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Caminando por la Ciudad: El gallo del billar

El famoso Gallo sabe los trucos más sofisticados en la mesa de billar. Domina al cien por ciento cualquier ángulo con la mano derecha o izquierda

Invitado
15 de mayo, 2022
El gallo del billar. Caminando por la Ciudad es el blog de Ángel Álvarez, quien narra historias y situaciones de los habitantes de la capital y otras ciudades.

Desde Los Magníficos, pasando por el edificio del Centro, hasta lo más profundo de los Cápitol, es conocido como el amo y señor de las mesas alfombradas de pana color púrpura, tacos de madera sólida, tiza de color celeste para afinar puntería y un pulso criminal: donde pone el ojo pone la bola, así dicen sus admiradores.

El famoso Gallo sabe los trucos más sofisticados en la mesa de billar. Domina al cien por ciento cualquier ángulo con la mano derecha o izquierda, pero mientras no luce su talento se dedica al trabajo de oficinista en una dependencia del Gobierno.

Ahí labora ocho horas al día que pasan entre chistes, bromas jocosas, charlas de economía, política, deportes y actualización de los más “arrastrados”, como les dicen a algunos compañeros de trabajo que viven poniendo en mal a sus compañeros con el jefe con la esperanza de que eso les valga para un aumento salarial o subir de puesto en la institución. El Gallo es apartado de chismes, pleitos y verborrea; lo único que quiere es trabajar tranquilo, acompañado de un buen café negro sin azúcar, unos panes dulces y el periódico para estar enterado del acontecer nacional y mundial.

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A veces se junta con sus amigos en un restaurante de comida rápida para tomarse un café entre bromas y anécdotas de los demás. Cada uno cuenta sus más secretas confesiones de lo que les ha tocado vivir; pasan las horas entre risas, tips para el billar y refill tras refill de café, pastelitos oficiales del restaurante y pan sacado de contrabando sin pagar. Todos disfrutan esas gallo-aventuras y aprender de alguien con más experiencia.

El Gallo dice que nació con el don, pero no todo el tiempo se la pasa jugando al billar. Terminadas sus actividades diarias, todos los vecinos siempre lo ven llegar con un caminado muy juvenil, con audífonos a todo volumen con lo mejor de la invasión española de pop rock sesentero, y sus zapatos bien lustrados. Tiene una vida normal como cualquier señor de mediana edad, al lado de su esposa a quien le apodan doña Gallina de cariño y sus tres hijos que son su adoración: la Polla, el Pollo y el Huevo, como les conocen en el barrio del Centro. Después de verificar las tareas del colegio y sus oficios en la casa, se los lleva a comer un rico helado y pasearse por todo el centro histórico con sus polluelos.

En casa es un gran padre y esposo, así dicen los vecinos que lo conocen. Salen los domingos a caminar por toda la sexta avenida, para terminar en el Hipódromo del Norte tomando atol de elote con granitos, comiendo tostadas de guacamol, salsa de tomate natural o frijoles, espolvoreadas de queso seco, cebolla en rodajas y un poquito de perejil desperdigado encima. No le gusta meterse con los demás, únicamente cuando juega al billar. Ahí sí pierde la postura y empieza a pavonearse al hacer las jugadas más difíciles con los ángulos imposibles.

 

Caminando por la Ciudad: El gallo del billar

El famoso Gallo sabe los trucos más sofisticados en la mesa de billar. Domina al cien por ciento cualquier ángulo con la mano derecha o izquierda

Invitado
15 de mayo, 2022
El gallo del billar. Caminando por la Ciudad es el blog de Ángel Álvarez, quien narra historias y situaciones de los habitantes de la capital y otras ciudades.

Desde Los Magníficos, pasando por el edificio del Centro, hasta lo más profundo de los Cápitol, es conocido como el amo y señor de las mesas alfombradas de pana color púrpura, tacos de madera sólida, tiza de color celeste para afinar puntería y un pulso criminal: donde pone el ojo pone la bola, así dicen sus admiradores.

El famoso Gallo sabe los trucos más sofisticados en la mesa de billar. Domina al cien por ciento cualquier ángulo con la mano derecha o izquierda, pero mientras no luce su talento se dedica al trabajo de oficinista en una dependencia del Gobierno.

Ahí labora ocho horas al día que pasan entre chistes, bromas jocosas, charlas de economía, política, deportes y actualización de los más “arrastrados”, como les dicen a algunos compañeros de trabajo que viven poniendo en mal a sus compañeros con el jefe con la esperanza de que eso les valga para un aumento salarial o subir de puesto en la institución. El Gallo es apartado de chismes, pleitos y verborrea; lo único que quiere es trabajar tranquilo, acompañado de un buen café negro sin azúcar, unos panes dulces y el periódico para estar enterado del acontecer nacional y mundial.

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A veces se junta con sus amigos en un restaurante de comida rápida para tomarse un café entre bromas y anécdotas de los demás. Cada uno cuenta sus más secretas confesiones de lo que les ha tocado vivir; pasan las horas entre risas, tips para el billar y refill tras refill de café, pastelitos oficiales del restaurante y pan sacado de contrabando sin pagar. Todos disfrutan esas gallo-aventuras y aprender de alguien con más experiencia.

El Gallo dice que nació con el don, pero no todo el tiempo se la pasa jugando al billar. Terminadas sus actividades diarias, todos los vecinos siempre lo ven llegar con un caminado muy juvenil, con audífonos a todo volumen con lo mejor de la invasión española de pop rock sesentero, y sus zapatos bien lustrados. Tiene una vida normal como cualquier señor de mediana edad, al lado de su esposa a quien le apodan doña Gallina de cariño y sus tres hijos que son su adoración: la Polla, el Pollo y el Huevo, como les conocen en el barrio del Centro. Después de verificar las tareas del colegio y sus oficios en la casa, se los lleva a comer un rico helado y pasearse por todo el centro histórico con sus polluelos.

En casa es un gran padre y esposo, así dicen los vecinos que lo conocen. Salen los domingos a caminar por toda la sexta avenida, para terminar en el Hipódromo del Norte tomando atol de elote con granitos, comiendo tostadas de guacamol, salsa de tomate natural o frijoles, espolvoreadas de queso seco, cebolla en rodajas y un poquito de perejil desperdigado encima. No le gusta meterse con los demás, únicamente cuando juega al billar. Ahí sí pierde la postura y empieza a pavonearse al hacer las jugadas más difíciles con los ángulos imposibles.