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Si Dios me quita la vida (7)

Gabriel Arana Fuentes
24 de diciembre, 2017

Estas son las Crónicas policiales del Comisario Wenceslao Pérez Chanan. Comenzamos con Si Dios me quita la vida. El autor es Francisco Alejandro Méndez. República la publicará domingo a domingo. Para más información consultá el correo [email protected] o en Twitter: @elgranfascinado

La primera reacción en una escena del crimen

Sentimientos encontrados, imágenes crudas y llantos lejanos atravesaban la cabeza del comisario. Él trataba de espantarlos como si se tratara de molestas e insistentes moscas. Apenas se reponía del impacto de observar otro cadáver, cuando siguiendo la voz de Fabio ingresó a otra habitación.

Lo primero que notó el comisario era que se trataba de un cuarto de una adolescente. Destacaban posters de estrellas del cine, otros de algunas películas y varios peluches esparcidos en el piso y la cama. Tras ver el cuerpo inerte, Wenceslao y Fabio pensaron simultáneamente que se trataba de una hija de la Familia Figueroa. La Bella durmiente, pensó el comisario al ver la imagen, pues había leído la historia, que venía los domingos dentro del diario, a una de sus hijas.

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Era una cama con dosel, pero bastante exagerada. Los colchones estaban metidos en una armazón de madera de cedro. En dos espacios caían cortinas verdes bordadas con biombos blancos. El comisario también notó que casi toda la habitación estaba alfombrada.

La muchacha tendría unos 20 años, pensó el comisario. Observó milimétricamente su posición: estaba prácticamente crucificada. Ambos brazos habían sido amarrados a casi 180 grados a cada uno de los extremos de la cabecera. Sin embargo, su la expresión de su rostro parecía la sonrisa de un ángel.

Dentro de las sábanas y el edredón sobresalía una mancha negra de sangre. La muchacha-ángel también estaba uniformada, al igual que los demás miembros de la familia.

El Chasis de Gato se aproximó con la cara más descompuesta que antes. Señaló hacia el patio trasero, donde a un lado se encontraba el cuarto del servicio. De inmediato se percataron que la muerte no se había olvidado de ellas. Eran dos, cada una recostada en su catre. Presentaban bastantes golpes y heridas en las extremidades. Los golpes parecían haber impactado con algún objeto muy pesado y a gran velocidad, pues algunas extremidades permanecían descoyuntadas. Debajo de los camastrones se habían refugiado ambos terrier. Temblaban, pero no dejaban de mostrar sus blancos dientes a Enio y al Pupo. Todos notaron con incredulidad, que al igual que el pequeño, había sobrevivido con restos de comida. Ellos habían comido parte de los cuerpos de ambas empleadas domésticas, ya que en la parte de las costillas y el estómago se evidenciaban mordidas provocadas por los perros. Ellos se delataban más, pues sus hocicos permanecían salpicados de rojo.

Para el comisario la primera impresión en una escena del crimen es fundamental. Sin embargo, en esta ocasión se sentía confundido. Como en otras ocasiones, solicitó que sus muchachos y los demás salieran un rato para que él pudiera tomar nota y pensar.

En medio de tanta desgracia, al menos hay un sobreviviente, pensó para su fuero interno el comisario. Tras anotar algunas frases en su libreta, resaltó el hecho de que las muertes habían sido en distinto lugar al que se encontraban los cadáveres. Todo parece una puesta en escena. El o los asesinos trataban de transmitir, a través de cada uno de los muertos, un mensaje. Por ello era fundamental documentar todo con fotografías y no pasar desapercibido ningún detalle.

Wenceslao se prometió descifrarlo y dar con los responsables de la masacre.

Enio sacó al comisario de sus deliberaciones:

—Ya no hay más cuerpos. Todos los rincones, cubiertos, jefe. ¡Terrible, no le parece! Sin embargo, debo decirle comisario, que tras el recorrido descubrimos una habitación de un individuo de sexo masculino del que no se encuentra su cuerpo. Debe tratarse del hijo mayor de esta familia. Encontramos fotografías que lo evidencian. Otro dato importante: en el espejo del baño del joven encontramos un mensaje: Guatemala 3, Costa Rica 0. Líneas abajo se lee: Go for It. Mateo Flores, allá vamos.

¿Está pensando lo mismo que yo, comisario?

