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El Crown Hall de Mies Van Der Rohe, 2nda parte

Para Mies, como para Schopenhauer y Nietzsche, el arete es la esencia del operari (operario o artesano), una forma de experiencia motivada por la contracción de la voluntad ante la época histórica. Por medio del arte Mies crea una sintaxis coherente y recíproca.

.
Warren Orbaugh |
24 de abril, 2023

En mi entrega anterior afirmé que la construcción no es arquitectura, sino que el medio para materializar la arquitectura que es esa creación del espíritu, de la mente, que no es otra cosa que un orden de las partes entre ellas y con el todo conforme a una medida que sirve como matriz modular de otras que se derivan de esta. Como afirmara Le Corbusier, la arquitectura es cosa plástica. La plástica es aquello que se ve y se mide con los ojos.

También indiqué que el concepto de orden es esencial en el pensamiento y obra de Mies van der Rohe. El orden para Mies es una clara estructura mental que se materializa en la estructura física mediante la convergencia de la tecnología y el arte. Ve que los marcos de acero están vinculados al progreso tecnológico de la era moderna y que tienen el potencial metafísico que mediante el refinamiento ideal puede construir una arquitectura moderna que exprese la época. Así Mies contempla al perfil I como pilar y pilastra de la era de la máquina.

Así mismo mencioné que estando Mies convencido de que la avanzada era industrializada moderna tenía una necesidad profunda de orden, decide refinar la construcción en acero hasta llevarla a la excelencia clásica, al “arete” de los griegos. Pasar del “caos” como llama al estado de cosas, a la oposición radical que define bajo el término “cosmos”, que es una expresión de orden, pero más importante aún, de una armonía orgánica entre el todo y sus partes. Para Mies, como para Schopenhauer y Nietzsche, el arete es la esencia del operari (operario o artesano), una forma de experiencia motivada por la contracción de la voluntad ante la época histórica. Por medio del arte Mies crea una sintaxis coherente y recíproca. Construye una imagen de forma y forma una imagen de construcción, dándole a ambas una nueva credibilidad funcional y estética. Mies deseaba encontrar la “gran forma” (“die grosse Form”). Inició ese camino elevando la tecnología moderna a una forma monumental. En las manos de Mies, la construcción banal de elementos con perfiles I se eleva al nivel de lo clásico. Así se entiende que Mies dijera que los hechos objetivos nos son dados. «Tenemos ciencia» dijo, «tenemos tecnología, tenemos industrialización, todos son parte de la existencia del progreso. La cuestión es ahora, cómo guiarlos en una dirección que sea beneficiosa para todos nosotros. Entender una época significa entender su esencia y no cualquier cosa que uno ve. Lo que es importante en una época es muy difícil de encontrar porque hay un desarrollo muy lento de la gran forma. La gran forma no puede ser inventada por ti o por mí, pero tenemos que trabajar en ella sin saberlo. He tratado de hacer una arquitectura para una sociedad tecnológica. He tratado de mantener todo razonable y claro.»

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Igualmente escribí que la estética de Mies bien podría llamarse la ‘estética de lo invisible’, pues no es una celebración de lo visible sino una revelación de lo no visible que él hace visible a través del orden de la estructura y de la claridad de la construcción que apunta a la excelencia o arete griego. Y señalé que los ideales de ‘verdad’, ‘orden’ y ‘belleza’ que persiguió en toda su obra no son conceptos derivados del mundo del arte, sino de naturaleza filosófica, comprensibles sólo mediante la reflexión sobre la estructura intrínseca de su trabajo y de sus partes individuales. Esos tres conceptos se entrelazan para Mies: el de orden como ‘cosmos’, y los otros dos según se expresan en las sentencias de Tomás de Aquino: «Veritas est adaequatio rei et intellectus» (La verdad es la correspondencia entre lo afirmado y la cosa), y la de Agustín: «Pulchritudo veritatis splendor» (La belleza es el esplendor de la verdad).

Pero buscando la esencia de la verdad, Mies llega al concepto que más lo satisface: aletheia. El término griego, muchas veces traducido como ‘verdad’ corresponde con mayor exactitud a ‘des encubrimiento’, es decir, a que no oculta nada.

Describí Crown Hall como una gran sala sin pilares interiores cerrada enteramente de vidrio que ofrece un vasto espacio para profesores y alumnos de la escuela de arquitectura y urbanismo. La cubierta suspendida del edificio mide 120 por 220 pies. Los cuatro pórticos soldados dispuestos cada 60 pies cubren toda la anchura del techo, mientras que la losa tiene un voladizo de 20 pies. El edificio, excepto en las entradas, está rodeado por un muro cortina de vidrio esmerilado en las partes inferiores. Las ventanas superiores son de cristal y están provistas de celosía de lamas fijas. Una gran escalera de piedra da acceso a una plataforma situada a 6 pies del suelo. La sala propiamente dicha mide 18 pies de alto. El techo de paneles acústicos es blanco y el suelo es de losas de granito gris y los tabiques son de roble natural.

