Política
Política
Empresa
Empresa
Investigación y Análisis
Investigación y Análisis
Internacional
Internacional
Opinión
Opinión
Inmobiliaria
Inmobiliaria
Agenda Empresarial
Agenda Empresarial

La increíble odisea de un cubano que emigró a Estados Unidos en una tabla de windsurf

En febrero, el cubano Jorge Armando Martínez se embarcó en un viaje de cuatro días a mar abierto en el que sobrevivió con solamente una tabla de windsurf, una botella de agua, y diez caramelos.

Jorge Armando Martínez, el cubano que viajó por cuatro días en una tabla de windsurf para emigrar a Estados Unidos.
Isabela Pedraz
11 de julio, 2022

Con la cálida brisa salada y los ardientes rayos de sol, Jorge Armando Martínez logró cumplir su sueño de emigrar a Estados Unidos. El proceso del hombre de 28 años no fue uno común, ya que se embarcó en una travesía de cuatro días en una tabla de windsurf desde Playa Jibacoa, al este de La Habana, hasta los Cayos Marquesas, que se encuentra al sur de Florida.

Martínez no realizó este viaje solo, sino que fue un plan con sus dos amigos Henry Vergara y Duarte. Durante varios meses se organizaron para poder entrenar y tener lo mínimo necesario para viajar a Estados Unidos y conseguir un trabajo que les diera más de lo que ganaban en Cuba.

Pero la travesía no se desenlazó como esperaban, ya que un viaje de grupo que duraría un par de horas, se convirtió en una aventura independiente para cada hombre. Entre los tres, el que fue hallado de último fue Martínez, quien compartió su historia de cómo llegó a tierra estadounidense luego de sobrevivir por cuatro días en mar abierto.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

Vida en Cuba

Padre de una hija de apenas un año, el sueño de Martínez de emigrar a Estados Unidos se intensificó al darse cuenta que no tenía lo suficiente para que su hija creciera de forma saludable. Es por esto que dejó su trabajo de informática y joyería para dedicarse a encontrar una forma de llegar a tierra norteamericana. Llego a vender todo lo que tenía y se quedó con solamente su cama, un ventilador, y el equipo necesario para entrenar surf.

Jorge Armando Martínez y su primo Humberto entrenaban juntos en las playas de Cuba.

"Nadaba, corría para preparar la resistencia, hacía ejercicios con pesas en el gimnasio y cada vez que había viento, iba al agua para perfeccionar la técnica. Estuve sobre los nueve meses entrenando muy fuerte sin alimentación... Pasaba muchas horas en el mar. Desde medio día que subía el viento hasta casi por la noche," cuenta Martínez.

El padre congeló su vida, dejando todos sus hobbies a un lado para dedicarse a entrenar y cumplir su sueño que ahora no solo era para él, sino que también para el futuro de su hija. Entrenaba con su primo Humberto, quien de último momento decidió no embarcarse en el viaje, y también junto con sus amigos Henry y Duarte, quienes se convirtieron en sus compañeros en la aventura por el océano.

El día para el que habían estado entrenando llegó el 17 de febrero. Martínez y sus amigos empacaron su equipo de windsurf, una botella de agua con nutrientes, diez caramelos, ropa para protegerse del sol, y una brújula.

La tabla de Henry, el amigo de Martínez que llegó de primero a Estados Unidos.

A pesar que llevaba más de medio año preparándose para este momento, Martínez no le había dicho a su familia que tenía planeado realizar un viaje tan peligroso. Para excusarse, les dijo que iría a un campismo en el cual navegarían cerca de la Playa de Jibacoa. "A la única persona que sí se lo dije fue a mi niña, pero como es una bebé, no lo entendió... Me tiré unas imágenes, le regalé una muñequita pequeña que tenía y se lo dije", recordó melancólicamente Martínez.