Estas son las Crónicas policiales del Comisario W.P. Chanan. Comenzamos con Si Dios me quita la vida. El autor es Francisco Alejandro Méndez. República la publicará domingo a domingo. Para más información consultá el correo [email protected] o en Twitter: @elgranfascinado

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Gabriel Arana Fuentes
24 de diciembre, 2017

Estas son las Crónicas policiales del Comisario Wenceslao Pérez Chanan. Comenzamos con Si Dios me quita la vida. El autor es Francisco Alejandro Méndez. República la publicará domingo a domingo. Para más información consultá el correo [email protected] o en Twitter: @elgranfascinado

La primera reacción en una escena del crimen

Sentimientos encontrados, imágenes crudas y llantos lejanos atravesaban la cabeza del comisario. Él trataba de espantarlos como si se tratara de molestas e insistentes moscas. Apenas se reponía del impacto de observar otro cadáver, cuando siguiendo la voz de Fabio ingresó a otra habitación.

Lo primero que notó el comisario era que se trataba de un cuarto de una adolescente. Destacaban posters de estrellas del cine, otros de algunas películas y varios peluches esparcidos en el piso y la cama. Tras ver el cuerpo inerte, Wenceslao y Fabio pensaron simultáneamente que se trataba de una hija de la Familia Figueroa. La Bella durmiente, pensó el comisario al ver la imagen, pues había leído la historia, que venía los domingos dentro del diario, a una de sus hijas.

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Era una cama con dosel, pero bastante exagerada. Los colchones estaban metidos en una armazón de madera de cedro. En dos espacios caían cortinas verdes bordadas con biombos blancos. El comisario también notó que casi toda la habitación estaba alfombrada.

La muchacha tendría unos 20 años, pensó el comisario. Observó milimétricamente su posición: estaba prácticamente crucificada. Ambos brazos habían sido amarrados a casi 180 grados a cada uno de los extremos de la cabecera. Sin embargo, su la expresión de su rostro parecía la sonrisa de un ángel.

Dentro de las sábanas y el edredón sobresalía una mancha negra de sangre. La muchacha-ángel también estaba uniformada, al igual que los demás miembros de la familia.

El Chasis de Gato se aproximó con la cara más descompuesta que antes. Señaló hacia el patio trasero, donde a un lado se encontraba el cuarto del servicio. De inmediato se percataron que la muerte no se había olvidado de ellas. Eran dos, cada una recostada en su catre. Presentaban bastantes golpes y heridas en las extremidades. Los golpes parecían haber impactado con algún objeto muy pesado y a gran velocidad, pues algunas extremidades permanecían descoyuntadas. Debajo de los camastrones se habían refugiado ambos terrier. Temblaban, pero no dejaban de mostrar sus blancos dientes a Enio y al Pupo. Todos notaron con incredulidad, que al igual que el pequeño, había sobrevivido con restos de comida. Ellos habían comido parte de los cuerpos de ambas empleadas domésticas, ya que en la parte de las costillas y el estómago se evidenciaban mordidas provocadas por los perros. Ellos se delataban más, pues sus hocicos permanecían salpicados de rojo.

Para el comisario la primera impresión en una escena del crimen es fundamental. Sin embargo, en esta ocasión se sentía confundido. Como en otras ocasiones, solicitó que sus muchachos y los demás salieran un rato para que él pudiera tomar nota y pensar.

En medio de tanta desgracia, al menos hay un sobreviviente, pensó para su fuero interno el comisario. Tras anotar algunas frases en su libreta, resaltó el hecho de que las muertes habían sido en distinto lugar al que se encontraban los cadáveres. Todo parece una puesta en escena. El o los asesinos trataban de transmitir, a través de cada uno de los muertos, un mensaje. Por ello era fundamental documentar todo con fotografías y no pasar desapercibido ningún detalle.

Wenceslao se prometió descifrarlo y dar con los responsables de la masacre.

Enio sacó al comisario de sus deliberaciones:

—Ya no hay más cuerpos. Todos los rincones, cubiertos, jefe. ¡Terrible, no le parece! Sin embargo, debo decirle comisario, que tras el recorrido descubrimos una habitación de un individuo de sexo masculino del que no se encuentra su cuerpo. Debe tratarse del hijo mayor de esta familia. Encontramos fotografías que lo evidencian. Otro dato importante: en el espejo del baño del joven encontramos un mensaje: Guatemala 3, Costa Rica 0. Líneas abajo se lee: Go for It. Mateo Flores, allá vamos.

¿Está pensando lo mismo que yo, comisario?

Estas son las Crónicas policiales del Comisario W.P. Chanan. Comenzamos con Si Dios me quita la vida. El autor es Francisco Alejandro Méndez. República la publicará domingo a domingo. Para más información consultá el correo [email protected] o en Twitter: @elgranfascinado

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