Señalé que Mies revela la estructura física en el exterior del Crown Hall con sus pilares proyectados hacia afuera y sus trabes hacia arriba del que cuelga la losa, “des encubiertos” en el espíritu de la aletheia. Los pilares de acero se muestran tal como son al igual que las trabes. Su ornamento se revela en el uso apropiado de los materiales y el orden intelectual esencial se manifiesta en las medidas del edificio. Estas medidas no necesitan verificarse con instrumento alguno. Basta con calcular los módulos, que son una matriz de cinco pies. Todo se deriva de éste en una composición que combina cuadrados con rectángulos áureos en un orden perfecto, al que no puede agregársele o quitársele algún elemento sin estropear el todo.

Mies también dijo que trabajaba sobre la arquitectura como lenguaje:

«No trabajo sobre arquitectura sino sobre la arquitectura como lenguaje. Creo que para tener un lenguaje se debe tener una gramática. Tienes que ser un lenguaje vivo, pero al final llegas a una gramática. Es una disciplina que puede utilizarse para propósitos normales y entonces hablas en prosa; si eres bueno utilizándola, hablas una prosa maravillosa; y si eres realmente bueno, puedes ser un poeta. Pero se trata del mismo lenguaje, esto es lo característico. Un poeta no produce un lenguaje diferente para cada poema. No es necesario; utiliza el mismo lenguaje incluso las mismas palabras.»

Esta concepción de Mies es más amplia de lo que entendieron sus detractores y críticos. Charles Jenks, muy preocupado con la semiótica criticó a Mies por haber hecho del Crown Hall con la claridad y simpleza de un templo del siglo XX convirtiéndolo en el edificio más importante dentro del conjunto de edificios del Tecnológico de Illinois que él mismo había diseñado. ¿Por qué el edificio de la facultad de arquitectura? ¿Por qué no la iglesia, como Memorial Church en Harvard que denota que los valores religiosos son lo más importante? O, ¿por qué no la biblioteca, ese templo donde se guarda el conocimiento denotando a éste como lo más importante, como en la Universidad de Virginia o en Columbia en Nueva York? Jenks concluye que a Mies no le interesa la arquitectura como lenguaje; en todo caso no como semiótica que indique la importancia de los valores por medio de la jerarquía de los edificios. Pero se equivoca.

Mies comprende los enunciados aristotélicos en la Ética a Nicómaco que dice uno que «la techne (técnica) es la facultad y maestría asistida por conocimiento y razonamiento verdadero (tecnología) para producir un producto contingente específico o un fin determinado …» y el otro que «la arquitectura (de arche – principal – y – tecton – técnica de construir) es la techne principal pues las otras le están subordinadas», y hace visibles estas verdades y valoraciones dándoles claridad por medio del orden jerárquico de los edificios del campus. Así les dice a sus estudiantes:

«Deben darse cuenta de que hay diferentes grados de orden. El orden real es lo que san Agustín dijo sobre la disposición de cosas iguales y diferentes de acuerdo con su naturaleza. Ese es el orden real. Ustedes pueden verlo si comparan el edificio de arquitectura con los otros del campus del tecnológico de Illinois. Pienso que el edificio de arquitectura es el más completo y el más refinado de todos en el campus y por lo tanto el más simple. En los otros edificios hay más bien un orden práctico en un nivel más económico y el edificio de arquitectura es más un orden espiritual.»

La filosofía detrás de la obre de Mies, el arquitecto más influyente del siglo XX queda manifiesta en unas pocas reflexiones que dirigió a los estudiantes del Tecnológico de Illinois en su discurso inaugural cuando se hizo cargo de la escuela:

«La educación debe llevarnos de la opinión irresponsable al juicio responsable. Debe llevarnos de lo arbitrario y fortuito al orden intelectual y la claridad racional. Debemos enfatizar el principio orgánico de orden como el medio de relacionar bien las partes entre ellas y con el todo. El largo camino desde el material y la función hasta la creación tiene un solo propósito: crear orden de esta confusión desesperada de nuestro tiempo. Debemos tener orden, dándole a cada cosa su lugar apropiado y justo de acuerdo con su naturaleza… No queremos más: no podemos hacer más. Nada puede expresar mejor el propósito y significado de nuestro trabajo que las profundas palabras de San Agustín: “La belleza es el esplendor de la verdad.”»

