De Wimbledon a presenciar la única Copa del Mundo inglesa; pasando por la inauguración del Emirates Stadium.
Aunque al Príncipe Felipe no se le conocía una afición desmedida por el deporte, su imagen, siempre ha estado ligada a grandes eventos. Aficionado al cricket, deporte que practicaba en sus años mozos, y jugador de polo.
Nunca fue el fútbol su gran devoción, tampoco el tenis, pese al profundo arraigo de Wimbledon en la familia real.
Sus pasiones fueron el polo, el cricket, participando en partidos benéficos, y los caballos. Sin embargo, sus obligaciones como consorte de la reina le llevaron a tener que interesarse también por el deporte rey.
El príncipe y los eventos deportivos
Fue uno de los afortunados que presenció desde la grada de Wembley cómo Geoff Hurst. También fue presidente honorífico de la federación de fútbol inglesa. Pero sus intereses siempre discurrieron por otros deportes.
Aun así, y pese a que ese honor casi siempre ha recaído en el duque de Kent, Felipe entregó el trofeo de campeón en dos ocasiones, en 1957 cuando Lew Hoad venció en la final a Ashley Cooper, y en 1960 a Neale Fraser.
En total, fue seis veces al All England Club, la última de ellas en 1977, año del aniversario de los Campeonatos.
Apasionado por el polo
Su mayor pasión siempre fue el polo, lo que le llevó a rechazar algunos compromisos importantes, como partidos de fútbol, por ya fuera ir a encuentros de este deporte o a jugar con algún amigo. Su habilidad en el polo incluso le permitió organizar giras internacionales y exportar su talento a Argentina.
Pese a que siempre ha estado estrechamente relacionado con el mundo ecuestre, su amor residía más en el animal en sí, y en las pruebas de hípica, como cuando estuvo presente en los Juegos Olímpicos de 2012, que en las carreras de caballos, que sí llamaban la atención de la reina.
“La clave de un matrimonio feliz es no tener los mismos intereses. Así no se discute”, dijo el príncipe en una entrevista con The Independent.
Pero eso no le privó de acompañar a Isabel II al exclusivo hipódromo Royal Ascott, uno de los más importantes del país, propiedad de la corona y situado a apenas unos kilómetros de su residencia de Windsor.
Además, entre los honores que le ha permitido ostentar su cargo destaca haber sido presidente de la federación internacional ecuestre entre 1964 y 1986.
Información de EFE noticas / por Manuel Sánchez Gómez
De Wimbledon a presenciar la única Copa del Mundo inglesa; pasando por la inauguración del Emirates Stadium.
Aunque al Príncipe Felipe no se le conocía una afición desmedida por el deporte, su imagen, siempre ha estado ligada a grandes eventos. Aficionado al cricket, deporte que practicaba en sus años mozos, y jugador de polo.
Nunca fue el fútbol su gran devoción, tampoco el tenis, pese al profundo arraigo de Wimbledon en la familia real.
Sus pasiones fueron el polo, el cricket, participando en partidos benéficos, y los caballos. Sin embargo, sus obligaciones como consorte de la reina le llevaron a tener que interesarse también por el deporte rey.
El príncipe y los eventos deportivos
Fue uno de los afortunados que presenció desde la grada de Wembley cómo Geoff Hurst. También fue presidente honorífico de la federación de fútbol inglesa. Pero sus intereses siempre discurrieron por otros deportes.
Aun así, y pese a que ese honor casi siempre ha recaído en el duque de Kent, Felipe entregó el trofeo de campeón en dos ocasiones, en 1957 cuando Lew Hoad venció en la final a Ashley Cooper, y en 1960 a Neale Fraser.
En total, fue seis veces al All England Club, la última de ellas en 1977, año del aniversario de los Campeonatos.
Apasionado por el polo
Su mayor pasión siempre fue el polo, lo que le llevó a rechazar algunos compromisos importantes, como partidos de fútbol, por ya fuera ir a encuentros de este deporte o a jugar con algún amigo. Su habilidad en el polo incluso le permitió organizar giras internacionales y exportar su talento a Argentina.
Pese a que siempre ha estado estrechamente relacionado con el mundo ecuestre, su amor residía más en el animal en sí, y en las pruebas de hípica, como cuando estuvo presente en los Juegos Olímpicos de 2012, que en las carreras de caballos, que sí llamaban la atención de la reina.
“La clave de un matrimonio feliz es no tener los mismos intereses. Así no se discute”, dijo el príncipe en una entrevista con The Independent.
Pero eso no le privó de acompañar a Isabel II al exclusivo hipódromo Royal Ascott, uno de los más importantes del país, propiedad de la corona y situado a apenas unos kilómetros de su residencia de Windsor.
Además, entre los honores que le ha permitido ostentar su cargo destaca haber sido presidente de la federación internacional ecuestre entre 1964 y 1986.