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Los valores que vivimos

María Renée Estrada
06 de mayo, 2018

El tema de la lucha contra la corrupción sigue vigente en las pláticas cotidianas y las noticias nacionales. Todos los días surge algo nuevo. Como guatemaltecos estamos conscientes que hoy por hoy vivimos una crisis inmensa respecto a la práctica de valores universales, sin embargo es necesario analizar y hacer introspección sobre tal crisis. Este tipo de problemática, relacionado al ser humano y su actuar, no surge de la nada, ni son elementos independientes que se mueven a nuestro alrededor. Una crisis de valores, de esta magnitud, es un síntoma de una crisis de la persona; Una crisis intrínseca.

Hace un tiempo me topé con un artículo titulado “La corrupción empieza por casa, su solución también” publicado en el diario digital Los Andes. El autor exponía dos convicciones fundamentales respecto a la lucha contra la corrupción:

  1. El combate a la corrupción no puede ser una línea de acción promovida sólo desde el Estado. 
  2. La corrupción excede los límites del sistema político, constituye un entramado de prácticas que se encuentran en todo el cuerpo social. 

Tomando en cuenta que, idealmente, todo ser humano tiene la oportunidad de crecer y desarrollarse dentro de una familia, y que la familia constituye el núcleo fundamental de la sociedad, ¿qué valores podemos vivir como adultos para poder inculcarlos a través del ejemplo a los más pequeños? ¿Qué valores son necesarios para promover la cultura de la legalidad?

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A continuación mencionaré tres[1], los cuales considero importantes:

  • Integridad: Se dice que una persona es íntegra cuando sus actos los realiza de manera recta, honrada e intachable. La integridad implica ceñir la conducta pública y privada, de modo tal que las acciones y palabras sean honestas y dignas de credibilidad, y que fomenten una cultura de confianza y verdad.
  • Honestidad: Es armonizar las palabras con los hechos, es tener identidad y coherencia para estar orgulloso de sí mismo. Para ser honesto es importante ser sincero con uno mismo, fiel a la promesa hecha con las personas con quienes convivimos o tratamos. Ser honesto es tener un comportamiento adecuado, correcto, justo y desinteresado. Cuando existe honestidad y limpieza en lo que se hace, hay cercanía y cariño; sin estos principios la sociedad no puede funcionar, esto significa nunca hacer mal uso de lo que se nos confía, por ejemplo, usar los recursos de una manera adecuada crea bienestar y permite que se multipliquen.
  • Respeto: Es reconocer, apreciar y valorar a mi persona, así como a los demás, y a mi entorno. Es establecer hasta dónde llegan mis posibilidades de hacer o no hacer, como base de toda convivencia en sociedad. Es reconocer la dignidad propia de una persona. Reconocer que todos los seres humanos somos dignos –y con los mismos derechos– desde el momento que somos concebidos. El respeto es reconocer en sí y en los demás sus derechos y virtudes con dignidad, dándole a cada quién su valor. Esta igualdad exige un trato atento y respetuoso hacia todos. El respeto se convierte en una condición de equidad y justicia, donde la convivencia pacífica se logra sólo si consideramos que este valor es una condición para vivir en paz con las personas que nos rodean. Respetamos porque reconocemos la dignidad de los demás, pero también por la necesidad de una convivencia pacífica. El respeto es el reconocimiento de la propia dignidad o la dignidad de otros y el comportamiento fundando en este reconocimiento. Se entiende por respeto también, el empeño en reconocer en los hombres, o en sí mismo, una dignidad que se tiene la obligación de salvaguardar.

Conocer y comprender los valores es una necesidad en la actualidad, sin embargo hacer nuestros los valores e incorporarlos en cada acción que realizamos va más allá del puro ejercicio de nuestro intelecto. Para transformar la sociedad y volcarnos hacia una cultura de la legalidad es imperante reconocer la necesidad urgente de un cambio personal y social. Y es que más allá de los valores que inculcamos, se trata de los valores que vivimos.

