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Sobre la carta abierta a América

Nicholas Virzi
14 de octubre, 2020

Recientemente un conjunto de expertos Americanos en seguridad escribieron un “carta abierta a América” explicando en detalle porque apoyaban a la candidatura de Joe Biden para la presidencia de Estados Unidos.  Este grupo es conformado por generales, almirantes, suboficiales superiores, embajadores, líderes civiles en seguridad nacional y, en algunos casos, sus esposas.  Vienen de todo el espectro político: Republicanos, Demócratas e Independientes.

Dicen apoyar a Biden porque es un “buen hombre con un fuerte sentido del bien y del mal”, alguien que se guía por los principios que hicieron grande a EEUU.  Los expertos hicieron referencia a que el “poder y la influencia de los Estados Unidos provienen tanto de su autoridad moral como de su poder económico y militar” y que “los estadounidenses se benefician más cuando Estados Unidos se relaciona con el mundo. Joe Biden siempre antepondrá las necesidades de nuestro país a las de él mismo.”

¿Es bueno Joe Biden para EEUU y sus aliados? Uno de los pilares de la política exterior de EEUU en nuestra región es la lucha contra la corrupción. EEUU tiene dos monumentales retos de entrada en este frente. EEUU no es el mejor ejemplo en materia de control de corrupción, ni tampoco lo es en materia de justicia imparcial, sin la cual una lucha contra la corrupción estaría destinada al fracaso.  En materia de corrupción, EEUU consistentemente se ubica detrás de países como Canadá, Finlandia, Singapur, Hong Kong, Irlanda, Francia, Alemania y los demás países desarrollados. Para un país desarrollado que pretende ser referente mundial, EEUU tiene bastante corrupción. Por ser outsider en el juego político, ejerciendo la función pública por primera vez, Trump no es la causa de la corrupción política en EEUU, ni lejanamente. La corrupción que caracteriza el sistema político de EEUU es producto de los funcionarios que se han hecho millonarios en el servicio público, como lo han hecho Nancy Pelosi y Joe Biden, Demócratas como Republicanos.  

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Más puntualmente, la familia Biden ha sido creíblemente señalada de tráfico de influencias. Es un hecho incontrovertible que el hijo de Joe Biden, Hunter, recibió jugosas transferencias monetarias desde Rusia, la República Popular de China, y Ucrania, cuando Joe Biden lideraba la lucha contra la corrupción ahí. Biden declara que él nunca le habló a su hijo sobre los negocios que hacía mientras viajaba a los mismos países que su padre visitaba en su capacidad oficial de vicepresidente. Los célebres expertos no hicieron mención alguna a estos hechos inconvenientes que contradicen el punto central de su afamada carta abierta, que la integridad de Biden es indiscutible.  Ese argumento se cae solo.  

En materia de justicia selectiva, EEUU sufre una grave crisis de legitimidad y falta de confianza en la comunidad de inteligencia, el Departamento de Justicia, y el Departamento de Estado. Estas son precisamente las agencias que representan muchos de los firmantes de la carta abierta a América. Evidencia abundante revela que bajo la administración de Obama/Biden, se practicó justicia selectiva y espionaje político en contra de la campaña y presidencia de Donald Trump, y a favor de la campaña de Hillary Clinton. Joe Biden mismo, días antes de dejar el poder, participó en la reunión en la Casa Blanca donde se tomó la decisión de perseguir al asesor de seguridad de Trump, el General Michael Flynn, cuando los investigadores del FBI habían concluido que no había razón válida para investigarlo, mucho menos de acusarlo de algún delito. 

Después de que [recientemente] se revelaran documentos que el FBI escondía, dos fiscales generales en funciones (Sally Yates y Rod Rosenstein) y el ex director del FBI (James Comey) se vieron forzados a admitir que no hubieran aprobado las investigaciones en contra de los agentes de la campaña de Trump si hubieran sabido en aquel momento lo que hoy saben. Aun tomándolos a su palabra que no tenían la información adecuada en el momento que emprendieron la investigación política más importante en la historia de EEUU, el juicio de los involucrados queda en tela de duda. Lograron destrozar la reputación de las instituciones más veneradas en EEUU ante millones de ciudadanos, y con ello la credibilidad de los expertos que hoy piden que se tomen en cuenta sus preciados consejos. Esas lecciones en destrucción institucional es lo opuesto a lo que necesita Guatemala y los demás aliados de EEUU que se encuentran en vías de desarrollo.

