Política
Política
Empresa
Empresa
Investigación y Análisis
Investigación y Análisis
Internacional
Internacional
Opinión
Opinión
Inmobiliaria
Inmobiliaria
Agenda Empresarial
Agenda Empresarial

Este domingo, a votar, a votar, vamos todos a votar

De nada sirve desear que las condiciones fueran distintas de cómo son ni que los candidatos fueran exactamente lo que quisiéramos.  Lo que tenemos es con lo que contamos. 

.
Warren Orbaugh |
19 de junio, 2023

¿Entre estos tengo que elegir?

Sí. Estos candidatos son la oferta existente.  El sistema de partidos es el que tenemos.  Este es el juego que acordamos jugar. 

Pero si ninguno te parece ser el candidato ideal, ¿Por qué votar por el ‘menos peor’?

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

Nunca va a haber un candidato ideal que satisfaga las expectativas de todos.  Primero, porque ninguno es un ángel.  Sería una ingenuidad suponer que los políticos que llegan y los que no llegan al poder son ángeles.  Es por eso que lo que necesitamos es un sistema donde no importe quien llegue ni lo que haga, un sistema que limite el poder para blindarlo contra ineptos, un sistema que sólo pueda ser administrado sin admitir “brillantes” iniciativas.  Como aún no tenemos ese sistema, lo más cercano es el voto cruzado para que entre los políticos se bloqueen unos a otros evitando así, iniciativas perjudiciales –posibles si creamos una aplanadora.

Segundo, siempre habrá quienes intenten difamar aún al mejor candidato mediante campañas negras.  Inventarán las cosas más absurdas y tratarán de desinformar a la población.  Sinceramente, no creo que la competencia política se dé entre damas y caballeros.  Aunque los candidatos lo fueran, sus partidarios incluirían en sus filas a las criaturas más deshonrosas, capaces de cualquier cosa, quienes viven bajo la consigna de que los fines justifican los medios.  De eso hemos sido testigos en la campaña de estas “alegres elecciones”, donde hemos visto toda clase de descalificaciones –relevantes o no.  Así que la información o desinformación con que nos bombardean sobre cada candidato no nos ayuda a tener una imagen –real o ficticia– de un ‘candidato ideal’.  Por eso la imagen que nos formamos de todos los candidatos nos hace creer que elegimos al ‘menos peor’, sea esto cierto o no.

Pero no tengo que darle mi voto a candidato alguno, dirás. Pensarás que, si ninguno cumple con tus expectativas, ni con tus principios, ¿por qué no votar nulo?

Esta postura, de supuestamente no comprometer mis principios, y por tanto no votar por ningún candidato, porque ninguno comparte totalmente mi ideología, es una actitud imprudente.

¿Por qué?

La actitud racional nos exige identificar la realidad interpretando la evidencia que nos proporcionan los sentidos.  Por medio de la razón nos damos cuenta de que las acciones tienen consecuencias a corto y a largo plazo.  Nuestra supervivencia depende de que podamos identificar y distinguir lo que nos beneficia de lo que nos perjudica.  El buen juicio y la prudencia nos impele a elegir lo primero y a evitar lo segundo.

El voto nulo tiene como consecuencia ayudar a aquel candidato que se encuentre entre los punteros y que en definitiva no querríamos que ganara, ya que disminuye el caudal de votos con los que compite, aumentando así su ventaja porcentual, porque cuenta con una cantidad de votos duros que no cambian.  De esa manera, al justificar nuestro voto nulo bajo el pretexto de seguir ‘mis principios y no comprometerlos’, como no podemos escapar a la realidad, ni sirve fingir que es distinta de como es, estaremos, como consecuencia de nuestra decisión, ayudando a aquel candidato que muy posiblemente consideramos ser el más perjudicial.

La política es, al fin de cuentas, como un juego de ajedrez.  En las elecciones podemos, con nuestro voto bien pensado, influir en cómo queremos que se muevan las piezas.  De nada sirve desear que las condiciones fueran distintas de cómo son ni que los candidatos fueran exactamente lo que quisiéramos.  Lo que tenemos es con lo que contamos. 

