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Análisis: la crisis de la democracia y el auge de las dictaduras militares

Tras la última ola de democratización del siglo XX, el mundo parece estar embarcándose en una tendencia hacia modelos menos libres y con características autoritarias.

Ilustración por Gabo®
Rafael Párraga
25 de septiembre, 2023

Panorama general. De acuerdo con el último barómetro mundial de Open Society Foundations, más del 42% de los jóvenes menores a 36 años, alrededor del mundo, consideran que una dictadura militar es la mejor forma de gobierno. Un dato impensable a finales del siglo XX, en el auge de la democracia liberal. 

  • El dato se contrasta con que un 86% de los 36 mil encuestados consideran importante vivir en un régimen democrático; sin embargo, el resultado varía mucho con el segmento de personas de las generaciones millenial y Z.
     
  • Adicionalmente, un 35% de ese grupo de menores de 36 años prefiere vivir en un régimen civil, pero autoritario, sin división de poderes o frenos y contrapesos.
     
  • La popularidad de los sistemas autoritarios se explica por la creciente incapacidad de algunos sistemas democráticos para satisfacer las demandas de su electorado. 

Sí, pero. La llamada “crisis de la democracia”, sin embargo, es engañosa, puesto que muchos de los sistemas que no cumplen con las expectativas del electorado no son realmente democráticos. Esto responde a un fenómeno que el politólogo Giovanni Sartori llama “estiramiento conceptual”. 

  • De acuerdo con Sartori, esto sucede cuando un concepto es tan ampliamente utilizado y con connotaciones tan diversas, que eventualmente se le priva de significado alguno. Tal es el caso con la palabra “democracia”. 
     
  • Muchos sistemas no democráticos consideran la existencia de elecciones libres como el único factor necesario para llamarse a sí mismos una democracia.
     
  • Esto, sin embargo, es solamente uno de los muchos factores necesarios para que un sistema pueda ser considerado como tal.

Cómo funciona. De acuerdo con el profesor de ciencia política, Robert Dahl, un sistema democrático (poliárquico, como él le llama) se define dependiendo del grado de cumplimiento que tiene en los siguientes aspectos: formulación de preferencias; capacidad de expresar esas preferencias, y que no exista discriminación estatal hacia esas preferencias.

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  • Adicionalmente, se debe garantizar la libertad de asociación y pensamiento; el derecho a elegir y ser elegido; acceso a la información; alternancia y limitaciones del poder, e instituciones intermedias de frenos y contrapesos.
     
  • Bajo dicho criterio, muchas de las supuestas democracias del mundo no podrían considerarse como tal. 

Por qué importa. La preferencia por líderes populistas refleja el fracaso de dichos sistemas, puesto que muchos de ellos se proclaman como las únicas alternativas para rescatar sistemas democráticos fallidos (entendiendo ese fracaso como la insatisfacción del electorado no sólo con los políticos, sino que con el sistema mismo).

  • El populismo, sin embargo, tiende a concentrar el poder y administrarlo de manera tiránica: se personaliza el Estado en la figura del gobernante y, en muchas ocasiones, se perpetúa en el poder. El populismo es, en la mayor parte de los casos, un paso previo hacia modelos autoritarios.
     
  • Maduro, Evo Morales, Ortega y, más recientemente, Bukele son algunos ejemplos. Dichos casos son lo que los autores Lucan Way y Steven Levitsky definen como “autoritarismo competitivo”: sistemas híbridos, con variables democráticas y autoritarias que coexisten en uno mismo.
     
  • Por ello, muchos de quienes afirman sentirse inconformes con la democracia están molestos, realmente, con sistemas poco democráticos. 

En perspectiva. Mientras que la preferencia de la juventud por las dictaduras militares se explica por su insatisfacción con los resultados de sistemas democráticos, o pseudo democráticos, también se debe a que pocos de ellos han vivido bajo dictaduras militares como las que desearían. 

  • El autoritarismo competitivo es atractivo, puesto que brinda la gobernabilidad del autoritarismo y cierto grado de representatividad de la democracia. 
     
  • No obstante, se ignora que un gobernante tiránico rara vez cede el poder que concentra: la tendencia es a acumular más poder, no a renunciar a él de manera pacífica.
     
  • Las generaciones que vivieron bajo dictaduras militares durante el siglo XX, siguen prefiriendo la democracia al autoritarismo, habiendo vivido en tiempos tanto de sistemas tiránicos como de democracia.

En conclusión. La preferencia por las dictaduras militares no supone, todavía, el fin de la democracia. Sin embargo, esto sí marca una época de des-democratización, lo que presagia una reducción de libertades civiles a nivel global. La corrupción y la falta de capacidad estatal son dos de los factores más importantes a resolver para revertir esta tendencia.

