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Historias Urbanas: A galopar, vaquero especial

El espectador que ya vio los veintiséis episodios de la única temporada del anime Cowboy Bebop (1998) ahora se dispone a seguir los diez capítulos de la temporada filmada con actores de carne y hueso disponible en Netflix.

Cowboy Bebop
Redacción República
26 de diciembre, 2021

 

Esta es la historia urbana de José Vicente Solórzano Aguilar.
 

1) Al porvenir no hay que ponerle fechas. Terminamos por alcanzarlo: después se comprueba que no hay carros voladores, viajes de una esquina a otra del tiempo, pistolas que disparan rayos desintegradores y encuentros con civilizaciones humanoides situadas más allá del sistema solar. Todo se reduce a los avances registrados en las telecomunicaciones y los nuevos usos encontrados para los teléfonos portátiles.

A la imaginación no le importan estas minucias: puede ejercerse sin veda alguna en las páginas de los cuentos, novelas y cómics, también campea a sus anchas en los dibujos animados. Ahí tenemos los escenarios alzados por la mano de Jack Kirby para retratar la primera llegada de Galactus, el devorador de mundos, a la Tierra; ahí están los esfuerzos del Capitán Futuro para socorrer a los habitantes del planeta Katain, situado a cien millones de años de distancia en el pasado, antes de que la presión causada por su demasiada cercanía a Marte y Júpiter lo pulverice cual cinturón de asteroides.

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No es fácil trasladar esos escenarios a la televisión y el cine: el presupuesto requiere centenares de millones de dólares, encontrar productores ejecutivos dispuestos a arriesgar su dinero e idear las campañas destinadas a convencer al televidente de que también compre las playeras, los juguetes, la banda sonora original, todo producto que ayude a aumentar las ganancias esperadas por los inversores. Y cuidado si alteran la historia y cambian la esencia de los personajes: miles de aficionados saltarán indignados de sus camas, echarán pestes en los sitios de crítica especializada y revelarán la trama en sus redes sociales para disgusto de los que no disponen del tiempo necesario para consumir cinco o seis episodios de una sentada.

Con todo eso se encontrará el espectador que ya vio los veintiséis episodios de la única temporada del anime Cowboy Bebop (1998) y se dispone a seguir los diez capítulos de la temporada filmada con actores de carne y hueso disponible en Netflix.

La primera se ganó la aprobación general gracias a su banda sonora, compuesta por Yoko Kanno; sus historias autoconclusivas; el tributo que rinde a la amistad que surge entre personas con diferencias bien marcadas; ese pasado que trata de ocultarse pero siempre termina por revelarse, quiérase o no. El final todavía alimenta debates entre los seguidores; tuvieron la esperanza de que se escribiera una segunda parte que nunca llegó.

La segunda fue recibida con escepticismo o abierto rechazo: hay quien se queja de las actuaciones, otros critican los efectos especiales, la mayoría asegura que la adaptación no captó la esencia del original.

Se apresuraron a ponerle malas calificaciones y mandarla de castigo a ponerse de plantón bajo el sol, a medio patio. Para versiones al calco pueden consolarse con la película dirigida por Robert Rodríguez alrededor de cuatro de las historias escritas por Frank Miller para su colección de novelas gráficas Sin City; para el paso de las caricaturas a la televisión no hay que ser tan exigentes.

Digo yo.

2) Es el año 2071. La Tierra quedó semidespoblada tras un desastre al que se alude entre líneas. La humanidad logró terraformar buena parte de Marte, modificó el clima sulfúrico de Venus, llegó a asentarse en las lunas más grandes de Júpiter (Ganimedes, Calisto, Europa) y Saturno (Titán). No hay contactos con extraterrestres de piel verde y ojos saltones, las armas aún disparan municiones a base de pólvora; tampoco se visten sofisticados trajes galácticos. Los edificios construidos en las colonias reproducen el modelo de las ciudades dejadas en el planeta natal. Las calles lucen rótulos en inglés, español, ruso, árabe, chino y japonés.

En esos escenarios operan grupos de cazarrecompensas conocidos como «cowboys». Erran por el espacio, pendientes de toda información acerca de criminales, traficantes y terroristas sueltos. Compiten entre sí para obtener las pistas que los lleven a la presa. Así nos encontramos con la tripulación de la Bebop: Spike Siegel y Jet Black. Viven al día, pasan semanas sin atrapar una buena presa. Jet busca mantener la relación a distancia con su hija; Spike guarda silencio acerca de los años anteriores a su encuentro con Jet; persiste en aferrarse a un nombre y un recuerdo: Julia. Se encontrarán con otra cazarrecompensas, Faye Valentine, aquejada por la amnesia luego de que la despertaran de un largo sueño criogénico. En el camino se las verán con ecoterroristas, estafadoras, policías coludidos con ladrones; también se cruzarán con el sindicato criminal del Dragón Rojo y la katana empuñada por Vicious, enemigo jurado de Spike.