El Crown Hall de Mies Van Der Rohe, 2nda parte

Para Mies, como para Schopenhauer y Nietzsche, el arete es la esencia del operari (operario o artesano), una forma de experiencia motivada por la contracción de la voluntad ante la época histórica. Por medio del arte Mies crea una sintaxis coherente y recíproca.

Warren Orbaugh |
24 de abril, 2023
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En mi entrega anterior afirmé que la construcción no es arquitectura, sino que el medio para materializar la arquitectura que es esa creación del espíritu, de la mente, que no es otra cosa que un orden de las partes entre ellas y con el todo conforme a una medida que sirve como matriz modular de otras que se derivan de esta. Como afirmara Le Corbusier, la arquitectura es cosa plástica. La plástica es aquello que se ve y se mide con los ojos.

También indiqué que el concepto de orden es esencial en el pensamiento y obra de Mies van der Rohe. El orden para Mies es una clara estructura mental que se materializa en la estructura física mediante la convergencia de la tecnología y el arte. Ve que los marcos de acero están vinculados al progreso tecnológico de la era moderna y que tienen el potencial metafísico que mediante el refinamiento ideal puede construir una arquitectura moderna que exprese la época. Así Mies contempla al perfil I como pilar y pilastra de la era de la máquina.

Así mismo mencioné que estando Mies convencido de que la avanzada era industrializada moderna tenía una necesidad profunda de orden, decide refinar la construcción en acero hasta llevarla a la excelencia clásica, al “arete” de los griegos. Pasar del “caos” como llama al estado de cosas, a la oposición radical que define bajo el término “cosmos”, que es una expresión de orden, pero más importante aún, de una armonía orgánica entre el todo y sus partes. Para Mies, como para Schopenhauer y Nietzsche, el arete es la esencia del operari (operario o artesano), una forma de experiencia motivada por la contracción de la voluntad ante la época histórica. Por medio del arte Mies crea una sintaxis coherente y recíproca. Construye una imagen de forma y forma una imagen de construcción, dándole a ambas una nueva credibilidad funcional y estética. Mies deseaba encontrar la “gran forma” (“die grosse Form”). Inició ese camino elevando la tecnología moderna a una forma monumental. En las manos de Mies, la construcción banal de elementos con perfiles I se eleva al nivel de lo clásico. Así se entiende que Mies dijera que los hechos objetivos nos son dados. «Tenemos ciencia» dijo, «tenemos tecnología, tenemos industrialización, todos son parte de la existencia del progreso. La cuestión es ahora, cómo guiarlos en una dirección que sea beneficiosa para todos nosotros. Entender una época significa entender su esencia y no cualquier cosa que uno ve. Lo que es importante en una época es muy difícil de encontrar porque hay un desarrollo muy lento de la gran forma. La gran forma no puede ser inventada por ti o por mí, pero tenemos que trabajar en ella sin saberlo. He tratado de hacer una arquitectura para una sociedad tecnológica. He tratado de mantener todo razonable y claro.»

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Igualmente escribí que la estética de Mies bien podría llamarse la ‘estética de lo invisible’, pues no es una celebración de lo visible sino una revelación de lo no visible que él hace visible a través del orden de la estructura y de la claridad de la construcción que apunta a la excelencia o arete griego. Y señalé que los ideales de ‘verdad’, ‘orden’ y ‘belleza’ que persiguió en toda su obra no son conceptos derivados del mundo del arte, sino de naturaleza filosófica, comprensibles sólo mediante la reflexión sobre la estructura intrínseca de su trabajo y de sus partes individuales. Esos tres conceptos se entrelazan para Mies: el de orden como ‘cosmos’, y los otros dos según se expresan en las sentencias de Tomás de Aquino: «Veritas est adaequatio rei et intellectus» (La verdad es la correspondencia entre lo afirmado y la cosa), y la de Agustín: «Pulchritudo veritatis splendor» (La belleza es el esplendor de la verdad).

Pero buscando la esencia de la verdad, Mies llega al concepto que más lo satisface: aletheia. El término griego, muchas veces traducido como ‘verdad’ corresponde con mayor exactitud a ‘des encubrimiento’, es decir, a que no oculta nada.

Describí Crown Hall como una gran sala sin pilares interiores cerrada enteramente de vidrio que ofrece un vasto espacio para profesores y alumnos de la escuela de arquitectura y urbanismo. La cubierta suspendida del edificio mide 120 por 220 pies. Los cuatro pórticos soldados dispuestos cada 60 pies cubren toda la anchura del techo, mientras que la losa tiene un voladizo de 20 pies. El edificio, excepto en las entradas, está rodeado por un muro cortina de vidrio esmerilado en las partes inferiores. Las ventanas superiores son de cristal y están provistas de celosía de lamas fijas. Una gran escalera de piedra da acceso a una plataforma situada a 6 pies del suelo. La sala propiamente dicha mide 18 pies de alto. El techo de paneles acústicos es blanco y el suelo es de losas de granito gris y los tabiques son de roble natural.

