna que otra víscera. Prepara el tronco de madera donde parte los huesos de la res sacrificada con el hacha y las balanzas llenas de sangría. Las piezas, embutidos, sesos, lenguas y patas de animales a la venta se exhiben en los congeladores.

En el extremo izquierdo coloca las cabezas de cerdo, chicharrones, carnitas porcinas, las infaltables morongas o morcillas con o sin trocitos, el inigualable bofe para gatos, las patas de pollo con todo y dedos, así como el revolcado que expone en una palangana de metal todos los viernes al final del mostrador largo.

Aparte de ser un eterno enamorado, Chema es buena persona, ya que por ratos les tira vísceras a los perritos callejeros que se sientan todo el día a ver qué les puede dar, además de las orillas de sebo y gordos de la carne que van quedando, huesitos y algún pedacito de posta que se cayó al suelo. Con su gabacha y sombrero de impecable blancura más parece un médico cirujano que un experto carnicero.

A todos les encanta pasar por la carnicería que ocupa la esquina opuesta a la Casa Central, porque tiene una puerta sobre la 14 calle y otra sobre la 1ª. avenida. A muchos les gusta pasar por dentro y evitar la esquina con la reposadera quebrada, aprovechando a saludar a Chema que siempre tiene una sonrisa muy amena y carcajadas por todo lo que le pasan gritando los vecinos acerca de su bigote de brocha.

Les saluda y les responde con otro apodo, muchas veces comparándolos con las cabezas y partes de animales sobre el mostrador. De ahí que algunos vecinos tienen sobrenombres como la Patas de Pollo, el Cara de Coche, la Espalda de Toro y la Cintura de Gallina.

Chema es de buena broma y trabaja junto a sus dos acompañantes, doña Carmen y su hija Sarita, que es aprendiz de carnicera. Nunca fue tan emocionante y divertido ir a comprar la carnita del almuerzo, aunque Chema dé la mala noticia de que subió de precio debido a la inflación.

 

Caminando por la Ciudad: Chema el carnicero

Chema, un cuarentón promedio, de baja estatura, cuerpo rechoncho, bigotes largos y espesos como de brocha gorda de pintor de casas o puentes, con el pelo muy liso, brilloso y envaselinado.

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Invitado
13 de noviembre, 2022
Chema el carnicero.  Caminando por la Ciudad es el blog de Ángel Álvarez, quien narra historias y situaciones de los habitantes de la capital y otras ciudades.

Enamorado, regala onzas de más y les dice piropos a todas las compradoras sin importar su edad o situación sentimental. Así es Chema, un cuarentón promedio, de baja estatura, cuerpo rechoncho, bigotes largos y espesos como de brocha gorda de pintor de casas o puentes, con el pelo muy liso, brilloso y envaselinado. Cubre su vestuario formal con una gran gabacha de piel que lo protege de las salpicaduras de sangre de las piezas de carne al destazarlas, o al cortarlas con el hacha, sobre el tronco de madera que le sirve de base. Siempre anda con su lapicero en la oreja para hacer sus apuntes del total a pagar de la clientela.

Los vecinos comentan que nunca se casó porque se mantenía muy ocupado haciendo crecer su negocio. Las dos veces que lo atraparon se separó porque decía ser un alma libre, aunque se sabe que fue porque lo sorprendieron con otra dama. Él se declara un picaflor, aunque las vecinas dicen que es un viejo verde, y eso no le afecta, más bien dice sentirse un carnicero guapo.

Es normal escucharle frases como ahí está su carne mamita y ahí le va una onza de cortesía si me regala una sonrisa, o le dejo unos menudos extras de gratis, así enamora a todas las clientas. Algunas se emocionan, otras se ofenden y varias no llegan a comprar solas, sólo acompañadas por si a Chema se le van los ojos de más y la palabrería o la «labia», como el mismo dice, se sale de los límites.

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Se le ve todos los días lavando los largos mostradores donde coloca las piezas de carne cruda. También cuida los tubos de metal de donde cuelgan los chorizos, longanizas, tumacas y alguna que otra víscera. Prepara el tronco de madera donde parte los huesos de la res sacrificada con el hacha y las balanzas llenas de sangría. Las piezas, embutidos, sesos, lenguas y patas de animales a la venta se exhiben en los congeladores.

En el extremo izquierdo coloca las cabezas de cerdo, chicharrones, carnitas porcinas, las infaltables morongas o morcillas con o sin trocitos, el inigualable bofe para gatos, las patas de pollo con todo y dedos, así como el revolcado que expone en una palangana de metal todos los viernes al final del mostrador largo.

Aparte de ser un eterno enamorado, Chema es buena persona, ya que por ratos les tira vísceras a los perritos callejeros que se sientan todo el día a ver qué les puede dar, además de las orillas de sebo y gordos de la carne que van quedando, huesitos y algún pedacito de posta que se cayó al suelo. Con su gabacha y sombrero de impecable blancura más parece un médico cirujano que un experto carnicero.

A todos les encanta pasar por la carnicería que ocupa la esquina opuesta a la Casa Central, porque tiene una puerta sobre la 14 calle y otra sobre la 1ª. avenida. A muchos les gusta pasar por dentro y evitar la esquina con la reposadera quebrada, aprovechando a saludar a Chema que siempre tiene una sonrisa muy amena y carcajadas por todo lo que le pasan gritando los vecinos acerca de su bigote de brocha.

Les saluda y les responde con otro apodo, muchas veces comparándolos con las cabezas y partes de animales sobre el mostrador. De ahí que algunos vecinos tienen sobrenombres como la Patas de Pollo, el Cara de Coche, la Espalda de Toro y la Cintura de Gallina.

Chema es de buena broma y trabaja junto a sus dos acompañantes, doña Carmen y su hija Sarita, que es aprendiz de carnicera. Nunca fue tan emocionante y divertido ir a comprar la carnita del almuerzo, aunque Chema dé la mala noticia de que subió de precio debido a la inflación.