Al llegar al punto de partida en Playa Jibacoa, llamó a su hermana y le confesó sus planes, y que al llegar a Estados Unidos en un par de horas, la llamaría de nuevo. Es así como su excursión inició, pero pronto todo se complicó, ya que uno de los tres cubanos, Duarte, comenzó a tener problemas con su equipo y se cayó de la tabla, por lo que tuvieron que detenerse a ayudarlo varias veces.

Decían ir por la mitad del camino cuando los tres hombres se vieron obligados a separarse por las fuerzas del viento que los ponía en peligro de chocarse entre sí y caer en las aguas donde frecuentan tiburones.

Viaje en solitario

Martínez empezó a perder fuerzas poco tiempo luego de haberse separado de sus amigos, por lo que decidió utilizar el mástil como remo para descansar un poco del desbalance que le causaba el viento, "Estaba solo en el Estrecho de Florida y no me podía desesperar. No me podía quedar ahí y no me podía morir. Tomé la decisión muy rápido de no perder más tiempo y abandonar la vela".

Martínez entrenó y estudió todo lo que pudo acerca de el windsurf para estar preparado para su viaje.

Por cuatro días y tres noches, Martínez se mantuvo flotando por el mar Caribe. Se vio obligado a distribuir sus caramelos para darse energías, y su botella de agua poco a poco se vaciaba mientras el sol le quemaba la piel y le causaba dolores de cabeza. Al tercer día, Martínez confesó que empezó a alucinar un bosque frondoso a su alrededor, añorando el descanso, la tierra, y un poco de sombra. Tuvo la gran suerte de no haberse encontrado con ni un solo tiburón durante su viaje, pero aún así evitaba sumergir sus extremidades en el agua.

Mientras se guiaba con su brújula, la cual llevaba amarrada a la muñeca como reloj, avistó varios barcos mercantes, pero en vez de pedir ayuda, se alejaba de ellos para no se succionado por su corriente y tamaño.

El sol apenas empezaba a rozar el horizonte la mañana del cuarto día, cuando Martínez logró ver a lo lejos lo que parecía ser tierra. En vez de cambiar de dirección como lo tenía planeado, se tiró la desesperación sobre el hombro y se impulsó para confirmar que su mente no le estaba haciendo alucinar.

El fin de la aventura

La alegría que le causó el sonido de las olas chocando contra la orilla y el cambio de corriente le otorgó fuerzas para remar hacia lo que luego se enteró eran los Cayos de Florida.

Al ser cuestionado por las autoridades, se enteró que su amigo Henry había llegado a Florida el mismo día que habían partido tras un viaje de nueve horas. Al haber llegado a las orillas de un lujoso resort en la costa de Key West, Henry fue atendido por los huéspedes y camareros del hotel, quienes le ayudaron a contactar a la policía local para mandar botes y helicópteros en la búsqueda de sus dos amigos que estaban desaparecidos.

A Duarte lo encontraron casi inconsciente en su tabla, por lo que lo llevaron a tierra en un barco. Martínez, al enterarse que los barcos y helicópteros que había avistado estaban buscándolo, se agradeció de haberse acostado en la tabla para esconderse de la mejor forma posible y no ser avistado, ya que lo podían deportar.

La distancia entre la costa de Cuba y la de Florida están a unas 6 horas de diferencia por transporte marítimo.

Su alivio de no ser encontrado a pesar que lo estaban buscando es gracias a la doctrina "Wet foot-Dry Foot" de la ley de Ajuste Cubano. Esta establece que todo cubano que logre llegar a Estados Unidos por su cuenta propia, tiene derecho a permanecer en el país de forma legal. Pero si recibe ayuda, será considerado inmigrante ilegal y será deportado.

Luego de ser encontrado en la playa de Cayo Marquesas por unos pescadores, Martínez fue llevado al hospital donde pasó cuatro días en lo que recuperaba su salud. Gracias a su historia, logró encontrar un hogar con una familia de cubanos que le otorgó su apoyo mientras realizaba sus procesos de ciudadanía y estudiaba inglés para encontrar un trabajo. Por ahora se ha dedicado a trabajar en una tienda de windsurf y estudiar para desarrollarse profesionalmente, y así poder reunirse con su hija como un hombre exitoso.

