Política
Política
Empresa
Empresa
Investigación y Análisis
Investigación y Análisis
Internacional
Internacional
Opinión
Opinión
Inmobiliaria
Inmobiliaria
Agenda Empresarial
Agenda Empresarial

La política no es mercado

El mercado no es política, ni la política mercado. En el primero rige la persuasión y la relación entre partes es simétrica y voluntaria.

.
Warren Orbaugh |
03 de julio, 2023

El mercado es un proceso de transacciones o intercambios voluntarios de bienes y servicios. Estas transacciones son acuerdos comerciales en las que todos los participantes ganan. Si alguna de las partes involucradas considera que no ganará con el intercambio, entonces no hace la transacción.

Ambas partes ofertan. Unos ofertan bienes o servicios y los otros ofertan dinero. Ambas partes demandan. Unos demandan dinero y los otros demandan bienes o servicios. Si se ponen de acuerdo, entonces, establecen un precio. Si no, no se lleva a cabo el intercambio.

Los precios marginales, aquellos que describen el monto mínimo de dinero por el que el vendedor está dispuesto a vender y el monto máximo de dinero que el comprador está dispuesto a pagar por la mercancía, informan, al resto de personas interesadas en participar en las transacciones, datos que les servirán para hacer sus respectivos cálculos económicos y decidir así, si les conviene o no producir determinado bien o servicio para ofertarlo en el mercado.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

Es de este modo como el consumidor al comprar o abstenerse de comprar influye en los precios y, por tanto, en la información que llega a los productores, determinando así la dirección de lo que se debe o no fabricar o elaborar. Así pues, los precios ordenan la producción por aquellos cauces que mejor permiten atender los deseos de los consumidores según estos se manifiesten en el mercado.

No está por demás insistir que sin propiedad privada no se puede dar mercado, no es posible transacción alguna. La propiedad privada es la libertad de disponer de lo que uno posee de acuerdo con su mejor juicio. ¿Y quién puede intercambiar o vender aquello que no posee? Por tanto, sin la propiedad privada no se puede establecer precios y sin estos no se puede hacer cálculo económico. Y sin cálculo económico no se puede saber qué es lo que la sociedad más necesita satisfacer.

El empresario, necesario en el mercado, es aquel que con la información que provee los precios prevé las futuras circunstancias del mercado para determinar el empleo que deba darse a los factores de producción para cosechar beneficios y acumular riquezas.

La política no es mercado. Ni nunca lo ha sido. Ni nunca lo será. La política no es un proceso voluntario de transacciones o intercambios de bienes y servicios. La política práctica es una lucha de poder para imponer directrices a un grupo de individuos.  La política es la ciencia del poder, de la capacidad de una persona o un grupo de personas de influir sobre la voluntad de los demás aun estando en contra de su propia voluntad. Es esencialmente coercitiva. Así fue antes, así es ahora, y así será siempre.

Esta imposición de normas por un grupo a otro se ha hecho muchas veces por medio de la guerra. Así lo hizo Alejandro Magno en Grecia, Egipto y Persia. Así lo hizo Julio César en las Galias. Así lo hizo Fernando de Aragón en Granada, el Rosellón, la Cerdeña y Nápoles. Pero para evitar el derramamiento inútil de sangre, los hombres idearon otro método para alcanzar el mismo fin: el sufragio popular, o sea un sistema mediante el cual se elige a quienes van a gobernar mediante votación. Supone este ser un buen sustituto a la confrontación armada que de todas formas daría como vencedor al grupo más numeroso.

Confundir las transacciones voluntarias con la lucha por el poder coercitivo para imponer unas directrices al grupo derrotado es un grave error. En el mercado si uno se abstiene de comprar determinado bien, uno indica que por la cantidad demandada de dinero uno no está dispuesto a comprarlo. La información puede, dependiendo de la cantidad de consumidores que se abstienen de comprar dicho bien, influir en la oferta o producción.

En el mercado si un grupo de ambientalistas ofrece pizzas de insectos y lombrices como alternativa comestible, uno decide si quiere o no comprarlos y consumirlos. Si uno no quiere, no pasa nada. Si muy pocos no quieren, desaparece la oferta. Pero en política, si el mismo grupo de ambientalistas se hace con el poder, le estarán zambutiendo a uno pizzas de insectos y lombrices por siempre. Aunque uno no quiera. Esa es una diferencia significativa. El mercado no es política, ni la política mercado. En el primero rige la persuasión y la relación entre partes es simétrica y voluntaria. En el segundo rige la coerción y la relación no es simétrica ni voluntaria.

 Abstenerse de votar o votar nulo, no informa que uno no está dispuesto a pagar la cantidad demandada por determinado grupo político para influir en la oferta. Los que confunden mercado con política creen que el voto es lo mismo que fijar un precio. Pretenden que con esa acción van a indicar algo específico. 

¿Informa el voto nulo acaso que uno no está de acuerdo con el sistema y quiere un cambio? ¿Cuál cambio? El partido ganador, atendiendo al “clamor popular” ofrecerá un cambio. Semilla ya agradeció el voto nulo y promete hacer ese cambio si gana en la segunda vuelta. Tienen como referente al presidente de Chile, Gabriel Boric y lo que eso implica: inflación y devaluación de la moneda. Implementarán el derecho de propiedad colectivo, superior al derecho de propiedad individual. Proponen hacer una reconstitución del aparato de justicia con la directriz de los fiscales, abogados y jueces, ahora en el exilio para escapar de la justicia por los crímenes de los que se los acusa, violando la autonomía del MP y de la Corte Suprema de Justicia. Universalizarán los bienes y servicios públicos, instalarán una red de farmacias estatales, y crearán el sistema nacional anticorrupción. En pocas palabras, más control estatal, más estatismo financiado con más impuestos.

¿Es ese el cambio que quieren los que votaron nulo?

El voto nulo, así como la abstención, lo que hace es reducir las huestes de quienes se oponen al grupo que el votante del voto nulo jamás apoyaría por esgrimir éste ideas contrarias a sus propios valores. De hecho, convierten en mayoría a ese grupo garantizándole la victoria. Aquí no hay oferta y demanda, sino contienda y enfrentamiento. Si un grupo se achica porque desertaron, porque abandonaron la contienda algunos de los interesados en que no llegue al poder un grupo que amenace sus valores principales, pierde la lucha. Lo que hacen los desertores al reducir el número que se opone a la destrucción de sus valores es garantizar la destrucción de estos mismos.

La excusa que esgrimen quienes votaron nulo para justificar su acción (que da como consecuencia apoyar al peor) es que ningún candidato es suficientemente bueno, ninguno defiende todos los principios del votante, todos son corruptos, y que habrá más de lo mismo. Sus principios, dicen, no les permiten votar por alguno. Quieren en la contienda a un candidato ideal.

Pero la realidad es que ese candidato “ideal” no existe en las presentes circunstancias ni puede existir en la escena política actual. Ninguno es un defensor del libre mercado. No hay en la cultura actual, suficiente conocimiento y entendimiento teórico del sistema de mercado para que un candidato que defienda estos principios pueda entrar en la contienda política práctica y que sea escuchado y sobre todo comprendido. Una campaña para conseguir votos de elección no es el lugar para el tipo de largo proceso educativo que se requeriría. Aquí vale la pena considerar lo que escribió Ayn Rand en “Como juzgar a un candidato político” [The Objectivist Newsletter, de marzo de 1964]:

«La elección de un votante no lo compromete a estar totalmente de acuerdo con un candidato – y ciertamente no puede comprometer a un candidato a estar de acuerdo con cada votante que lo apoya. Bajo un sistema bipartidista, la elección de un votante es y tiene que ser simplemente una aproximación, una elección del candidato que considera más cercano a sus propios puntos de vista.»

Los principios políticos son los relevantes en la contienda política. Los principios de libertad versus estatismo, de derechos individuales versus controles gubernamentales, de libre mercado versus socialismo. Esta es la raíz, el principio, el punto de partida, el fundamento implícito en cada medida específica, por lo que se determina todo lo demás y que hace que todas las demás consideraciones sean solamente trivialidades.

Es esta pues, la única cuestión básica y relevante para juzgar a un candidato: libertad versus estatismo.

Los que votaron nulo se congratulan de que fue éste el gran “ganador”. Ah sí, ¿qué ganaron? ¿Evitaron mermar su libertad? ¿Están más lejos o más cerca de ser coaccionados a actuar conforme a la voluntad arbitraria de quienes ejercerán el poder?

