Política
Política
Empresa
Empresa
Investigación y Análisis
Investigación y Análisis
Internacional
Internacional
Opinión
Opinión
Inmobiliaria
Inmobiliaria
Agenda Empresarial
Agenda Empresarial

El Crown Hall de Mies Van Der Rohe

Crown Hall es una gran sala sin pilares interiores cerrada enteramente de vidrio que ofrece un vasto espacio para profesores y alumnos de la escuela de arquitectura y urbanismo.

.
Warren Orbaugh |
17 de abril, 2023

Recuerdo que en 1986 visitamos con Claudia, mi esposa, el Crown Hall, el edificio de la Facultad de Arquitectura del Instituto Tecnológico de Illinois en Chicago. Fue uno de esos viajes con el propósito de visitar obras de arquitectos que admiraba. Salimos de Charlottesville, donde vivíamos, con el itinerario de ver el Edificio AT&T, el Lipstic Building y el Teatro del Lincoln Center en Nueva York, todos de Philip Johnson, y el Edificio Seagram de Mies van der Rohe; el Colonnade Apartments de Mies van der Rohe en New Jersey; la Casa de la Cascada de Frank Lloyd Wright en Bear Run Pensilvania, el Edificio PPG (Pittsburgh  Plate Glass) de Philip Johnson en Pittsburg; los edificios de Columbus, Indiana, una pequeña ciudad famosa por tener un edificio de cada uno de los arquitectos famosos del siglo XX. Terminamos el recorrido en Chicago visitando la casa Robie de Frank Lloyd Wright, los edificios Sears y John Hancock de Skidmore, Owings & Merrill, el State of Illinois Center de Helmut Jahn, el Federal Center de Mies van der Rohe y naturalmente el Crown Hall.

He de admitir que cuando empecé a estudiar arquitectura y compré un lote grande de libros para saber de lo que se trataba la carrera, incluí uno de Mies van der Rohe, sin conocer nada de él. No fue él el arquitecto que me sedujo a estudiar arquitectura, sino que el maestro Kenzo Tange. Pasaba enfrente de la vitrina de Edinter, en el Centro Comercial de la Zona 4, cuando vi la portada, en alto contraste, blanco y negro, de un libro que decía KENZO TANGE. Mostraba un techo curvo bellísimo.  Yo no sabía aún, que era del Club de Golf de Totsuka. Pero en ese instante decidí que cosas como esa es lo que quería hacer. Así que entré a la venta de libros y compré todo cuanto había de arquitectura.

Kenzo Tange, apodado por sus connacionales “el divino” fue ciertamente uno de los mejores arquitectos que han existido en el mundo. Uno de sus complejos más bellos es el de las naves que hizo en 1960 para los Juegos Olímpicos de Tokio. Y como Tange fue discípulo de Le Corbusier – el arquitecto suizo-francés – de inmediato devoré todo lo que escribió LC y estudié detenidamente sus obras. Confieso que, aunque sus palabras eran claras me tomó buen tiempo asimilarlas y entender su mensaje.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

En cambio, el libro sobre Mies van der Rohe era árido. No tenía esa plástica de Tange o de Le Corbu. A simple vista sus edificios parecían construcciones industriales. No obstante, quien me proporcionó la clave para entender a Mies fue el mismo Le Corbusier. Lo escribió en el primer libro que leí de él – Hacia una Arquitectura. En el capítulo “ARQUITECTURA: PURA CREACIÓN DEL ESPÍRITU” pone:

«Se utiliza la piedra, la madera, el cemento, y con estos materiales se hacen casas, palacios: esto es construcción. El ingenio trabaja.

Pero, de pronto, me conmovéis, me hacéis bien, soy dichoso y digo: es bello. Esto es arquitectura. El arte está aquí.

… Formular claramente, animar la obra con una unidad, darle una actitud fundamental, un carácter: pura creación del espíritu.