Señalé que Mies revela la estructura física en el exterior del Crown Hall con sus pilares proyectados hacia afuera y sus trabes hacia arriba del que cuelga la losa, “des encubiertos” en el espíritu de la aletheia. Los pilares de acero se muestran tal como son al igual que las trabes. Su ornamento se revela en el uso apropiado de los materiales y el orden intelectual esencial se manifiesta en las medidas del edificio. Estas medidas no necesitan verificarse con instrumento alguno. Basta con calcular los módulos, que son una matriz de cinco pies. Todo se deriva de éste en una composición que combina cuadrados con rectángulos áureos en un orden perfecto, al que no puede agregársele o quitársele algún elemento sin estropear el todo.

Mies también dijo que trabajaba sobre la arquitectura como lenguaje:

«No trabajo sobre arquitectura sino sobre la arquitectura como lenguaje. Creo que para tener un lenguaje se debe tener una gramática. Tienes que ser un lenguaje vivo, pero al final llegas a una gramática. Es una disciplina que puede utilizarse para propósitos normales y entonces hablas en prosa; si eres bueno utilizándola, hablas una prosa maravillosa; y si eres realmente bueno, puedes ser un poeta. Pero se trata del mismo lenguaje, esto es lo característico. Un poeta no produce un lenguaje diferente para cada poema. No es necesario; utiliza el mismo lenguaje incluso las mismas palabras.»

Esta concepción de Mies es más amplia de lo que entendieron sus detractores y críticos. Charles Jenks, muy preocupado con la semiótica criticó a Mies por haber hecho del Crown Hall con la claridad y simpleza de un templo del siglo XX convirtiéndolo en el edificio más importante dentro del conjunto de edificios del Tecnológico de Illinois que él mismo había diseñado. ¿Por qué el edificio de la facultad de arquitectura? ¿Por qué no la iglesia, como Memorial Church en Harvard que denota que los valores religiosos son lo más importante? O, ¿por qué no la biblioteca, ese templo donde se guarda el conocimiento denotando a éste como lo más importante, como en la Universidad de Virginia o en Columbia en Nueva York? Jenks concluye que a Mies no le interesa la arquitectura como lenguaje; en todo caso no como semiótica que indique la importancia de los valores por medio de la jerarquía de los edificios. Pero se equivoca.

Mies comprende los enunciados aristotélicos en la Ética a Nicómaco que dice uno que «la techne (técnica) es la facultad y maestría asistida por conocimiento y razonamiento verdadero (tecnología) para producir un producto contingente específico o un fin determinado …» y el otro que «la arquitectura (de arche – principal – y – tecton – técnica de construir) es la techne principal pues las otras le están subordinadas», y hace visibles estas verdades y valoraciones dándoles claridad por medio del orden jerárquico de los edificios del campus. Así les dice a sus estudiantes:

«Deben darse cuenta de que hay diferentes grados de orden. El orden real es lo que san Agustín dijo sobre la disposición de cosas iguales y diferentes de acuerdo con su naturaleza. Ese es el orden real. Ustedes pueden verlo si comparan el edificio de arquitectura con los otros del campus del tecnológico de Illinois. Pienso que el edificio de arquitectura es el más completo y el más refinado de todos en el campus y por lo tanto el más simple. En los otros edificios hay más bien un orden práctico en un nivel más económico y el edificio de arquitectura es más un orden espiritual.»

La filosofía detrás de la obre de Mies, el arquitecto más influyente del siglo XX queda manifiesta en unas pocas reflexiones que dirigió a los estudiantes del Tecnológico de Illinois en su discurso inaugural cuando se hizo cargo de la escuela:

«La educación debe llevarnos de la opinión irresponsable al juicio responsable. Debe llevarnos de lo arbitrario y fortuito al orden intelectual y la claridad racional. Debemos enfatizar el principio orgánico de orden como el medio de relacionar bien las partes entre ellas y con el todo. El largo camino desde el material y la función hasta la creación tiene un solo propósito: crear orden de esta confusión desesperada de nuestro tiempo. Debemos tener orden, dándole a cada cosa su lugar apropiado y justo de acuerdo con su naturaleza… No queremos más: no podemos hacer más. Nada puede expresar mejor el propósito y significado de nuestro trabajo que las profundas palabras de San Agustín: “La belleza es el esplendor de la verdad.”»