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La salud mental desde el punto de vista objetivista

El concepto de salud mental concierne al método por el cual funciona la mente.  Concierne a los principios por los que una mente opera al tratar con el material de la realidad.

.
Warren Orbaugh |
06 de marzo, 2023

No existe un acuerdo general entre psicólogos, psiquiatras y filósofos sobre la naturaleza de la salud mental.  Muchos escritores declaran que no existe una definición objetiva ni un estándar que pueda establecerse –que un concepto de salud mental básico, universalmente aplicable es imposible.  Afirman que, como un comportamiento que se considera saludable o normal en una cultura puede ser considerada aberrante o neurótica en otra, todo criterio es una cuestión de “prejuicio cultural.”  Las teorías que sostienen esta posición insisten en que lo más cerca que se puede llegar a una definición de salud mental es: conformidad a las normas culturales. Por tanto afirman que una persona está mentalmente saludable en tanto esté “bien adaptada” a su cultura.

Y si uno pregunta:

¿Por qué es la adaptabilidad social la definición y norma de salud mental? Nunca dan una justificación racional o científica, meramente hacen la aserción. ¿Y qué hay de aquellos que desafían las normas?  ¿Están mentalmente enfermos?  ¿Son acaso, las mujeres que protestan contra los gobiernos, como el iraní, que violan su derecho a vestir como quieran, a conducir automóvil o a bailar en público, enfermas mentales? 

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¿Puede la salud mental consistir en estar bien adaptado a una cultura irrazonable? ¿Cómo al Islam, por ejemplo?  Una cultura que admite y obliga a desfigurarle la cara con ácido a una mujer desobediente. ¿Puede un alegre sirviente del Estado Islámico –que se siente feliz y sereno en su casa en este ambiente social –ser un ejemplo de salud mental?

El relativista cultural extremo, generalmente, prefiere ignorar esta pregunta. Pero si se le presiona, se ve obligado a responder que sí, que tal hombre sí está mentalmente sano; que es sólo desde nuestro prejuicioso punto de vista que su comportamiento parece aberrante. La arbitrariedad irrazonable o ilógica de igualar la salud mental con la adaptabilidad social y las conclusiones absurdas a que esa postura conducen, han sido notadas por varios escritores, quienes han propuesto una variedad de criterios más sostenibles para juzgar lo que es salud mental.

La persona mentalmente saludable, se dice, es aquella que posee una capacidad sin impedimentos para “crecer, desarrollarse y autorrealizarse”; para “saber quién es”, es decir, tener un sentido de identidad firme; para entender su propia motivación; para aceptarse a sí mismo; tener una personalidad integrada; etc.  Tales descripciones pueden muy bien ser válidas, pero no son definiciones de “salud mental” y su significado no siempre es claro. Uno puede estar de acuerdo con las características descritas en un sentido general, pero no proveen un “principio fundamental”, una identificación de la esencia de “salud mental.”

La clave para resolver el problema de definir el concepto de salud o enfermedad, según el Objetivismo, en lo que respecta a la mente, consiste en ver el asunto en un contexto biológico –recordando que el hombre es un organismo vivo, y que el concepto de salud y enfermedad están inextricablemente ligados a la alternativa básica de todo organismo: vivir o morir.   En la esfera de la salud y enfermedad física, se reconoce el hecho de la relación con la vida o muerte del organismo. Un cuerpo sano es aquel cuyos órganos funcionan eficientemente para mantener la vida del organismo; un cuerpo enfermo es aquel cuyos órganos no lo hacen.  La salud o enfermedad de cualquier parte del cuerpo humano se juzga por el estándar de que tan bien o mal desempeña su función de mantener al organismo con vida.

La vida es el estándar de juicio.

Ningún otro estándar racional es posible.  Es sólo la alternativa de vida o muerte lo que hace posible y significativo los conceptos de salud o enfermedad. Sin la vida como estándar, los conceptos de salud o enfermedad son ininteligibles.  Así como se evalúa la salud o enfermedad del cuerpo del hombre por el estándar de si su cuerpo está funcionando o no según lo requiere su vida, así se debe aplicar el mismo estándar para evaluar la salud o enfermedad de su mente.  La salud de la mente debe juzgarse de conformidad con que tan bien desempeña su función biológica.

¿Cuál es la función biológica de la mente?  Es la cognición, evaluación y regulación de la acción.  La función básica de la consciencia del hombre es la cognición, es decir, el darse cuenta de, y conocer, los hechos de la realidad.  Como el humano debe actuar, (la vida es acción autogenerada y auto sustentante), su supervivencia requiere que perciba y entienda la realidad, para poder regular su comportamiento en base a esa comprensión.  El vínculo crucial entre cognición y la regulación de la acción es la evaluación.  La evaluación es el proceso de identificar la relación beneficiosa o dañina de algún aspecto de la realidad con uno.  La evaluación genera deseos, emociones y fines.  El juicio de lo que es bueno o malo para sí, determina los fines que se propone un hombre, así como los medios por los que pretende alcanzarlos.  

Si los valores y fines de un hombre están en conflicto con los hechos de la realidad y con sus propias necesidades como organismo vivo, entonces se encamina inconscientemente hacia su autodestrucción.  Por tanto, la supervivencia del humano requiere  que la función evaluativa de su consciencia sea regulada por su función cognitiva, es decir, que sus valores y fines o metas sean elegidas en el contexto pleno de su conocimiento racional y entendimiento.  El hombre no es infalible y la salud mental no requiere nunca cometer errores de conocimiento o juicio.  El concepto de salud mental concierne al método por el cual funciona la mente.  Concierne a los principios por los que una mente opera al tratar con el material de la realidad. Concierne a la “psico-epistemología” del hombre.  El concepto “psico-epistemología”, como es usado en el Objetivismo, es original de Bárbara Branden, quien lo acuñó a mediados de los años de 1950.

Los procesos mentales pueden ser conscientes o subconscientes y voluntarios o automáticos.  En cada acto de pensamiento, hay una interacción constante entre las operaciones conscientes y voluntarias, y las subconscientes y automáticas. 

Por ejemplo, el propósito de resolver un problema se elige conscientemente y el conocimiento retenido en el nivel subconsciente se activa instantáneamente y se convierte en parte integral del pensamiento que resulta.  En el nivel consciente, la mente establece fines, descompone el problema en partes, en sub-problemas, monitorea el proceso de pensamiento para que sea consistente y relevante, etc.  En el nivel subconsciente, la mente, utilizando el conocimiento previamente adquirido, las memorias, observaciones, asociaciones, etc., provee el material que conduce a resolver el fin elegido.  La interacción entre las operaciones conscientes y voluntarias de la mente y las operaciones subconscientes y automáticas, es característica de toda actividad mental orientada a un fin, ya sea el fin adquirir conocimientos, resolver un problema, evocar una memoria, imaginar un evento, etc. 

La psico-epistemología es el estudio de la naturaleza, y la relación entre, las operaciones mentales conscientes, auto-reguladas y la fijación de metas, y las operaciones automáticas subconscientes.

La psico-epistemología se ocupa con todos los tipos posibles de operaciones mentales (normales o patológicas) de las que es capaz la mente; y con las diferencias individuales entre los hombres en su manera de funcionar cognitivamente.  El hombre es un auto-programador cuyas conclusiones, valores y órdenes permanentes dirigen el mecanismo integrativo automático de su subconsciente.   Conforme se desarrolla, una persona adquiere una manera característica de funcionamiento cognitivo, un método característico de tratar con problemas, de pensar, de procesar los datos de la realidad.

 Los hábitos mentales que adquiere una persona y las órdenes permanentes que establece, constituye su psico-epistemología característica, su método auto-programado de funcionamiento mental.  Estos hábitos y órdenes permanentes juegan un papel crucial en la dirección de las operaciones subconscientes automáticas, en determinar las integraciones que se van a hacer o no, el material que va o no a fluir al consciente, las implicaciones que una mente va a pescar o no, la facilidad, velocidad y productividad de un proceso mental dado.  Por tanto, la psico-epistemología característica de una persona puede o no ser apropiada, en mayor o menor grado, para la tarea de identificar y comprender la realidad.  Es evidente pues, que existe una relación entre la psico-epistemología y el asunto de la salud o enfermedad mental. 

El proceso de la operación psico-epistemológico puede dirigirse al fin de darse cuenta de, y comprender, la realidad, dirigirse a la cognición, es decir, estar orientado a la realidad. O puede ser regido por fines que implican evadir la realidad, es decir, fines que implican la perturbación o desestabilización del aparato cognitivo.  Esta es la alternativa radical sobre el asunto de la salud mental.   Si no fuera posible alternativa alguna en el modo de operar de la mente, no surgiría la cuestión de la salud o enfermedad mental.

La salud mental es la capacidad desbloqueada para el funcionamiento cognitivo vinculado a la realidad y el ejercicio de esta capacidad.  [Nathaniel Branden]

La enfermedad mental es el deterioro o deficiencia sostenida de esta capacidad para el funcionamiento cognitivo vinculado a la realidad.  [Nathaniel Branden]

Biológicamente, la vida es un estado y proceso de integración: la integración física del organismo y la integración de sus acciones en la dirección de fines que sirvan a su vida, son la condición previa y esencial del bienestar biológico –del éxito del organismo en la preservación de su vida.  Toda fuerza que acciona contra la integración, actúa contra la vida. La desintegración es el movimiento hacia la muerte.  La integración es básica en el proceso cognitivo y para la salud mental.  La desintegración y el conflicto es la característica distintiva de la enfermedad mental.  Las prácticas de evasión de la realidad, como represión, racionalización, auto-engaño y sus derivados, son desintegradoras por su propia naturaleza e intención.  El efecto de las prácticas de evasión de la realidad es el sabotaje de la cognición. Este es el primer instigador o provocador de los desórdenes mentales.

Una consciencia integrada, sin obstrucciones, en un contacto cognitivo inquebrantable con la realidad, es saludable.  Una consciencia bloqueada, desintegrada, incapacitada por el miedo, o inmovilizada por la depresión, corrompida en su funcionamiento por mecanismos de evasión de la realidad, una consciencia disociada de la realidad, está enferma.  La enfermedad mental es fundamentalmente, psico-epistemológica.  Un desorden mental es un desorden de la función de pensar.  Manifestaciones neuróticas y psicóticas, tales como respuestas emocionales inapropiadas o conductas aberrantes, son síntomas y consecuencias del mal funcionamiento de la mente.  Pero la raíz del problema es siempre la alienación mental de la realidad (en alguna forma, en mayor o menor grado).

Un ambiente irracional puede, y a menudo lo hace, contribuir, devastadoramente, al desarrollo de desórdenes psicológicos.  En lugar de fomentar el desarrollo cognitivo del niño, muchos adultos se afanan en suprimirlo y reprimirlo.  Pero sólo tienen éxito con la colaboración de la víctima. 

Hay niños que resisten las presiones irracionales, preservando su voluntad de entender y de alcanzar claridad cognitiva.  No destruyen su salud mental en aras de ajustarse a un medio ambiente insano.

Una doctrina que perturba la independencia intelectual, perturba la salud mental. La salud mental es la eficacia cognitiva desbloqueada. Ésta requiere e implica la independencia intelectual.

 

 

 

 

 

 

La salud mental desde el punto de vista objetivista

El concepto de salud mental concierne al método por el cual funciona la mente.  Concierne a los principios por los que una mente opera al tratar con el material de la realidad.

Warren Orbaugh |
06 de marzo, 2023
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No existe un acuerdo general entre psicólogos, psiquiatras y filósofos sobre la naturaleza de la salud mental.  Muchos escritores declaran que no existe una definición objetiva ni un estándar que pueda establecerse –que un concepto de salud mental básico, universalmente aplicable es imposible.  Afirman que, como un comportamiento que se considera saludable o normal en una cultura puede ser considerada aberrante o neurótica en otra, todo criterio es una cuestión de “prejuicio cultural.”  Las teorías que sostienen esta posición insisten en que lo más cerca que se puede llegar a una definición de salud mental es: conformidad a las normas culturales. Por tanto afirman que una persona está mentalmente saludable en tanto esté “bien adaptada” a su cultura.

Y si uno pregunta:

¿Por qué es la adaptabilidad social la definición y norma de salud mental? Nunca dan una justificación racional o científica, meramente hacen la aserción. ¿Y qué hay de aquellos que desafían las normas?  ¿Están mentalmente enfermos?  ¿Son acaso, las mujeres que protestan contra los gobiernos, como el iraní, que violan su derecho a vestir como quieran, a conducir automóvil o a bailar en público, enfermas mentales? 

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¿Puede la salud mental consistir en estar bien adaptado a una cultura irrazonable? ¿Cómo al Islam, por ejemplo?  Una cultura que admite y obliga a desfigurarle la cara con ácido a una mujer desobediente. ¿Puede un alegre sirviente del Estado Islámico –que se siente feliz y sereno en su casa en este ambiente social –ser un ejemplo de salud mental?

El relativista cultural extremo, generalmente, prefiere ignorar esta pregunta. Pero si se le presiona, se ve obligado a responder que sí, que tal hombre sí está mentalmente sano; que es sólo desde nuestro prejuicioso punto de vista que su comportamiento parece aberrante. La arbitrariedad irrazonable o ilógica de igualar la salud mental con la adaptabilidad social y las conclusiones absurdas a que esa postura conducen, han sido notadas por varios escritores, quienes han propuesto una variedad de criterios más sostenibles para juzgar lo que es salud mental.

La persona mentalmente saludable, se dice, es aquella que posee una capacidad sin impedimentos para “crecer, desarrollarse y autorrealizarse”; para “saber quién es”, es decir, tener un sentido de identidad firme; para entender su propia motivación; para aceptarse a sí mismo; tener una personalidad integrada; etc.  Tales descripciones pueden muy bien ser válidas, pero no son definiciones de “salud mental” y su significado no siempre es claro. Uno puede estar de acuerdo con las características descritas en un sentido general, pero no proveen un “principio fundamental”, una identificación de la esencia de “salud mental.”

La clave para resolver el problema de definir el concepto de salud o enfermedad, según el Objetivismo, en lo que respecta a la mente, consiste en ver el asunto en un contexto biológico –recordando que el hombre es un organismo vivo, y que el concepto de salud y enfermedad están inextricablemente ligados a la alternativa básica de todo organismo: vivir o morir.   En la esfera de la salud y enfermedad física, se reconoce el hecho de la relación con la vida o muerte del organismo. Un cuerpo sano es aquel cuyos órganos funcionan eficientemente para mantener la vida del organismo; un cuerpo enfermo es aquel cuyos órganos no lo hacen.  La salud o enfermedad de cualquier parte del cuerpo humano se juzga por el estándar de que tan bien o mal desempeña su función de mantener al organismo con vida.

La vida es el estándar de juicio.

Ningún otro estándar racional es posible.  Es sólo la alternativa de vida o muerte lo que hace posible y significativo los conceptos de salud o enfermedad. Sin la vida como estándar, los conceptos de salud o enfermedad son ininteligibles.  Así como se evalúa la salud o enfermedad del cuerpo del hombre por el estándar de si su cuerpo está funcionando o no según lo requiere su vida, así se debe aplicar el mismo estándar para evaluar la salud o enfermedad de su mente.  La salud de la mente debe juzgarse de conformidad con que tan bien desempeña su función biológica.

¿Cuál es la función biológica de la mente?  Es la cognición, evaluación y regulación de la acción.  La función básica de la consciencia del hombre es la cognición, es decir, el darse cuenta de, y conocer, los hechos de la realidad.  Como el humano debe actuar, (la vida es acción autogenerada y auto sustentante), su supervivencia requiere que perciba y entienda la realidad, para poder regular su comportamiento en base a esa comprensión.  El vínculo crucial entre cognición y la regulación de la acción es la evaluación.  La evaluación es el proceso de identificar la relación beneficiosa o dañina de algún aspecto de la realidad con uno.  La evaluación genera deseos, emociones y fines.  El juicio de lo que es bueno o malo para sí, determina los fines que se propone un hombre, así como los medios por los que pretende alcanzarlos.  

Si los valores y fines de un hombre están en conflicto con los hechos de la realidad y con sus propias necesidades como organismo vivo, entonces se encamina inconscientemente hacia su autodestrucción.  Por tanto, la supervivencia del humano requiere  que la función evaluativa de su consciencia sea regulada por su función cognitiva, es decir, que sus valores y fines o metas sean elegidas en el contexto pleno de su conocimiento racional y entendimiento.  El hombre no es infalible y la salud mental no requiere nunca cometer errores de conocimiento o juicio.  El concepto de salud mental concierne al método por el cual funciona la mente.  Concierne a los principios por los que una mente opera al tratar con el material de la realidad. Concierne a la “psico-epistemología” del hombre.  El concepto “psico-epistemología”, como es usado en el Objetivismo, es original de Bárbara Branden, quien lo acuñó a mediados de los años de 1950.

Los procesos mentales pueden ser conscientes o subconscientes y voluntarios o automáticos.  En cada acto de pensamiento, hay una interacción constante entre las operaciones conscientes y voluntarias, y las subconscientes y automáticas. 

Por ejemplo, el propósito de resolver un problema se elige conscientemente y el conocimiento retenido en el nivel subconsciente se activa instantáneamente y se convierte en parte integral del pensamiento que resulta.  En el nivel consciente, la mente establece fines, descompone el problema en partes, en sub-problemas, monitorea el proceso de pensamiento para que sea consistente y relevante, etc.  En el nivel subconsciente, la mente, utilizando el conocimiento previamente adquirido, las memorias, observaciones, asociaciones, etc., provee el material que conduce a resolver el fin elegido.  La interacción entre las operaciones conscientes y voluntarias de la mente y las operaciones subconscientes y automáticas, es característica de toda actividad mental orientada a un fin, ya sea el fin adquirir conocimientos, resolver un problema, evocar una memoria, imaginar un evento, etc. 

La psico-epistemología es el estudio de la naturaleza, y la relación entre, las operaciones mentales conscientes, auto-reguladas y la fijación de metas, y las operaciones automáticas subconscientes.

La psico-epistemología se ocupa con todos los tipos posibles de operaciones mentales (normales o patológicas) de las que es capaz la mente; y con las diferencias individuales entre los hombres en su manera de funcionar cognitivamente.  El hombre es un auto-programador cuyas conclusiones, valores y órdenes permanentes dirigen el mecanismo integrativo automático de su subconsciente.   Conforme se desarrolla, una persona adquiere una manera característica de funcionamiento cognitivo, un método característico de tratar con problemas, de pensar, de procesar los datos de la realidad.

 Los hábitos mentales que adquiere una persona y las órdenes permanentes que establece, constituye su psico-epistemología característica, su método auto-programado de funcionamiento mental.  Estos hábitos y órdenes permanentes juegan un papel crucial en la dirección de las operaciones subconscientes automáticas, en determinar las integraciones que se van a hacer o no, el material que va o no a fluir al consciente, las implicaciones que una mente va a pescar o no, la facilidad, velocidad y productividad de un proceso mental dado.  Por tanto, la psico-epistemología característica de una persona puede o no ser apropiada, en mayor o menor grado, para la tarea de identificar y comprender la realidad.  Es evidente pues, que existe una relación entre la psico-epistemología y el asunto de la salud o enfermedad mental. 

El proceso de la operación psico-epistemológico puede dirigirse al fin de darse cuenta de, y comprender, la realidad, dirigirse a la cognición, es decir, estar orientado a la realidad. O puede ser regido por fines que implican evadir la realidad, es decir, fines que implican la perturbación o desestabilización del aparato cognitivo.  Esta es la alternativa radical sobre el asunto de la salud mental.   Si no fuera posible alternativa alguna en el modo de operar de la mente, no surgiría la cuestión de la salud o enfermedad mental.

La salud mental es la capacidad desbloqueada para el funcionamiento cognitivo vinculado a la realidad y el ejercicio de esta capacidad.  [Nathaniel Branden]

La enfermedad mental es el deterioro o deficiencia sostenida de esta capacidad para el funcionamiento cognitivo vinculado a la realidad.  [Nathaniel Branden]

Biológicamente, la vida es un estado y proceso de integración: la integración física del organismo y la integración de sus acciones en la dirección de fines que sirvan a su vida, son la condición previa y esencial del bienestar biológico –del éxito del organismo en la preservación de su vida.  Toda fuerza que acciona contra la integración, actúa contra la vida. La desintegración es el movimiento hacia la muerte.  La integración es básica en el proceso cognitivo y para la salud mental.  La desintegración y el conflicto es la característica distintiva de la enfermedad mental.  Las prácticas de evasión de la realidad, como represión, racionalización, auto-engaño y sus derivados, son desintegradoras por su propia naturaleza e intención.  El efecto de las prácticas de evasión de la realidad es el sabotaje de la cognición. Este es el primer instigador o provocador de los desórdenes mentales.

Una consciencia integrada, sin obstrucciones, en un contacto cognitivo inquebrantable con la realidad, es saludable.  Una consciencia bloqueada, desintegrada, incapacitada por el miedo, o inmovilizada por la depresión, corrompida en su funcionamiento por mecanismos de evasión de la realidad, una consciencia disociada de la realidad, está enferma.  La enfermedad mental es fundamentalmente, psico-epistemológica.  Un desorden mental es un desorden de la función de pensar.  Manifestaciones neuróticas y psicóticas, tales como respuestas emocionales inapropiadas o conductas aberrantes, son síntomas y consecuencias del mal funcionamiento de la mente.  Pero la raíz del problema es siempre la alienación mental de la realidad (en alguna forma, en mayor o menor grado).

Un ambiente irracional puede, y a menudo lo hace, contribuir, devastadoramente, al desarrollo de desórdenes psicológicos.  En lugar de fomentar el desarrollo cognitivo del niño, muchos adultos se afanan en suprimirlo y reprimirlo.  Pero sólo tienen éxito con la colaboración de la víctima. 

Hay niños que resisten las presiones irracionales, preservando su voluntad de entender y de alcanzar claridad cognitiva.  No destruyen su salud mental en aras de ajustarse a un medio ambiente insano.

Una doctrina que perturba la independencia intelectual, perturba la salud mental. La salud mental es la eficacia cognitiva desbloqueada. Ésta requiere e implica la independencia intelectual.