El pasado siempre presente y la confianza cercana a la amistad son los cimientos de cada historia. Jet no cuestiona los pasos anteriores de Spike, tampoco le interesa conocerlos. Bastó que lo salvara de una muerte segura para que ganara el examen de admisión a la Bebop; así le dice a Woodcock, su informante. Faye está a la búsqueda de las pistas que le revelen quién es; Spike oculta a sus compañeros el encono y las ganas que le lleva a Vicious. Las comparaciones con el original son inevitables, conforme se avanza al cierre. Propongo que queden así: son dos lecturas basadas en la misma fuente. Así se ahorran expectativas y disgustos.

3) Y ahí suena la música, parte esencial del anime para titular los episodios («Heavy Metal Queen», «Jamming with Edward», «Sympaty for the Devil») y darle nombre a los capítulos de la adaptación («Cowboy Gospel», «Venus Pop», «Sad Clown a Go-Go»). Refleja la habilidad de los japoneses para absorber toda importación cultural y replicarla al detalle. Lo comprobamos en el béisbol, la lucha libre y la música: a no olvidarse de la sensación que causó la Orquesta de la Luz al escucharla tocar salsa con todo el ritmo y el sabor del Caribe filtrado en Nueva York. El club donde Julia se presenta recuerda al Harlem’s Paradise, donde gira buena parte de la trama de la serie Luke Cage.

Los japoneses también acertaron a presentarnos seres humanos de todos los colores, tamaños y procedencias en sus series. Ahí están Neil Leagan, el enemigo de Candy White, y la tripulación multinacional de Armored Fleet Dairugger XV como ejemplos.

Era inevitable que el elenco de Cowboy Bebop lo reflejara: así tenemos al coreano-estadunidense John Cho como Spike, el afroestadunidense Mustafa Shakir como Jet, la mexico-estadunidense Daniella Pineda como Faye, la georgiana Elena Satine como Julia y el inglés Alex Hassell como Vicious. Si dan el plantón, como lo decimos en nuestra habla coloquial, queda a criterio del telespectador.

También es infrecuente encontrarse con actrices mayores, a menos que porten los nombres de Meryl Streep y Sigourney Weaver. La serie incorpora a septuagenarias como Adrienne Barbeau, la estricta defensora del medio ambiente de Calisto; Christine Dunford, la madre ficticia de Faye; Carmel McGlone, la proveedora de información para Jet. No ocultan sus arrugas bajo capas de maquillaje, las ostentan como parte de su atractivo y don de mando.

Historias Urbanas: A galopar, vaquero especial

El espectador que ya vio los veintiséis episodios de la única temporada del anime Cowboy Bebop (1998) ahora se dispone a seguir los diez capítulos de la temporada filmada con actores de carne y hueso disponible en Netflix.

Cowboy Bebop
Redacción República
26 de diciembre, 2021

 

Esta es la historia urbana de José Vicente Solórzano Aguilar.
 

1) Al porvenir no hay que ponerle fechas. Terminamos por alcanzarlo: después se comprueba que no hay carros voladores, viajes de una esquina a otra del tiempo, pistolas que disparan rayos desintegradores y encuentros con civilizaciones humanoides situadas más allá del sistema solar. Todo se reduce a los avances registrados en las telecomunicaciones y los nuevos usos encontrados para los teléfonos portátiles.

A la imaginación no le importan estas minucias: puede ejercerse sin veda alguna en las páginas de los cuentos, novelas y cómics, también campea a sus anchas en los dibujos animados. Ahí tenemos los escenarios alzados por la mano de Jack Kirby para retratar la primera llegada de Galactus, el devorador de mundos, a la Tierra; ahí están los esfuerzos del Capitán Futuro para socorrer a los habitantes del planeta Katain, situado a cien millones de años de distancia en el pasado, antes de que la presión causada por su demasiada cercanía a Marte y Júpiter lo pulverice cual cinturón de asteroides.

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No es fácil trasladar esos escenarios a la televisión y el cine: el presupuesto requiere centenares de millones de dólares, encontrar productores ejecutivos dispuestos a arriesgar su dinero e idear las campañas destinadas a convencer al televidente de que también compre las playeras, los juguetes, la banda sonora original, todo producto que ayude a aumentar las ganancias esperadas por los inversores. Y cuidado si alteran la historia y cambian la esencia de los personajes: miles de aficionados saltarán indignados de sus camas, echarán pestes en los sitios de crítica especializada y revelarán la trama en sus redes sociales para disgusto de los que no disponen del tiempo necesario para consumir cinco o seis episodios de una sentada.

Con todo eso se encontrará el espectador que ya vio los veintiséis episodios de la única temporada del anime Cowboy Bebop (1998) y se dispone a seguir los diez capítulos de la temporada filmada con actores de carne y hueso disponible en Netflix.

