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Caminando por la Ciudad: El carnicero asesino de la sexta

Cosechó muchos enemigos y admiradores que no se explicaban cómo siendo un gran atleta, con esa corpulencia y estatura, se dedicaba a ganar con trampas y engañando a los árbitros.

Luis Gonzalez
29 de mayo, 2022
El carnicero asesino de la sexta. Caminando por la Ciudad es el blog de Ángel Álvarez, quien narra historias y situaciones de los habitantes de la capital y otras ciudades.

«Dios te bendiga vos patojo, hacé ejercicios que estás muy flaquito, portate bien con tu mamá y asistí a la iglesia los domingos», es el consejo que don Rigo le da a los jóvenes que siempre se topa en el sector de la 6a. calle. Todos lo ven como el dulce señor, muy responsable, dueño de una casona que se utiliza de parqueo público y se ha convertido en la nueva mina de oro en el Centro Histórico desde que la municipalidad prohibió parquearse en la calles de la zona 1.

Don Rigo acondicionó ese gran patio con bastante piedrín, lo emparejó bien a nivel horizontal, le pintó cuadros para parquear vehículos de dos y cuatro ruedas. Colocó un gran reloj en la entrada, como de los que se usaban antes para marcar la entrada y salida de las oficinas, para que el cliente vea a qué hora entró y a qué hora va a salir: de ahí depende la cuota que deberá pagar.

Eso sí, se aclara con el gran rótulo de que «el parqueo no se responsabiliza de daños, robo total o parcial de su vehículo o cualquier otro daño que le puedan ocasionar terceros, mientras está parqueado ahí adentro». Así pasa sus días don Rigo, cuidando y controlando al muchacho que atiende el parqueo y al que lava carros a una módica cuota después de pagar el uso de piso.

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También se le ve platicando en la esquina, en la tienda de la Chiqui, la rubia del barrio que atiende la tiendita donde todos paran a platicar, tomarse una aguas frías o simplemente pasar saludando a la dueña, que es muy amable con todos los que llegan a comprar. Don Rigo siempre amable, respondiendo los saludos de cada cliente que llega a visitar, muy sereno, pero cabe destacar que el señorón destaca una espalda muy amplia, brazos muy musculosos y unos pectorales como de joven fisicoculturista a pesar de sus siete décadas.

Cuando los amigos jóvenes le preguntan, sólo responde que hace un poco de ejercicio al levantar piezas de automóvil que tiene en su predio, todo el tren delantero de un vehículo, pesas hechas de botes de leche llenos de cemento y un gran tubo de cobre como barra, así como costales de arena para boxear y el trote matutino que involucra más de 10 kilómetros. Algunos se preguntan a qué se debe tanto ejercicio en un señor tan grande, pero lo que pocos o casi ninguno sabe es que nunca fue tan sereno, sencillo y humilde como se le ve cuando domingo a domingo sale muy temprano a la iglesia con su Biblia bajo el brazo y ropa elegante.

Los pocos vecinos de edad más madura cuentan que antes se ganaba la vida luchando en el circuito nacional. Destacó en arenas de la capital y el interior, hizo giras a toda Centroamérica y el sur de México.

Antes no era el sereno y noble don Rigo, sino el salvaje, despiadado y muy sanguinario Carnicero Asesino, como se llamaba su personaje del lado rudo como siempre le gustó luchar. Desenmascaró a varios luchadores técnicos con astucia, mucho entreno y algo de artimañas, rapó a varios y se llevó muchos sombrillazos de señoras apasionadas con el deporte de los costalazos.

Cosechó muchos enemigos y admiradores que no se explicaban cómo siendo un gran atleta, con esa corpulencia y estatura, se dedicaba a ganar con trampas y engañando a los árbitros, utilizando llaves prohibidas, golpes con la mano cerrada y con golpes ilegales debajo de la cintura.

Hasta utilizaba las cuerdas para realizar puentes olímpicos y ganar con ilegalidades. Ya los técnicos no sabían qué hacer para derrotarlo, ya que son demasiadas las máscaras y cabelleras en su vitrina y esto debe parar.

Fue contemporáneo de grandes representantes como el Santo, el Demonio Azul y el Rayo Chapín. Todos están armando la estrategia contra el Carnicero Asesino y de una vez derrotarlo y retirarlo de los cuadriláteros.

A ciencia cierta no se sabe quién fue ni dónde lo desenmascararon, sólo se dice que fue un luchador asiático de gran trayectoria y en un escenario repleto de réferis donde no pudo utilizar ningún truco escondido y cámaras de video constatando que la pelea fuera sin ninguna estrategia sucia.

Sólo se sabe que salió por la puerta trasera del aeropuerto a su regreso del extranjero, se retiró a su casa de habitación y nunca más se asomó a los escenarios. Nada más quedaron los recuerdos, fotos, manchas de sangre y alguna que otra silla rota en la espalda de sus adversarios en un momento candente de la pelea.

El despiadado Carnicero Asesino ahora es un dulce y educado anciano con la corpulencia de un campeón de fisicoculturismo que se dedica a cuidar a sus nietos, conversar en medio de las bebidas frías (aunque él solo tome agua pura de manantial) y dar consejos a los más jóvenes de cómo comer sano, respetar al prójimo y entrenar para tener un físico como el suyo. Sobre todo, entrenar el espíritu y el alma para sobresalir en toda disciplina en la vida.

Salve Carnicero Asesino, o don Rigo.

