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Indolencia de género, justicia para Rubiales

Que este lamentable caso nos sirva de advertencia respecto a los problemas que acarrea la narrativa progresista, la cual se encamina sin demasiada resistencia hacia una dictadura posverdad totalitaria, a menos que los que creemos en el principio de razonabilidad hagamos algo para detenerla de una buena vez.

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Roberto Carlos Recinos-Abularach |
30 de agosto, 2023

Una persona indolente es perezosa –que no se esfuerza– e insensible –que no se conmueve. El advenimiento del progresismo político con su particular agresividad cultural he vuelto a hacer de las suyas en España, permitiendo que la indolencia producto del fanatismo ideológico sometiese una vez más a la razón y, por ende, a la verdad. Durante la última semana ha sonado mucho el caso del presidente de la Real Federación Española de Futbol, Luis Rubiales, quien le dio un beso a la capitana de la selección española de futbol femenino, Jenni Hermoso, durante la celebración del histórico título mundial conseguido por ellas frente a la favorita Inglaterra.

El “presi Rubi”, como le dicen las jugadoras, fue más que ingenuo, en realidad muy poco inteligente, al pedirle un “pico” o “topón” a Hermoso frente a las cámaras ¡españolas! en esta era de hegemonía feminista. El tufo dogmático que dejó Podemos y que el PSOE no ha sido capaz de superar ha, efectivamente, moldeado el imaginario colectivo a tal punto que acosar a los hombres y beatificar a las mujeres, independientemente de la realidad, es un acto reflejo en ese país (y en muchas partes del mundo, incluyendo a un gran sector de Guatemala).

En todo caso, para terminar de contarles el caso sin darle muchas vueltas, Hermoso se carcajeó de todo el asunto, bromeando sobre ello con sus compañeras de selección, quienes incluso llegaron a corear a Rubiales al grito unánime de “presi, presi, presi, beso, beso, beso”, después de los hechos, ya en el vestuario, y después, en el bus de regreso al hotel (hay videos). En un principio, la protagonista llegó a admitir que “fue un gesto mutuo, de cariño y agradecimiento”.  El problema surgió cuando las imágenes fueron vistas por terceros alrededor de España y el mundo, quienes rápidamente condenaron a Rubiales por machista, agresor y algunos hasta lo tacharon de violador. Hermoso, en un acto de cobardía, hipocresía, incoherencia y llana traición, se subió al tren del feminismo tóxico acusando públicamente al presidente de la federación como agresor sexual y solicitando una amonestación ejemplar.

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Al día de hoy, Luis Rubiales se encuentra suspendido sin goce de salario ni beneficios y el linchamiento mediático en su contra continúa cada día, a pesar de las pruebas que demuestran que el beso fue consentido y que Jenni Hermoso lo celebró por todo lo alto con sus compañeras de selección, evidenciando que no lo interpretó ella misma como una agresión. La falta de interés por el bienestar del prójimo que los progresistas y feministas venenosos inyectan a la sociedad, en pro de avanzar su oscura agenda, debe parar ya. Personalmente, confío en lo que queda de sensatez del sistema de justicia español para que se esclarezcan oficialmente los hechos, que Rubiales sea reinstalado en su cargo y su nombre reivindicado, al menos profesionalmente (y es que, insisto, lo que hizo no fue inteligente ni apropiado, pero de allí a que sea un agresor sexual que merezca ser asesinado socialmente hay más de una galaxia).

Que este lamentable caso nos sirva de advertencia respecto a los problemas que acarrea la narrativa progresista, la cual se encamina sin demasiada resistencia hacia una dictadura posverdad totalitaria, a menos que los que creemos en el principio de razonabilidad hagamos algo para detenerla de una buena vez.

Y es que, si hubiese reinado la cordura y prevalecido la verdad, España estaría hoy disfrutando de una gesta deportiva histórica, unidos todos, y no fragmentándose más por narrativas manufacturadas y denuncias falsas.

Esto es lo que hace la dictadura de género propia de políticas y cuentos progresistas.