De ti depende que juegues bien tus piezas. Así que, a votar, a votar, vamos todos a votar.

Este domingo, a votar, a votar, vamos todos a votar

De nada sirve desear que las condiciones fueran distintas de cómo son ni que los candidatos fueran exactamente lo que quisiéramos.  Lo que tenemos es con lo que contamos. 

Warren Orbaugh |
19 de junio, 2023
.

¿Entre estos tengo que elegir?

Sí. Estos candidatos son la oferta existente.  El sistema de partidos es el que tenemos.  Este es el juego que acordamos jugar. 

Pero si ninguno te parece ser el candidato ideal, ¿Por qué votar por el ‘menos peor’?

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

Nunca va a haber un candidato ideal que satisfaga las expectativas de todos.  Primero, porque ninguno es un ángel.  Sería una ingenuidad suponer que los políticos que llegan y los que no llegan al poder son ángeles.  Es por eso que lo que necesitamos es un sistema donde no importe quien llegue ni lo que haga, un sistema que limite el poder para blindarlo contra ineptos, un sistema que sólo pueda ser administrado sin admitir “brillantes” iniciativas.  Como aún no tenemos ese sistema, lo más cercano es el voto cruzado para que entre los políticos se bloqueen unos a otros evitando así, iniciativas perjudiciales –posibles si creamos una aplanadora.

Segundo, siempre habrá quienes intenten difamar aún al mejor candidato mediante campañas negras.  Inventarán las cosas más absurdas y tratarán de desinformar a la población.  Sinceramente, no creo que la competencia política se dé entre damas y caballeros.  Aunque los candidatos lo fueran, sus partidarios incluirían en sus filas a las criaturas más deshonrosas, capaces de cualquier cosa, quienes viven bajo la consigna de que los fines justifican los medios.  De eso hemos sido testigos en la campaña de estas “alegres elecciones”, donde hemos visto toda clase de descalificaciones –relevantes o no.  Así que la información o desinformación con que nos bombardean sobre cada candidato no nos ayuda a tener una imagen –real o ficticia– de un ‘candidato ideal’.  Por eso la imagen que nos formamos de todos los candidatos nos hace creer que elegimos al ‘menos peor’, sea esto cierto o no.

Pero no tengo que darle mi voto a candidato alguno, dirás. Pensarás que, si ninguno cumple con tus expectativas, ni con tus principios, ¿por qué no votar nulo?

Esta postura, de supuestamente no comprometer mis principios, y por tanto no votar por ningún candidato, porque ninguno comparte totalmente mi ideología, es una actitud imprudente.

¿Por qué?

La actitud racional nos exige identificar la realidad interpretando la evidencia que nos proporcionan los sentidos.  Por medio de la razón nos damos cuenta de que las acciones tienen consecuencias a corto y a largo plazo.  Nuestra supervivencia depende de que podamos identificar y distinguir lo que nos beneficia de lo que nos perjudica.  El buen juicio y la prudencia nos impele a elegir lo primero y a evitar lo segundo.

El voto nulo tiene como consecuencia ayudar a aquel candidato que se encuentre entre los punteros y que en definitiva no querríamos que ganara, ya que disminuye el caudal de votos con los que compite, aumentando así su ventaja porcentual, porque cuenta con una cantidad de votos duros que no cambian.  De esa manera, al justificar nuestro voto nulo bajo el pretexto de seguir ‘mis principios y no comprometerlos’, como no podemos escapar a la realidad, ni sirve fingir que es distinta de como es, estaremos, como consecuencia de nuestra decisión, ayudando a aquel candidato que muy posiblemente consideramos ser el más perjudicial.

La política es, al fin de cuentas, como un juego de ajedrez.  En las elecciones podemos, con nuestro voto bien pensado, influir en cómo queremos que se muevan las piezas.  De nada sirve desear que las condiciones fueran distintas de cómo son ni que los candidatos fueran exactamente lo que quisiéramos.  Lo que tenemos es con lo que contamos. 

De ti depende que juegues bien tus piezas. Así que, a votar, a votar, vamos todos a votar.