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Latinoamérica: Pobres con problemas de ricos

.
Sebastián Gennari
24 de enero, 2024

La transición demográfica ha tomado a Latinoamérica por sorpresa. Los latinoamericanos no están teniendo hijos suficientes. Mejor dicho, no están naciendo las criaturas necesarias para mantener el tamaño de la población. En esto, la región se asemeja al mundo desarrollado, aunque su crisis demográfica no es tan acusada.

  • A priori, la coyuntura no resulta sorprendente. Los latinoamericanos se casan poco, sobre todo en los deciles de renta más bajos. Los que se casan lo hacen tarde. Hace 10 años, por ejemplo, el argentino y brasileño promedio se casaban a los 34.1 y 33, respectivamente.
  • La región acostumbra a presumir de su “dividendo demográfico”. Su población, aún muy joven, está en plena edad productiva. La inmensa mayoría no depende del Estado o de sus familias y es capaz de ganarse la vida, impulsando el desarrollo económico.
  • El temor es que esto empeore con relativa rapidez. Los jóvenes de hoy envejecerán; al casarse tarde —o no casarse— y tener pocos hijos, no habrán producido reemplazos suficientes, dando lugar a una contracción de la población latinoamericana.
     

Los datos. Casi todos los países latinoamericanos están por debajo de la tasa de reemplazo, normalmente definida como 2.1 hijos por mujer, pero que, dependiendo de la tasa de mortalidad, puede llegar a ser más alta. Se puede decir que cada pareja necesita tener alrededor de dos hijos para evitar que caiga la población.

  • Según el Fondo de Población de la ONU, Latinoamérica y el Caribe tiene una tasa promedio de 1.8 hijos por mujer. Puerto Rico, donde la mujer promedio tiene 1.3 hijos, presenta la tasa más baja de la región.
  • Cuba, Chile, Costa Rica y Uruguay le siguen de cerca con 1.5, aunque algunos estudios ya hablan de 1.3. Esta cifra es inferior a la registrada en países como Dinamarca y Hungría, donde el Estado lamenta la grave crisis demográfica y ofrece generosos subsidios a la natalidad.
  • La tasa guatemalteca es de 2.3 hijos por mujer, de manera que la población se mantiene estable o incluso crece ligeramente. El mismo patrón se repite a lo largo de Centroamérica, con la excepción de Costa Rica y El Salvador.
     

Panorama general. Lo que consterna a los demógrafos es la rapidez con que se ha producido este cambio. Se tiende a concebir de Latinoamérica como un región altamente fértil; la transición demográfica ha sido tan veloz que no ha dado tiempo a alterar la autopercepción de la región, de ahí la poca conciencia del problema.

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  • En efecto, de 2013 a 2022, la natalidad estadounidense bajó 7%, esto en parte por el baby bust de la pandemia. En el mismo periodo, la natalidad uruguaya se desplomó, bajando 34% en cuestión de una década.
  • El caso uruguayo fue extremo, pero Costa Rica, México y Chile registraron caídas de 27%, 24% y 21%, respectivamente. En el lustro 2016-2021, la natalidad argentina cayó 32%, siendo con creces el caso más acusado.
  • El Estado, entonces, tendrá que ingeniárselas para pagar sus compromisos con menos contribuyentes. Brasil, por ejemplo, ya enfrenta un déficit de pensiones equivalente al 2.6% del PIB; se prevé que esta cifra llegue a 5.9%.
     

Sí, pero. No hay que hablar —aún– de un cataclismo. Latinoamérica cuenta con una población joven, independiente y productiva; su tasa de dependencia, por emplear el argot de los demógrafos, se mantendrá baja por décadas.

  • Eso sí, los sueños de establecer Estados del bienestar encontrarán serias dificultades. Debe recordarse que los equivalentes en el mundo desarrollado nacieron cuando sobraba población activa.
  • Centroamérica está bien posicionada para beneficiarse de la situación. Lo que antes se veía como un impedimento al progreso ahora garantiza una mayor dividendo demográfico a países como Guatemala.
  • En todo caso, Latinoamérica, a pesar de su grado de desarrollo, está enfrentando problemas típicos del primer mundo.
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Latinoamérica: Pobres con problemas de ricos

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Sebastián Gennari
24 de enero, 2024

La transición demográfica ha tomado a Latinoamérica por sorpresa. Los latinoamericanos no están teniendo hijos suficientes. Mejor dicho, no están naciendo las criaturas necesarias para mantener el tamaño de la población. En esto, la región se asemeja al mundo desarrollado, aunque su crisis demográfica no es tan acusada.

