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Por Glas, las relaciones México-Ecuador se quiebran cual vidrio

.
Sebastián Gennari
08 de abril, 2024

Un tanto alejados de las primeras planas, Ecuador y México están enmarañados una crisis diplomática. En la génesis de la disputa se ubica el exvicepresidente Jorge Glas, mano derecha de Rafael Correa y “huésped” de la Embajada mexicana en Quito. Glas, quien ha sido sentenciado en varias ocasiones por corrupción y malversación, dice ser víctima de una persecución judicial.

  • A mediados de la semana pasada, el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), sugirió en una rueda de prensa que, de no haber sido por el asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio, la candidata correísta Luisa González sería presidenta de Ecuador.
  • Esto ofendió profundamente al Gobierno ecuatoriano, que acusó a México de injerencia. La embajadora mexicana, Raquel Serur, fue declarada persona non grata y expulsada al día siguiente. En respuesta, México aceptó la solicitud de asilo de Glas y exigió un salvoconducto en su favor.
  • El presidente Daniel Noboa no aceptó la solicitud. En su lugar, se ordenó la aprehensión de Glas de la Embajada, violando el principio de extraterritorialidad. México —y, dicho sea de paso, Nicaragua— reaccionó rompiendo relaciones con Ecuador.

Entre líneas. Desde 2017, Glas se ha mantenido una suerte de vaivén jurídico, entrando y saliendo de la cárcel según disponen los tribunales. En diciembre de 2023, cuando se emitió una nueva orden de detención en su contra, se refugió en la Embajada mexicana, solicitando asilo político pocos días después.

  • Glas fue hallado culpable de haber recibido millonarios sobornos de parte del gigante brasileño Odebrecht y otros contratistas del Estado, de ahí que fuera sentenciado primero a seis y luego a ocho años de prisión.
  • La condena, por tanto, está eminentemente justificada. Desde luego, hay un grado de politización, como se ha de esperar con un político —y amigo de infancia— tan vinculado a Rafael Correa, actualmente autoexiliado en Bélgica.
  • A Noboa, quien llegó al poder apenas en noviembre, no le anima una persecución desmesurada de sus rivales políticos. Incluso le han llovido críticas desde la derecha, que se sintió traicionada por los acuerdos legislativos del presidente con Revolución Ciudadana, el partido correísta.

El águila atolondrada. De AMLO, por su parte, no hay mucho que decir. La política exterior mexicana ha sido errática –cuando menos– durante su sexenio, cosa que reconocen los diplomáticos de carrera cuando se les permite hablar bajo garantía de anonimato.

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  • México cuenta con el respaldo de la comunidad internacional. Noboa insiste en que Glas fue enjuiciado por delitos comunes y que, por consiguiente, no tiene derecho a asilarse, pero lo cierto es que Quito ha incurrido el mayor tabú de la diplomacia: violentar una sede diplomática extranjera.
  • Dicho esto, México se ha convertido en el albergue para los políticos de izquierda más malaventurados de la región. Cuando estos constatan que no les salen las cuentas electorales, o cuando presienten alguna imputación, se movilizan con presteza hacia la misión mexicana más cercana.
  • Algo parecido ocurrió en Bolivia hace un lustro. Durante el breve Gobierno de derecha presidido por Jeanine Áñez, México aceptó la solicitud de asilo del expresidente Evo Morales. Junto a la Embajada española, cuentan algunos, también se buscó asistir a funcionarios de Morales.

El balance. El escenario está dispuesto; las líneas de la batalla, trazadas. Quito hará hincapié en su argumento de Glas como delincuente común; México, amparándose en los videos donde se ve cómo la Policía detiene —con brusquedad, debe decirse— a Glas, seguirá insistiendo en que se trata de un atropello inaudito.

  • Pero Glas sigue en Ecuador y ya no podrá salir. Si México no lo pudo proteger en su legación, resulta obvio que no podrá hacerlo mientras permanezca recluido en una prisión de máxima seguridad guayaquileña.
  • La prisión, como muestra de que el mundo tiene sentido del humor, se llama La Roca. No es tan impenetrable como podría sugerir su nombre y se han registrado algunas fugas. Es improbable que el infausto vicepresidente, con el fuerte dispositivo que lo acompaña, pueda hacer lo mismo.
  • Noboa, en tanto, vive su segunda crisis diplomática de gran envergadura. A principios de año, un encontronazo con Rusia amenazó a la importantísima industria bananera ecuatoriana. Queda por verse si en esta ocasión Noboa logrará zanjar las desavenencias o, por el contrario, se mueve hacia la derecha.
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Por Glas, las relaciones México-Ecuador se quiebran cual vidrio

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Sebastián Gennari
08 de abril, 2024

Un tanto alejados de las primeras planas, Ecuador y México están enmarañados una crisis diplomática. En la génesis de la disputa se ubica el exvicepresidente Jorge Glas, mano derecha de Rafael Correa y “huésped” de la Embajada mexicana en Quito. Glas, quien ha sido sentenciado en varias ocasiones por corrupción y malversación, dice ser víctima de una persecución judicial.

