Política
Política
Empresa
Empresa
Investigación y Análisis
Investigación y Análisis
Internacional
Internacional
Opinión
Opinión
Inmobiliaria
Inmobiliaria
Agenda Empresarial
Agenda Empresarial

Historias Urbanas; Reversiones: rescate de Ligia Escribá

La escritora guatemalteca Ligia Escribá se reveló como poeta: lo atestigua el libro Surco y semilla (1978), pero su verdadero camino estaba en la narrativa con el relato fantástico de los libros Las máquinas y yo (1984) y Cuentos (1985).

Ligia Escribá escribe cuentos del género fantástico y de ciencia ficción.
Invitado
26 de febrero, 2023
Reversiones: rescate de Ligia Escribá. Literatura, música, historia y asuntos cotidianos, hallará en el blog dominical de José Vicente Solórzano Aguilar.

De repente se comienza a escribir. No se necesita ser un lector voraz, ni haberse graduado con honores de la maestría y acumular estudios de posdoctorado para conseguirlo. Su formación procede de las asiduas visitas al cine, como pasó con el novelista argentino Manuel Puig, o de idear frases certeras para motivar la compra de productos y el contrato de servicios, como ocurrió con el narrador guatemalteco Julio Calvo Drago.

El hombre o la mujer de letras tantea las aguas. Si tiene una mirada particular acerca del mundo que le rodea, será poeta. Si es dado a fantasear historias producto de las series de dibujos animados que consumió en su niñez, o posee una imaginación capaz de salvarle el pellejo a la hora de justificar por qué se fue de capiusa e hizo novillos en vez de ir a la escuela, será narrador. Si tiene capacidad de análisis, recorre distintas eras y las relaciona entre sí para respaldar sus lecturas, será ensayista. Si sabe mostrar los conflictos que afligen a todo ser humano en cualquier época y lugar, se dedicará al teatro.

Su formación transcurre en solitario, o invierte sus buenas sumas de dinero en asistir a talleres literarios. Encontrará afinidades y rechazos. Hará amistades que lo acompañarán de por vida y se topará con gente pedante, muy pagada de sí misma. Tendrá encuentros afortunados o desafortunados con los escritores que admira de lejos. Primero les pedirá opinión acerca de las páginas que les muestra; después respetará sus tiempos y sus silencios.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

Y llega el esperado día en que ve su nombre impreso en letras de molde. El espaldarazo para el hombre y la mujer de letras que se dio a conocer entre 1976 y 1985, fijemos ese plazo temporal, se recibió en la página literaria del diario vespertino El Imparcial.

La publicación de cuentos, poemas, reseñas de libros, comenzaban a respaldar las horas dedicadas al oficio sostenido con ayuda de la jornada laboral de ocho horas diarias en instituciones del Estado o empresas privadas. Mientras más constante se fuera, mientras más colaboraciones se entregaran en la redacción del periódico, más posibilidades había de que el nombre sonara, se hiciera conocido, lo tuvieran en cuenta.

Así pasó, me atrevo a suponerlo, con la escritora guatemalteca Ligia Escribá. Primero se reveló como poeta: lo atestigua el libro Surco y semilla (1978), publicado por el grupo literario Rin-78. Pero su verdadero camino estaba en la narrativa. Su inclinación por el relato fantástico quedó patente en los libros Las máquinas y yo (1984) y Cuentos (1985).

Dentro del ambiente hogareño, un día de tantos, la narradora de Las máquinas y yo enfrenta las rebeliones del refrigerador, la estufa, la máquina de escribir, el televisor; todos los electrodomésticos cobran vida y se lanzan sobre la persona que los compró para el uso diario con la intención de hacerse pagar los supuestos maltratos que recibieron. A ratos cómicos, a ratos terroríficos, estos cuentos y los que se ahora se recuperan para el libro Reversiones (2023) retrataron entre dientes las situaciones que no se podían ni mencionar a media voz en Guatemala a riesgo de amanecer encunetado a orillas de una carretera poco transitada, a flote en las aguas del río Motagua o terminar disuelto en la nada del detenido-desaparecido.

La penúltima noticia que tuve de Ligia Escribá fue una conferencia que dictó acerca de la literatura fantástica en el Paraninfo Universitario allá por 1996. Y de ahí el silencio del que la vino a rescatar el interés de la escritora Marilinda Guerrero Valenzuela por establecer cuáles son los eslabones sueltos de la narrativa cultivada en Guatemala acerca de mundos paralelos, seres del otro mundo, ucronías y escenarios que no se dieron en el 2010 pero podrían ocurrir en el 2040 o el 3125.

