La religión del Estado
Aun así, con el paso de los años, la población sigue creyendo en el “mesías” de turno que lo sacará de la pobreza y le brindará una mejor vida. Esto es religión, torcida, manipulada, falsa o como quiera llamarla.
Escuché al presidente de Argentina decir esta frase. Desconozco el contexto en el que la dijo o el significado que él le dio. Me tomo el atrevimiento de escribir al respecto, dándole mi propia interpretación.
A lo largo de los años, elección tras elección, ponemos nuestras esperanzas en el gobernante electo y su equipo de trabajo. Aún durante los gobiernos instalados por medio de golpes de estado, seguíamos esperando a que el presidente impuesto resolviera los problemas nacionales, o por lo menos los más apremiantes.
Desde 1,985 iniciamos con los procesos democráticos de elecciones generales, resultando ganador Vinicio Cerezo. Luego siguió Jorge Serrano Elías, quien disolvió el Congreso y provocó un auto golpe de estado. A partir de allí, hemos mantenido vigente nuestro proceso democrático de elecciones generales cada cuatro años.
El pueblo pide y el político ofrece. Esta es la religión del Estado. Pedimos al político que resuelva, pero a diferencia de los cultos religiosos, el gobernante ofrece hacerlo durante su campaña. Una vez “sentado en la guayaba”, se le olvida o se da cuenta de la imposibilidad de cumplir con tanta promesa. Al final de cuentas, es como el pecador que pide el perdón, pero no se convierte.
Aun así, con el paso de los años, la población sigue creyendo en el “mesías” de turno que lo sacará de la pobreza y le brindará una mejor vida. Esto es religión, torcida, manipulada, falsa o como quiera llamarla.
Lamentablemente, cada gobernante no ha resuelto prácticamente nada. Muy por el contrario, dejan caos por donde pasaron. Vacían las arcas nacionales, corrompen a diestra y siniestra y planifican su salida para evitar las penas que deberá purgar por haber mentido e incumplido con sus promesas de campaña. Sabiéndose pecador, lejos de arrepentirse, buscará “la salvación” con dinero, favores y un avión que lo lleve a donde la justicia terrenal no lo alcance.
Lamentablemente, a nosotros los ciudadanos no nos resuelve nada. La justicia terrenal, para que sea efectiva, tiene que ser pronta. No lo es, y me temo que no lo será nunca. Si lo fuera, el siguiente gobernante y su equipo de trabajo pensarían dos veces antes de cometer sus delitos.
Lo que sí podemos y debemos hacer, es dejar de pretender que los políticos resolverán nuestras necesidades como país y mucho menos como ciudadanos individuales. Debemos y tenemos que buscar la forma de reducir ese gigante llamado gobierno. Más aun, es fundamental detener esa religión del Estado y tomar la responsabilidad de nuestro futuro. Contrario al verdadero Mesías, el gobernante prometerá e incumplirá. Lo hemos vivido siempre y nunca va a cambiar pues las “oraciones” de la población más necesitada van a quienes no les importa ni les darán respuesta.
La religión del Estado
Aun así, con el paso de los años, la población sigue creyendo en el “mesías” de turno que lo sacará de la pobreza y le brindará una mejor vida. Esto es religión, torcida, manipulada, falsa o como quiera llamarla.
Escuché al presidente de Argentina decir esta frase. Desconozco el contexto en el que la dijo o el significado que él le dio. Me tomo el atrevimiento de escribir al respecto, dándole mi propia interpretación.
A lo largo de los años, elección tras elección, ponemos nuestras esperanzas en el gobernante electo y su equipo de trabajo. Aún durante los gobiernos instalados por medio de golpes de estado, seguíamos esperando a que el presidente impuesto resolviera los problemas nacionales, o por lo menos los más apremiantes.
Desde 1,985 iniciamos con los procesos democráticos de elecciones generales, resultando ganador Vinicio Cerezo. Luego siguió Jorge Serrano Elías, quien disolvió el Congreso y provocó un auto golpe de estado. A partir de allí, hemos mantenido vigente nuestro proceso democrático de elecciones generales cada cuatro años.
El pueblo pide y el político ofrece. Esta es la religión del Estado. Pedimos al político que resuelva, pero a diferencia de los cultos religiosos, el gobernante ofrece hacerlo durante su campaña. Una vez “sentado en la guayaba”, se le olvida o se da cuenta de la imposibilidad de cumplir con tanta promesa. Al final de cuentas, es como el pecador que pide el perdón, pero no se convierte.
Aun así, con el paso de los años, la población sigue creyendo en el “mesías” de turno que lo sacará de la pobreza y le brindará una mejor vida. Esto es religión, torcida, manipulada, falsa o como quiera llamarla.
Lamentablemente, cada gobernante no ha resuelto prácticamente nada. Muy por el contrario, dejan caos por donde pasaron. Vacían las arcas nacionales, corrompen a diestra y siniestra y planifican su salida para evitar las penas que deberá purgar por haber mentido e incumplido con sus promesas de campaña. Sabiéndose pecador, lejos de arrepentirse, buscará “la salvación” con dinero, favores y un avión que lo lleve a donde la justicia terrenal no lo alcance.
Lamentablemente, a nosotros los ciudadanos no nos resuelve nada. La justicia terrenal, para que sea efectiva, tiene que ser pronta. No lo es, y me temo que no lo será nunca. Si lo fuera, el siguiente gobernante y su equipo de trabajo pensarían dos veces antes de cometer sus delitos.
Lo que sí podemos y debemos hacer, es dejar de pretender que los políticos resolverán nuestras necesidades como país y mucho menos como ciudadanos individuales. Debemos y tenemos que buscar la forma de reducir ese gigante llamado gobierno. Más aun, es fundamental detener esa religión del Estado y tomar la responsabilidad de nuestro futuro. Contrario al verdadero Mesías, el gobernante prometerá e incumplirá. Lo hemos vivido siempre y nunca va a cambiar pues las “oraciones” de la población más necesitada van a quienes no les importa ni les darán respuesta.