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Cómo leer una columna de opinión

Redacción República
20 de mayo, 2014

Uno de los indicadores importantes de una sociedad en libertad es contar con un amplio abanico de columnistas de opinión, que representen en cierta medida, la variedad de puntos de vista que se registran en cualquier comunidad. El hecho de constatar que en los medios de comunicación se externen dos opiniones contrastantes contribuye, sin duda alguna, al proceso de formación de opinión del propio lector y vierten al debate público insumos que le enriquecen. Por ello debemos asegurarnos que en nuestro país esa diversidad persista y se promueva. 

Sin embargo, esta sana pluralidad de opiniones no debe llamarnos a una ausencia de crítica sobre los contenidos de dichas columnas. Ya de por sí el lector está confrontado a las decisiones que el propio medio ha hecho sobre quien tiene el espacio para escribir y quien no. Esta decisión editorial no es cuestionable en tanto y en cuanto esta orientación editorial quede clara al consumidor del medio, que en gran medida y debidamente informado, buscará precisamente a las plumas que le ofrezcan argumentos e ideas para reforzar sus opiniones. Esta es la personalidad del medio y es legitimo que promueva sus ideas desde las paginas de opinión. 
Pero en otras tribunas que se presentan como foros abiertos, sí que es papel del medio de comunicación asegurar que la pluralidad sea evidente y que no se encuentren sobre representadas corrientes de opinión. Así también, el prestigio y la credibilidad del medio se medirá por el especial cuidado que se tenga en mantener un nivel de rigurosidad en las plumas que ocupan su espacio editorial. Es allí donde entran en juego elementos críticos que el lector puede utilizar para valorar las columnas que se le presentan. 
Por ejemplo, el nivel de profundidad con que se abordan los temas o la capacidad que el columnista tiene para el manejo amplio de diversos temas -aún con el reducido espacio del que dispone- es un valor que se aprecia. La consistencia en las opiniones que se externan también suele ser un aspecto que se valora grandemente. He leído columnas que dependiendo del tema del momento, desdicen lo que ese mismo espacio aseguró unas semanas atrás. Un tercer elemento son los prejuicios: la constante aparición de ellos constituyen un elemento que debe advertir al lector sobre la falta de recto balance de quien escribe. Estos prejuicios son fáciles de detectar y no son mas que síntomas de una pereza intelectual que aqueja a los escritores que recurren a ellos, para ahorrarse muchas veces el ejercicio de cuestionarse a si mismos. 
La independencia es un aspecto que da al espacio editorial mucha credibilidad; esa independencia le brinda al lector las garantías que el columnista no responde puramente a un interés material o político, o la certeza de que no actúa simplemente como parte de un bloque de escritores que responde a estímulos externos para activar o responder, convirtiendo así las páginas de opinión en terreno para el ‘activismo editorial’. Un último ingrediente lo constituye el ámbito de las propuestas. No siempre en espacios tan reducidos es posible construir propuestas pero es una buena práctica concluir las reflexiones con elementos que planteen rutas o caminos para abordar la temática de la que se trata el artículo en cuestión. 
Quizá se dirá que con estas recomendaciones se pretenda estandarizar los aportes de las distintas plumas, demeritar aquellas que no llenan el perfil o simplemente encorsetar las ideas. Nada más lejos de la realidad. Cada pluma tiene el derecho de estructurar su contenido a partir de su propia personalidad; pero lo que sí se pretende es ofrecer herramientas para aquél lector que busca encontrar la diferencia entre unas plumas y otras, y que ameritan de parte de él no solo el invertir su tiempo para leerlas sino también el llegarlas a recomendar a sus respectivos círculos de influencia. De allí el valor de la herramienta. Estoy convencido que mejores lectores terminan generando mejores columnistas.

Cómo leer una columna de opinión

Redacción República
20 de mayo, 2014

Uno de los indicadores importantes de una sociedad en libertad es contar con un amplio abanico de columnistas de opinión, que representen en cierta medida, la variedad de puntos de vista que se registran en cualquier comunidad. El hecho de constatar que en los medios de comunicación se externen dos opiniones contrastantes contribuye, sin duda alguna, al proceso de formación de opinión del propio lector y vierten al debate público insumos que le enriquecen. Por ello debemos asegurarnos que en nuestro país esa diversidad persista y se promueva. 

Sin embargo, esta sana pluralidad de opiniones no debe llamarnos a una ausencia de crítica sobre los contenidos de dichas columnas. Ya de por sí el lector está confrontado a las decisiones que el propio medio ha hecho sobre quien tiene el espacio para escribir y quien no. Esta decisión editorial no es cuestionable en tanto y en cuanto esta orientación editorial quede clara al consumidor del medio, que en gran medida y debidamente informado, buscará precisamente a las plumas que le ofrezcan argumentos e ideas para reforzar sus opiniones. Esta es la personalidad del medio y es legitimo que promueva sus ideas desde las paginas de opinión. 
Pero en otras tribunas que se presentan como foros abiertos, sí que es papel del medio de comunicación asegurar que la pluralidad sea evidente y que no se encuentren sobre representadas corrientes de opinión. Así también, el prestigio y la credibilidad del medio se medirá por el especial cuidado que se tenga en mantener un nivel de rigurosidad en las plumas que ocupan su espacio editorial. Es allí donde entran en juego elementos críticos que el lector puede utilizar para valorar las columnas que se le presentan. 
Por ejemplo, el nivel de profundidad con que se abordan los temas o la capacidad que el columnista tiene para el manejo amplio de diversos temas -aún con el reducido espacio del que dispone- es un valor que se aprecia. La consistencia en las opiniones que se externan también suele ser un aspecto que se valora grandemente. He leído columnas que dependiendo del tema del momento, desdicen lo que ese mismo espacio aseguró unas semanas atrás. Un tercer elemento son los prejuicios: la constante aparición de ellos constituyen un elemento que debe advertir al lector sobre la falta de recto balance de quien escribe. Estos prejuicios son fáciles de detectar y no son mas que síntomas de una pereza intelectual que aqueja a los escritores que recurren a ellos, para ahorrarse muchas veces el ejercicio de cuestionarse a si mismos. 
La independencia es un aspecto que da al espacio editorial mucha credibilidad; esa independencia le brinda al lector las garantías que el columnista no responde puramente a un interés material o político, o la certeza de que no actúa simplemente como parte de un bloque de escritores que responde a estímulos externos para activar o responder, convirtiendo así las páginas de opinión en terreno para el ‘activismo editorial’. Un último ingrediente lo constituye el ámbito de las propuestas. No siempre en espacios tan reducidos es posible construir propuestas pero es una buena práctica concluir las reflexiones con elementos que planteen rutas o caminos para abordar la temática de la que se trata el artículo en cuestión. 
Quizá se dirá que con estas recomendaciones se pretenda estandarizar los aportes de las distintas plumas, demeritar aquellas que no llenan el perfil o simplemente encorsetar las ideas. Nada más lejos de la realidad. Cada pluma tiene el derecho de estructurar su contenido a partir de su propia personalidad; pero lo que sí se pretende es ofrecer herramientas para aquél lector que busca encontrar la diferencia entre unas plumas y otras, y que ameritan de parte de él no solo el invertir su tiempo para leerlas sino también el llegarlas a recomendar a sus respectivos círculos de influencia. De allí el valor de la herramienta. Estoy convencido que mejores lectores terminan generando mejores columnistas.