  • A priori, la coyuntura no resulta sorprendente. Los latinoamericanos se casan poco, sobre todo en los deciles de renta más bajos. Los que se casan lo hacen tarde. Hace 10 años, por ejemplo, el argentino y brasileño promedio se casaban a los 34.1 y 33, respectivamente.
  • La región acostumbra a presumir de su “dividendo demográfico”. Su población, aún muy joven, está en plena edad productiva. La inmensa mayoría no depende del Estado o de sus familias y es capaz de ganarse la vida, impulsando el desarrollo económico.
  • El temor es que esto empeore con relativa rapidez. Los jóvenes de hoy envejecerán; al casarse tarde —o no casarse— y tener pocos hijos, no habrán producido reemplazos suficientes, dando lugar a una contracción de la población latinoamericana.
     

Los datos. Casi todos los países latinoamericanos están por debajo de la tasa de reemplazo, normalmente definida como 2.1 hijos por mujer, pero que, dependiendo de la tasa de mortalidad, puede llegar a ser más alta. Se puede decir que cada pareja necesita tener alrededor de dos hijos para evitar que caiga la población.

  • Según el Fondo de Población de la ONU, Latinoamérica y el Caribe tiene una tasa promedio de 1.8 hijos por mujer. Puerto Rico, donde la mujer promedio tiene 1.3 hijos, presenta la tasa más baja de la región.
  • Cuba, Chile, Costa Rica y Uruguay le siguen de cerca con 1.5, aunque algunos estudios ya hablan de 1.3. Esta cifra es inferior a la registrada en países como Dinamarca y Hungría, donde el Estado lamenta la grave crisis demográfica y ofrece generosos subsidios a la natalidad.
  • La tasa guatemalteca es de 2.3 hijos por mujer, de manera que la población se mantiene estable o incluso crece ligeramente. El mismo patrón se repite a lo largo de Centroamérica, con la excepción de Costa Rica y El Salvador.
     

Panorama general. Lo que consterna a los demógrafos es la rapidez con que se ha producido este cambio. Se tiende a concebir de Latinoamérica como un región altamente fértil; la transición demográfica ha sido tan veloz que no ha dado tiempo a alterar la autopercepción de la región, de ahí la poca conciencia del problema.

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  • En efecto, de 2013 a 2022, la natalidad estadounidense bajó 7%, esto en parte por el baby bust de la pandemia. En el mismo periodo, la natalidad uruguaya se desplomó, bajando 34% en cuestión de una década.
  • El caso uruguayo fue extremo, pero Costa Rica, México y Chile registraron caídas de 27%, 24% y 21%, respectivamente. En el lustro 2016-2021, la natalidad argentina cayó 32%, siendo con creces el caso más acusado.
  • El Estado, entonces, tendrá que ingeniárselas para pagar sus compromisos con menos contribuyentes. Brasil, por ejemplo, ya enfrenta un déficit de pensiones equivalente al 2.6% del PIB; se prevé que esta cifra llegue a 5.9%.
     

Sí, pero. No hay que hablar —aún– de un cataclismo. Latinoamérica cuenta con una población joven, independiente y productiva; su tasa de dependencia, por emplear el argot de los demógrafos, se mantendrá baja por décadas.

  • Eso sí, los sueños de establecer Estados del bienestar encontrarán serias dificultades. Debe recordarse que los equivalentes en el mundo desarrollado nacieron cuando sobraba población activa.
  • Centroamérica está bien posicionada para beneficiarse de la situación. Lo que antes se veía como un impedimento al progreso ahora garantiza una mayor dividendo demográfico a países como Guatemala.
  • En todo caso, Latinoamérica, a pesar de su grado de desarrollo, está enfrentando problemas típicos del primer mundo.