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Caminando por la Ciudad | Doña Tanates

Invitado
31 de enero, 2021

Doña Tanates. Caminando por la Ciudad es el blog de Ángel Álvarez, quien narra historias y situaciones de los habitantes de la capital y otras ciudades.


“Era rica y no lo sabía”, comentan los vecinos de la avenida Elena al ver las patrullas que resguardan la escena del crimen.

Los expertos del Ministerio Público no paran de sorprenderse que la estimada doña Tanates hizo su hogar sobre la concurrida avenida. Cerquita del cine Popular, donde el peatón pasa sin prisa y sirve de frontera entre la zona 1 y la zona 3.

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Todos los días caminaban los vecinos saludando a la solitaria, callada y no muy higiénica señora, que tenía su morada entre trapos viejos y sucios. Grandes paredes formadas de botes oxidados de leche en polvo y frascos de plástico grande para cubrirse del frío de la noche.

Dormía bajo la cornisa de una casona antigua que le servía de protección del sereno de la madrugada. Desde temprano se le miraba peinando su larga y canosa melena con un peine fino, o bien ordenando sus botes viejos y sucios … su único patrimonio.

Cuando platicaban con ella, se sorprendían al descubrir que era una señora con buena preparación académica, culta, educada y de gustos refinados.

Los vecinos asumieron que fue dama de sociedad. Unos inventaron que se tiró a vivir en la calle por una decepción amorosa. Otros dijeron que los banqueros le quitaron toda su fortuna. No faltó quien juró que fue su hija la que la desalojó para quedarse con todos los bienes materiales de la madre.

La verdad nadie la supo, pues doña Tanates nunca habló de su pasado. Se llevó el secreto a la tumba ya sea por no desprestigiar a alguien o porque solo quería olvidar ese momento.

Doña Tanates era querida en el barrio

Todos la conocían en el barrio y al mismo tiempo nadie la conocía. La gente solía llevarle comida, ropa, accesorios de casa y dinero.

Todos los niños le pasaban regalando un panito cuando iban a la escuela. Las amas de casa le dejaban su vaso de atol, su taza de chocolate, un pocillo de café o alguna golosina al comenzar el día.

Cada viernes, según se murmuraba, se detenía un carro de línea lujosa y bajaba una señorita muy bien arreglada y perfumada.

Algunos afirmaban que era una famosa y acomodada abogada, de las que manejan cuentas muy importantes en el país y defiende a políticos, empresarios y millonarios. Solía platicar por mucho tiempo con doña Tanates, le daba algunos billetes, un abrazo y juraban que se limpiaba una que otra lágrima al retirarse.

Muchos pensaban que su hija la visitaba con la esperanza de que regresara a su casa, pero la señora se negaba a acompañarla diciéndole que era más feliz viviendo en libertad. Sin tantos protocolos que la sociedad le impuso. Todo lo cambió por la bebida, la libertad de ir a donde quisiera y pernoctar en cualquier lugar.

Ahora se sorprendieron cuando los peritos del Ministerio Público, mientras delimitaban la escena con gestos de asco y desagrado, encontraron billetes de todos los colores y denominaciones dentro de los botes de leche que rodeaban a la difunta.

Al final de la inspección se recopilaron varios miles de quetzales envueltos en papeles, o ropa sucia, y bien resguardados de las inclemencias del clima. Los investigadores se preguntaron cómo una persona puede vivir en condición de calle y con muchas carencias, teniendo a centímetros de sí misma la solución económica para vivir de una manera más decorosa.

Nadie supo a qué hora ni en qué momento se regó el rumor de que doña Tanates guardaba una fortuna escondida entre sus pertenencias y unos malandros llegaron con el propósito de robarle alguna pieza de valor. Al no encontrarle nada a la vista la asesinaron rayando la medianoche, sin saber que a escasos centímetros se encontraba todo el botín escondido en botes.

Hasta el día de hoy se comenta en las calles del barrio la historia de doña Tanates. Su sonrisa que se dejaba ver entre esa larga melena canosa, sus saludos y su memoria para retener el nombre de los jefes de hogar, las amas de casa, los patojos, los vendedores ruteros, los gatos y hasta los apodos de los vecinos.