[1] Secretaría de Gobernación, Gobierno Federal de México, Dirección General de Compilación y Consulta del Orden Jurídico Nacional, México, 2011, primera reimpresión.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

Los valores que vivimos

María Renée Estrada
06 de mayo, 2018

El tema de la lucha contra la corrupción sigue vigente en las pláticas cotidianas y las noticias nacionales. Todos los días surge algo nuevo. Como guatemaltecos estamos conscientes que hoy por hoy vivimos una crisis inmensa respecto a la práctica de valores universales, sin embargo es necesario analizar y hacer introspección sobre tal crisis. Este tipo de problemática, relacionado al ser humano y su actuar, no surge de la nada, ni son elementos independientes que se mueven a nuestro alrededor. Una crisis de valores, de esta magnitud, es un síntoma de una crisis de la persona; Una crisis intrínseca.

Hace un tiempo me topé con un artículo titulado “La corrupción empieza por casa, su solución también” publicado en el diario digital Los Andes. El autor exponía dos convicciones fundamentales respecto a la lucha contra la corrupción:

  1. El combate a la corrupción no puede ser una línea de acción promovida sólo desde el Estado. 
  2. La corrupción excede los límites del sistema político, constituye un entramado de prácticas que se encuentran en todo el cuerpo social. 

Tomando en cuenta que, idealmente, todo ser humano tiene la oportunidad de crecer y desarrollarse dentro de una familia, y que la familia constituye el núcleo fundamental de la sociedad, ¿qué valores podemos vivir como adultos para poder inculcarlos a través del ejemplo a los más pequeños? ¿Qué valores son necesarios para promover la cultura de la legalidad?

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A continuación mencionaré tres[1], los cuales considero importantes:

  • Integridad: Se dice que una persona es íntegra cuando sus actos los realiza de manera recta, honrada e intachable. La integridad implica ceñir la conducta pública y privada, de modo tal que las acciones y palabras sean honestas y dignas de credibilidad, y que fomenten una cultura de confianza y verdad.
  • Honestidad: Es armonizar las palabras con los hechos, es tener identidad y coherencia para estar orgulloso de sí mismo. Para ser honesto es importante ser sincero con uno mismo, fiel a la promesa hecha con las personas con quienes convivimos o tratamos. Ser honesto es tener un comportamiento adecuado, correcto, justo y desinteresado. Cuando existe honestidad y limpieza en lo que se hace, hay cercanía y cariño; sin estos principios la sociedad no puede funcionar, esto significa nunca hacer mal uso de lo que se nos confía, por ejemplo, usar los recursos de una manera adecuada crea bienestar y permite que se multipliquen.
  • Respeto: Es reconocer, apreciar y valorar a mi persona, así como a los demás, y a mi entorno. Es establecer hasta dónde llegan mis posibilidades de hacer o no hacer, como base de toda convivencia en sociedad. Es reconocer la dignidad propia de una persona. Reconocer que todos los seres humanos somos dignos –y con los mismos derechos– desde el momento que somos concebidos. El respeto es reconocer en sí y en los demás sus derechos y virtudes con dignidad, dándole a cada quién su valor. Esta igualdad exige un trato atento y respetuoso hacia todos. El respeto se convierte en una condición de equidad y justicia, donde la convivencia pacífica se logra sólo si consideramos que este valor es una condición para vivir en paz con las personas que nos rodean. Respetamos porque reconocemos la dignidad de los demás, pero también por la necesidad de una convivencia pacífica. El respeto es el reconocimiento de la propia dignidad o la dignidad de otros y el comportamiento fundando en este reconocimiento. Se entiende por respeto también, el empeño en reconocer en los hombres, o en sí mismo, una dignidad que se tiene la obligación de salvaguardar.

Conocer y comprender los valores es una necesidad en la actualidad, sin embargo hacer nuestros los valores e incorporarlos en cada acción que realizamos va más allá del puro ejercicio de nuestro intelecto. Para transformar la sociedad y volcarnos hacia una cultura de la legalidad es imperante reconocer la necesidad urgente de un cambio personal y social. Y es que más allá de los valores que inculcamos, se trata de los valores que vivimos.

[1] Secretaría de Gobernación, Gobierno Federal de México, Dirección General de Compilación y Consulta del Orden Jurídico Nacional, México, 2011, primera reimpresión.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo