Luego de la Semana Mayor, regresar y volver a tomar ritmo cuesta, sobre todo cuando nos encontramos a la mitad de un Proceso Electoral. Es necesario animarnos y animar a los demás a no desfallecer. Para mi grata sorpresa me encontré en mi viaje familiar de Semana Santa con unas carreteras a occidente mejor de los que las recordaba, y más de un nuevo desarrollo inmobiliario que denota la confianza de inversores en el país. Ello no insinúa que todo esté bien, pero claramente no todo está mal.

Trabajar duro por un mejor país es difícil porque es justamente eso, duro, arduo, pesado, cansado e incluso agobiante pero al final vale la pena. El trabajo duro es la forma en que hemos avanzado como humanidad y la historia nos demuestra que es la única verdadera forma de avanzar para la humanidad. Los trabajos fáciles existen pero no son el camino del verdadero desarrollo. El país necesita una mentalidad nueva e infinita, no de cada cuatro años, no de cada período presidencial sino una mentalidad de vida, de ciudadano que tiene la responsabilidad de durante toda su vida lograr aportar con seriedad al desarrollo nacional.

Esto es bueno porque siempre habrá oportunidad para mejorar, siempre habrá espacio para aportar, para trabajar, trabajar duro, arduo, hasta estar casado, incluso agobiado. El trabajo es lo que no solo edifica al país es lo que edifica a cada persona. El reto debe ser bien recibido, bien visto, y ahora que se regresa del asueto de la Semana Mayor debemos asumir el reto de cumplir con todas nuestras obligaciones diarias y además lo invito, estimado lector, a asumir con buenos ojos el reto de meditar y decidir por quién va a votar.

La decisión no es fácil ni siquiera cómoda porque con honestidad la oferta política no es buena, pero no es por los políticos por quienes debemos hacerlo, ni por los partidos, sino por nosotros y nuestros seres queridos, y con querer o sin querer de esa forma lo haremos por el país. Asumir la responsabilidad de formarnos es asumir la responsabilidad de formar una mejor Guatemala.