Caminando por la Ciudad | Doña Tanates

Invitado
31 de enero, 2021

Doña Tanates. Caminando por la Ciudad es el blog de Ángel Álvarez, quien narra historias y situaciones de los habitantes de la capital y otras ciudades.


“Era rica y no lo sabía”, comentan los vecinos de la avenida Elena al ver las patrullas que resguardan la escena del crimen.

Los expertos del Ministerio Público no paran de sorprenderse que la estimada doña Tanates hizo su hogar sobre la concurrida avenida. Cerquita del cine Popular, donde el peatón pasa sin prisa y sirve de frontera entre la zona 1 y la zona 3.

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Todos los días caminaban los vecinos saludando a la solitaria, callada y no muy higiénica señora, que tenía su morada entre trapos viejos y sucios. Grandes paredes formadas de botes oxidados de leche en polvo y frascos de plástico grande para cubrirse del frío de la noche.

Dormía bajo la cornisa de una casona antigua que le servía de protección del sereno de la madrugada. Desde temprano se le miraba peinando su larga y canosa melena con un peine fino, o bien ordenando sus botes viejos y sucios … su único patrimonio.

Cuando platicaban con ella, se sorprendían al descubrir que era una señora con buena preparación académica, culta, educada y de gustos refinados.

Los vecinos asumieron que fue dama de sociedad. Unos inventaron que se tiró a vivir en la calle por una decepción amorosa. Otros dijeron que los banqueros le quitaron toda su fortuna. No faltó quien juró que fue su hija la que la desalojó para quedarse con todos los bienes materiales de la madre.

La verdad nadie la supo, pues doña Tanates nunca habló de su pasado. Se llevó el secreto a la tumba ya sea por no desprestigiar a alguien o porque solo quería olvidar ese momento.

Doña Tanates era querida en el barrio

Todos la conocían en el barrio y al mismo tiempo nadie la conocía. La gente solía llevarle comida, ropa, accesorios de casa y dinero.

Todos los niños le pasaban regalando un panito cuando iban a la escuela. Las amas de casa le dejaban su vaso de atol, su taza de chocolate, un pocillo de café o alguna golosina al comenzar el día.

Cada viernes, según se murmuraba, se detenía un carro de línea lujosa y bajaba una señorita muy bien arreglada y perfumada.

Algunos afirmaban que era una famosa y acomodada abogada, de las que manejan cuentas muy importantes en el país y defiende a políticos, empresarios y millonarios. Solía platicar por mucho tiempo con doña Tanates, le daba algunos billetes, un abrazo y juraban que se limpiaba una que otra lágrima al retirarse.

Muchos pensaban que su hija la visitaba con la esperanza de que regresara a su casa, pero la señora se negaba a acompañarla diciéndole que era más feliz viviendo en libertad. Sin tantos protocolos que la sociedad le impuso. Todo lo cambió por la bebida, la libertad de ir a donde quisiera y pernoctar en cualquier lugar.

Ahora se sorprendieron cuando los peritos del Ministerio Público, mientras delimitaban la escena con gestos de asco y desagrado, encontraron billetes de todos los colores y denominaciones dentro de los botes de leche que rodeaban a la difunta.

Al final de la inspección se recopilaron varios miles de quetzales envueltos en papeles, o ropa sucia, y bien resguardados de las inclemencias del clima. Los investigadores se preguntaron cómo una persona puede vivir en condición de calle y con muchas carencias, teniendo a centímetros de sí misma la solución económica para vivir de una manera más decorosa.

Nadie supo a qué hora ni en qué momento se regó el rumor de que doña Tanates guardaba una fortuna escondida entre sus pertenencias y unos malandros llegaron con el propósito de robarle alguna pieza de valor. Al no encontrarle nada a la vista la asesinaron rayando la medianoche, sin saber que a escasos centímetros se encontraba todo el botín escondido en botes.

Hasta el día de hoy se comenta en las calles del barrio la historia de doña Tanates. Su sonrisa que se dejaba ver entre esa larga melena canosa, sus saludos y su memoria para retener el nombre de los jefes de hogar, las amas de casa, los patojos, los vendedores ruteros, los gatos y hasta los apodos de los vecinos.