Haciendo memoria, podemos remitirnos a las historias de espantos y aparecidos presentes en la tradición oral del país; el castigo que recibe el cruel terrateniente don Juan de Palomeque y Vargas en los primeros capítulos de la novela Los nazarenos, de José Milla y Vidaurre; varios de los contactos con lo sobrenatural que acompañaron a Rafael Arévalo Martínez desde su juventud hasta la ancianidad; el cuento «Los fantasmas», de Rosendo Santa Cruz; algunos trabajos primerizos de Víctor Muñoz; ciertos pasajes de las novelas Rockstalgia y Rockfilia de Jorge Godínez; buena parte de la narrativa de Byron Quiñónez, y un libro imposible de localizar: Lo que no sucedió, de Carlos Samayoa Aguilar. Y pare de contar.

Así que la primera edición en libro de casi todos los cuentos publicados por Ligia Escribá en El Imparcial viene a retirar las paletadas de tierra echadas encima de su nombre y de su obra. Me dice Marilinda que localizó la colección del periódico resguardada en el Centro de Investigaciones Regionales de Mesoamérica, se dio a la tarea de fotografíar las páginas y salvo tres de las historias, cuyos caracteres resultaron indescifrables, logró transcribir todos los demás materiales presentados así en la nota promocional: «Cuentos publicados en los años 80 que transitan lo fantástico, siniestro y el horror. La autora decidió escribir desde lo fantástico y los géneros especulativos para hablar de la angustia, el miedo y el horror que permeó a la sociedad guatemalteca de esos años».

El libro ya está en preventa a Q75 el ejemplar. Vale la pena apartarlo. Suele pintarse a la década de los 80 como el páramo de las letras guatemaltecas, dada la persecución, el exilio y la muerte que afligieron a varios escritores y sus familias. Pero los que aún siguieron vivos, en frase de Marco Augusto Quiroa, escribieron y publicaron a pesar de las bajas que sufrieron.

Las circunstancias que empujaron al ninguneo recibido por Ligia Escribá y el silencio donde prefirió instalarse merecen nota aparte. Para mientras los insto a escribir al correo bosquesambulantes@gmail.com y a visitar la página de Facebook de la editorial Bosques Ambulantes para reservar su copia de Reversiones. Olvídense de echarles flores a los contemporáneos; todo lector y escritor que se precie de serlo conoce la tradición que le precede, aunque esté rota y dispersa en todas direcciones.

Historias Urbanas; Reversiones: rescate de Ligia Escribá

La escritora guatemalteca Ligia Escribá se reveló como poeta: lo atestigua el libro Surco y semilla (1978), pero su verdadero camino estaba en la narrativa con el relato fantástico de los libros Las máquinas y yo (1984) y Cuentos (1985).

Ligia Escribá escribe cuentos del género fantástico y de ciencia ficción.
Invitado
26 de febrero, 2023
Reversiones: rescate de Ligia Escribá. Literatura, música, historia y asuntos cotidianos, hallará en el blog dominical de José Vicente Solórzano Aguilar.

De repente se comienza a escribir. No se necesita ser un lector voraz, ni haberse graduado con honores de la maestría y acumular estudios de posdoctorado para conseguirlo. Su formación procede de las asiduas visitas al cine, como pasó con el novelista argentino Manuel Puig, o de idear frases certeras para motivar la compra de productos y el contrato de servicios, como ocurrió con el narrador guatemalteco Julio Calvo Drago.

El hombre o la mujer de letras tantea las aguas. Si tiene una mirada particular acerca del mundo que le rodea, será poeta. Si es dado a fantasear historias producto de las series de dibujos animados que consumió en su niñez, o posee una imaginación capaz de salvarle el pellejo a la hora de justificar por qué se fue de capiusa e hizo novillos en vez de ir a la escuela, será narrador. Si tiene capacidad de análisis, recorre distintas eras y las relaciona entre sí para respaldar sus lecturas, será ensayista. Si sabe mostrar los conflictos que afligen a todo ser humano en cualquier época y lugar, se dedicará al teatro.

Su formación transcurre en solitario, o invierte sus buenas sumas de dinero en asistir a talleres literarios. Encontrará afinidades y rechazos. Hará amistades que lo acompañarán de por vida y se topará con gente pedante, muy pagada de sí misma. Tendrá encuentros afortunados o desafortunados con los escritores que admira de lejos. Primero les pedirá opinión acerca de las páginas que les muestra; después respetará sus tiempos y sus silencios.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

Y llega el esperado día en que ve su nombre impreso en letras de molde. El espaldarazo para el hombre y la mujer de letras que se dio a conocer entre 1976 y 1985, fijemos ese plazo temporal, se recibió en la página literaria del diario vespertino El Imparcial.

