En el caso Trump v. Anderson, la Corte Suprema de EE. UU. ha resuelto –unánimemente– que los estados no tienen la potestad de determinar quién puede postularse a un cargo federal. Por lo tanto, ningún estado podrá negar al expresidente Donald Trump un espacio en sus boletas electorales.

• En diciembre, la Corte Suprema de Colorado falló en contra de Trump, argumentando que su presunta asociación con el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021 servía para inhabilitarlo como candidato presidencial.
• Dos estados más, Illinois y Maine, imitaron el fallo de Colorado y excluyeron a Trump de sus elecciones. El dictamen de la Corte Suprema federal se refiere específicamente a Colorado, pero surtirá efectos en todos los estados.
• Aunque se vinculase a Trump a una insurrección, la Constitución da al Congreso la facultad de levantar cualquier inhabilitación resultante. Con este fallo, queda establecido que sólo el Congreso tiene la facultad de imponer, y no simplemente levantar, una inhabilitación presidencial.

Entre líneas. Trump es, a efectos prácticos, el candidato republicano de cara a las elecciones del 5 noviembre. Nikki Haley, su única contrincante, sólo ha ganado la primaria de Washington, D. C., cuyos votantes republicanos son marcadamente distintos a los del resto del país.

• La decisión no parecería tener demasiada importancia: Illinois y Colorado son sólidamente demócratas, mientras que Maine, uno de los pocos estados que divide sus votos electorales, tiene una población muy pequeña. Sin embargo, evita que más estados busquen excluir la candidatura de Trump.
• El fallo tendrá un efecto inmediato: hoy martes 5, se celebra el “supermartes” en que 15 estados y Samoa Americana –un territorio del Pacífico– celebran sus primarias. Aproximadamente un 36% de los delegados republicanos se decidirán hoy.
• Colorado es uno de los estados partícipes del “supermartes”, de manera que Trump podrá competir. No habrá ningún problema logístico: los organizadores de las primarias republicanas siempre confiaron en la victoria y, por tanto, nunca retiraron el nombre de Trump de las boletas.

Colina Capitolina. Han sido unos días movidos para el Partido Republicano. Se ha abierto una vacante con el anunciado retiro de Mitch McConnell, el líder de la bancada republicana en el Senado. Más allá de anotarse un tanto en la Corte Suprema, la rama “trumpista” del partido busca hacerse con el control de la dirigencia en el Congreso.

• McConnell representa a la vieja guardia republicana, más moderada y abierta a negociar con los demócratas. En su momento, alabó el acuerdo migratorio propuesto por la Casa Blanca, que establecía un límite de 5,000 migrantes diarios. Por supuesto, la mayoría de su partido se opuso.
• Todo esto consterna a los senadores trumpistas. Esta facción anhela una estructura más parecida a la de los republicanos en la cámara baja, que se muestran mucho más cercanos a Trump, sobre todo en asuntos migratorios.
• Actualmente se perfilan dos sucesores a McConnell: los senadores John Thune, de Dakota del Sur, y John Cornyn, de Texas. Ambos están presumiendo de sus credenciales conservadores, para así seducir a la rama trumpista del partido, que probablemente votará en bloque.

El balance. Tanto la decisión de la Suprema Corte como los acuerdos tras bastidores en el Senado demuestran el poderío de Trump. A pesar de enfrentar un sinnúmero de acciones legales en su contra, el expresidente –previsiblemente– será el candidato presidencial republicano. Lo que es más, se ha hecho con el control del partido.

• A ocho meses de las elecciones, los sondeos aún dan a Trump por favorito. La última encuesta de YouGov, correspondiente al 1 de marzo, anticipa que Trump ganaría con un 52% de los votos.
• Sin dar por sentado una victoria republicana en noviembre, la región debe estar preparada. Trump buscaría reducir la migración irregular. Incluso ha hablado de cerrar la frontera; esto sigue siendo improbable, pero evidencia el cambio de curso que se produciría.
• Una presidencia de Trump también podría traer ventajas: bajo él, Washington no sólo se mostraría más reacio a aceptar migrantes, sino que vería con mayor recelo la creciente influencia china en la región. Los republicanos estarían conscientes de que sólo hay una forma de competir: invertir.