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Caminando por la Ciudad | El Mateíto

Redacción República
09 de agosto, 2020

Caminando por la Ciudad es el blog de Ángel Álvarez, quien narra historias y situaciones de los habitantes de la capital y otras ciudades.


“Penalti a favor de la selección de Guatemala sobre Argentina”, se escucha en los altavoces del estadio que alberga a más de veinte mil aficionados. Todos gritan fuera de sí, consumidos por el éxtasis, la alegría y la pasión incontrolable. Todos esperan la ejecución del Ganso, el mejor goleador de la selección azul y blanco.

Nadie puede parpadear, pocos respiran y solo unos pocos se limpian el sudor como el Búfalo, defensa de gran masa muscular y alta estatura.

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El Casuy, joven asiático nacionalizado guatemalteco, el Super Astro y todo el equipo nacional dirigido por Percy Jonathan, entrenador siempre trajeado de manera impecable.

De nacionalidad inglesa, poco conocido en su país, sólo participó en ligas juveniles, pero vino a encajar de manera perfecta con los jugadores guatemaltecos.

Los guía en cada encuentro a una victoria sufrida en tan digno recinto deportivo.

La gente grita como loca las jugadas de primer nivel, las televisoras nacionales e internacionales se pelean el mejor tiro de cámara a la espera de la ejecución.

Los periódicos no se dejan amedrentar por los equipos de transmisión de las empresas extranjeras que mandan su comitiva a tomar cada movimiento y así plasmarlo en la página principal de su sección deportiva.

¿Y dónde dejar a las radiodifusoras?, que llevan invitados de lujo a la cabina privada del estadio, para comentar y discutir cada jugada en donde el único culpable es el árbitro. Personaje que debe sufrir todo tipo de insultos, improperios y recordadas de su sacrosanta madrecita.

En los graderíos los aficionados se vuelven grandes comentaristas, técnicos deportivos sin título, expertos en efectos especiales con el balón al pie.

También conocedores de la biografía y vida personal de cada uno de los jugadores que se lucen en ese pasto verde y reluciente, con pantallas gigantes de colores brillantes y vallas publicitarias que anuncian los más novedosos productos de moda.

Las columnas de humo de colores se funden con el despejado cielo azul de la zona 5 capitalina, mientras algunos reporteros mandan vía remota sus imágenes e impresiones del partido.

Los traductores están atentos a redactar lo que cada reportero indica en el micrófono y opina acerca de cada jugada y su interpretación.

No pueden faltan los clásicos vendedores de refrescos, golosinas y todo tipo de comida para entretener el gusto o calmar los nervios de los asistentes.

Vendedores que resultan molestos cuando pasan con sus ventas y tapan aunque sea por instante, la vista del espectador que no quiere perderse ninguna jugada ni movimiento en la banca. No sea que en esos momentos caiga el anhelado gol y la clasificación a la final.

Toda esta emoción, la algarabía, la fiesta que se disfruta y sobre todo la espera que el Ganso pueda acertar ese penal a tan solo tres minutos del final del partido al famoso portero Vinicios.

El titularísimo guardamenta de la selección albiceleste desde hace algunos años.

Este portero ha recorrido las mejores canchas del mundo, pavoneándose en el arco con sus dos metros de estatura y una larga cabellera rubia que intimida a cualquier delantero.

Pero esa figura se ve congelada y frustrada con el sonido ensordecedor de esa campana. La campana que indica a todos los jugadores, público asistente, prensa, seguridad, vendedores y público en general que el recreo ha terminado.

Sí, esa molesta campana chillona y abusiva que termina con la ilusión de ver ganar a la selección nacional en un nuevo intento por llegar a la codiciada final del campeonato.,  

Todos deben retirarse a sus salones de clases y con la cabeza baja, los nervios de punta y el sofocamiento por las jugadas aguerridas.

Todos se retiran sin reclamar ante la mirada del director de la escuela que silencioso y con rostro enojado y dominante ve como todos desalojan ese campo de escasos doce metros cuadrados.

Campo que es una torta de cemento, con la señalización marcada por piedras pomas y cuatro mochilas que figuran como porterías y sus paredes sucias por los pelotazos.

Con los restos de un rico refresco emplasticado y con sabor artificial a fresa que algún alumno dejó en el piso por descuido.

El director observa el espacio vacío y sin tanto ruido de gritos frenéticos de alumnos de ambos bandos del partido, y todo vuelve a ser un patio más de la escuela que hay que limpiar, despintar y acomodar.

Mañana el famoso Mateíto se convertirá en el lugar donde se presentará el acto cívico semanal y el informe mensual de alumnos para portar el pabellón nacional y hacerse cargo de la jura a la bandera.

Gracias Mateíto por ponernos a soñar y permitir que la jornada estudiantil se haga menos cargada y cansada; aunque otros lo vean como un simple patio, para todos los seleccionados siempre será su estadio.

Caminando por la Ciudad | El Mateíto

Redacción República
09 de agosto, 2020

Caminando por la Ciudad es el blog de Ángel Álvarez, quien narra historias y situaciones de los habitantes de la capital y otras ciudades.


“Penalti a favor de la selección de Guatemala sobre Argentina”, se escucha en los altavoces del estadio que alberga a más de veinte mil aficionados. Todos gritan fuera de sí, consumidos por el éxtasis, la alegría y la pasión incontrolable. Todos esperan la ejecución del Ganso, el mejor goleador de la selección azul y blanco.

Nadie puede parpadear, pocos respiran y solo unos pocos se limpian el sudor como el Búfalo, defensa de gran masa muscular y alta estatura.

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El Casuy, joven asiático nacionalizado guatemalteco, el Super Astro y todo el equipo nacional dirigido por Percy Jonathan, entrenador siempre trajeado de manera impecable.

De nacionalidad inglesa, poco conocido en su país, sólo participó en ligas juveniles, pero vino a encajar de manera perfecta con los jugadores guatemaltecos.

Los guía en cada encuentro a una victoria sufrida en tan digno recinto deportivo.

La gente grita como loca las jugadas de primer nivel, las televisoras nacionales e internacionales se pelean el mejor tiro de cámara a la espera de la ejecución.

Los periódicos no se dejan amedrentar por los equipos de transmisión de las empresas extranjeras que mandan su comitiva a tomar cada movimiento y así plasmarlo en la página principal de su sección deportiva.

¿Y dónde dejar a las radiodifusoras?, que llevan invitados de lujo a la cabina privada del estadio, para comentar y discutir cada jugada en donde el único culpable es el árbitro. Personaje que debe sufrir todo tipo de insultos, improperios y recordadas de su sacrosanta madrecita.

En los graderíos los aficionados se vuelven grandes comentaristas, técnicos deportivos sin título, expertos en efectos especiales con el balón al pie.

También conocedores de la biografía y vida personal de cada uno de los jugadores que se lucen en ese pasto verde y reluciente, con pantallas gigantes de colores brillantes y vallas publicitarias que anuncian los más novedosos productos de moda.

Las columnas de humo de colores se funden con el despejado cielo azul de la zona 5 capitalina, mientras algunos reporteros mandan vía remota sus imágenes e impresiones del partido.

Los traductores están atentos a redactar lo que cada reportero indica en el micrófono y opina acerca de cada jugada y su interpretación.

No pueden faltan los clásicos vendedores de refrescos, golosinas y todo tipo de comida para entretener el gusto o calmar los nervios de los asistentes.

Vendedores que resultan molestos cuando pasan con sus ventas y tapan aunque sea por instante, la vista del espectador que no quiere perderse ninguna jugada ni movimiento en la banca. No sea que en esos momentos caiga el anhelado gol y la clasificación a la final.

Toda esta emoción, la algarabía, la fiesta que se disfruta y sobre todo la espera que el Ganso pueda acertar ese penal a tan solo tres minutos del final del partido al famoso portero Vinicios.

El titularísimo guardamenta de la selección albiceleste desde hace algunos años.

Este portero ha recorrido las mejores canchas del mundo, pavoneándose en el arco con sus dos metros de estatura y una larga cabellera rubia que intimida a cualquier delantero.

Pero esa figura se ve congelada y frustrada con el sonido ensordecedor de esa campana. La campana que indica a todos los jugadores, público asistente, prensa, seguridad, vendedores y público en general que el recreo ha terminado.

Sí, esa molesta campana chillona y abusiva que termina con la ilusión de ver ganar a la selección nacional en un nuevo intento por llegar a la codiciada final del campeonato.,  

Todos deben retirarse a sus salones de clases y con la cabeza baja, los nervios de punta y el sofocamiento por las jugadas aguerridas.

Todos se retiran sin reclamar ante la mirada del director de la escuela que silencioso y con rostro enojado y dominante ve como todos desalojan ese campo de escasos doce metros cuadrados.

Campo que es una torta de cemento, con la señalización marcada por piedras pomas y cuatro mochilas que figuran como porterías y sus paredes sucias por los pelotazos.

Con los restos de un rico refresco emplasticado y con sabor artificial a fresa que algún alumno dejó en el piso por descuido.

El director observa el espacio vacío y sin tanto ruido de gritos frenéticos de alumnos de ambos bandos del partido, y todo vuelve a ser un patio más de la escuela que hay que limpiar, despintar y acomodar.

Mañana el famoso Mateíto se convertirá en el lugar donde se presentará el acto cívico semanal y el informe mensual de alumnos para portar el pabellón nacional y hacerse cargo de la jura a la bandera.

Gracias Mateíto por ponernos a soñar y permitir que la jornada estudiantil se haga menos cargada y cansada; aunque otros lo vean como un simple patio, para todos los seleccionados siempre será su estadio.