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Conservadurismo de un Presidente exguerrillero en seguridad

Redacción
27 de junio, 2014
Salvador Sánchez Cerén ha declarado recientemente que seguirá empleando a las Fuerzas Armadas para llevar una batalla sin cuartel al crimen y a la delincuencia, al igual que su predecesor, Mauricio Funes. Al tiempo que, a diferencia de éste, también anunció la cancelación de cualquier tipo de iniciativa o negociación que dé continuidad a la tregua de las pandillas. De esta manera se da por fracasada la tregua y con ello la única iniciativa que distinguió a Funes de los gobiernos anteriores. 
Ambas decisiones demuestran que el Presidente Sanchez Cerén no está dispuesto a asumir ningún riesgo que ponga en riesgo su apoyo popular, aunque con este planteamiento no parece que tenga muy presente la experiencia del gobierno anterior, del que sin embargo fue Vice-presidente. Esta experiencia, sin embargo, podría ser un magnífico bagaje para evitar errores y conseguir avances. Aunque a la vista de las primeras decisiones no parece que se esté teniendo demasiado en cuenta. Su planteamiento es más conservador que el de su predecesor. 
Mauricio Funes a pesar de prometer la modernización, la profesionalización y el fortalecimiento de la Policía Nacional Civil (PNC), realidad lo que potenció extraordinariamente, más incluso que los gobiernos anteriores, fue la participación de las FAS en seguridad interior. También ofreció el diseño e implementación de una Política de Seguridad y Convivencia, la reducción de los índices criminales, una mejor coordinación interinstitucional en lo referente a la prevención de la violencia, la ampliación y modernización del sistema carcelario y la depuración continua de las distintas instituciones del sector de seguridad. Sin embargo no han sido apreciables estos cambios. Sin embargo, no hubo una política de seguridad integral, sino bandazos y decisiones aisladas improvisadas. Sin olvidar además el proceso de militarización de la seguridad interior, que lejos de ser resuelto ha sido potenciado, sin haber logrado las metas de fortalecimiento de la institución policial. 
En este sentido el anunciado recurso a las Fuerzas Armadas, por parte del nuevo Presidente, no parece muy esperanzador, ya que significa continuar con dicha militarización, cuando además los resultados del apoyo militar a la seguridad interior siguen sin dar la solución a la inseguridad. Por lo demás se desconoce la política diseñada por el gobierno, más allá de anunciar la decisión de apoyar programas de desarrollo, como principales medidas preventivas, aunque sin más concreción. 
Por lo que respecta a la suspensión de la tregua lo cierto es que aún en este momento, aunque no cuenta con apoyo popular, no debería haber sido desechada, siempre y cuando se le otorgue la medida y el alcance que realmente puede tener. El motivo de este fracaso es porque esta tregua se ha interpretado como la solución a la violencia y no como un recurso auxiliar que podía contribuir a este proceso. En otras palabras la tregua por sí misma no podía ni podrá resolver la criminalidad. Para ello es imprescindible resolver los problemas de incapacidad y de debilidad estatal que impiden controlar esta ola de violencia. En realidad este es el auténtico problema de todo el Triángulo Norte, no solo de El Salvador. Este es el motivo del fracaso de la tregua y no la tregua en sí. De hecho podría ser un “modelo exportable”, pero sin duda han de tenerse meridianamente claro que si no está enmarcada en políticas públicas diseñadas coherente e integralmente, la tregua, como no puede ser de otra manera será de nuevo objeto de crítica y fracasará. 
Las visiones cortoplacistas y con impacto mediático son en este momento las que están determinando las decisiones en materia de seguridad, tanto en los gobiernos de derecha como de izquierda. En El Salvador, como en el resto de la región, sigue siendo muy popular la presencia de militares en las calles, para apoyar a la policía y la tregua ha sido desaprobada por un amplio sector de la ciudadanía. Sin embargo, el gobernar a golpe de encuesta tiene extraordinarios riesgos, ya que no se contemplan las consecuencias de unas políticas que hasta el momento sólo han demostrado alimentar un círculo vicioso de violencia e inseguridad.

Conservadurismo de un Presidente exguerrillero en seguridad

Redacción
27 de junio, 2014
Salvador Sánchez Cerén ha declarado recientemente que seguirá empleando a las Fuerzas Armadas para llevar una batalla sin cuartel al crimen y a la delincuencia, al igual que su predecesor, Mauricio Funes. Al tiempo que, a diferencia de éste, también anunció la cancelación de cualquier tipo de iniciativa o negociación que dé continuidad a la tregua de las pandillas. De esta manera se da por fracasada la tregua y con ello la única iniciativa que distinguió a Funes de los gobiernos anteriores. 
Ambas decisiones demuestran que el Presidente Sanchez Cerén no está dispuesto a asumir ningún riesgo que ponga en riesgo su apoyo popular, aunque con este planteamiento no parece que tenga muy presente la experiencia del gobierno anterior, del que sin embargo fue Vice-presidente. Esta experiencia, sin embargo, podría ser un magnífico bagaje para evitar errores y conseguir avances. Aunque a la vista de las primeras decisiones no parece que se esté teniendo demasiado en cuenta. Su planteamiento es más conservador que el de su predecesor. 
Mauricio Funes a pesar de prometer la modernización, la profesionalización y el fortalecimiento de la Policía Nacional Civil (PNC), realidad lo que potenció extraordinariamente, más incluso que los gobiernos anteriores, fue la participación de las FAS en seguridad interior. También ofreció el diseño e implementación de una Política de Seguridad y Convivencia, la reducción de los índices criminales, una mejor coordinación interinstitucional en lo referente a la prevención de la violencia, la ampliación y modernización del sistema carcelario y la depuración continua de las distintas instituciones del sector de seguridad. Sin embargo no han sido apreciables estos cambios. Sin embargo, no hubo una política de seguridad integral, sino bandazos y decisiones aisladas improvisadas. Sin olvidar además el proceso de militarización de la seguridad interior, que lejos de ser resuelto ha sido potenciado, sin haber logrado las metas de fortalecimiento de la institución policial. 
En este sentido el anunciado recurso a las Fuerzas Armadas, por parte del nuevo Presidente, no parece muy esperanzador, ya que significa continuar con dicha militarización, cuando además los resultados del apoyo militar a la seguridad interior siguen sin dar la solución a la inseguridad. Por lo demás se desconoce la política diseñada por el gobierno, más allá de anunciar la decisión de apoyar programas de desarrollo, como principales medidas preventivas, aunque sin más concreción. 
Por lo que respecta a la suspensión de la tregua lo cierto es que aún en este momento, aunque no cuenta con apoyo popular, no debería haber sido desechada, siempre y cuando se le otorgue la medida y el alcance que realmente puede tener. El motivo de este fracaso es porque esta tregua se ha interpretado como la solución a la violencia y no como un recurso auxiliar que podía contribuir a este proceso. En otras palabras la tregua por sí misma no podía ni podrá resolver la criminalidad. Para ello es imprescindible resolver los problemas de incapacidad y de debilidad estatal que impiden controlar esta ola de violencia. En realidad este es el auténtico problema de todo el Triángulo Norte, no solo de El Salvador. Este es el motivo del fracaso de la tregua y no la tregua en sí. De hecho podría ser un “modelo exportable”, pero sin duda han de tenerse meridianamente claro que si no está enmarcada en políticas públicas diseñadas coherente e integralmente, la tregua, como no puede ser de otra manera será de nuevo objeto de crítica y fracasará. 
Las visiones cortoplacistas y con impacto mediático son en este momento las que están determinando las decisiones en materia de seguridad, tanto en los gobiernos de derecha como de izquierda. En El Salvador, como en el resto de la región, sigue siendo muy popular la presencia de militares en las calles, para apoyar a la policía y la tregua ha sido desaprobada por un amplio sector de la ciudadanía. Sin embargo, el gobernar a golpe de encuesta tiene extraordinarios riesgos, ya que no se contemplan las consecuencias de unas políticas que hasta el momento sólo han demostrado alimentar un círculo vicioso de violencia e inseguridad.