Se admite para la pintura y para la música, pero se rebaja la arquitectura a sus causas utilitarias: tocadores, baños, radiadores, hormigón armado, bóvedas o arcos ojivales, etcétera, etcétera. Esto es construcción, esto no es arquitectura. Existe la arquitectura cuando hay una emoción poética. La arquitectura es cosa plástica. La plástica es aquello que se ve y se mide con los ojos.

… La proporción a intervenido. Y la proporción está libre de toda restricción, es una invención total que hace que un rostro sea radiante o lo estropea. En la proporción se reconoce al plástico; el ingeniero se borra, el escultor trabaja. La proporción es la piedra de toque del arquitecto; entonces se ve forzado a decidir si es plástico o no. La arquitectura es el juego sabio, correcto y magnífico de los volúmenes bajo la luz; la proporción es aún y exclusivamente el juego sabio, correcto y magnífico de los volúmenes bajo la luz. La proporción desecha al hombre práctico, al hombre audaz, al hombre ingenioso; apela al plástico.»

La construcción pues, no es arquitectura. La construcción es el medio para materializar esa creación del espíritu, de la mente, que es un orden de las partes entre ellas y con el todo conforme a una medida que sirve como matriz modular de otras que se derivan de esta. A la luz de esta concepción se aclaran las palabras de Mies cuando se refiere al ‘Baukunst’ (arquitectura):

«El ‘bau’ (construcción) es la construcción clara del edificio; mientras que ‘kunst’ (arte) es el refinamiento de éste y nada más. La arquitectura empieza cuando dos ladrillos se colocan juntos cuidadosamente.»

El concepto de orden es esencial para entender el pensamiento y obra de Mies. El orden para Mies es una clara estructura mental que se materializa en la estructura física mediante la convergencia de la tecnología y el arte. Ve no sólo que los marcos de acero están vinculados al progreso tecnológico de la era moderna, sino su potencial metafísico y refinamiento ideal para construir una arquitectura moderna que exprese la época. Así contempla el perfil I como pilar y pilastra de la era de la máquina. Convencido de que la avanzada era industrializada moderna tenía una necesidad profunda de orden, decide refinar la construcción en acero hasta llevarla a la excelencia clásica. Del “caos” como llama al estado de cosas, a la oposición radical que define bajo el término “cosmos”, que es una expresión de orden, pero más importante aún, de una armonía orgánica entre el todo y sus partes.

Su estética bien podría llamarse la ‘estética de lo invisible’, pues no es una celebración de lo visible sino una revelación de lo no visible que Mies hace visible a través del orden de la estructura y de la claridad de la construcción que apunta a la excelencia o arete griego. Los ideales de ‘verdad’, ‘orden’ y ‘belleza’ que persiguió en toda su obra no son conceptos derivados del mundo del arte, sino de naturaleza filosófica, comprensibles sólo mediante la reflexión sobre la estructura intrínseca de su trabajo y de sus partes individuales. Los tres conceptos se entrelazan para Mies: el de orden como ‘cosmos’, y los otros dos según se expresan en las sentencias de Tomás de Aquino: «Veritas est adaequatio rei et intellectus» (La verdad es la correspondencia entre lo afirmado y la cosa), y la de Agustín: «Pulchritudo veritatis splendor» (La belleza es el esplendor de la verdad).

Mies declaró numerosas veces que constantemente se preguntó: ¿Cuál es la verdad en arquitectura? Y nos dijo que llegó a la respuesta 50 años después de que se formulara la pregunta por primera vez, justamente cuando diseñaba el Crown Hall. Al igual que su contemporáneo Heidegger, quien también buscaba la esencia de la verdad, Mies llega al concepto que más lo satisface: aletheia. El término griego, muchas veces traducido como ‘verdad’ corresponde con mayor exactitud a ‘des encubrimiento’, es decir, a que no oculta nada. Denota una solución a la oposición entre lo afirmado y el objeto al mostrarse éste en su esencia de ser que describen con el concepto “das Offene” o “región abierta”. Así la verdad consiste en dos facetas, “aletheia” y “das Offene”, lo físico y lo metafísico. Heidegger lo manifiesta en “Von Wessen der Wahrheit” de la siguiente manera:

«El pensamiento occidental en su principio concebía la región abierta como ta aletheia, lo des encubierto. Si traducimos aletheia como ‘des encubierto’ en lugar de ‘verdad’, la traducción es no meramente más literal, contiene la directriz de repensar el concepto ordinario de verdad en el sentido de la corrección de la afirmación y volver a pensarla a esa aún no comprendida revelación y a la revelación de los seres.»

Crown Hall es una gran sala sin pilares interiores cerrada enteramente de vidrio que ofrece un vasto espacio para profesores y alumnos de la escuela de arquitectura y urbanismo. La cubierta suspendida del edificio mide 120 por 220 pies. Los cuatro pórticos soldados dispuestos cada 60 pies cubren toda la anchura del techo, mientras que la losa tiene un voladizo de 20 pies. El edificio, excepto en las entradas, está rodeado por un muro cortina de vidrio esmerilado en las partes inferiores. Las ventanas superiores son de cristal y están provistas de celosía de lamas fijas. Una gran escalera de piedra da acceso a una plataforma situada a 6 pies del suelo. La sala propiamente dicha mide 18 pies de alto. El techo de paneles acústicos es blanco y el suelo es de losas de granito gris y los tabiques son de roble natural.

Mies revela la estructura física en el exterior del Crown Hall con sus pilares proyectados hacia afuera y sus trabes hacia arriba del que cuelga la losa, “des encubiertos” en el espíritu de la aletheia de Heidegger. Los pilares de acero se muestran tal como son al igual que las trabes. Su ornamento se revela en el uso apropiado de los materiales y el orden intelectual esencial se manifiesta en las medidas del edificio. Estas medidas no necesitan verificarse con instrumento alguno. Basta con calcular los módulos, que son una matriz de cinco pies. Todo se deriva de éste en una composición que combina cuadrados con rectángulos áureos en un orden perfecto, al que no puede agregársele o quitársele algún elemento sin estropear el todo.

Esta obra de Mies van der Rohe es, como dijo él en su discurso de dedicación del Crown Hall:

«Omnia praeclara tam difficilia quam rara sunt.» O sea, «Toda cosa excelente es tan difícil como rara.»

Continuará.

El Crown Hall de Mies Van Der Rohe

Crown Hall es una gran sala sin pilares interiores cerrada enteramente de vidrio que ofrece un vasto espacio para profesores y alumnos de la escuela de arquitectura y urbanismo.

Warren Orbaugh |
17 de abril, 2023
.

Recuerdo que en 1986 visitamos con Claudia, mi esposa, el Crown Hall, el edificio de la Facultad de Arquitectura del Instituto Tecnológico de Illinois en Chicago. Fue uno de esos viajes con el propósito de visitar obras de arquitectos que admiraba. Salimos de Charlottesville, donde vivíamos, con el itinerario de ver el Edificio AT&T, el Lipstic Building y el Teatro del Lincoln Center en Nueva York, todos de Philip Johnson, y el Edificio Seagram de Mies van der Rohe; el Colonnade Apartments de Mies van der Rohe en New Jersey; la Casa de la Cascada de Frank Lloyd Wright en Bear Run Pensilvania, el Edificio PPG (Pittsburgh  Plate Glass) de Philip Johnson en Pittsburg; los edificios de Columbus, Indiana, una pequeña ciudad famosa por tener un edificio de cada uno de los arquitectos famosos del siglo XX. Terminamos el recorrido en Chicago visitando la casa Robie de Frank Lloyd Wright, los edificios Sears y John Hancock de Skidmore, Owings & Merrill, el State of Illinois Center de Helmut Jahn, el Federal Center de Mies van der Rohe y naturalmente el Crown Hall.

He de admitir que cuando empecé a estudiar arquitectura y compré un lote grande de libros para saber de lo que se trataba la carrera, incluí uno de Mies van der Rohe, sin conocer nada de él. No fue él el arquitecto que me sedujo a estudiar arquitectura, sino que el maestro Kenzo Tange. Pasaba enfrente de la vitrina de Edinter, en el Centro Comercial de la Zona 4, cuando vi la portada, en alto contraste, blanco y negro, de un libro que decía KENZO TANGE. Mostraba un techo curvo bellísimo.  Yo no sabía aún, que era del Club de Golf de Totsuka. Pero en ese instante decidí que cosas como esa es lo que quería hacer. Así que entré a la venta de libros y compré todo cuanto había de arquitectura.

Kenzo Tange, apodado por sus connacionales “el divino” fue ciertamente uno de los mejores arquitectos que han existido en el mundo. Uno de sus complejos más bellos es el de las naves que hizo en 1960 para los Juegos Olímpicos de Tokio. Y como Tange fue discípulo de Le Corbusier – el arquitecto suizo-francés – de inmediato devoré todo lo que escribió LC y estudié detenidamente sus obras. Confieso que, aunque sus palabras eran claras me tomó buen tiempo asimilarlas y entender su mensaje.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

En cambio, el libro sobre Mies van der Rohe era árido. No tenía esa plástica de Tange o de Le Corbu. A simple vista sus edificios parecían construcciones industriales. No obstante, quien me proporcionó la clave para entender a Mies fue el mismo Le Corbusier. Lo escribió en el primer libro que leí de él – Hacia una Arquitectura. En el capítulo “ARQUITECTURA: PURA CREACIÓN DEL ESPÍRITU” pone:

«Se utiliza la piedra, la madera, el cemento, y con estos materiales se hacen casas, palacios: esto es construcción. El ingenio trabaja.

Pero, de pronto, me conmovéis, me hacéis bien, soy dichoso y digo: es bello. Esto es arquitectura. El arte está aquí.

… Formular claramente, animar la obra con una unidad, darle una actitud fundamental, un carácter: pura creación del espíritu.

Se admite para la pintura y para la música, pero se rebaja la arquitectura a sus causas utilitarias: tocadores, baños, radiadores, hormigón armado, bóvedas o arcos ojivales, etcétera, etcétera. Esto es construcción, esto no es arquitectura. Existe la arquitectura cuando hay una emoción poética. La arquitectura es cosa plástica. La plástica es aquello que se ve y se mide con los ojos.

… La proporción a intervenido. Y la proporción está libre de toda restricción, es una invención total que hace que un rostro sea radiante o lo estropea. En la proporción se reconoce al plástico; el ingeniero se borra, el escultor trabaja. La proporción es la piedra de toque del arquitecto; entonces se ve forzado a decidir si es plástico o no. La arquitectura es el juego sabio, correcto y magnífico de los volúmenes bajo la luz; la proporción es aún y exclusivamente el juego sabio, correcto y magnífico de los volúmenes bajo la luz. La proporción desecha al hombre práctico, al hombre audaz, al hombre ingenioso; apela al plástico.»

La construcción pues, no es arquitectura. La construcción es el medio para materializar esa creación del espíritu, de la mente, que es un orden de las partes entre ellas y con el todo conforme a una medida que sirve como matriz modular de otras que se derivan de esta. A la luz de esta concepción se aclaran las palabras de Mies cuando se refiere al ‘Baukunst’ (arquitectura):

«El ‘bau’ (construcción) es la construcción clara del edificio; mientras que ‘kunst’ (arte) es el refinamiento de éste y nada más. La arquitectura empieza cuando dos ladrillos se colocan juntos cuidadosamente.»

El concepto de orden es esencial para entender el pensamiento y obra de Mies. El orden para Mies es una clara estructura mental que se materializa en la estructura física mediante la convergencia de la tecnología y el arte. Ve no sólo que los marcos de acero están vinculados al progreso tecnológico de la era moderna, sino su potencial metafísico y refinamiento ideal para construir una arquitectura moderna que exprese la época. Así contempla el perfil I como pilar y pilastra de la era de la máquina. Convencido de que la avanzada era industrializada moderna tenía una necesidad profunda de orden, decide refinar la construcción en acero hasta llevarla a la excelencia clásica. Del “caos” como llama al estado de cosas, a la oposición radical que define bajo el término “cosmos”, que es una expresión de orden, pero más importante aún, de una armonía orgánica entre el todo y sus partes.