En vista de los señalamientos de tráfico de influencias y persecución política, el argumento que Joe Biden es el candidato idóneo distinguido por sus altos estándares éticos y su buen juicio resulta insostenible. ¿Qué otras razones habrá para que los expertos se unen detrás de Joe Biden? 

La carta abierta reza “muchos de nosotros hemos informado a Joe Biden sobre asuntos de seguridad nacional, y sabemos que él exige una comprensión profunda de cualquier tema antes de tomar una decisión”.  Esta afirmación también es impugnable, en vista de que su propio Secretario de Defensa, Robert Gates, dijo que Biden “se ha equivocado en casi todos los asuntos importantes de política exterior y seguridad nacional durante las últimas cuatro décadas.” No obstante ese disparate, hemos llegado al meollo del asunto. 

Parece que los expertos quieren seguir teniendo ese acceso que Biden les ha dado. Hablamos de los expertos que aconsejaron lo que Trump ha llamado las estúpidas guerras interminables de EEUU. Esta es la misma clase de expertos que en otros tiempos hicieron experimentos médicos bárbaros con la población indígena en Guatemala, guiaron el golpe contra el gobierno de Árbenz en Guatemala, y aconsejaron la invasión de la Bahía de Cochinos en Cuba en 1961. Son el tipo de expertos que más recientemente abogaron por meter y mantener a EEUU en guerras en Irak y Afganistán. Esta clase consentida de funcionarios no le perdonan a Trump esa claridad impolítica con la cual él ha desnudado la ilógica de las intervenciones de EEUU en diferentes partes del mundo. Estas operaciones bélicas se han desarrollado en persecución de proyectos descabezados que benefician principalmente al complejo militar-industrial, así como los asesores políticos que les sirven de porristas para sus injerencias en los asuntos internos de otros países.  

Los expertos si tienen razón en algo: los estadounidenses se benefician más cuando Estados Unidos se relaciona con el mundo. La carta abierta implica que EEUU ha vuelto al aislacionismo y menciona como ejemplo de ello que Trump sacó a EEUU del Acuerdo de Paris. Lo que la carta no menciona es que ese acuerdo no era vinculante para EEUU porque el gobierno de Obama/Biden nunca lo sometió para aprobación del Senado. No obstante, EEUU estando afuera del Acuerdo de Paris, EEUU lideró en 2019 a los países desarrollados en la reducción de sus niveles de dióxido de carbono, según la Agencia Internacional de Energía. 

El planteamiento del aislacionismo de EEUU bajo Trump es equivocado. EEUU se ha beneficiado por la negociación de un nuevo acuerdo comercial con México y Canadá. Joe Biden mismo ha admitido que este acuerdo es mejor que el acuerdo NAFTA que él firmó. EEUU se ha beneficiado del incremento en el gasto militar de los países miembros de la OTAN, cosa que Trump logró presionándolos a honrar sus compromisos como aliados. No solo EEUU, sino el mundo entero, se ha beneficiado de las iniciativas de paz que el gobierno de Trump logró en los Balcanes y el Oriente Medio, rechazando precisamente los consejos de los expertos que aconsejaban trabajar con el régimen de Irán, en vez de Israel y Arabia Saudita. EEUU, y el mundo, se han beneficiado por el giro estratégico que marcó el gobierno de Trump para con China, definiéndola públicamente por lo que claramente es: un rival de EEUU y una amenaza para el orden mundial liberal. Mientras la carta abierta repite la desmentida narrativa de que el Presidente de EEUU apacigua los intereses de Rusia, Trump ha marcado la línea de política exterior que Occidente debe de seguir a futuro para con China. Joe Biden, por su parte, se ha negado a clasificar a China como un rival, optando por llamarla simplemente un competidor, después de haber dicho que no la veía como competencia para EEUU.

En fin, los argumentos presentados para apoyar la candidatura de Biden sobre Trump se caen ante un análisis básico de los hechos. Si los firmantes de la carta abierta pretenden convencer a los ciudadanos de EEUU y el mundo que el mundo estaría mejor con Joe Biden al cargo de EEUU, deben recurrir a los hechos y no las narrativas que los hechos desmienten. El principio de transparencia los obliga a responder a los cuestionamientos válidos de Biden y también a explicar los éxitos concretos que Trump ha logrado, ignorándolos a ellos. Una segunda carta ayudaría mucho en aclarar estos temas. Sin ella, se corre el riesgo que la primera carta sea vista como un comunicado que responde más a los intereses privados de los ex funcionarios que a los intereses que EEUU comparte con sus aliados.