Análisis: la crisis de la democracia y el auge de las dictaduras militares

Tras la última ola de democratización del siglo XX, el mundo parece estar embarcándose en una tendencia hacia modelos menos libres y con características autoritarias.

Ilustración por Gabo®
Rafael Párraga
25 de septiembre, 2023

Panorama general. De acuerdo con el último barómetro mundial de Open Society Foundations, más del 42% de los jóvenes menores a 36 años, alrededor del mundo, consideran que una dictadura militar es la mejor forma de gobierno. Un dato impensable a finales del siglo XX, en el auge de la democracia liberal. 

  • El dato se contrasta con que un 86% de los 36 mil encuestados consideran importante vivir en un régimen democrático; sin embargo, el resultado varía mucho con el segmento de personas de las generaciones millenial y Z.
     
  • Adicionalmente, un 35% de ese grupo de menores de 36 años prefiere vivir en un régimen civil, pero autoritario, sin división de poderes o frenos y contrapesos.
     
  • La popularidad de los sistemas autoritarios se explica por la creciente incapacidad de algunos sistemas democráticos para satisfacer las demandas de su electorado. 

Sí, pero. La llamada “crisis de la democracia”, sin embargo, es engañosa, puesto que muchos de los sistemas que no cumplen con las expectativas del electorado no son realmente democráticos. Esto responde a un fenómeno que el politólogo Giovanni Sartori llama “estiramiento conceptual”. 

  • De acuerdo con Sartori, esto sucede cuando un concepto es tan ampliamente utilizado y con connotaciones tan diversas, que eventualmente se le priva de significado alguno. Tal es el caso con la palabra “democracia”. 
     
  • Muchos sistemas no democráticos consideran la existencia de elecciones libres como el único factor necesario para llamarse a sí mismos una democracia.
     
  • Esto, sin embargo, es solamente uno de los muchos factores necesarios para que un sistema pueda ser considerado como tal.

Cómo funciona. De acuerdo con el profesor de ciencia política, Robert Dahl, un sistema democrático (poliárquico, como él le llama) se define dependiendo del grado de cumplimiento que tiene en los siguientes aspectos: formulación de preferencias; capacidad de expresar esas preferencias, y que no exista discriminación estatal hacia esas preferencias.

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  • Bajo dicho criterio, muchas de las supuestas democracias del mundo no podrían considerarse como tal. 

Por qué importa. La preferencia por líderes populistas refleja el fracaso de dichos sistemas, puesto que muchos de ellos se proclaman como las únicas alternativas para rescatar sistemas democráticos fallidos (entendiendo ese fracaso como la insatisfacción del electorado no sólo con los políticos, sino que con el sistema mismo).

  • El populismo, sin embargo, tiende a concentrar el poder y administrarlo de manera tiránica: se personaliza el Estado en la figura del gobernante y, en muchas ocasiones, se perpetúa en el poder. El populismo es, en la mayor parte de los casos, un paso previo hacia modelos autoritarios.
     
  • Maduro, Evo Morales, Ortega y, más recientemente, Bukele son algunos ejemplos. Dichos casos son lo que los autores Lucan Way y Steven Levitsky definen como “autoritarismo competitivo”: sistemas híbridos, con variables democráticas y autoritarias que coexisten en uno mismo.
     
  • Por ello, muchos de quienes afirman sentirse inconformes con la democracia están molestos, realmente, con sistemas poco democráticos. 

En perspectiva. Mientras que la preferencia de la juventud por las dictaduras militares se explica por su insatisfacción con los resultados de sistemas democráticos, o pseudo democráticos, también se debe a que pocos de ellos han vivido bajo dictaduras militares como las que desearían. 

  • El autoritarismo competitivo es atractivo, puesto que brinda la gobernabilidad del autoritarismo y cierto grado de representatividad de la democracia. 
     
  • No obstante, se ignora que un gobernante tiránico rara vez cede el poder que concentra: la tendencia es a acumular más poder, no a renunciar a él de manera pacífica.
     
  • Las generaciones que vivieron bajo dictaduras militares durante el siglo XX, siguen prefiriendo la democracia al autoritarismo, habiendo vivido en tiempos tanto de sistemas tiránicos como de democracia.

En conclusión. La preferencia por las dictaduras militares no supone, todavía, el fin de la democracia. Sin embargo, esto sí marca una época de des-democratización, lo que presagia una reducción de libertades civiles a nivel global. La corrupción y la falta de capacidad estatal son dos de los factores más importantes a resolver para revertir esta tendencia.