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Venezuela: A Recuperar los Años Perdidos

Redacción
09 de diciembre, 2015

Bajo un clima democráticamente adverso, los venezolanos acudieron a las urnas de manera masiva (más de un 74% de participación) para mostrar su rechazo a un régimen que los ha inmerso en una profunda crisis económica y social. El MUD (Mesa de Unidad Democrática), la coalición que aglomera todas las fuerzas de la oposición, a esta hora que escribo, ha obtenido 106 escaños en el congreso, logrando así una mayoría cualificada de tres quintos que les permitirían aprobar mociones contra ciertos funcionarios y sancionar algunas leyes. El número clave es 112, escaños suficientes para impulsar cambios más profundos (los cuales analizaremos más adelante). Por el momento, aunque esta victoria es meritoria y sumamente trascendente, el poder que la oposición ha obtenido es meramente nominal y aún está por verse si la implementación de dichos cambios es real y efectiva bajo el imperio de la Ley o si Maduro y los suyos se aferrarán al poder de su Revolución Bolivariana.

Como buen régimen socialista, el chavismo siempre culpó a actores ajenos, sea interno o externo, de sus propios errores e incompetencia. Pregonando la igualdad y el amor hacia pobres bajo una retórica hipócrita creó una nueva casta con peores ambiciones de poder que aquellas que juraron deponer. Dieciséis años de chavismo han dejado un legado nefasto a Venezuela: hiperinflación que este año llegará al 200%, desabastecimiento de alimentos y medicinas, expropiaciones a granel destruyendo el tejido productivo del país, un sistema de justicia corrupto y parcializado, represión y violación de derechos humanos y políticos, controles de capitales y escasez de divisas, una industria petrolera ineficiente, niveles de inseguridad rampantes, etc. El castillo de naipes empieza a derrumbarse y uno de sus síntomas salió a la luz el pasado domingo.

De la experiencia venezolana se extraen, a mi parecer, tres lecciones principales para otros países latinoamericanos: primero, la importancia que un sistema democrático contemple elecciones legislativas inter-cíclicas, ya que estas se constituyen en un ejercicio sano que representa un termómetro, un voto de castigo o de confianza para administraciones incumbentes que reajustan las fuerzas dentro de un gobierno y permiten la renovación del sistema de pesos y contrapesos. Segundo, al enfrentarse a regímenes autoritarios y represivos, resalta el valor de una oposición unida de manera granítica y con objetivos claros que permitan proponer soluciones integrales que trasciendan la simple deposición electoral de un enemigo común. Y, tercero, esto nos hace recordar la trascendencia real del poder legislativo bajo una estructura republicana, al menos en el papel.

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Porque, más allá de la euforia (merecida) que pueda causar esta victoria de la oposición, hay que ser cautos ya que aún está por verse si el poder que conlleva una mayoría cualificada de dos tercios y todas las reformas que esta pueda impulsar se podrán aplicar efectivamente bajos mecanismos constitucionales contemplados. Recordemos que, de lograr 112 escaños, el MUD se encontraría en una posición óptima para impulsar y aprobar reformas a la Constitución, aprobar e impugnar leyes clave, reformular el presupuesto del estado y sus correspondientes candados, fiscalizar el ejercicio del poder ejecutivo y, principalmente, solicitar la separación al cargo de Maduro a través de un referendo revocatorio.

Será interesante analizar los acontecimientos subsecuentes a la toma de los cargos de la nueva asamblea. Enfatizo, hay que ser cautos y cerciorarse que no se amedrenten los procesos de cambio que puedan ser impulsados bajo el marco constitucional. Maduro y su círculo no entregará el poder tan fácilmente por lo que los procesos e instituciones republicanas que aún sobreviven en Venezuela deben ser fuertemente resguardados. Triunfó Venezuela pero el socialismo del siglo XXI aún no ha muerto. Es hora de iniciar a recuperar los años perdidos.