 

Indolencia de género, justicia para Rubiales

Que este lamentable caso nos sirva de advertencia respecto a los problemas que acarrea la narrativa progresista, la cual se encamina sin demasiada resistencia hacia una dictadura posverdad totalitaria, a menos que los que creemos en el principio de razonabilidad hagamos algo para detenerla de una buena vez.

Roberto Carlos Recinos-Abularach |
30 de agosto, 2023
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Una persona indolente es perezosa –que no se esfuerza– e insensible –que no se conmueve. El advenimiento del progresismo político con su particular agresividad cultural he vuelto a hacer de las suyas en España, permitiendo que la indolencia producto del fanatismo ideológico sometiese una vez más a la razón y, por ende, a la verdad. Durante la última semana ha sonado mucho el caso del presidente de la Real Federación Española de Futbol, Luis Rubiales, quien le dio un beso a la capitana de la selección española de futbol femenino, Jenni Hermoso, durante la celebración del histórico título mundial conseguido por ellas frente a la favorita Inglaterra.

El “presi Rubi”, como le dicen las jugadoras, fue más que ingenuo, en realidad muy poco inteligente, al pedirle un “pico” o “topón” a Hermoso frente a las cámaras ¡españolas! en esta era de hegemonía feminista. El tufo dogmático que dejó Podemos y que el PSOE no ha sido capaz de superar ha, efectivamente, moldeado el imaginario colectivo a tal punto que acosar a los hombres y beatificar a las mujeres, independientemente de la realidad, es un acto reflejo en ese país (y en muchas partes del mundo, incluyendo a un gran sector de Guatemala).

En todo caso, para terminar de contarles el caso sin darle muchas vueltas, Hermoso se carcajeó de todo el asunto, bromeando sobre ello con sus compañeras de selección, quienes incluso llegaron a corear a Rubiales al grito unánime de “presi, presi, presi, beso, beso, beso”, después de los hechos, ya en el vestuario, y después, en el bus de regreso al hotel (hay videos). En un principio, la protagonista llegó a admitir que “fue un gesto mutuo, de cariño y agradecimiento”.  El problema surgió cuando las imágenes fueron vistas por terceros alrededor de España y el mundo, quienes rápidamente condenaron a Rubiales por machista, agresor y algunos hasta lo tacharon de violador. Hermoso, en un acto de cobardía, hipocresía, incoherencia y llana traición, se subió al tren del feminismo tóxico acusando públicamente al presidente de la federación como agresor sexual y solicitando una amonestación ejemplar.

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Al día de hoy, Luis Rubiales se encuentra suspendido sin goce de salario ni beneficios y el linchamiento mediático en su contra continúa cada día, a pesar de las pruebas que demuestran que el beso fue consentido y que Jenni Hermoso lo celebró por todo lo alto con sus compañeras de selección, evidenciando que no lo interpretó ella misma como una agresión. La falta de interés por el bienestar del prójimo que los progresistas y feministas venenosos inyectan a la sociedad, en pro de avanzar su oscura agenda, debe parar ya. Personalmente, confío en lo que queda de sensatez del sistema de justicia español para que se esclarezcan oficialmente los hechos, que Rubiales sea reinstalado en su cargo y su nombre reivindicado, al menos profesionalmente (y es que, insisto, lo que hizo no fue inteligente ni apropiado, pero de allí a que sea un agresor sexual que merezca ser asesinado socialmente hay más de una galaxia).

Que este lamentable caso nos sirva de advertencia respecto a los problemas que acarrea la narrativa progresista, la cual se encamina sin demasiada resistencia hacia una dictadura posverdad totalitaria, a menos que los que creemos en el principio de razonabilidad hagamos algo para detenerla de una buena vez.

Y es que, si hubiese reinado la cordura y prevalecido la verdad, España estaría hoy disfrutando de una gesta deportiva histórica, unidos todos, y no fragmentándose más por narrativas manufacturadas y denuncias falsas.

Esto es lo que hace la dictadura de género propia de políticas y cuentos progresistas.