Mas bien parece una victoria pírrica

La política no es mercado

El mercado no es política, ni la política mercado. En el primero rige la persuasión y la relación entre partes es simétrica y voluntaria.

Warren Orbaugh |
03 de julio, 2023
.

El mercado es un proceso de transacciones o intercambios voluntarios de bienes y servicios. Estas transacciones son acuerdos comerciales en las que todos los participantes ganan. Si alguna de las partes involucradas considera que no ganará con el intercambio, entonces no hace la transacción.

Ambas partes ofertan. Unos ofertan bienes o servicios y los otros ofertan dinero. Ambas partes demandan. Unos demandan dinero y los otros demandan bienes o servicios. Si se ponen de acuerdo, entonces, establecen un precio. Si no, no se lleva a cabo el intercambio.

Los precios marginales, aquellos que describen el monto mínimo de dinero por el que el vendedor está dispuesto a vender y el monto máximo de dinero que el comprador está dispuesto a pagar por la mercancía, informan, al resto de personas interesadas en participar en las transacciones, datos que les servirán para hacer sus respectivos cálculos económicos y decidir así, si les conviene o no producir determinado bien o servicio para ofertarlo en el mercado.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

Es de este modo como el consumidor al comprar o abstenerse de comprar influye en los precios y, por tanto, en la información que llega a los productores, determinando así la dirección de lo que se debe o no fabricar o elaborar. Así pues, los precios ordenan la producción por aquellos cauces que mejor permiten atender los deseos de los consumidores según estos se manifiesten en el mercado.

No está por demás insistir que sin propiedad privada no se puede dar mercado, no es posible transacción alguna. La propiedad privada es la libertad de disponer de lo que uno posee de acuerdo con su mejor juicio. ¿Y quién puede intercambiar o vender aquello que no posee? Por tanto, sin la propiedad privada no se puede establecer precios y sin estos no se puede hacer cálculo económico. Y sin cálculo económico no se puede saber qué es lo que la sociedad más necesita satisfacer.

El empresario, necesario en el mercado, es aquel que con la información que provee los precios prevé las futuras circunstancias del mercado para determinar el empleo que deba darse a los factores de producción para cosechar beneficios y acumular riquezas.

La política no es mercado. Ni nunca lo ha sido. Ni nunca lo será. La política no es un proceso voluntario de transacciones o intercambios de bienes y servicios. La política práctica es una lucha de poder para imponer directrices a un grupo de individuos.  La política es la ciencia del poder, de la capacidad de una persona o un grupo de personas de influir sobre la voluntad de los demás aun estando en contra de su propia voluntad. Es esencialmente coercitiva. Así fue antes, así es ahora, y así será siempre.

Esta imposición de normas por un grupo a otro se ha hecho muchas veces por medio de la guerra. Así lo hizo Alejandro Magno en Grecia, Egipto y Persia. Así lo hizo Julio César en las Galias. Así lo hizo Fernando de Aragón en Granada, el Rosellón, la Cerdeña y Nápoles. Pero para evitar el derramamiento inútil de sangre, los hombres idearon otro método para alcanzar el mismo fin: el sufragio popular, o sea un sistema mediante el cual se elige a quienes van a gobernar mediante votación. Supone este ser un buen sustituto a la confrontación armada que de todas formas daría como vencedor al grupo más numeroso.

Confundir las transacciones voluntarias con la lucha por el poder coercitivo para imponer unas directrices al grupo derrotado es un grave error. En el mercado si uno se abstiene de comprar determinado bien, uno indica que por la cantidad demandada de dinero uno no está dispuesto a comprarlo. La información puede, dependiendo de la cantidad de consumidores que se abstienen de comprar dicho bien, influir en la oferta o producción.

En el mercado si un grupo de ambientalistas ofrece pizzas de insectos y lombrices como alternativa comestible, uno decide si quiere o no comprarlos y consumirlos. Si uno no quiere, no pasa nada. Si muy pocos no quieren, desaparece la oferta. Pero en política, si el mismo grupo de ambientalistas se hace con el poder, le estarán zambutiendo a uno pizzas de insectos y lombrices por siempre. Aunque uno no quiera. Esa es una diferencia significativa. El mercado no es política, ni la política mercado. En el primero rige la persuasión y la relación entre partes es simétrica y voluntaria. En el segundo rige la coerción y la relación no es simétrica ni voluntaria.