Sobre la carta abierta a América

Nicholas Virzi
14 de octubre, 2020

Recientemente un conjunto de expertos Americanos en seguridad escribieron un “carta abierta a América” explicando en detalle porque apoyaban a la candidatura de Joe Biden para la presidencia de Estados Unidos.  Este grupo es conformado por generales, almirantes, suboficiales superiores, embajadores, líderes civiles en seguridad nacional y, en algunos casos, sus esposas.  Vienen de todo el espectro político: Republicanos, Demócratas e Independientes.

Dicen apoyar a Biden porque es un “buen hombre con un fuerte sentido del bien y del mal”, alguien que se guía por los principios que hicieron grande a EEUU.  Los expertos hicieron referencia a que el “poder y la influencia de los Estados Unidos provienen tanto de su autoridad moral como de su poder económico y militar” y que “los estadounidenses se benefician más cuando Estados Unidos se relaciona con el mundo. Joe Biden siempre antepondrá las necesidades de nuestro país a las de él mismo.”

¿Es bueno Joe Biden para EEUU y sus aliados? Uno de los pilares de la política exterior de EEUU en nuestra región es la lucha contra la corrupción. EEUU tiene dos monumentales retos de entrada en este frente. EEUU no es el mejor ejemplo en materia de control de corrupción, ni tampoco lo es en materia de justicia imparcial, sin la cual una lucha contra la corrupción estaría destinada al fracaso.  En materia de corrupción, EEUU consistentemente se ubica detrás de países como Canadá, Finlandia, Singapur, Hong Kong, Irlanda, Francia, Alemania y los demás países desarrollados. Para un país desarrollado que pretende ser referente mundial, EEUU tiene bastante corrupción. Por ser outsider en el juego político, ejerciendo la función pública por primera vez, Trump no es la causa de la corrupción política en EEUU, ni lejanamente. La corrupción que caracteriza el sistema político de EEUU es producto de los funcionarios que se han hecho millonarios en el servicio público, como lo han hecho Nancy Pelosi y Joe Biden, Demócratas como Republicanos.  

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Más puntualmente, la familia Biden ha sido creíblemente señalada de tráfico de influencias. Es un hecho incontrovertible que el hijo de Joe Biden, Hunter, recibió jugosas transferencias monetarias desde Rusia, la República Popular de China, y Ucrania, cuando Joe Biden lideraba la lucha contra la corrupción ahí. Biden declara que él nunca le habló a su hijo sobre los negocios que hacía mientras viajaba a los mismos países que su padre visitaba en su capacidad oficial de vicepresidente. Los célebres expertos no hicieron mención alguna a estos hechos inconvenientes que contradicen el punto central de su afamada carta abierta, que la integridad de Biden es indiscutible.  Ese argumento se cae solo.  

En materia de justicia selectiva, EEUU sufre una grave crisis de legitimidad y falta de confianza en la comunidad de inteligencia, el Departamento de Justicia, y el Departamento de Estado. Estas son precisamente las agencias que representan muchos de los firmantes de la carta abierta a América. Evidencia abundante revela que bajo la administración de Obama/Biden, se practicó justicia selectiva y espionaje político en contra de la campaña y presidencia de Donald Trump, y a favor de la campaña de Hillary Clinton. Joe Biden mismo, días antes de dejar el poder, participó en la reunión en la Casa Blanca donde se tomó la decisión de perseguir al asesor de seguridad de Trump, el General Michael Flynn, cuando los investigadores del FBI habían concluido que no había razón válida para investigarlo, mucho menos de acusarlo de algún delito. 

Después de que [recientemente] se revelaran documentos que el FBI escondía, dos fiscales generales en funciones (Sally Yates y Rod Rosenstein) y el ex director del FBI (James Comey) se vieron forzados a admitir que no hubieran aprobado las investigaciones en contra de los agentes de la campaña de Trump si hubieran sabido en aquel momento lo que hoy saben. Aun tomándolos a su palabra que no tenían la información adecuada en el momento que emprendieron la investigación política más importante en la historia de EEUU, el juicio de los involucrados queda en tela de duda. Lograron destrozar la reputación de las instituciones más veneradas en EEUU ante millones de ciudadanos, y con ello la credibilidad de los expertos que hoy piden que se tomen en cuenta sus preciados consejos. Esas lecciones en destrucción institucional es lo opuesto a lo que necesita Guatemala y los demás aliados de EEUU que se encuentran en vías de desarrollo.

