Ah, ¡si tan sólo pudiéramos regresar a aquel tres de septiembre en el cuál celebramos la victoria de los guatemaltecos sobre la corrupción! Después de meses sin descanso en los cuales los chapines salieron a las calles a expresar su descontento con el sistema, estaban por fin disfrutando el sabor de la victoria: el señor Presidente había renunciado.
¿Recuerdan lo felices que fuimos? Lo más lindo fue que ese día no importaron las diferencias. Claramente en todo el país estaban quienes odiaban al presidente, quienes sabíamos que era culpable pero no le dábamos todo el crédito y quienes lo defendían; pero ese día, ese amanecer del 03 de septiembre, Guatemala se levantó con el sabor de la libertad en la boca. Todos nos sentíamos más ciudadanos, más felices… como si estuviéramos viviendo en un país auténticamente democrático.
Y después, como la mayoría de veces en la vida, se desbarató la quimera. A quién le importa si el presidente renunció o no, de todas maneras está detenido y bien atendido en un lugar que se adapta a sus necesidades y caprichos. A quien le importa que hayan capturado a los del IGSS, si la gente sigue sin ser atendida de la manera correcta. No importa si Baldetti fue detenida, ahora el estado paga sus cuentas médicas. No interesan las capturas, ni los hallazgos, ni las condenas; si al final en éste país cuando alguien tiene dinero para corromper las reglas, lo hace y los demás sólo nos resignamos.
Pero vaya noticia, corre y va de nuevo, el 16 de enero se hizo una nueva convocatoria para ir a la plaza. ¿Qué se arreglará esta vez? Eso aún está por verse. Pero como me gustaría que Dios, el destino o la vida le dieran, ahora sí, una garantía al pueblo de que las cosas van a cambiar y van a mejorar; algo que nos diga que los días exhaustivos en el parque no son en vano, que amar la bandera vale la pena, que defendernos entre todos tiene valor y significado.
Mi país, esta poblado por personas a las que les cuesta darse por vencidos. Los políticos deberían reconsiderarlo, quiero decir…Si a pesar de todo aún le tenemos fe a la selección y un poco de confianza a los policías, es porque somos perseverantes; sabemos que algún día las cosas van a cambiar. Y si vamos a estar en un mundial y vamos a tener policías honrados… ¿por qué no tener un gobierno limpio y diputados en el congreso que de hecho TRABAJEN también? El poder está en nuestras manos, paisanos. Y qué bueno que de pasito en pasito estamos aprendiendo a utilizarlo. De alguna u otra manera vamos a llevar a éste país a la condición en que debería estar, pero mientras lo hacemos no olvidemos que los cambios que más importan somos los que hacemos nosotros, todos los días. Si en lo poco somos fieles, en lo mucho nos pondrán.
Ah, ¡si tan sólo pudiéramos regresar a aquel tres de septiembre en el cuál celebramos la victoria de los guatemaltecos sobre la corrupción! Después de meses sin descanso en los cuales los chapines salieron a las calles a expresar su descontento con el sistema, estaban por fin disfrutando el sabor de la victoria: el señor Presidente había renunciado.
¿Recuerdan lo felices que fuimos? Lo más lindo fue que ese día no importaron las diferencias. Claramente en todo el país estaban quienes odiaban al presidente, quienes sabíamos que era culpable pero no le dábamos todo el crédito y quienes lo defendían; pero ese día, ese amanecer del 03 de septiembre, Guatemala se levantó con el sabor de la libertad en la boca. Todos nos sentíamos más ciudadanos, más felices… como si estuviéramos viviendo en un país auténticamente democrático.
Y después, como la mayoría de veces en la vida, se desbarató la quimera. A quién le importa si el presidente renunció o no, de todas maneras está detenido y bien atendido en un lugar que se adapta a sus necesidades y caprichos. A quien le importa que hayan capturado a los del IGSS, si la gente sigue sin ser atendida de la manera correcta. No importa si Baldetti fue detenida, ahora el estado paga sus cuentas médicas. No interesan las capturas, ni los hallazgos, ni las condenas; si al final en éste país cuando alguien tiene dinero para corromper las reglas, lo hace y los demás sólo nos resignamos.
Pero vaya noticia, corre y va de nuevo, el 16 de enero se hizo una nueva convocatoria para ir a la plaza. ¿Qué se arreglará esta vez? Eso aún está por verse. Pero como me gustaría que Dios, el destino o la vida le dieran, ahora sí, una garantía al pueblo de que las cosas van a cambiar y van a mejorar; algo que nos diga que los días exhaustivos en el parque no son en vano, que amar la bandera vale la pena, que defendernos entre todos tiene valor y significado.
Mi país, esta poblado por personas a las que les cuesta darse por vencidos. Los políticos deberían reconsiderarlo, quiero decir…Si a pesar de todo aún le tenemos fe a la selección y un poco de confianza a los policías, es porque somos perseverantes; sabemos que algún día las cosas van a cambiar. Y si vamos a estar en un mundial y vamos a tener policías honrados… ¿por qué no tener un gobierno limpio y diputados en el congreso que de hecho TRABAJEN también? El poder está en nuestras manos, paisanos. Y qué bueno que de pasito en pasito estamos aprendiendo a utilizarlo. De alguna u otra manera vamos a llevar a éste país a la condición en que debería estar, pero mientras lo hacemos no olvidemos que los cambios que más importan somos los que hacemos nosotros, todos los días. Si en lo poco somos fieles, en lo mucho nos pondrán.