 Abstenerse de votar o votar nulo, no informa que uno no está dispuesto a pagar la cantidad demandada por determinado grupo político para influir en la oferta. Los que confunden mercado con política creen que el voto es lo mismo que fijar un precio. Pretenden que con esa acción van a indicar algo específico. 

¿Informa el voto nulo acaso que uno no está de acuerdo con el sistema y quiere un cambio? ¿Cuál cambio? El partido ganador, atendiendo al “clamor popular” ofrecerá un cambio. Semilla ya agradeció el voto nulo y promete hacer ese cambio si gana en la segunda vuelta. Tienen como referente al presidente de Chile, Gabriel Boric y lo que eso implica: inflación y devaluación de la moneda. Implementarán el derecho de propiedad colectivo, superior al derecho de propiedad individual. Proponen hacer una reconstitución del aparato de justicia con la directriz de los fiscales, abogados y jueces, ahora en el exilio para escapar de la justicia por los crímenes de los que se los acusa, violando la autonomía del MP y de la Corte Suprema de Justicia. Universalizarán los bienes y servicios públicos, instalarán una red de farmacias estatales, y crearán el sistema nacional anticorrupción. En pocas palabras, más control estatal, más estatismo financiado con más impuestos.

¿Es ese el cambio que quieren los que votaron nulo?

El voto nulo, así como la abstención, lo que hace es reducir las huestes de quienes se oponen al grupo que el votante del voto nulo jamás apoyaría por esgrimir éste ideas contrarias a sus propios valores. De hecho, convierten en mayoría a ese grupo garantizándole la victoria. Aquí no hay oferta y demanda, sino contienda y enfrentamiento. Si un grupo se achica porque desertaron, porque abandonaron la contienda algunos de los interesados en que no llegue al poder un grupo que amenace sus valores principales, pierde la lucha. Lo que hacen los desertores al reducir el número que se opone a la destrucción de sus valores es garantizar la destrucción de estos mismos.

La excusa que esgrimen quienes votaron nulo para justificar su acción (que da como consecuencia apoyar al peor) es que ningún candidato es suficientemente bueno, ninguno defiende todos los principios del votante, todos son corruptos, y que habrá más de lo mismo. Sus principios, dicen, no les permiten votar por alguno. Quieren en la contienda a un candidato ideal.

Pero la realidad es que ese candidato “ideal” no existe en las presentes circunstancias ni puede existir en la escena política actual. Ninguno es un defensor del libre mercado. No hay en la cultura actual, suficiente conocimiento y entendimiento teórico del sistema de mercado para que un candidato que defienda estos principios pueda entrar en la contienda política práctica y que sea escuchado y sobre todo comprendido. Una campaña para conseguir votos de elección no es el lugar para el tipo de largo proceso educativo que se requeriría. Aquí vale la pena considerar lo que escribió Ayn Rand en “Como juzgar a un candidato político” [The Objectivist Newsletter, de marzo de 1964]:

«La elección de un votante no lo compromete a estar totalmente de acuerdo con un candidato – y ciertamente no puede comprometer a un candidato a estar de acuerdo con cada votante que lo apoya. Bajo un sistema bipartidista, la elección de un votante es y tiene que ser simplemente una aproximación, una elección del candidato que considera más cercano a sus propios puntos de vista.»

Los principios políticos son los relevantes en la contienda política. Los principios de libertad versus estatismo, de derechos individuales versus controles gubernamentales, de libre mercado versus socialismo. Esta es la raíz, el principio, el punto de partida, el fundamento implícito en cada medida específica, por lo que se determina todo lo demás y que hace que todas las demás consideraciones sean solamente trivialidades.

Es esta pues, la única cuestión básica y relevante para juzgar a un candidato: libertad versus estatismo.

Los que votaron nulo se congratulan de que fue éste el gran “ganador”. Ah sí, ¿qué ganaron? ¿Evitaron mermar su libertad? ¿Están más lejos o más cerca de ser coaccionados a actuar conforme a la voluntad arbitraria de quienes ejercerán el poder?

Mas bien parece una victoria pírrica