Su estética bien podría llamarse la ‘estética de lo invisible’, pues no es una celebración de lo visible sino una revelación de lo no visible que Mies hace visible a través del orden de la estructura y de la claridad de la construcción que apunta a la excelencia o arete griego. Los ideales de ‘verdad’, ‘orden’ y ‘belleza’ que persiguió en toda su obra no son conceptos derivados del mundo del arte, sino de naturaleza filosófica, comprensibles sólo mediante la reflexión sobre la estructura intrínseca de su trabajo y de sus partes individuales. Los tres conceptos se entrelazan para Mies: el de orden como ‘cosmos’, y los otros dos según se expresan en las sentencias de Tomás de Aquino: «Veritas est adaequatio rei et intellectus» (La verdad es la correspondencia entre lo afirmado y la cosa), y la de Agustín: «Pulchritudo veritatis splendor» (La belleza es el esplendor de la verdad).

Mies declaró numerosas veces que constantemente se preguntó: ¿Cuál es la verdad en arquitectura? Y nos dijo que llegó a la respuesta 50 años después de que se formulara la pregunta por primera vez, justamente cuando diseñaba el Crown Hall. Al igual que su contemporáneo Heidegger, quien también buscaba la esencia de la verdad, Mies llega al concepto que más lo satisface: aletheia. El término griego, muchas veces traducido como ‘verdad’ corresponde con mayor exactitud a ‘des encubrimiento’, es decir, a que no oculta nada. Denota una solución a la oposición entre lo afirmado y el objeto al mostrarse éste en su esencia de ser que describen con el concepto “das Offene” o “región abierta”. Así la verdad consiste en dos facetas, “aletheia” y “das Offene”, lo físico y lo metafísico. Heidegger lo manifiesta en “Von Wessen der Wahrheit” de la siguiente manera:

«El pensamiento occidental en su principio concebía la región abierta como ta aletheia, lo des encubierto. Si traducimos aletheia como ‘des encubierto’ en lugar de ‘verdad’, la traducción es no meramente más literal, contiene la directriz de repensar el concepto ordinario de verdad en el sentido de la corrección de la afirmación y volver a pensarla a esa aún no comprendida revelación y a la revelación de los seres.»

Crown Hall es una gran sala sin pilares interiores cerrada enteramente de vidrio que ofrece un vasto espacio para profesores y alumnos de la escuela de arquitectura y urbanismo. La cubierta suspendida del edificio mide 120 por 220 pies. Los cuatro pórticos soldados dispuestos cada 60 pies cubren toda la anchura del techo, mientras que la losa tiene un voladizo de 20 pies. El edificio, excepto en las entradas, está rodeado por un muro cortina de vidrio esmerilado en las partes inferiores. Las ventanas superiores son de cristal y están provistas de celosía de lamas fijas. Una gran escalera de piedra da acceso a una plataforma situada a 6 pies del suelo. La sala propiamente dicha mide 18 pies de alto. El techo de paneles acústicos es blanco y el suelo es de losas de granito gris y los tabiques son de roble natural.

Mies revela la estructura física en el exterior del Crown Hall con sus pilares proyectados hacia afuera y sus trabes hacia arriba del que cuelga la losa, “des encubiertos” en el espíritu de la aletheia de Heidegger. Los pilares de acero se muestran tal como son al igual que las trabes. Su ornamento se revela en el uso apropiado de los materiales y el orden intelectual esencial se manifiesta en las medidas del edificio. Estas medidas no necesitan verificarse con instrumento alguno. Basta con calcular los módulos, que son una matriz de cinco pies. Todo se deriva de éste en una composición que combina cuadrados con rectángulos áureos en un orden perfecto, al que no puede agregársele o quitársele algún elemento sin estropear el todo.

Esta obra de Mies van der Rohe es, como dijo él en su discurso de dedicación del Crown Hall:

«Omnia praeclara tam difficilia quam rara sunt.» O sea, «Toda cosa excelente es tan difícil como rara.»

Continuará.