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Apuntes oníricos

Luis Gonzalez
05 de agosto, 2018

apuntes oníricos, ESTE ES EL TEMA EN EL BLOG DE HISTORIAS URBANAS DE JOSÉ VICENTE SOLÓRZANO AGUILAR.

Una palabra, un gesto, el encuentro no previsto con gente a la que se tenía años de no ver. Cualquier hecho, por mínimo que sea, se incuba en el inconsciente y se despliega a todo color por las madrugadas.

Acá les comparto los apuntes que tomé antes de salir a trabajar o pude retener por bastantes horas, sin que perdieran su esencia, para transcribirlos. Me gustaría tener estudios de psicología para interpretar los símbolos ocultos en los sueños y conocer lo que tengo guardado por ahí, lejos de la vista de los demás.

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*

Mi primo Renato está viendo una película de karatecas. La pone en cámara lenta, a blanco y negro. Lo hace para ver mejor las peleas y no se note el reguero de sangre en la pantalla.

*

Voy caminando por la séptima avenida de la zona 1 capitalina. Sudo a montones, aunque sopla un viento fuerte que debiera refrescarme, y cargo una maleta pesada. Me la turno de brazo en brazo. Llegando a la esquina donde está el edificio que perteneció al hotel Ritz Continental, se me acercan dos figuras pequeñas, envueltas en mantos. Al verlos de cerca, a la luz de vapor de sodio, me encuentro con un par de ewoks. Me miran con sus ojos de botón. Me paso de valiente y me despierto minutos después.

*

Estoy en un barco dedicado a la pesca ilegal en las costas de Filipinas. Trabajan a la sombra de un destructor de Estados Unidos, cerca de la playa. Los cañones se proyectan entre la oscuridad. Pese a mis temores, la tripulación no se intimida y sigue echando las redes con tranquilidad. “No nos van a hacer nada”, me asegura uno de los hombres.

*

Me vi en el patio del colegio donde estudié la primaria. En aquel tiempo era un caserón colonial que todavía conservaba su techo de teja, sus columnas y sus ventanas con balcones enrejados; años después, la directora tuvo la ocurrencia de convertirlo en un edificio de tres pisos. En medio del patio, cerca de las puertas que daban a los baños, estaba Carlos Santana. Colocó un trapo encima de las cuerdas de su guitarra y así la tocó, como si ensayara una nueva técnica.

Apuntes oníricos

Luis Gonzalez
05 de agosto, 2018

apuntes oníricos, ESTE ES EL TEMA EN EL BLOG DE HISTORIAS URBANAS DE JOSÉ VICENTE SOLÓRZANO AGUILAR.

Una palabra, un gesto, el encuentro no previsto con gente a la que se tenía años de no ver. Cualquier hecho, por mínimo que sea, se incuba en el inconsciente y se despliega a todo color por las madrugadas.

Acá les comparto los apuntes que tomé antes de salir a trabajar o pude retener por bastantes horas, sin que perdieran su esencia, para transcribirlos. Me gustaría tener estudios de psicología para interpretar los símbolos ocultos en los sueños y conocer lo que tengo guardado por ahí, lejos de la vista de los demás.

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Mi primo Renato está viendo una película de karatecas. La pone en cámara lenta, a blanco y negro. Lo hace para ver mejor las peleas y no se note el reguero de sangre en la pantalla.

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Voy caminando por la séptima avenida de la zona 1 capitalina. Sudo a montones, aunque sopla un viento fuerte que debiera refrescarme, y cargo una maleta pesada. Me la turno de brazo en brazo. Llegando a la esquina donde está el edificio que perteneció al hotel Ritz Continental, se me acercan dos figuras pequeñas, envueltas en mantos. Al verlos de cerca, a la luz de vapor de sodio, me encuentro con un par de ewoks. Me miran con sus ojos de botón. Me paso de valiente y me despierto minutos después.

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Estoy en un barco dedicado a la pesca ilegal en las costas de Filipinas. Trabajan a la sombra de un destructor de Estados Unidos, cerca de la playa. Los cañones se proyectan entre la oscuridad. Pese a mis temores, la tripulación no se intimida y sigue echando las redes con tranquilidad. “No nos van a hacer nada”, me asegura uno de los hombres.

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Me vi en el patio del colegio donde estudié la primaria. En aquel tiempo era un caserón colonial que todavía conservaba su techo de teja, sus columnas y sus ventanas con balcones enrejados; años después, la directora tuvo la ocurrencia de convertirlo en un edificio de tres pisos. En medio del patio, cerca de las puertas que daban a los baños, estaba Carlos Santana. Colocó un trapo encima de las cuerdas de su guitarra y así la tocó, como si ensayara una nueva técnica.