La primera se ganó la aprobación general gracias a su banda sonora, compuesta por Yoko Kanno; sus historias autoconclusivas; el tributo que rinde a la amistad que surge entre personas con diferencias bien marcadas; ese pasado que trata de ocultarse pero siempre termina por revelarse, quiérase o no. El final todavía alimenta debates entre los seguidores; tuvieron la esperanza de que se escribiera una segunda parte que nunca llegó.

La segunda fue recibida con escepticismo o abierto rechazo: hay quien se queja de las actuaciones, otros critican los efectos especiales, la mayoría asegura que la adaptación no captó la esencia del original.

Se apresuraron a ponerle malas calificaciones y mandarla de castigo a ponerse de plantón bajo el sol, a medio patio. Para versiones al calco pueden consolarse con la película dirigida por Robert Rodríguez alrededor de cuatro de las historias escritas por Frank Miller para su colección de novelas gráficas Sin City; para el paso de las caricaturas a la televisión no hay que ser tan exigentes.

Digo yo.

2) Es el año 2071. La Tierra quedó semidespoblada tras un desastre al que se alude entre líneas. La humanidad logró terraformar buena parte de Marte, modificó el clima sulfúrico de Venus, llegó a asentarse en las lunas más grandes de Júpiter (Ganimedes, Calisto, Europa) y Saturno (Titán). No hay contactos con extraterrestres de piel verde y ojos saltones, las armas aún disparan municiones a base de pólvora; tampoco se visten sofisticados trajes galácticos. Los edificios construidos en las colonias reproducen el modelo de las ciudades dejadas en el planeta natal. Las calles lucen rótulos en inglés, español, ruso, árabe, chino y japonés.

En esos escenarios operan grupos de cazarrecompensas conocidos como «cowboys». Erran por el espacio, pendientes de toda información acerca de criminales, traficantes y terroristas sueltos. Compiten entre sí para obtener las pistas que los lleven a la presa. Así nos encontramos con la tripulación de la Bebop: Spike Siegel y Jet Black. Viven al día, pasan semanas sin atrapar una buena presa. Jet busca mantener la relación a distancia con su hija; Spike guarda silencio acerca de los años anteriores a su encuentro con Jet; persiste en aferrarse a un nombre y un recuerdo: Julia. Se encontrarán con otra cazarrecompensas, Faye Valentine, aquejada por la amnesia luego de que la despertaran de un largo sueño criogénico. En el camino se las verán con ecoterroristas, estafadoras, policías coludidos con ladrones; también se cruzarán con el sindicato criminal del Dragón Rojo y la katana empuñada por Vicious, enemigo jurado de Spike.

El pasado siempre presente y la confianza cercana a la amistad son los cimientos de cada historia. Jet no cuestiona los pasos anteriores de Spike, tampoco le interesa conocerlos. Bastó que lo salvara de una muerte segura para que ganara el examen de admisión a la Bebop; así le dice a Woodcock, su informante. Faye está a la búsqueda de las pistas que le revelen quién es; Spike oculta a sus compañeros el encono y las ganas que le lleva a Vicious. Las comparaciones con el original son inevitables, conforme se avanza al cierre. Propongo que queden así: son dos lecturas basadas en la misma fuente. Así se ahorran expectativas y disgustos.

3) Y ahí suena la música, parte esencial del anime para titular los episodios («Heavy Metal Queen», «Jamming with Edward», «Sympaty for the Devil») y darle nombre a los capítulos de la adaptación («Cowboy Gospel», «Venus Pop», «Sad Clown a Go-Go»). Refleja la habilidad de los japoneses para absorber toda importación cultural y replicarla al detalle. Lo comprobamos en el béisbol, la lucha libre y la música: a no olvidarse de la sensación que causó la Orquesta de la Luz al escucharla tocar salsa con todo el ritmo y el sabor del Caribe filtrado en Nueva York. El club donde Julia se presenta recuerda al Harlem’s Paradise, donde gira buena parte de la trama de la serie Luke Cage.

Los japoneses también acertaron a presentarnos seres humanos de todos los colores, tamaños y procedencias en sus series. Ahí están Neil Leagan, el enemigo de Candy White, y la tripulación multinacional de Armored Fleet Dairugger XV como ejemplos.

Era inevitable que el elenco de Cowboy Bebop lo reflejara: así tenemos al coreano-estadunidense John Cho como Spike, el afroestadunidense Mustafa Shakir como Jet, la mexico-estadunidense Daniella Pineda como Faye, la georgiana Elena Satine como Julia y el inglés Alex Hassell como Vicious. Si dan el plantón, como lo decimos en nuestra habla coloquial, queda a criterio del telespectador.

También es infrecuente encontrarse con actrices mayores, a menos que porten los nombres de Meryl Streep y Sigourney Weaver. La serie incorpora a septuagenarias como Adrienne Barbeau, la estricta defensora del medio ambiente de Calisto; Christine Dunford, la madre ficticia de Faye; Carmel McGlone, la proveedora de información para Jet. No ocultan sus arrugas bajo capas de maquillaje, las ostentan como parte de su atractivo y don de mando.