La increíble odisea de un cubano que emigró a Estados Unidos en una tabla de windsurf

En febrero, el cubano Jorge Armando Martínez se embarcó en un viaje de cuatro días a mar abierto en el que sobrevivió con solamente una tabla de windsurf, una botella de agua, y diez caramelos.

Jorge Armando Martínez, el cubano que viajó por cuatro días en una tabla de windsurf para emigrar a Estados Unidos.
Isabela Pedraz
11 de julio, 2022

Con la cálida brisa salada y los ardientes rayos de sol, Jorge Armando Martínez logró cumplir su sueño de emigrar a Estados Unidos. El proceso del hombre de 28 años no fue uno común, ya que se embarcó en una travesía de cuatro días en una tabla de windsurf desde Playa Jibacoa, al este de La Habana, hasta los Cayos Marquesas, que se encuentra al sur de Florida.

Martínez no realizó este viaje solo, sino que fue un plan con sus dos amigos Henry Vergara y Duarte. Durante varios meses se organizaron para poder entrenar y tener lo mínimo necesario para viajar a Estados Unidos y conseguir un trabajo que les diera más de lo que ganaban en Cuba.

Pero la travesía no se desenlazó como esperaban, ya que un viaje de grupo que duraría un par de horas, se convirtió en una aventura independiente para cada hombre. Entre los tres, el que fue hallado de último fue Martínez, quien compartió su historia de cómo llegó a tierra estadounidense luego de sobrevivir por cuatro días en mar abierto.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

Vida en Cuba

Padre de una hija de apenas un año, el sueño de Martínez de emigrar a Estados Unidos se intensificó al darse cuenta que no tenía lo suficiente para que su hija creciera de forma saludable. Es por esto que dejó su trabajo de informática y joyería para dedicarse a encontrar una forma de llegar a tierra norteamericana. Llego a vender todo lo que tenía y se quedó con solamente su cama, un ventilador, y el equipo necesario para entrenar surf.

Jorge Armando Martínez y su primo Humberto entrenaban juntos en las playas de Cuba.

"Nadaba, corría para preparar la resistencia, hacía ejercicios con pesas en el gimnasio y cada vez que había viento, iba al agua para perfeccionar la técnica. Estuve sobre los nueve meses entrenando muy fuerte sin alimentación... Pasaba muchas horas en el mar. Desde medio día que subía el viento hasta casi por la noche," cuenta Martínez.

El padre congeló su vida, dejando todos sus hobbies a un lado para dedicarse a entrenar y cumplir su sueño que ahora no solo era para él, sino que también para el futuro de su hija. Entrenaba con su primo Humberto, quien de último momento decidió no embarcarse en el viaje, y también junto con sus amigos Henry y Duarte, quienes se convirtieron en sus compañeros en la aventura por el océano.

El día para el que habían estado entrenando llegó el 17 de febrero. Martínez y sus amigos empacaron su equipo de windsurf, una botella de agua con nutrientes, diez caramelos, ropa para protegerse del sol, y una brújula.

La tabla de Henry, el amigo de Martínez que llegó de primero a Estados Unidos.

A pesar que llevaba más de medio año preparándose para este momento, Martínez no le había dicho a su familia que tenía planeado realizar un viaje tan peligroso. Para excusarse, les dijo que iría a un campismo en el cual navegarían cerca de la Playa de Jibacoa. "A la única persona que sí se lo dije fue a mi niña, pero como es una bebé, no lo entendió... Me tiré unas imágenes, le regalé una muñequita pequeña que tenía y se lo dije", recordó melancólicamente Martínez.

Al llegar al punto de partida en Playa Jibacoa, llamó a su hermana y le confesó sus planes, y que al llegar a Estados Unidos en un par de horas, la llamaría de nuevo. Es así como su excursión inició, pero pronto todo se complicó, ya que uno de los tres cubanos, Duarte, comenzó a tener problemas con su equipo y se cayó de la tabla, por lo que tuvieron que detenerse a ayudarlo varias veces.