 

Caminando por la Ciudad: El carnicero asesino de la sexta

Cosechó muchos enemigos y admiradores que no se explicaban cómo siendo un gran atleta, con esa corpulencia y estatura, se dedicaba a ganar con trampas y engañando a los árbitros.

Luis Gonzalez
29 de mayo, 2022
El carnicero asesino de la sexta. Caminando por la Ciudad es el blog de Ángel Álvarez, quien narra historias y situaciones de los habitantes de la capital y otras ciudades.

«Dios te bendiga vos patojo, hacé ejercicios que estás muy flaquito, portate bien con tu mamá y asistí a la iglesia los domingos», es el consejo que don Rigo le da a los jóvenes que siempre se topa en el sector de la 6a. calle. Todos lo ven como el dulce señor, muy responsable, dueño de una casona que se utiliza de parqueo público y se ha convertido en la nueva mina de oro en el Centro Histórico desde que la municipalidad prohibió parquearse en la calles de la zona 1.

Don Rigo acondicionó ese gran patio con bastante piedrín, lo emparejó bien a nivel horizontal, le pintó cuadros para parquear vehículos de dos y cuatro ruedas. Colocó un gran reloj en la entrada, como de los que se usaban antes para marcar la entrada y salida de las oficinas, para que el cliente vea a qué hora entró y a qué hora va a salir: de ahí depende la cuota que deberá pagar.

Eso sí, se aclara con el gran rótulo de que «el parqueo no se responsabiliza de daños, robo total o parcial de su vehículo o cualquier otro daño que le puedan ocasionar terceros, mientras está parqueado ahí adentro». Así pasa sus días don Rigo, cuidando y controlando al muchacho que atiende el parqueo y al que lava carros a una módica cuota después de pagar el uso de piso.

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También se le ve platicando en la esquina, en la tienda de la Chiqui, la rubia del barrio que atiende la tiendita donde todos paran a platicar, tomarse una aguas frías o simplemente pasar saludando a la dueña, que es muy amable con todos los que llegan a comprar. Don Rigo siempre amable, respondiendo los saludos de cada cliente que llega a visitar, muy sereno, pero cabe destacar que el señorón destaca una espalda muy amplia, brazos muy musculosos y unos pectorales como de joven fisicoculturista a pesar de sus siete décadas.

Cuando los amigos jóvenes le preguntan, sólo responde que hace un poco de ejercicio al levantar piezas de automóvil que tiene en su predio, todo el tren delantero de un vehículo, pesas hechas de botes de leche llenos de cemento y un gran tubo de cobre como barra, así como costales de arena para boxear y el trote matutino que involucra más de 10 kilómetros. Algunos se preguntan a qué se debe tanto ejercicio en un señor tan grande, pero lo que pocos o casi ninguno sabe es que nunca fue tan sereno, sencillo y humilde como se le ve cuando domingo a domingo sale muy temprano a la iglesia con su Biblia bajo el brazo y ropa elegante.

Los pocos vecinos de edad más madura cuentan que antes se ganaba la vida luchando en el circuito nacional. Destacó en arenas de la capital y el interior, hizo giras a toda Centroamérica y el sur de México.

Antes no era el sereno y noble don Rigo, sino el salvaje, despiadado y muy sanguinario Carnicero Asesino, como se llamaba su personaje del lado rudo como siempre le gustó luchar. Desenmascaró a varios luchadores técnicos con astucia, mucho entreno y algo de artimañas, rapó a varios y se llevó muchos sombrillazos de señoras apasionadas con el deporte de los costalazos.

Cosechó muchos enemigos y admiradores que no se explicaban cómo siendo un gran atleta, con esa corpulencia y estatura, se dedicaba a ganar con trampas y engañando a los árbitros, utilizando llaves prohibidas, golpes con la mano cerrada y con golpes ilegales debajo de la cintura.

Hasta utilizaba las cuerdas para realizar puentes olímpicos y ganar con ilegalidades. Ya los técnicos no sabían qué hacer para derrotarlo, ya que son demasiadas las máscaras y cabelleras en su vitrina y esto debe parar.

Fue contemporáneo de grandes representantes como el Santo, el Demonio Azul y el Rayo Chapín. Todos están armando la estrategia contra el Carnicero Asesino y de una vez derrotarlo y retirarlo de los cuadriláteros.

A ciencia cierta no se sabe quién fue ni dónde lo desenmascararon, sólo se dice que fue un luchador asiático de gran trayectoria y en un escenario repleto de réferis donde no pudo utilizar ningún truco escondido y cámaras de video constatando que la pelea fuera sin ninguna estrategia sucia.

Sólo se sabe que salió por la puerta trasera del aeropuerto a su regreso del extranjero, se retiró a su casa de habitación y nunca más se asomó a los escenarios. Nada más quedaron los recuerdos, fotos, manchas de sangre y alguna que otra silla rota en la espalda de sus adversarios en un momento candente de la pelea.

El despiadado Carnicero Asesino ahora es un dulce y educado anciano con la corpulencia de un campeón de fisicoculturismo que se dedica a cuidar a sus nietos, conversar en medio de las bebidas frías (aunque él solo tome agua pura de manantial) y dar consejos a los más jóvenes de cómo comer sano, respetar al prójimo y entrenar para tener un físico como el suyo. Sobre todo, entrenar el espíritu y el alma para sobresalir en toda disciplina en la vida.

Salve Carnicero Asesino, o don Rigo.