La publicación de cuentos, poemas, reseñas de libros, comenzaban a respaldar las horas dedicadas al oficio sostenido con ayuda de la jornada laboral de ocho horas diarias en instituciones del Estado o empresas privadas. Mientras más constante se fuera, mientras más colaboraciones se entregaran en la redacción del periódico, más posibilidades había de que el nombre sonara, se hiciera conocido, lo tuvieran en cuenta.

Así pasó, me atrevo a suponerlo, con la escritora guatemalteca Ligia Escribá. Primero se reveló como poeta: lo atestigua el libro Surco y semilla (1978), publicado por el grupo literario Rin-78. Pero su verdadero camino estaba en la narrativa. Su inclinación por el relato fantástico quedó patente en los libros Las máquinas y yo (1984) y Cuentos (1985).

Dentro del ambiente hogareño, un día de tantos, la narradora de Las máquinas y yo enfrenta las rebeliones del refrigerador, la estufa, la máquina de escribir, el televisor; todos los electrodomésticos cobran vida y se lanzan sobre la persona que los compró para el uso diario con la intención de hacerse pagar los supuestos maltratos que recibieron. A ratos cómicos, a ratos terroríficos, estos cuentos y los que se ahora se recuperan para el libro Reversiones (2023) retrataron entre dientes las situaciones que no se podían ni mencionar a media voz en Guatemala a riesgo de amanecer encunetado a orillas de una carretera poco transitada, a flote en las aguas del río Motagua o terminar disuelto en la nada del detenido-desaparecido.

La penúltima noticia que tuve de Ligia Escribá fue una conferencia que dictó acerca de la literatura fantástica en el Paraninfo Universitario allá por 1996. Y de ahí el silencio del que la vino a rescatar el interés de la escritora Marilinda Guerrero Valenzuela por establecer cuáles son los eslabones sueltos de la narrativa cultivada en Guatemala acerca de mundos paralelos, seres del otro mundo, ucronías y escenarios que no se dieron en el 2010 pero podrían ocurrir en el 2040 o el 3125.

Haciendo memoria, podemos remitirnos a las historias de espantos y aparecidos presentes en la tradición oral del país; el castigo que recibe el cruel terrateniente don Juan de Palomeque y Vargas en los primeros capítulos de la novela Los nazarenos, de José Milla y Vidaurre; varios de los contactos con lo sobrenatural que acompañaron a Rafael Arévalo Martínez desde su juventud hasta la ancianidad; el cuento «Los fantasmas», de Rosendo Santa Cruz; algunos trabajos primerizos de Víctor Muñoz; ciertos pasajes de las novelas Rockstalgia y Rockfilia de Jorge Godínez; buena parte de la narrativa de Byron Quiñónez, y un libro imposible de localizar: Lo que no sucedió, de Carlos Samayoa Aguilar. Y pare de contar.

Así que la primera edición en libro de casi todos los cuentos publicados por Ligia Escribá en El Imparcial viene a retirar las paletadas de tierra echadas encima de su nombre y de su obra. Me dice Marilinda que localizó la colección del periódico resguardada en el Centro de Investigaciones Regionales de Mesoamérica, se dio a la tarea de fotografíar las páginas y salvo tres de las historias, cuyos caracteres resultaron indescifrables, logró transcribir todos los demás materiales presentados así en la nota promocional: «Cuentos publicados en los años 80 que transitan lo fantástico, siniestro y el horror. La autora decidió escribir desde lo fantástico y los géneros especulativos para hablar de la angustia, el miedo y el horror que permeó a la sociedad guatemalteca de esos años».

El libro ya está en preventa a Q75 el ejemplar. Vale la pena apartarlo. Suele pintarse a la década de los 80 como el páramo de las letras guatemaltecas, dada la persecución, el exilio y la muerte que afligieron a varios escritores y sus familias. Pero los que aún siguieron vivos, en frase de Marco Augusto Quiroa, escribieron y publicaron a pesar de las bajas que sufrieron.

Las circunstancias que empujaron al ninguneo recibido por Ligia Escribá y el silencio donde prefirió instalarse merecen nota aparte. Para mientras los insto a escribir al correo bosquesambulantes@gmail.com y a visitar la página de Facebook de la editorial Bosques Ambulantes para reservar su copia de Reversiones. Olvídense de echarles flores a los contemporáneos; todo lector y escritor que se precie de serlo conoce la tradición que le precede, aunque esté rota y dispersa en todas direcciones.