Decían ir por la mitad del camino cuando los tres hombres se vieron obligados a separarse por las fuerzas del viento que los ponía en peligro de chocarse entre sí y caer en las aguas donde frecuentan tiburones.

Viaje en solitario

Martínez empezó a perder fuerzas poco tiempo luego de haberse separado de sus amigos, por lo que decidió utilizar el mástil como remo para descansar un poco del desbalance que le causaba el viento, "Estaba solo en el Estrecho de Florida y no me podía desesperar. No me podía quedar ahí y no me podía morir. Tomé la decisión muy rápido de no perder más tiempo y abandonar la vela".

Martínez entrenó y estudió todo lo que pudo acerca de el windsurf para estar preparado para su viaje.

Por cuatro días y tres noches, Martínez se mantuvo flotando por el mar Caribe. Se vio obligado a distribuir sus caramelos para darse energías, y su botella de agua poco a poco se vaciaba mientras el sol le quemaba la piel y le causaba dolores de cabeza. Al tercer día, Martínez confesó que empezó a alucinar un bosque frondoso a su alrededor, añorando el descanso, la tierra, y un poco de sombra. Tuvo la gran suerte de no haberse encontrado con ni un solo tiburón durante su viaje, pero aún así evitaba sumergir sus extremidades en el agua.

Mientras se guiaba con su brújula, la cual llevaba amarrada a la muñeca como reloj, avistó varios barcos mercantes, pero en vez de pedir ayuda, se alejaba de ellos para no se succionado por su corriente y tamaño.

El sol apenas empezaba a rozar el horizonte la mañana del cuarto día, cuando Martínez logró ver a lo lejos lo que parecía ser tierra. En vez de cambiar de dirección como lo tenía planeado, se tiró la desesperación sobre el hombro y se impulsó para confirmar que su mente no le estaba haciendo alucinar.

El fin de la aventura

La alegría que le causó el sonido de las olas chocando contra la orilla y el cambio de corriente le otorgó fuerzas para remar hacia lo que luego se enteró eran los Cayos de Florida.

Al ser cuestionado por las autoridades, se enteró que su amigo Henry había llegado a Florida el mismo día que habían partido tras un viaje de nueve horas. Al haber llegado a las orillas de un lujoso resort en la costa de Key West, Henry fue atendido por los huéspedes y camareros del hotel, quienes le ayudaron a contactar a la policía local para mandar botes y helicópteros en la búsqueda de sus dos amigos que estaban desaparecidos.

A Duarte lo encontraron casi inconsciente en su tabla, por lo que lo llevaron a tierra en un barco. Martínez, al enterarse que los barcos y helicópteros que había avistado estaban buscándolo, se agradeció de haberse acostado en la tabla para esconderse de la mejor forma posible y no ser avistado, ya que lo podían deportar.

La distancia entre la costa de Cuba y la de Florida están a unas 6 horas de diferencia por transporte marítimo.

Su alivio de no ser encontrado a pesar que lo estaban buscando es gracias a la doctrina "Wet foot-Dry Foot" de la ley de Ajuste Cubano. Esta establece que todo cubano que logre llegar a Estados Unidos por su cuenta propia, tiene derecho a permanecer en el país de forma legal. Pero si recibe ayuda, será considerado inmigrante ilegal y será deportado.

Luego de ser encontrado en la playa de Cayo Marquesas por unos pescadores, Martínez fue llevado al hospital donde pasó cuatro días en lo que recuperaba su salud. Gracias a su historia, logró encontrar un hogar con una familia de cubanos que le otorgó su apoyo mientras realizaba sus procesos de ciudadanía y estudiaba inglés para encontrar un trabajo. Por ahora se ha dedicado a trabajar en una tienda de windsurf y estudiar para desarrollarse profesionalmente, y así poder reunirse con su hija como un hombre exitoso.