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La coexistencia en la diversidad

Carolina Castellanos
19 de octubre, 2018

El título no es de mi autoría sino de Mario Vargas Llosa, de su artículo “La desaparición de lo ordinario” publicado en El Periódico el pasado 14 de octubre.

Este brillante escritor se refiere así a la democracia, la coexistencia en la diversidad.  Su artículo trata de otro tema, pero me llamó la atención esta definición pues refleja exactamente lo que no hay en Guatemala ahora.  Como cualquier comunidad o país, siempre ha habido conflictos. Los había antes de ser conquistados y los habrá hasta el final de los tiempos.  Es un reflejo de la diversidad de pensamientos y de la libertad de expresarlos bajo la cual aún vivimos.

Sin embargo, creo que la polarización tan extrema se empezó a dar en 2015, después de las manifestaciones y de las elecciones, momento en que todo volvió a la “normalidad”.  Fue entonces que los chapines aprendimos de verdad cómo usar las redes sociales, en especial twitter, Facebook y whatsapp.  Fue por esos medios que se convocó a las manifestaciones a nivel nacional.

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¿Por qué se ha vuelto tan difícil coexistir en la diversidad que tenemos de culturas, costumbres, pensamientos, ideologías, formas de vida, todo? Puedo pensar en algunas cosas.  La primera respuesta es CICIG.  Empezó haciendo cosas buenas a la vista de todos para ir ganándose la voluntad popular y poder intervenir en casi todo lo que ha sucedido en Guatemala desde entontes.  Hemos estado polarizados entre los “CICIG-lovers” y quienes rechazamos tajantemente su presencia y celebramos cuando el Presidente Morales ordenó la cancelación de la visa de Iván Velásquez, impidiéndole regresar a Guatemala.

Creo que ésta ha sido la peor polarización. La razón es porque se convirtió en una lucha entre mantener nuestra democracia, imperfecta pero en libertad, versus la implementación de un sistema antidemocrático en el que la justicia está tomada por completo bajo los designios de un personaje.

Otra polarización, lamentablemente, está en el sector privado. Los clásicos mercantilistas, liderados por el ícono del pollo, han jugado sus cartas para mantener esa status. Esto les permite seguir haciendo sus negocios a manos llenas. El resto de nosotros estamos tratando de sobrevivir en esta economía estancada, con un pobre crecimiento que no es suficiente para salir del rezago y del subdesarrollo. Menos aún, ha hecho inviable cualquier inversión y, por ende, la generación de empleos. La polarización deriva de esa injusticia, de la disparidad en el trato y, por supuesto, de la corrupción que conlleva el mercantilismo.

La lucha contra la corrupción es otro factor de polarización. Hay quienes creen que meter un montón de personas a la cárcel es luchar contra este flagelo. También creen que mantener a más de once mil personas en prisión preventiva es bueno porque “se lo merecen”. Quienes opinamos diferente somos tildados de corruptos. Si exigimos que den medidas sustitutivas porque así lo manda la ley, nos acusan de querer ver libres a los corruptos pues seguramente estamos metidos en “negocios” con ellos. Nada más alejado de la realidad. Lo único que tenemos son nuestras leyes, que incluyen a la Constitución. Son imperfectas y sujetas a interpretación, pero es todo lo que tenemos para vivir en un estado de derecho.

El año electoral está a la vuelta de la esquina.  La contienda ya arrancó y éste será el tema de aquí hasta el día de las elecciones, que se estima serán en junio de 2019.  Esta polarización será mucho más grande pues incluirá el tema electoral. Ya empezaron las acusaciones hacia los posibles candidatos.  Las habrá también en contra de quienes apoyen a uno o al otro.  Al final del día, la gran víctima de todo esto es Guatemala.  La economía está estancada y la incertidumbre política que siempre hay durante un año electoral, será mucho mayor.

¿Podemos hacer algo?  Definitivamente, sí.  Empecemos por no subirnos al juego de la polarización, el desprestigio, los ataques a todos y a todo.  Podemos disentir, criticar propuestas y expresarlas libremente.  Pero no podemos seguir atacando, insultando, desprestigiando y queriendo hundir a todo el que piense diferente a nosotros. Nos toca asumir una postura de construcción, no de destrucción.  Parafraseando a Estuardo Zapeta, nuestra profesión debe ser Guatemala.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

La coexistencia en la diversidad

Carolina Castellanos
19 de octubre, 2018

El título no es de mi autoría sino de Mario Vargas Llosa, de su artículo “La desaparición de lo ordinario” publicado en El Periódico el pasado 14 de octubre.

