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Historia del perro que aruña

Luis Gonzalez
11 de agosto, 2018

Historia del perro que aruña, ESTE ES EL TEMA EN EL BLOG DE HISTORIAS URBANAS DE JOSÉ VICENTE SOLÓRZANO AGUILAR.

Pues resulta que hace diez años, con pocas semanas de diferencia, se le fueron los hijos de pelo colocho a mi mamá. Una, recién casada; el otro, becado para estudiar en el extranjero. Y eso le causó nostalgia.

Así se la encontró un domingo mi tía Irma. “¿Y vos qué tenés”, le preguntó. “Ala vos Irma, se me fueron mis colochos”, suspiró mi mamá. Entonces, con su hija Ericka, le consiguieron un perro negrito y colocho a manera de representación simbólica de mis hermanos. Le pusieron por nombre Rocker.

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Al poco tiempo me despidieron del trabajo y pasé más tiempo en casa “mientras no apareciera un lugar donde no me sintiera a gusto”. Esa era mi justificación. Cierta mañana me fijé que Rocker permanecía largo rato echado frente a la puerta, después de que mi mamá saliera a la tienda o a traer las compras del mercado.

Cuando tocaban la puerta se levantaba, meneaba su pedacito de rabo y se acercaba con ansiedad hasta ver que no era su ama. En poco tiempo identificó su manera de timbrar, reconoció su voz, sintió su olor, y comenzaba a ladrar para que le fueran rápido a abrir. Para apremiarme, en caso me tardara, se paraba en dos patas y me arañaba con las delanteras, tal era su ansiedad. Cómo dolía, caray. De ahí viene su sobrenombre, “el perro que aruña”.

El tiempo lo convirtió en el fiel seguidor de mi mamá. Años atrás le tenía miedo a salir a la calle; ahora se anima a irse detrás de ella y han caminado juntos hasta cuadra y media. Eso nos preocupa, debido al exceso de motos y carros manejados a toda velocidad por muchachos sin licencia. No me gustaría tener que levantarlo cual empleado del servicio fúnebre. Cierta vez casi lo atropellan; el chofer tuvo la consideración de frenar.

También es su fiel custodio. Sé que mi mamá está cerca, en la sala o en la cocina, si encuentro al Rocker descansando en actitud vigilante. Siempre guarda su distancia, sin encimarse demasiado, y no deja de velar por su ama. La cela por la noche; si me acerco a darle las buenas noches, el Rocker se levanta y gruñe en señal de amenaza.

Ahora acusa la edad: el pelo se le está agrisando y corre peligro de sufrir problemas de la vista, destino de la mayoría de caniches. Ya va siendo hora de que le deje un cachorro a mi mamá para que prosiga su misión el día que falte. Tiene que fundar la estirpe de perros que aruñen.

Historia del perro que aruña

Luis Gonzalez
11 de agosto, 2018

Historia del perro que aruña, ESTE ES EL TEMA EN EL BLOG DE HISTORIAS URBANAS DE JOSÉ VICENTE SOLÓRZANO AGUILAR.

Pues resulta que hace diez años, con pocas semanas de diferencia, se le fueron los hijos de pelo colocho a mi mamá. Una, recién casada; el otro, becado para estudiar en el extranjero. Y eso le causó nostalgia.

Así se la encontró un domingo mi tía Irma. “¿Y vos qué tenés”, le preguntó. “Ala vos Irma, se me fueron mis colochos”, suspiró mi mamá. Entonces, con su hija Ericka, le consiguieron un perro negrito y colocho a manera de representación simbólica de mis hermanos. Le pusieron por nombre Rocker.

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Al poco tiempo me despidieron del trabajo y pasé más tiempo en casa “mientras no apareciera un lugar donde no me sintiera a gusto”. Esa era mi justificación. Cierta mañana me fijé que Rocker permanecía largo rato echado frente a la puerta, después de que mi mamá saliera a la tienda o a traer las compras del mercado.

Cuando tocaban la puerta se levantaba, meneaba su pedacito de rabo y se acercaba con ansiedad hasta ver que no era su ama. En poco tiempo identificó su manera de timbrar, reconoció su voz, sintió su olor, y comenzaba a ladrar para que le fueran rápido a abrir. Para apremiarme, en caso me tardara, se paraba en dos patas y me arañaba con las delanteras, tal era su ansiedad. Cómo dolía, caray. De ahí viene su sobrenombre, “el perro que aruña”.

El tiempo lo convirtió en el fiel seguidor de mi mamá. Años atrás le tenía miedo a salir a la calle; ahora se anima a irse detrás de ella y han caminado juntos hasta cuadra y media. Eso nos preocupa, debido al exceso de motos y carros manejados a toda velocidad por muchachos sin licencia. No me gustaría tener que levantarlo cual empleado del servicio fúnebre. Cierta vez casi lo atropellan; el chofer tuvo la consideración de frenar.

También es su fiel custodio. Sé que mi mamá está cerca, en la sala o en la cocina, si encuentro al Rocker descansando en actitud vigilante. Siempre guarda su distancia, sin encimarse demasiado, y no deja de velar por su ama. La cela por la noche; si me acerco a darle las buenas noches, el Rocker se levanta y gruñe en señal de amenaza.

Ahora acusa la edad: el pelo se le está agrisando y corre peligro de sufrir problemas de la vista, destino de la mayoría de caniches. Ya va siendo hora de que le deje un cachorro a mi mamá para que prosiga su misión el día que falte. Tiene que fundar la estirpe de perros que aruñen.