Jorge V. Ávila Prera

@JorgeAvilaPrera

Venezuela: A Recuperar los Años Perdidos

Redacción
09 de diciembre, 2015

Bajo un clima democráticamente adverso, los venezolanos acudieron a las urnas de manera masiva (más de un 74% de participación) para mostrar su rechazo a un régimen que los ha inmerso en una profunda crisis económica y social. El MUD (Mesa de Unidad Democrática), la coalición que aglomera todas las fuerzas de la oposición, a esta hora que escribo, ha obtenido 106 escaños en el congreso, logrando así una mayoría cualificada de tres quintos que les permitirían aprobar mociones contra ciertos funcionarios y sancionar algunas leyes. El número clave es 112, escaños suficientes para impulsar cambios más profundos (los cuales analizaremos más adelante). Por el momento, aunque esta victoria es meritoria y sumamente trascendente, el poder que la oposición ha obtenido es meramente nominal y aún está por verse si la implementación de dichos cambios es real y efectiva bajo el imperio de la Ley o si Maduro y los suyos se aferrarán al poder de su Revolución Bolivariana.

Como buen régimen socialista, el chavismo siempre culpó a actores ajenos, sea interno o externo, de sus propios errores e incompetencia. Pregonando la igualdad y el amor hacia pobres bajo una retórica hipócrita creó una nueva casta con peores ambiciones de poder que aquellas que juraron deponer. Dieciséis años de chavismo han dejado un legado nefasto a Venezuela: hiperinflación que este año llegará al 200%, desabastecimiento de alimentos y medicinas, expropiaciones a granel destruyendo el tejido productivo del país, un sistema de justicia corrupto y parcializado, represión y violación de derechos humanos y políticos, controles de capitales y escasez de divisas, una industria petrolera ineficiente, niveles de inseguridad rampantes, etc. El castillo de naipes empieza a derrumbarse y uno de sus síntomas salió a la luz el pasado domingo.

De la experiencia venezolana se extraen, a mi parecer, tres lecciones principales para otros países latinoamericanos: primero, la importancia que un sistema democrático contemple elecciones legislativas inter-cíclicas, ya que estas se constituyen en un ejercicio sano que representa un termómetro, un voto de castigo o de confianza para administraciones incumbentes que reajustan las fuerzas dentro de un gobierno y permiten la renovación del sistema de pesos y contrapesos. Segundo, al enfrentarse a regímenes autoritarios y represivos, resalta el valor de una oposición unida de manera granítica y con objetivos claros que permitan proponer soluciones integrales que trasciendan la simple deposición electoral de un enemigo común. Y, tercero, esto nos hace recordar la trascendencia real del poder legislativo bajo una estructura republicana, al menos en el papel.

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Porque, más allá de la euforia (merecida) que pueda causar esta victoria de la oposición, hay que ser cautos ya que aún está por verse si el poder que conlleva una mayoría cualificada de dos tercios y todas las reformas que esta pueda impulsar se podrán aplicar efectivamente bajos mecanismos constitucionales contemplados. Recordemos que, de lograr 112 escaños, el MUD se encontraría en una posición óptima para impulsar y aprobar reformas a la Constitución, aprobar e impugnar leyes clave, reformular el presupuesto del estado y sus correspondientes candados, fiscalizar el ejercicio del poder ejecutivo y, principalmente, solicitar la separación al cargo de Maduro a través de un referendo revocatorio.

Será interesante analizar los acontecimientos subsecuentes a la toma de los cargos de la nueva asamblea. Enfatizo, hay que ser cautos y cerciorarse que no se amedrenten los procesos de cambio que puedan ser impulsados bajo el marco constitucional. Maduro y su círculo no entregará el poder tan fácilmente por lo que los procesos e instituciones republicanas que aún sobreviven en Venezuela deben ser fuertemente resguardados. Triunfó Venezuela pero el socialismo del siglo XXI aún no ha muerto. Es hora de iniciar a recuperar los años perdidos.

Jorge V. Ávila Prera

@JorgeAvilaPrera