En vista de los señalamientos de tráfico de influencias y persecución política, el argumento que Joe Biden es el candidato idóneo distinguido por sus altos estándares éticos y su buen juicio resulta insostenible. ¿Qué otras razones habrá para que los expertos se unen detrás de Joe Biden? 

La carta abierta reza “muchos de nosotros hemos informado a Joe Biden sobre asuntos de seguridad nacional, y sabemos que él exige una comprensión profunda de cualquier tema antes de tomar una decisión”.  Esta afirmación también es impugnable, en vista de que su propio Secretario de Defensa, Robert Gates, dijo que Biden “se ha equivocado en casi todos los asuntos importantes de política exterior y seguridad nacional durante las últimas cuatro décadas.” No obstante ese disparate, hemos llegado al meollo del asunto. 

Parece que los expertos quieren seguir teniendo ese acceso que Biden les ha dado. Hablamos de los expertos que aconsejaron lo que Trump ha llamado las estúpidas guerras interminables de EEUU. Esta es la misma clase de expertos que en otros tiempos hicieron experimentos médicos bárbaros con la población indígena en Guatemala, guiaron el golpe contra el gobierno de Árbenz en Guatemala, y aconsejaron la invasión de la Bahía de Cochinos en Cuba en 1961. Son el tipo de expertos que más recientemente abogaron por meter y mantener a EEUU en guerras en Irak y Afganistán. Esta clase consentida de funcionarios no le perdonan a Trump esa claridad impolítica con la cual él ha desnudado la ilógica de las intervenciones de EEUU en diferentes partes del mundo. Estas operaciones bélicas se han desarrollado en persecución de proyectos descabezados que benefician principalmente al complejo militar-industrial, así como los asesores políticos que les sirven de porristas para sus injerencias en los asuntos internos de otros países.  

Los expertos si tienen razón en algo: los estadounidenses se benefician más cuando Estados Unidos se relaciona con el mundo. La carta abierta implica que EEUU ha vuelto al aislacionismo y menciona como ejemplo de ello que Trump sacó a EEUU del Acuerdo de Paris. Lo que la carta no menciona es que ese acuerdo no era vinculante para EEUU porque el gobierno de Obama/Biden nunca lo sometió para aprobación del Senado. No obstante, EEUU estando afuera del Acuerdo de Paris, EEUU lideró en 2019 a los países desarrollados en la reducción de sus niveles de dióxido de carbono, según la Agencia Internacional de Energía. 

El planteamiento del aislacionismo de EEUU bajo Trump es equivocado. EEUU se ha beneficiado por la negociación de un nuevo acuerdo comercial con México y Canadá. Joe Biden mismo ha admitido que este acuerdo es mejor que el acuerdo NAFTA que él firmó. EEUU se ha beneficiado del incremento en el gasto militar de los países miembros de la OTAN, cosa que Trump logró presionándolos a honrar sus compromisos como aliados. No solo EEUU, sino el mundo entero, se ha beneficiado de las iniciativas de paz que el gobierno de Trump logró en los Balcanes y el Oriente Medio, rechazando precisamente los consejos de los expertos que aconsejaban trabajar con el régimen de Irán, en vez de Israel y Arabia Saudita. EEUU, y el mundo, se han beneficiado por el giro estratégico que marcó el gobierno de Trump para con China, definiéndola públicamente por lo que claramente es: un rival de EEUU y una amenaza para el orden mundial liberal. Mientras la carta abierta repite la desmentida narrativa de que el Presidente de EEUU apacigua los intereses de Rusia, Trump ha marcado la línea de política exterior que Occidente debe de seguir a futuro para con China. Joe Biden, por su parte, se ha negado a clasificar a China como un rival, optando por llamarla simplemente un competidor, después de haber dicho que no la veía como competencia para EEUU.

En fin, los argumentos presentados para apoyar la candidatura de Biden sobre Trump se caen ante un análisis básico de los hechos. Si los firmantes de la carta abierta pretenden convencer a los ciudadanos de EEUU y el mundo que el mundo estaría mejor con Joe Biden al cargo de EEUU, deben recurrir a los hechos y no las narrativas que los hechos desmienten. El principio de transparencia los obliga a responder a los cuestionamientos válidos de Biden y también a explicar los éxitos concretos que Trump ha logrado, ignorándolos a ellos. Una segunda carta ayudaría mucho en aclarar estos temas. Sin ella, se corre el riesgo que la primera carta sea vista como un comunicado que responde más a los intereses privados de los ex funcionarios que a los intereses que EEUU comparte con sus aliados.