  • A mediados de la semana pasada, el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), sugirió en una rueda de prensa que, de no haber sido por el asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio, la candidata correísta Luisa González sería presidenta de Ecuador.
  • Esto ofendió profundamente al Gobierno ecuatoriano, que acusó a México de injerencia. La embajadora mexicana, Raquel Serur, fue declarada persona non grata y expulsada al día siguiente. En respuesta, México aceptó la solicitud de asilo de Glas y exigió un salvoconducto en su favor.
  • El presidente Daniel Noboa no aceptó la solicitud. En su lugar, se ordenó la aprehensión de Glas de la Embajada, violando el principio de extraterritorialidad. México —y, dicho sea de paso, Nicaragua— reaccionó rompiendo relaciones con Ecuador.

Entre líneas. Desde 2017, Glas se ha mantenido una suerte de vaivén jurídico, entrando y saliendo de la cárcel según disponen los tribunales. En diciembre de 2023, cuando se emitió una nueva orden de detención en su contra, se refugió en la Embajada mexicana, solicitando asilo político pocos días después.

  • Glas fue hallado culpable de haber recibido millonarios sobornos de parte del gigante brasileño Odebrecht y otros contratistas del Estado, de ahí que fuera sentenciado primero a seis y luego a ocho años de prisión.
  • La condena, por tanto, está eminentemente justificada. Desde luego, hay un grado de politización, como se ha de esperar con un político —y amigo de infancia— tan vinculado a Rafael Correa, actualmente autoexiliado en Bélgica.
  • A Noboa, quien llegó al poder apenas en noviembre, no le anima una persecución desmesurada de sus rivales políticos. Incluso le han llovido críticas desde la derecha, que se sintió traicionada por los acuerdos legislativos del presidente con Revolución Ciudadana, el partido correísta.

El águila atolondrada. De AMLO, por su parte, no hay mucho que decir. La política exterior mexicana ha sido errática –cuando menos– durante su sexenio, cosa que reconocen los diplomáticos de carrera cuando se les permite hablar bajo garantía de anonimato.

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  • México cuenta con el respaldo de la comunidad internacional. Noboa insiste en que Glas fue enjuiciado por delitos comunes y que, por consiguiente, no tiene derecho a asilarse, pero lo cierto es que Quito ha incurrido el mayor tabú de la diplomacia: violentar una sede diplomática extranjera.
  • Dicho esto, México se ha convertido en el albergue para los políticos de izquierda más malaventurados de la región. Cuando estos constatan que no les salen las cuentas electorales, o cuando presienten alguna imputación, se movilizan con presteza hacia la misión mexicana más cercana.
  • Algo parecido ocurrió en Bolivia hace un lustro. Durante el breve Gobierno de derecha presidido por Jeanine Áñez, México aceptó la solicitud de asilo del expresidente Evo Morales. Junto a la Embajada española, cuentan algunos, también se buscó asistir a funcionarios de Morales.

El balance. El escenario está dispuesto; las líneas de la batalla, trazadas. Quito hará hincapié en su argumento de Glas como delincuente común; México, amparándose en los videos donde se ve cómo la Policía detiene —con brusquedad, debe decirse— a Glas, seguirá insistiendo en que se trata de un atropello inaudito.

  • Pero Glas sigue en Ecuador y ya no podrá salir. Si México no lo pudo proteger en su legación, resulta obvio que no podrá hacerlo mientras permanezca recluido en una prisión de máxima seguridad guayaquileña.
  • La prisión, como muestra de que el mundo tiene sentido del humor, se llama La Roca. No es tan impenetrable como podría sugerir su nombre y se han registrado algunas fugas. Es improbable que el infausto vicepresidente, con el fuerte dispositivo que lo acompaña, pueda hacer lo mismo.
  • Noboa, en tanto, vive su segunda crisis diplomática de gran envergadura. A principios de año, un encontronazo con Rusia amenazó a la importantísima industria bananera ecuatoriana. Queda por verse si en esta ocasión Noboa logrará zanjar las desavenencias o, por el contrario, se mueve hacia la derecha.