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Arévalo promete cambiar el rumbo de la historia de Guatemala

Ilustración por Gabo®
Rafael Párraga
15 de enero, 2024

Tras una exhaustiva espera, el presidente de la República, César Bernardo Arévalo de León tomó posesión, durante la madrugada del 15 de enero —no el 14 a las 14—. En su discurso se obvió el esperpéntico acontecimiento que llevó a la restaurada bancada del partido Movimiento Semilla a conseguir la presidencia del Congreso, además de la integración de miembros del partido en la Junta Directiva. 

 

El presidente Arévalo expresó lo previsible: un mensaje de esperanza, lleno de símiles y alejado de la compleja realidad en la que consiste gobernar. A pesar de que lo vivido en el Congreso en horas anteriores prevé cierta gobernabilidad para cuando menos, el inicio de su mandato, la coalición legislativa que le apoya carece de la cohesión necesaria para prevalecer en el tiempo. Hecho que no afectó la ilusión de lo que el presidente llama una primavera democrática.  

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Arévalo tildó su toma de posesión como un hito significativo, gracias al ejercicio democrático. En su discurso, aprovechó a remarcar, no solamente su victoria electoral, sino también los atropellos por parte de diversos grupos de poder que quisieron evitar la transmisión de mando. Agradeció, además, a la comunidad internacional por su rol en la defensa de la institucionalidad democrática y reconoció, enfáticamente, su compromiso con los pueblos ancestrales para saldar lo que llamó “deudas históricas que debemos resolver”.  

 

El mensaje estuvo plagado de mensajes de filosofía política, que resaltaron su compromiso progresista con causas como el cambio climático y la desigualdad. Sin embargo, el centro del discurso fue el rechazo al autoritarismo y a la corrupción. Reconociendo la tendencia política de la región, aprovechó para destacar su gobierno como un hito de defensa de los principios de libertad y democracia, tanto en Guatemala como en Centroamérica. Lo afirmó contundentemente: “nunca más el autoritarismo. No permitiremos que nuestras instituciones se dobleguen otra vez ante la corrupción y la impunidad”  

 

El presidente Arévalo ofreció un discurso lleno de promesas esperanzadoras, dónde hizo un llamado a la unidad de todos los sectores del país, en lo que llamó una oportunidad histórica para “edificar una institucionalidad democrática robusta y saludable sobre los escombros de este muro de corrupción que estamos empezando a derrumbar, ladrillo tras ladrillo”. 

 

La falta de antecedentes políticos remarcables le permite el beneficio de la duda, sin embargo, la ambición de su discurso servirá para juzgarle, durante todo su período, y al final, dentro de cuatro años, tal como sucede con todos los presidentes que en su toma de posesión prometen el cielo, sin reconocer los obstáculos que la arena política les presenta. Arévalo se comprometió a cambiar el rumbo de la historia de Guatemala, será la historia quién juzgue la veracidad de sus palabras. 

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Arévalo promete cambiar el rumbo de la historia de Guatemala

Ilustración por Gabo®
Rafael Párraga
15 de enero, 2024

Tras una exhaustiva espera, el presidente de la República, César Bernardo Arévalo de León tomó posesión, durante la madrugada del 15 de enero —no el 14 a las 14—. En su discurso se obvió el esperpéntico acontecimiento que llevó a la restaurada bancada del partido Movimiento Semilla a conseguir la presidencia del Congreso, además de la integración de miembros del partido en la Junta Directiva. 

 

El presidente Arévalo expresó lo previsible: un mensaje de esperanza, lleno de símiles y alejado de la compleja realidad en la que consiste gobernar. A pesar de que lo vivido en el Congreso en horas anteriores prevé cierta gobernabilidad para cuando menos, el inicio de su mandato, la coalición legislativa que le apoya carece de la cohesión necesaria para prevalecer en el tiempo. Hecho que no afectó la ilusión de lo que el presidente llama una primavera democrática.  

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Arévalo tildó su toma de posesión como un hito significativo, gracias al ejercicio democrático. En su discurso, aprovechó a remarcar, no solamente su victoria electoral, sino también los atropellos por parte de diversos grupos de poder que quisieron evitar la transmisión de mando. Agradeció, además, a la comunidad internacional por su rol en la defensa de la institucionalidad democrática y reconoció, enfáticamente, su compromiso con los pueblos ancestrales para saldar lo que llamó “deudas históricas que debemos resolver”.  

 

El mensaje estuvo plagado de mensajes de filosofía política, que resaltaron su compromiso progresista con causas como el cambio climático y la desigualdad. Sin embargo, el centro del discurso fue el rechazo al autoritarismo y a la corrupción. Reconociendo la tendencia política de la región, aprovechó para destacar su gobierno como un hito de defensa de los principios de libertad y democracia, tanto en Guatemala como en Centroamérica. Lo afirmó contundentemente: “nunca más el autoritarismo. No permitiremos que nuestras instituciones se dobleguen otra vez ante la corrupción y la impunidad”  

 

El presidente Arévalo ofreció un discurso lleno de promesas esperanzadoras, dónde hizo un llamado a la unidad de todos los sectores del país, en lo que llamó una oportunidad histórica para “edificar una institucionalidad democrática robusta y saludable sobre los escombros de este muro de corrupción que estamos empezando a derrumbar, ladrillo tras ladrillo”. 

 

La falta de antecedentes políticos remarcables le permite el beneficio de la duda, sin embargo, la ambición de su discurso servirá para juzgarle, durante todo su período, y al final, dentro de cuatro años, tal como sucede con todos los presidentes que en su toma de posesión prometen el cielo, sin reconocer los obstáculos que la arena política les presenta. Arévalo se comprometió a cambiar el rumbo de la historia de Guatemala, será la historia quién juzgue la veracidad de sus palabras.