Este brillante escritor se refiere así a la democracia, la coexistencia en la diversidad.  Su artículo trata de otro tema, pero me llamó la atención esta definición pues refleja exactamente lo que no hay en Guatemala ahora.  Como cualquier comunidad o país, siempre ha habido conflictos. Los había antes de ser conquistados y los habrá hasta el final de los tiempos.  Es un reflejo de la diversidad de pensamientos y de la libertad de expresarlos bajo la cual aún vivimos.

Sin embargo, creo que la polarización tan extrema se empezó a dar en 2015, después de las manifestaciones y de las elecciones, momento en que todo volvió a la “normalidad”.  Fue entonces que los chapines aprendimos de verdad cómo usar las redes sociales, en especial twitter, Facebook y whatsapp.  Fue por esos medios que se convocó a las manifestaciones a nivel nacional.

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¿Por qué se ha vuelto tan difícil coexistir en la diversidad que tenemos de culturas, costumbres, pensamientos, ideologías, formas de vida, todo? Puedo pensar en algunas cosas.  La primera respuesta es CICIG.  Empezó haciendo cosas buenas a la vista de todos para ir ganándose la voluntad popular y poder intervenir en casi todo lo que ha sucedido en Guatemala desde entontes.  Hemos estado polarizados entre los “CICIG-lovers” y quienes rechazamos tajantemente su presencia y celebramos cuando el Presidente Morales ordenó la cancelación de la visa de Iván Velásquez, impidiéndole regresar a Guatemala.

Creo que ésta ha sido la peor polarización. La razón es porque se convirtió en una lucha entre mantener nuestra democracia, imperfecta pero en libertad, versus la implementación de un sistema antidemocrático en el que la justicia está tomada por completo bajo los designios de un personaje.

Otra polarización, lamentablemente, está en el sector privado. Los clásicos mercantilistas, liderados por el ícono del pollo, han jugado sus cartas para mantener esa status. Esto les permite seguir haciendo sus negocios a manos llenas. El resto de nosotros estamos tratando de sobrevivir en esta economía estancada, con un pobre crecimiento que no es suficiente para salir del rezago y del subdesarrollo. Menos aún, ha hecho inviable cualquier inversión y, por ende, la generación de empleos. La polarización deriva de esa injusticia, de la disparidad en el trato y, por supuesto, de la corrupción que conlleva el mercantilismo.

La lucha contra la corrupción es otro factor de polarización. Hay quienes creen que meter un montón de personas a la cárcel es luchar contra este flagelo. También creen que mantener a más de once mil personas en prisión preventiva es bueno porque “se lo merecen”. Quienes opinamos diferente somos tildados de corruptos. Si exigimos que den medidas sustitutivas porque así lo manda la ley, nos acusan de querer ver libres a los corruptos pues seguramente estamos metidos en “negocios” con ellos. Nada más alejado de la realidad. Lo único que tenemos son nuestras leyes, que incluyen a la Constitución. Son imperfectas y sujetas a interpretación, pero es todo lo que tenemos para vivir en un estado de derecho.

El año electoral está a la vuelta de la esquina.  La contienda ya arrancó y éste será el tema de aquí hasta el día de las elecciones, que se estima serán en junio de 2019.  Esta polarización será mucho más grande pues incluirá el tema electoral. Ya empezaron las acusaciones hacia los posibles candidatos.  Las habrá también en contra de quienes apoyen a uno o al otro.  Al final del día, la gran víctima de todo esto es Guatemala.  La economía está estancada y la incertidumbre política que siempre hay durante un año electoral, será mucho mayor.

¿Podemos hacer algo?  Definitivamente, sí.  Empecemos por no subirnos al juego de la polarización, el desprestigio, los ataques a todos y a todo.  Podemos disentir, criticar propuestas y expresarlas libremente.  Pero no podemos seguir atacando, insultando, desprestigiando y queriendo hundir a todo el que piense diferente a nosotros. Nos toca asumir una postura de construcción, no de destrucción.  Parafraseando a Estuardo Zapeta, nuestra profesión debe ser Guatemala.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo