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Soluciones para el rescate del Congreso de Guatemalteca.

Redacción
22 de marzo, 2015
James Huntington en su libro El orden político de las sociedades en cambio sostiene que la diferencia más importante entre los países se refiere no a su forma de gobierno, sino al grado de gobierno con el que cuentan. La diferencia entre democracia y dictadura no es tanta como los atributos de la sociedad como la legitimidad, organización, eficacia y estabilidad. Por tanto, indistintamente de la forma de la forma de gobierno que tenga un país, lo que cuenta es si cumple con las funciones que la sociedad depositó en este. En Guatemala el depósito de soberanía se encuentra fundamentalmente en el Congreso de la República que en principio está muy bien diseñado, pero que no funciona.
En primer lugar parto que Guatemala en los últimos años ha perdido su grado de institucionalidad y credibilidad en el Congreso. Esto se ha debido a que esta entidad no ha respondido a las demandas de la sociedad de legitimidad, organización, eficacia y estabilidad, entre otras. Ante este incumplimiento los actores políticos se han “saltado” cualquier tipo de proceso administrativo, obviando la necesidad de formular, reformar y aplicar las leyes.
A este hecho hay que sumarle que los actores políticamente relevantes han venido en crecimiento, como esta natural en cualquier sociedad.  Entre ellos: cooperativistas, pueblos indigenas, capital de dudosa procedencia, contratistas, crimen organizado y demás fuerzas. La complicación como dice Huntington es que cuando el nivel de instituciones políticas (Congreso de la República y Partidos Políticos en este caso) no crece a la misma velocidad que el crecimiento de la sociedad, se genera un ambiente de inestabilidad.
Producto de esta situación propongo algunas soluciones que se pueden adoptar para tener un Estado con mayor eficacia, particularmente en los partidos políticos que son uno de los eslabones principales de la falta de institucionalidad. Durante el tiempo estas instituciones no han sido entidades públicas que agrupen las demandas ciudadanas, sino maquinarias electorales para llegar al poder. Según indica nuestra historia, estas organizaciones han tenido un ciclo de nacer, gobernar y morir. Otra realidad a la que se vive en Estados Unidos, México, El Salvador y Honduras, donde se tiene un sistema de  partidos políticos estable y con ideologías definidas.
Una medida inicial debería debe de ser sancionar el transfuguismo. Una persona electa en determinado partido político debe de permanecer durante el tiempo que fue electo. Si desea cambiar de fuerza política debe de esperar un periodo cuando menos. De esa forma se reduce el incentivo de los funcionarios electos públicamente de migrar elección con elección a nuevas maquinarias electorales.
Seguidamente debe modificarse el método de elección por D’Hont. Yo soy partidario que existan Comités Cívicos para elegir diputados. Seguidamente los distritos electorales deben de cambiarse a circunscripciones uninominales para que cada candidato haga campaña en un sector en particular. De esta forma cada elector tendrá presente quien es su candidato y en el momento de ser electo podrá demandarle directamente sus peticiones. El diputado si desea reelegirse deberá hacer un buen cumplimiento de su labor, ya que los electores sabrán quien es. Actualmente esto no ocurre ya que los listados son abiertos y no se conoce con precisión quien debe atender las demandas.
El Congreso requiere cambios de fondo. Estas soluciones no son nuevas, pero con estos pequeños cambios pueden obtenerse enormes resultados.
@lpcastellanosd

Soluciones para el rescate del Congreso de Guatemalteca.

Redacción
22 de marzo, 2015
James Huntington en su libro El orden político de las sociedades en cambio sostiene que la diferencia más importante entre los países se refiere no a su forma de gobierno, sino al grado de gobierno con el que cuentan. La diferencia entre democracia y dictadura no es tanta como los atributos de la sociedad como la legitimidad, organización, eficacia y estabilidad. Por tanto, indistintamente de la forma de la forma de gobierno que tenga un país, lo que cuenta es si cumple con las funciones que la sociedad depositó en este. En Guatemala el depósito de soberanía se encuentra fundamentalmente en el Congreso de la República que en principio está muy bien diseñado, pero que no funciona.
En primer lugar parto que Guatemala en los últimos años ha perdido su grado de institucionalidad y credibilidad en el Congreso. Esto se ha debido a que esta entidad no ha respondido a las demandas de la sociedad de legitimidad, organización, eficacia y estabilidad, entre otras. Ante este incumplimiento los actores políticos se han “saltado” cualquier tipo de proceso administrativo, obviando la necesidad de formular, reformar y aplicar las leyes.
A este hecho hay que sumarle que los actores políticamente relevantes han venido en crecimiento, como esta natural en cualquier sociedad.  Entre ellos: cooperativistas, pueblos indigenas, capital de dudosa procedencia, contratistas, crimen organizado y demás fuerzas. La complicación como dice Huntington es que cuando el nivel de instituciones políticas (Congreso de la República y Partidos Políticos en este caso) no crece a la misma velocidad que el crecimiento de la sociedad, se genera un ambiente de inestabilidad.
Producto de esta situación propongo algunas soluciones que se pueden adoptar para tener un Estado con mayor eficacia, particularmente en los partidos políticos que son uno de los eslabones principales de la falta de institucionalidad. Durante el tiempo estas instituciones no han sido entidades públicas que agrupen las demandas ciudadanas, sino maquinarias electorales para llegar al poder. Según indica nuestra historia, estas organizaciones han tenido un ciclo de nacer, gobernar y morir. Otra realidad a la que se vive en Estados Unidos, México, El Salvador y Honduras, donde se tiene un sistema de  partidos políticos estable y con ideologías definidas.
Una medida inicial debería debe de ser sancionar el transfuguismo. Una persona electa en determinado partido político debe de permanecer durante el tiempo que fue electo. Si desea cambiar de fuerza política debe de esperar un periodo cuando menos. De esa forma se reduce el incentivo de los funcionarios electos públicamente de migrar elección con elección a nuevas maquinarias electorales.
Seguidamente debe modificarse el método de elección por D’Hont. Yo soy partidario que existan Comités Cívicos para elegir diputados. Seguidamente los distritos electorales deben de cambiarse a circunscripciones uninominales para que cada candidato haga campaña en un sector en particular. De esta forma cada elector tendrá presente quien es su candidato y en el momento de ser electo podrá demandarle directamente sus peticiones. El diputado si desea reelegirse deberá hacer un buen cumplimiento de su labor, ya que los electores sabrán quien es. Actualmente esto no ocurre ya que los listados son abiertos y no se conoce con precisión quien debe atender las demandas.
El Congreso requiere cambios de fondo. Estas soluciones no son nuevas, pero con estos pequeños cambios pueden obtenerse enormes resultados.
@lpcastellanosd