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La Mara 48

Es evidente que las palabras para ellos no significan nada. Son meramente sonidos para aparentar que no son bestias salvajes, que sus desmanes obedecen a razones, que sus abusos tienen alguna justificación. 

.
Warren Orbaugh |
20 de noviembre, 2023

Una mara es una organización terrorista. Es una pandilla criminal. Sus integrantes, varios de ellos exguerrilleros, se dedican a extorsionar, a secuestrar, a robar, a asesinar, y a tratar de controlar un territorio mediante la amenaza. En fin, a violar los derechos de los ciudadanos. Su conducta no es la de hombres civilizados, sino que la de brutos vandálicos, salvajes que apenas se distinguen de las bestias irracionales. Su entendimiento no ha sido capaz de advertir que la cooperación social es más fecunda que el robo y el pillaje. Por eso pretenden satisfacer sus caprichos mediante la coerción. 

Su mente, restringida a lo concreto, incapaz de comprender conceptos, les permite manejar palabras siempre que signifiquen cosas concretas, entes que puedan ver, como mesa, pan, billete, camión, etc. Cuando manejan vocablos que denotan conceptos complejos como justicia, orden político, libertad, estado de derecho, o similares, los usan meramente como sonidos cuyo significado desconocen. Como loros repiten sin entender. Sin embargo, no quiere decir esto que no sean listos. Cual jauría su inteligencia les alcanza para planear y coordinar sus acciones violentas para tratar de alcanzar sus fines en manada. 

A pesar de que los 48 Cantones manifiestan administrar un sistema de justicia propio, establecido por Asambleas Comunales, para servir en pro del bienestar y la paz, sus acciones indican otra cosa. Quizás porque en los años 70 el Ejército Guerrillero de los Pobres – EGP – infiltró su organización es que se dirigió hacia fines distintos a preservar su identidad cultural y buscar su desarrollo comunitario.  

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Ahora los hemos visto militar contra instituciones del Estado retomando el discurso de la guerrilla. Bloquearon las diversas carreteras del país, violando el derecho a la vida de los habitantes que alegan representar – impidiéndoles que puedan actuar según su mejor juicio para buscar lo que les es de provecho y eludir lo que les perjudica, evitando que puedan ir a trabajar para ganarse el sustento propio y el de su familia, imposibilitándoles que puedan acudir a la cita en el hospital de la que depende su vida. Le causaron al pueblo de Guatemala una pérdida de Q. 2000 millones de quetzales.  

Declaran que defienden los derechos de los ciudadanos, pero coaccionaron a los habitantes de Totonicapán amenazándolos con cerrarles sus negocios e imponerles multas si no iban a bloquear las carreteras. 

Proclaman que defienden la democracia, mas Luis Pacheco cambió al recién democráticamente electo presidente de los cantones Vicente Juan Tzoc por estar en contra de los bloqueos. Impuso a su allegado Edin Rafael Zapeta Tzul, para proseguir con su política de extorsionar al pueblo de Guatemala con el propósito de lograr conseguir su nefasto fin.

Dicen defender el Estado de Derecho y la justicia, sin embargo, presionan violentamente para violar la ley. Coaccionan para impedir por la fuerza la ejecución de las leyes y resoluciones judiciales para proteger a los delincuentes del grupo Semilla buscando que sus fechorías queden impunes. Extorsionan a la ciudadanía para deponer funcionarios públicos sabiendo que la ley prohíbe destituirlos. Atacan y apedrean a diputados cediendo a su odio contra las autoridades. En verdad, a estos sediciosos la ley les importa un bledo. 

Y como no consiguen que el Estado se doblegue a sus caprichos, ahora los “lideres ancestrales” amenazan con volver a bloquear rutas del territorio nacional asegurando que serán por más tiempo – al menos dos meses.  

Es evidente que las palabras para ellos no significan nada. Son meramente sonidos para aparentar que no son bestias salvajes, que sus desmanes obedecen a razones, que sus abusos tienen alguna justificación. 

Pero como dice el refrán: por sus actos los conoceréis. Y sus actos indican que son una horda de criminales, es decir una mara. La mara 48. Una pandilla que quiere mediante la intimidación satisfacer sus caprichos. 

Empero, como sociedad no podemos tolerar la intimidación de los delincuentes como medio de resolver disputas. Si lo hacemos perderemos el derecho moral de existir como sociedad, como Estado de Derecho, y al igual que lo que sucedió en Venezuela, el colapso será inminente. 

 

El contenido en la sección de Opinión es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la postura o la línea editorial de República.

La Mara 48

Es evidente que las palabras para ellos no significan nada. Son meramente sonidos para aparentar que no son bestias salvajes, que sus desmanes obedecen a razones, que sus abusos tienen alguna justificación. 

Warren Orbaugh |
20 de noviembre, 2023
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Una mara es una organización terrorista. Es una pandilla criminal. Sus integrantes, varios de ellos exguerrilleros, se dedican a extorsionar, a secuestrar, a robar, a asesinar, y a tratar de controlar un territorio mediante la amenaza. En fin, a violar los derechos de los ciudadanos. Su conducta no es la de hombres civilizados, sino que la de brutos vandálicos, salvajes que apenas se distinguen de las bestias irracionales. Su entendimiento no ha sido capaz de advertir que la cooperación social es más fecunda que el robo y el pillaje. Por eso pretenden satisfacer sus caprichos mediante la coerción. 

Su mente, restringida a lo concreto, incapaz de comprender conceptos, les permite manejar palabras siempre que signifiquen cosas concretas, entes que puedan ver, como mesa, pan, billete, camión, etc. Cuando manejan vocablos que denotan conceptos complejos como justicia, orden político, libertad, estado de derecho, o similares, los usan meramente como sonidos cuyo significado desconocen. Como loros repiten sin entender. Sin embargo, no quiere decir esto que no sean listos. Cual jauría su inteligencia les alcanza para planear y coordinar sus acciones violentas para tratar de alcanzar sus fines en manada. 

A pesar de que los 48 Cantones manifiestan administrar un sistema de justicia propio, establecido por Asambleas Comunales, para servir en pro del bienestar y la paz, sus acciones indican otra cosa. Quizás porque en los años 70 el Ejército Guerrillero de los Pobres – EGP – infiltró su organización es que se dirigió hacia fines distintos a preservar su identidad cultural y buscar su desarrollo comunitario.  

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Ahora los hemos visto militar contra instituciones del Estado retomando el discurso de la guerrilla. Bloquearon las diversas carreteras del país, violando el derecho a la vida de los habitantes que alegan representar – impidiéndoles que puedan actuar según su mejor juicio para buscar lo que les es de provecho y eludir lo que les perjudica, evitando que puedan ir a trabajar para ganarse el sustento propio y el de su familia, imposibilitándoles que puedan acudir a la cita en el hospital de la que depende su vida. Le causaron al pueblo de Guatemala una pérdida de Q. 2000 millones de quetzales.  

Declaran que defienden los derechos de los ciudadanos, pero coaccionaron a los habitantes de Totonicapán amenazándolos con cerrarles sus negocios e imponerles multas si no iban a bloquear las carreteras. 

Proclaman que defienden la democracia, mas Luis Pacheco cambió al recién democráticamente electo presidente de los cantones Vicente Juan Tzoc por estar en contra de los bloqueos. Impuso a su allegado Edin Rafael Zapeta Tzul, para proseguir con su política de extorsionar al pueblo de Guatemala con el propósito de lograr conseguir su nefasto fin.

Dicen defender el Estado de Derecho y la justicia, sin embargo, presionan violentamente para violar la ley. Coaccionan para impedir por la fuerza la ejecución de las leyes y resoluciones judiciales para proteger a los delincuentes del grupo Semilla buscando que sus fechorías queden impunes. Extorsionan a la ciudadanía para deponer funcionarios públicos sabiendo que la ley prohíbe destituirlos. Atacan y apedrean a diputados cediendo a su odio contra las autoridades. En verdad, a estos sediciosos la ley les importa un bledo. 

Y como no consiguen que el Estado se doblegue a sus caprichos, ahora los “lideres ancestrales” amenazan con volver a bloquear rutas del territorio nacional asegurando que serán por más tiempo – al menos dos meses.  

Es evidente que las palabras para ellos no significan nada. Son meramente sonidos para aparentar que no son bestias salvajes, que sus desmanes obedecen a razones, que sus abusos tienen alguna justificación. 

Pero como dice el refrán: por sus actos los conoceréis. Y sus actos indican que son una horda de criminales, es decir una mara. La mara 48. Una pandilla que quiere mediante la intimidación satisfacer sus caprichos. 

Empero, como sociedad no podemos tolerar la intimidación de los delincuentes como medio de resolver disputas. Si lo hacemos perderemos el derecho moral de existir como sociedad, como Estado de Derecho, y al igual que lo que sucedió en Venezuela, el colapso será inminente. 

 

El contenido en la sección de Opinión es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la postura o la línea editorial de República.